Democracia, religiones y feminismo
En todas partes est¨¢ cursando la rebeld¨ªa de las mujeres contra las verdades patriarcales que las religiones defienden
A las democracias, que tienen cierta variedad en sus formas, se sabe que no les convienen los adjetivos. Las puede haber de una c¨¢mara o de dos, de voto obligatorio, de escasa participaci¨®n, de elecciones a una o dos vueltas, de listas abiertas o cerradas, con voto juvenil o solo adulto, con urna o con caja, con cabina y sin ella. El procedimiento concreto y peque?o puede variar siempre que la intenci¨®n primera se mantenga. Que elegiremos libremente, escrutaremos y respetaremos los resultados. Por eso la democracia abomina de los adjetivos. Es un sistema corriente que admite pocas precisiones. No es ¡°org¨¢nica¡±, ¡°isl¨¢mica¡± ni ¡°popular¡±; porque cuanto m¨¢s adjetivo, m¨¢s peligro y menos contenido. Es un procedimiento fundado en un conjunto de valores compartidos: libertad, igualdad, solidaridad, tolerancia y repudio de la violencia. La democracia es adem¨¢s feminista.
Las religiones son algo m¨¢s variadas. Aunque no demasiado. Las que han convivido con formas pol¨ªticas desarrolladas, Estados plenos, se reducen a los tres monote¨ªsmos abrah¨¢micos, el tronco hinduista, el budismo y las religiones agrarias personalmente vinculadas (quien manda es sacro y ejerce los ritos), cuyos importantes calendarios recuerdan y aseguran. Las religiones que han vivido y convivido con Estados han mimetizado parte de su estructura de administraci¨®n. El funcionariado y el clero han estado cercanos, pero no les ha convenido ni les conviene confundirse. Credos y Estados m¨¢s bien se han vigilado mutuamente. Las situaciones estatales por lo com¨²n han favorecido a las religiones hasta un cierto punto. Pero ninguna ha peleado con una autocracia sin convertirse ella misma en otra. Ni la ha despose¨ªdo. O al menos no hab¨ªa ocurrido hasta la llamada Revoluci¨®n Isl¨¢mica de Ir¨¢n. Como escribi¨® Montesquieu, es signo de lo tir¨¢nico de un r¨¦gimen que s¨®lo la religi¨®n tenga capacidad para opon¨¦rsele. El despotismo crea un desierto moral donde ¨²nicamente el fan¨¢tico osa levantar la voz. Pero que el clero se convirtiera en la autoridad civil, eso ha resultado in¨¦dito.
A¨²n sabemos poco de revoluciones, pero anotamos que la sovi¨¦tica destruy¨® iglesias que ahora est¨¢n no solamente restauradas, sino multiplicadas. Ir¨¢n es un caso peculiar porque en la religi¨®n musulmana el clero carece de papel, excepto precisamente all¨ª. Es m¨¢s, ese clero ha tomado por modelo a otros, los occidentales, en lo que toca a la b¨²squeda de influencia. Obviamente su predominio no ha contribuido en absoluto a amansar el fanatismo religioso.
Por ahora, s¨®lo el juda¨ªsmo y el cristianismo han tenido que medirse con las verdades liberales. Y ambas salieron mejoradas a causa de tal trato. La democracia ha llegado a una paz con las religiones: son privadas, no pueden pretender ser intocables y ser¨¢n protegidas. Se les exigir¨¢ a cambio tolerancia mutua, que no rompan la paz civil y que respeten los valores comunes. Ese es el pacto. Las religiones que son capaces de soportar la nueva paz se vuelven interesantes, mejoran ellas y a su gente. La democracia les viene muy bien, las perfecciona. Pero necesitan tiempo de cohabitaci¨®n. Sus modelos son tan dis¨ªmiles que el amor a primera vista no es de esperar.
La pregunta es si todas las religiones pasar¨¢n a la relativa mansedumbre del cristianismo. Se necesitar¨¢ tiempo y algo m¨¢s. Porque este, el de religi¨®n y democracia, es un silogismo con t¨¦rmino medio. Resumo: depender¨¢ de las mujeres. Las mujeres y sus libertades son la variable no contemplada. Dos cosas sab¨ªa y bien Huntington: historia y demograf¨ªa. En ninguna de las p¨¢ginas de su Choque de civilizaciones admiti¨® que la variable ¡°feminismo¡± pudiera turbar sus an¨¢lisis. Los bloques religiosos en su opini¨®n son cerrados y estables. Nada les cambiar¨¢. Occidente es demogr¨¢ficamente limitado y lo que venimos llamando pomposamente historia se reduce a demograf¨ªa. Los dados est¨¢n ya echados. Seremos desbancados. Sin embargo, las libertades de las mujeres son un asunto que bulle planetariamente. Est¨¢ cambiando a todas las sociedades. Puesto que esas libertades chocan con el orden previo, las mujeres son, aun las devotas, una fuerza antirreligiosa descomunal. En todas partes est¨¢ cursando su rebeld¨ªa contra las verdades patriarcales que las religiones mantienen, representan y defienden. Los bloques de sentido religioso tienen un poderoso enemigo interno. Por eso son tan reactivos al feminismo. Tambi¨¦n estos dados acaban de echarse; habr¨¢ que esperar.
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