Bofetadas in¨²tiles
La ciencia demuestra la inutilidad y el da?o de los azotes, y por fortuna es una realidad cada d¨ªa m¨¢s evidente para todos
HACE UN PAR de semanas, Francia aprob¨® la llamada ¡°ley anti?bofetadas¡±, que proh¨ªbe castigar f¨ªsicamente a los ni?os tanto en la escuela como en sus casas. La noticia no me sorprendi¨®; lo que s¨ª me choc¨® fue la respuesta de los espa?oles a esta medida: los comentarios en las radios y en los digitales de los peri¨®dicos; el tono furibundo, la burla, la dignidad herida. Salvo unas pocas excepciones, a la mayor¨ªa parec¨ªa que les hab¨ªan mentado a la madre con esta ley, as¨ª de personalmente se lo tomaban. Aunque, ahora que lo pienso, quiz¨¢ fuera literal lo de la menci¨®n materna, porque muchos se refer¨ªan a los guantazos que les hab¨ªan atizado sus progenitores en la infancia y a lo bien que hab¨ªan salido ellos. Unas palabras que, adem¨¢s de maravillarme por el alt¨ªsimo grado de autoestima que esta gente parec¨ªa tener, no dejaban de conmoverme por la tenaz defensa de la honra paterna.
¡°?Pero qu¨¦ locura!¡±, ¡°?S¨®lo faltaba que se metieran a controlarnos tambi¨¦n en nuestras casas!¡±, estas son las frases y el tono de muchas de las intervenciones. ?S¨®lo faltaba que se metieran en las casas? No s¨¦, a m¨ª me parece que se meten poco, y no a controlar, sino a evitar los abusos. Tengo la sensaci¨®n de que el sacrosanto respeto que se ha tenido tradicionalmente en Espa?a por la instituci¨®n de la familia ha creado muchos infiernos silenciosos en la clausura de lo dom¨¦stico. De esa intimidad sellada est¨¢ emergiendo ahora, gracias a d¨¦cadas de atenci¨®n pol¨ªtica y social, el maltrato contra las mujeres, pero el ejercido contra los ni?os y los ancianos sigue a¨²n por debajo de la l¨ªnea de visibilidad. En 2018, la Fundaci¨®n ANAR present¨® un estudio de la violencia contra los ni?os en Espa?a; tras analizar casi dos millones y medio de llamadas a sus tel¨¦fonos de ayuda, han descubierto que el maltrato infantil se ha cuadruplicado desde 2009, aumentando la frecuencia, la duraci¨®n y la gravedad. Pues bien, en un 58% de los casos la culpable es la propia familia, y la mitad de las veces son los padres (m¨¢s ellos que ellas). Seg¨²n un informe de Unicef de 2014, el 80% de los ni?os del mundo entre 2 y 14 a?os padece ¡°disciplina violenta¡±.
¡°Una bofetada normal de vez en cuando es mano de santo¡±, dicen. Ese es el problema: ?qui¨¦n define lo que es ¡°normal¡± y lo que es ¡°de cuando en cuando¡±? ?C¨®mo se puede dejar algo tan proclive a infinidad de abusos al criterio de cualquiera, en la indefensi¨®n de los ni?os y la opacidad de los hogares? S¨ª, mi madre, una mujer maravillosa, tambi¨¦n me atiz¨® alg¨²n bofet¨®n. No fue grave y no la culpo; s¨¦ que lo hizo por mi bien. Pero ya hemos superado eso, por favor. Numerosos estudios demuestran que pegar a los cr¨ªos no sirve de nada; la ¨²ltima investigaci¨®n (abril 2019), hecha por las Universidades de M¨ªchigan y Texas con m¨¢s de 160.000 ni?os, concluye que los azotes no s¨®lo no funcionan, sino que adem¨¢s tienen efectos negativos: hay m¨¢s probabilidades de que desaf¨ªen a los padres y de que tengan un mayor comportamiento antisocial, agresividad, problemas de salud mental y dificultades cognitivas.
La ciencia demuestra la inutilidad y el da?o de los azotes, y por fortuna es una realidad cada d¨ªa m¨¢s evidente para todos. Francia ha sido el pa¨ªs n¨²mero 56 en sacar una ley contra los castigos corporales; de hecho, y quiz¨¢ para sorpresa de muchos de esos comentaristas indignados, Espa?a tiene una ley semejante desde 2007. Nuestra sociedad ha superado ya la penosa frase de ¡°mi marido me pega lo normal¡±. Ahora a ver si superamos los bofetones.
Eso s¨ª, prescindir de los castigos f¨ªsicos no quiere decir dejar de educar a los ni?os, antes al contrario. Yo, que no tengo hijos, llevo teniendo perros 40 a?os. Perm¨ªtanme la licencia de hablar de ellos. A mi primer perro, ignorante de m¨ª, lo pegu¨¦ para intentar ense?arlo. Fue un desastre toda la vida. Ahora mis peludos, a los que jam¨¢s he tocado, est¨¢n incomparablemente m¨¢s civilizados que aquel primer animal. Pero, claro, he tenido que esforzarme mucho m¨¢s en su instrucci¨®n. Esa es la cuesti¨®n: educar es un trabajo constante y una inversi¨®n de tiempo importante. De lo que se deduce que dar un bofet¨®n es un fracaso personal de quien abofetea. Como yo fracas¨¦ con mi pobre primer perro.?
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