?Mam¨¢, quiero aburrirme!
Conciertos, teatro, compromisos sociales¡ Y cada vez m¨¢s horas frente a una pantalla. El juego, clave en la etapa de desarrollo, queda relegado a los poqu¨ªsimos espacios libres de fren¨¦ticas jornadas. Pero los expertos advierten de su importancia en la infancia.
En apenas unos minutos, Daniel Marqu¨¦s Ant¨®n, de 15 a?os, se ha sentado y levantado varias veces del sof¨¢, ha botado la pelota de baloncesto en el sal¨®n, ha mirado historias de Instagram a la velocidad de la luz, ha hecho de rabiar a su hermana y se ha puesto a escuchar m¨²sica urbana en el m¨®vil. ¡°Cuando no s¨¦ qu¨¦ hacer, me entra una cosa por el cuerpo¡ Necesito salir y correr. En clase me pasa igual¡±, asegura, mientras no deja de menear las piernas. Es la confesi¨®n de lo que minutos antes describe su madre, Sonia Ant¨®n, de 43 a?os: no sabe aburrirse. Cuando est¨¢ en casa, la v¨ªa de escape en los ratos libres suele ser echar mano del tel¨¦fono y la consola, principalmente para jugar al Fortnite, cuenta Ant¨®n. ¡°Ya casi no le hago caso a la PlayStation. A las tres horas estoy cansado¡±, replica, en un intento de rebatir a su madre. Si se le pregunta por cu¨¢nto juega los fines de semana, afirma que antes de desayunar echa unas partidas y a veces las retoma hasta la hora de comer. Fuera de casa, Daniel entrena con el equipo municipal de baloncesto tres veces a la semana y queda con sus amigos para rapear.
¡°Es necesario tener momentos de descanso intelectual que permitan no hacer nada, algo que cada vez toleramos menos, acostumbrados desde ni?os a que alguien dirija nuestro tiempo de ocio¡±, asegura Abigail Huertas. Para esta psiquiatra infantil de la sanidad p¨²blica madrile?a, la situaci¨®n que describe es solo un reflejo de lo que ni?os y adolescentes viven d¨ªa a d¨ªa junto a sus padres. ¡°Los adultos no tenemos por qu¨¦ estar siempre haciendo cosas y tampoco aguantamos no hacer nada. Estamos permanentemente con el m¨®vil en la mano y recibiendo est¨ªmu?los¡±, aclara. Sonia Ant¨®n, la madre del joven Daniel, reconoce, por ejemplo, que es ahora cuando est¨¢ intentando aprender a aburrirse y cree firmemente que con su hijo fue una madre muy pendiente de las demandas del peque?o. ¡°Se lo he dado todo muy masticado. Ten¨ªa la seguridad de que yo estaba ah¨ª para solucionarle la papeleta. Ahora, el me aburro se traduce en chinchar a su hermana, coger el m¨®vil o irse a la buhardilla a jugar a la PlayStation hasta que se la desenchufo¡±, reflexiona. Ya sea a trav¨¦s de una tableta, de un ordenador, de la televisi¨®n o del m¨®vil, la tecnolog¨ªa monopoliza gran parte del tiempo de los j¨®venes espa?oles. Entre los 14 y los 16 a?os, el 72% de ellos reconoce mirar el m¨®vil ¡°constantemente¡±, seg¨²n datos de la Fundaci¨®n de Ayuda contra la Drogadicci¨®n. Y a partir de esa edad, el ocio queda estrechamente vinculado al mundo digital. Al menos hasta los 24 a?os, el 86% de los encuestados para el estudio J¨®venes en el mundo virtual por dicha instituci¨®n reconoce que mira p¨¢ginas web con frecuencia para divertirse y el 70% juega online.
El t¨¢ndem entretenimiento-tecnolog¨ªa constituye tan solo una de las causas que contribuyen a la sobreestimulaci¨®n infantil. Hoy en d¨ªa, tenemos menos hijos a los que atender ¡ªen Espa?a, una media de 1,3, seg¨²n datos de Eurostat¡ª y poco tiempo para ellos, algo que seg¨²n la psiquiatra Abigail Huertas genera en algunos padres la necesidad de compensar esa situaci¨®n, ya sea proponi¨¦ndoles actividades a los ni?os o llev¨¢ndolos a obras de teatro y conciertos infantiles. En muchos casos, tambi¨¦n con el deseo de ¡°estimular su inteligencia¡±. Y a m¨¢s actividades programadas o formas de entretenimiento dirigido, advierten los expertos, menos momentos destinados al juego espont¨¢neo y menos capacidad para saber qu¨¦ hacer ante un vac¨ªo en la agenda.
Cuando su hija mayor ten¨ªa dos a?os, la psic¨®loga Alicia Banderas empez¨® a ser m¨¢s consciente de algo que ya ven¨ªa observando en consulta y decidi¨® ponerle palabras. En su libro Ni?os sobreestimulados, Banderas habla de madres y padres entregados a activar al m¨¢ximo a sus hijos desde beb¨¦s eligiendo guarder¨ªas y escuelas con ingl¨¦s, chino y rob¨®tica; llev¨¢ndolos a todo tipo de espect¨¢culos infantiles y familiariz¨¢ndolos, en exceso y desde edades muy tempranas, con las nuevas tecnolog¨ªas. ¡°Intentamos meter a los ni?os motivaciones extr¨ªnsecas. Ni?os con menos de dos a?os ya est¨¢n expuestos a una estimulaci¨®n innecesaria. No pueden estar en clase preballet, matronataci¨®n, nanorob¨®tica y m¨²sica¡±, comenta Banderas. Cada una de esas actividades, matiza, puede ser ¡°maravillosa¡±, el problema surge cuando los padres ¡°quieren que vaya a todo¡±. Entonces se corre el riesgo de exponer a los ni?os a tareas en exceso, demasiado complejas para su madurez. Incluso las m¨¢s l¨²dicas, a?ade, no dejan de estar estructuradas. Y el juego libre y espont¨¢neo, ¡°la actividad por excelencia¡±, seg¨²n la psic¨®loga, queda relegado a un segundo plano. ¡°Antes los ni?os me dec¨ªan que quer¨ªan que sus padres estuvieran en casa. Ahora me dicen que quieren estar ellos¡±.
¡°Antes los ni?os me dec¨ªan que quer¨ªan que sus padres estuvieran en casa. Ahora, quieren estar ellos¡±
Todo por separado y en su justa medida puede ser bueno y necesario. Todo junto o en dosis elevadas puede desembocar en estr¨¦s y falta de creatividad, autonom¨ªa y habilidades sociales. A la consulta de la psiquiatra Abigail Huertas llegan padres preocupados por si sus hijos tienen una inteligencia superior a la media. Sin embargo, cuenta, en ocasiones lo que la visita desvela es que esos ni?os tienen dificultad para interaccionar con otros. ¡°Son ni?os inteligentes ¡ªno por encima de la media¡ª y estimulados, pero con dificultades para resolver conflictos, para adaptarse a las normas que impone el grupo y entender contextos sociales o aceptarlos. No son situaciones muy graves, pero a veces necesitan atenci¨®n¡±, explica Huertas, que pone de relieve la importancia de trabajar las habilidades emocionales y no centrarse apenas en las cognitivas y acad¨¦micas. Hay que distinguir entre inscribir a los ni?os a una actividad que les guste y hacerlo porque queramos que sean ¡°superbrillantes¡±, insiste.
M¨¢s all¨¢ del deseo de los padres de formar y estimular al m¨¢ximo a los hijos, pedagogos, psic¨®logos y educadores aseguran que la excesiva estructuraci¨®n de las agendas infantiles radica principalmente en la dificultad para conciliar el horario laboral con el escolar. Para el matrimonio Calvo Dupl¨¢, por ejemplo, cuadrar horarios equivale a hacer encaje de bolillos. Con tres hijos en edad escolar y uno en la guarder¨ªa, ellos dos trabajando fuera de casa y los abuelos a cientos de kil¨®metros de Madrid, donde residen, la ¨²nica manera de conseguir ajustar las rutinas familiares se llama actividades extraescolares. Los lunes toca nataci¨®n una hora y media; los martes y jueves, predanza, y los viernes, Manuela, la hija mayor, de seis a?os, acude a patinaje, aunque en este ¨²ltimo caso, asegura el padre, Fernando Calvo, lo pidi¨® ella misma porque tambi¨¦n van sus amigas. Algunas de sus compa?eras, comenta Calvo, tambi¨¦n estudian ingl¨¦s. ¡°Empezaron a hacer extraescolares por un tema log¨ªstico¡±, cuenta Miriam Dupl¨¢, de 43 a?os y madre de Manuela y Fernando (seis a?os), Carmela (cuatro a?os) e Ignacio (dos a?os). Empleada en banca, Dupl¨¢ entra a trabajar a las ocho de la ma?ana y cuando sale se encarga de recoger a los tres hijos mayores del colegio. Mientras, la chica que los ayuda con el cuidado de los ni?os acude a buscar al peque?o a la guarder¨ªa, situada en direcci¨®n opuesta a la escuela de sus hermanos. Eso en un d¨ªa normal. Si alguien se pone malo, el plan salta por los aires. ¡°Para nosotros, tener la semana estructurada es vital ante cualquier imprevisto. Lo contabilizamos como tiempo de colegio¡±, sostiene Calvo, el padre, que acostumbra a viajar pr¨¢cticamente todas las semanas por su trabajo en una consultora y llega a casa alrededor de las ocho de la tarde.
¡°Pensamos que el tiempo de juego es improductivo, pero para los ni?os no hay nada m¨¢s serio y m¨¢s importante¡±
La fotograf¨ªa actual del tiempo libre infantil responde, aseguran los expertos, a la transformaci¨®n de una sociedad que carece cada vez m¨¢s de horas de ocio, que relaciona esos momentos con el consumo y, sobre todo, centrada en la productividad y con una concepci¨®n negativa del aburrimiento: no hacer nada, creen los adultos, es infructuoso. ¡°Pensamos que el tiempo de juego es improductivo, pero para los ni?os no hay nada m¨¢s serio, m¨¢s importante y m¨¢s productivo. En la actualidad, acaba convirti¨¦ndose en tiempo de ocio, que no es lo mismo. Vamos al centro comercial, vemos una pel¨ªcula y comemos palomitas. Eso es consumo cultural¡±, reflexiona Andr¨¦s Paya, doctor en Pedagog¨ªa. Precisamente, si hay algo que caracteriza al juego, subraya el tambi¨¦n profesor en la Universidad de Valencia, es su coste nulo, su car¨¢cter democr¨¢tico. ¡°Todos podemos hacerlo porque es gratis¡±. A Andrea Marqu¨¦s Ant¨®n, de 11 a?os y hermana de Daniel Marqu¨¦s Ant¨®n, le bastan unos folios y unos rotuladores de colores para entretenerse durante horas. Cuando sale del colegio y acaba los deberes, tambi¨¦n juega con su perra border collie o finge que es uno de los caballos que tanto le gustan y salta una y otra vez una especie de valla de h¨ªpica. Su m¨®vil yace abandonado en la cocina, y no se preocupa siquiera de si tiene bater¨ªa.
Desde hace 30 a?os, la Convenci¨®n Internacional de los Derechos del Ni?o reconoce el derecho al juego, equipar¨¢ndolo en importancia a otros como la educaci¨®n y los cuidados. Adem¨¢s de desarrollar la creatividad, dicha actividad proporciona v¨ªas de expresi¨®n de emociones, caminos alternativos de respuesta, nuevas formas de reacci¨®n a determinadas situaciones y facilita la comprensi¨®n de las reacciones causa-efecto en las relaciones, asegura Juan Carlos Portilla, vocal de la Sociedad Espa?ola de Neurolog¨ªa. ¡°El desarrollo cognitivo que facilita sirve como herramienta para actividades de aprendizaje acad¨¦mico¡±, recuerda el neur¨®logo extreme?o. Los objetivos var¨ªan en funci¨®n de cada etapa, desde el desarrollo motor y sensorial en los primeros a?os de vida hasta aprendizaje de habilidades y reglas sociales en periodos m¨¢s avanzados. ¡°El juego libre debe fomentarse de una manera activa, al menos, hasta la pubertad¡±.
Pese a su importancia no es infrecuente, por ejemplo, que se castigue a los ni?os sin jugar, reflexiona Silvia S¨¢nchez. La educadora, miembro del Grupo de Investigaci¨®n Cultura C¨ªvica y Pol¨ªticas Educativas de la Universidad Complutense de Madrid, se muestra convencida de que estamos viviendo una crisis del juego y de que el tiempo que le dedican los ni?os ¡°se est¨¢ reduciendo cada vez m¨¢s¡±. El estudio en el que ha participado la docente, titulado La contribuci¨®n del juego infantil al desarrollo de habilidades para el cambio social activo, y en el que entrevistaron a 1.242 menores de entre 3 y 12 a?os de toda Espa?a, apunta, entre otras conclusiones, que aunque ¡°la percepci¨®n que poseen ni?os y ni?as sobre el tiempo del que disponen para jugar parece positiva, la totalidad de ellos afirma que le gustar¨ªa tener m¨¢s tiempo¡±. Un deseo comprensible, seg¨²n el documento, ¡°si se tiene en cuenta que no lo hacen a diario, sino cuando las actividades programadas a lo largo de la semana se lo permiten¡±. Y eso, en la actualidad, ocurre cada vez menos y casi siempre en casa o en la escuela. Solo el 18% de los encuestados acostumbra a jugar en las calles y en los parques. Hemos perdido no solo el tiempo, tambi¨¦n los espacios y los compa?eros para hacerlo, reflexiona S¨¢nchez. Entre los siete y los nueve a?os, solo un 3,6% de los ni?os comparte juegos con sus padres, seg¨²n el mismo estudio.
Casi la mitad de los ni?os y j¨®venes espa?oles de entre 9 y 17 a?os pasa m¨¢s de dos horas al d¨ªa frente a una pantalla
La clave reside en el equilibrio. De acuerdo con la dieta l¨²dica saludable que la neuropsic¨®loga Amanda Gummer, una de las mayores expertas en desarrollo infantil del Reino Unido, estableci¨® en 2016, los juegos libres y activos deber¨ªan ocupar la mayor parte del tiempo, seguidos de los de equipo, los creativos y los de construcci¨®n; y de forma moderada, los educativos e individuales y a¨²n m¨¢s el entretenimiento pasivo frente a una pantalla. Sin embargo, algunos datos sobre h¨¢bitos apuntan lo contrario. Casi la mitad de los ni?os y j¨®venes de entre 9 y 17 a?os (48%) pasa m¨¢s dos horas al d¨ªa frente a una pantalla, seg¨²n un estudio de 2017 de la Fundaci¨®n Espa?ola de Nutrici¨®n. El porcentaje sube hasta el 84% los fines de semana. Y mientras que en 1997 los menores de dos a?os de Estados Unidos pasaron delante del televisor media hora al d¨ªa, en 2014 ese tiempo ascendi¨® a dos horas y media, de acuerdo con un informe de la revista especializada JAMA Pediatrics. Todo ello a pesar de que la Organizaci¨®n Mundial de la Salud aconseja no exponer a los beb¨¦s de menos de 18 meses a ning¨²n tipo de pantalla y, hasta los cinco a?os, hacerlo lo menos posible y siempre menos de una hora.
En casa de Manuela y Fernando, Carmela e Ignacio, de seis, cuatro y dos a?os, no hay ni rastro de juguetes tecnol¨®gicos, coger el m¨®vil de los padres est¨¢ prohibido y la televisi¨®n se enciende, como m¨¢ximo, media hora al d¨ªa. Los cuatro hermanos comparten un espacio reservado para el juego donde hay pelotas, un carrito, un triciclo y mu?ecos esparcidos por el suelo. Los fines de semana, Fernando Calvo y Miriam Dupl¨¢ intentan compensar los apretados horarios de lunes a viernes y evitan planificar el tiempo libre de sus hijos para que se diviertan al aire libre. Les encantan los puzles y las manualidades, apunta la madre, mientras Carmela, la mediana, se entretiene con una canica que acaba de encontrarse en el parque. Hasta que sean aut¨®nomos, las actividades extraescolares que ella y sus hermanos realicen tendr¨¢n que adaptarse a la din¨¢mica familiar, pero aun as¨ª, Calvo y Dupl¨¢ intentan tener en cuenta sus preferencias. Hay que dar voz a los ni?os, se?alan sin fisuras todos los especialistas consultados. Sin olvidar, recomienda la psic¨®loga Alicia Banderas, hacer de esta frase una gu¨ªa: ¡°Que t¨² sepas c¨®mo funciona este mundo y lo que es mejor para tus hijos no implica que ellos no lo descubran por s¨ª mismos y a su propio ritmo¡±.?
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