El cura antisistema que denuncia la caza al inmigrante
Conoce por dentro los centros de refugiados, un infierno al que ¨¦l llama campos de concentraci¨®n, y saca los colores a los gobiernos europeos. Joaqu¨ªn S¨¢nchez critica a la Europa del capital y predica que los empobrecidos no son los que nos invaden
Se reuni¨® con el Papa Francisco vistiendo una camiseta con el mensaje "Stop desahucios". Se le ha visto en manifestaciones cara a cara con los antidisturbios, como un muro de contenci¨®n entre las familias que est¨¢n al borde de perder su casa y el sistema. Joaqu¨ªn S¨¢nchez, conocido como "el cura antidesahucios", es tambi¨¦n el de los migrantes, los presos, los enfermos mentales, los pobres¡ Y as¨ª una larga lista como activista por los derechos humanos, porque no quiere, asegura, "caer en la tentaci¨®n de ser c¨®mplice de los poderosos".
El sacerdocio es para ¨¦l una vocaci¨®n que se basa en la defensa de los m¨¢s d¨¦biles. Su forma de ser y vestir dista mucho de la imagen tradicional de un sacerdote, asociada normalmente a los sacramentos de la Iglesia y no tanto a la calle. S¨¢nchez es desde hace 20 a?os capell¨¢n en el centro penitenciario provincial de Murcia, al que fue destinado como una especie de castigo por ser una nota discordante dentro de la instituci¨®n.
Y desde hace tres a?os viaja a Lesbos con la Asociaci¨®n Amigos de Ritsona, para mantener su pacto con varias familias refugiadas que le pidieron un d¨ªa que no las olvidase. En Moria, uno de los campamentos con peores condiciones de Europa, se encontr¨® con que no quieren im¨¢genes ni testigos: ¡°Hac¨ªamos fotos a escondidas; pretenden que haya silencio y que se les invisibilice porque, para este continente en el que aflora la xenofobia y el rechazo al pobre, esta gente sobra¡±.
El centro de acogida en realidad es de internamiento. All¨ª los llaman presidios. A cientos de kil¨®metros de Atenas, la isla de Lesbos, de donde solo se puede salir en avi¨®n o en ferry, es para ellos ¡ªque no tienen pasaporte¡ª una c¨¢rcel natural. S¨¢nchez sostiene que ese lugar es mucho peor: ¡°Ya quisieran vivir como en la c¨¢rcel, donde existen derechos y obligaciones¡±.
¡°Llegan all¨ª porque de donde vienen fuerzan a los padres a ver c¨®mo violan a sus hijas y despu¨¦s las deg¨¹ellan, los obligan a matarse entre ellos, los torturan, los queman vivos...¡±, explica S¨¢nchez, que recuerda c¨®mo los refugiados le cuentan que en sus pa¨ªses ¡°hay familias que sacan a sus hijos de los escombros; menores despanzurrados por la metralla a los que solo les queda esperar a morir desangrados o que alguien por piedad les ponga una almohada para acortar el sufrimiento¡±. Sin embargo, ¡°se les cataloga de amenaza y se les trata como a criminales y delincuentes¡±, denuncia.
Cuando pisan suelo europeo, donde creen que van a tener seguridad, la polic¨ªa los custodia durante horas hasta que son trasladados al campo. Una vez en Moria, cerrado a cal y canto con muro y concertinas (cuchillas), y tutelado por el Ej¨¦rcito, deben pasar varios d¨ªas en una tienda de campa?a a la espera de un documento que ser¨¢ su identificaci¨®n. S¨¢nchez los llama campos de concentraci¨®n. Lo que comenz¨® como un lugar de paso ahora es un callej¨®n sin salida donde hay m¨¢s de 10.000 personas en un espacio con capacidad para 3.000. No pueden salir hasta que se les conceda el asilo, un proceso burocr¨¢tico colapsado. Hay quien lleva all¨ª a?os atrapado. Los ¨²ltimos en llegar tienen la primera entrevista para iniciar el tr¨¢mite en 2021.
Hassan y Samira (nombres ficticios), que huyeron de la guerra de Siria, llegaron a Lesbos en una barcaza desde Turqu¨ªa hace 70 d¨ªas, relata el cura. En el trayecto de dos horas y media, que les cost¨® 1.100 euros por persona, temieron por su vida y la de su beb¨¦ de tres meses. Mientras esperan a que su situaci¨®n administrativa se resuelva, malviven en una tienda de campa?a que comparten con 15 personas. La mafia les oblig¨® a tirar al mar todas sus pertenencias. Otros le ense?an al sacerdote lo poco que salvaron: fotos y recuerdos plastificados.
Jes¨²s de Nazaret ser¨ªa hoy un refugiado; sigue siendo crucificado en los inmigrantes
Casi la mitad de la poblaci¨®n en Moria se cubre bajo lonas que no son ni impermeables, denuncia el p¨¢rroco, y en invierno nieva y llueve constantemente. "Muere gente congelada. Cuando tengan acceso a un contenedor deber¨¢n compartirlo con hasta cuatro o cinco familias lo que supone unas 40 personas en un mismo espacio: menos de dos metros cuadrados para un padre con tres ni?os".
El hacinamiento extremo y la falta de cuidados implican mala higiene y un olor nauseabundo, contin¨²a S¨¢nchez. Las mujeres duermen con pa?ales porque temen que las violen si van al ba?o, a esos pocos ba?os en estado deplorable. Escasean los puntos de agua y la asistencia m¨¦dica. No tienen colchones. Apenas hay medicamentos. ¡°En la c¨¢rcel sabes de cu¨¢nto tiempo es tu condena; aqu¨ª te matan la esperanza, sin saber qu¨¦ pasar¨¢ con tu vida ni lo que ser¨¢ de tus hijos, a los que miran con impotencia y angustia¡±, lamenta. Hay unos 3.000 ni?os en Moria, calcula. Algunos solo han conocido la vida en este campo de refugiados. La mayor¨ªa son de Afganist¨¢n. Europa no les concede asilo porque considera que su pa¨ªs es seguro.
El cura hace un inciso en su relato: ¡°La guerra contra los talibanes, creados y financiados por la CIA para derrotar al ej¨¦rcito ruso, fue para conquistar un territorio por donde ten¨ªan que pasar los gaseoductos, uno de los grandes negocios del siglo XXI¡±. Y vuelve a Moria: ¡°Tenemos a ni?os enjaulados, sin escuelas y sin futuro¡±. Los adultos carecen de actividades. La gente deambula: ¡°Con miedo y una total desesperaci¨®n, sus miradas perdidas y vac¨ªas transmiten tristeza acumulada¡±. Siguen produci¨¦ndose suicidios, tambi¨¦n infantiles, relata.
Otros intentan levantar la cabeza dentro de tal infierno, que ha sido dise?ado para que la mantengan siempre baja. Primo Levi, cuando sali¨® de Auschwitz, preguntaba a ¡°los que viv¨ªs seguros en vuestras casas caldeadas y os encontr¨¢is la comida caliente si es un hombre quien no conoce la paz, quien lucha por la mitad de un panecillo, quien muere por un s¨ª o por un no¡±. Ante todo, necesitan sentirse personas: ¡°Soy alguien, no algo. Si nos tratan como animales, ?c¨®mo quieren que nos comportemos?¡±, le suelen decir. Por eso, cuenta, los primeros que acogen y ofrecen hospitalidad son ellos. Reciben las visitas con una sonrisa y ponen en com¨²n lo poco que tienen, el t¨¦ e incluso los alimentos.
Austin, recuerda el cl¨¦rigo, guardaba turno para coger un vaso peque?o con alubias chafadas con agua. Hay colas interminables de tres y cuatro horas para conseguir una comida que, como dicen ellos, es "vomitiva", apunta. El refugiado era inform¨¢tico en Yemen hasta que, cuando estall¨® la guerra, tom¨® la decisi¨®n m¨¢s dif¨ªcil: salir. Lo anim¨® su madre porque era la ¨²nica esperanza para la familia. Lleg¨® a pagar unos 4.000 euros a las mafias. Cuando entr¨® en Europa quer¨ªa tener una vida normal, poder trabajar y contribuir al pa¨ªs de acogida. Despu¨¦s de m¨¢s de dos a?os en Moria, solo se ha encontrado recelo, rechazo y olvido, denuncia S¨¢nchez.
¡°Aqu¨ª cada d¨ªa que amanece mi coraz¨®n muere¡±, le dijo este refugiado a S¨¢nchez que incluso ha pedido la deportaci¨®n, que le han denegado porque su pa¨ªs est¨¢ en conflicto. Pero no guarda rencor. ¡°No hay que dejar que la violencia y el odio se apoderen; el mundo necesita paz¡±, agreg¨®.
Seg¨²n S¨¢nchez, ¡°les est¨¢n arrebatando todo: respiran y se mueven pero no tienen vida¡±. Estas condiciones indignas ¡°se basan en una pol¨ªtica bien planificada, hecha desde las entra?as de la Uni¨®n Europea, para que se desesperen, para que no vengan m¨¢s, para que regresen. Porque el mensaje es que los que vienen huyendo del horror se van a encontrar con espacios inhumanos en los que solo pueden aspirar a una supervivencia m¨ªnima. Se trata de convertir su sufrimiento en una frontera permanente¡±.
Los par¨¢metros internacionales de la Convenci¨®n de Ginebra no se cumplen, dice el cura. ¡°No por errores, sino intencionadamente¡±, insiste. Las propias directivas europeas establecen que las personas que buscan protecci¨®n deben tener una vida digna mientras se resuelve el proceso de acogida. ¡°Pero se violan sistem¨¢ticamente los derechos humanos y con total impunidad¡±, opina S¨¢nchez.
En Moria, describe el cura, las mujeres duermen con pa?ales porque temen que las violen si van al ba?o
Cuando lleg¨® a Moria, a S¨¢nchez le sorprendi¨® el Monte de los Olivos, una extensi¨®n no oficial, como ese otro de Jerusal¨¦n donde apresaron a Jes¨²s. Aquel es para los creyentes el lugar desde el que Dios comenzar¨¢ a redimir a los muertos al final de los tiempos. S¨¢nchez cree que ¡°Jes¨²s de Nazaret ser¨ªa hoy un refugiado; sigue siendo crucificado en los inmigrantes¡±. Como ese migrante con los brazos en cruz encaramado a la valla fronteriza de Ceuta y Marruecos, en el paso de Benz¨², sin lograr cruzar. ¡°El alambrado en territorio espa?ol sigue con las concertinas, pese a la intenci¨®n del Gobierno de retirarlas, mientras que en la parte marroqu¨ª construyen una segunda valla con dinero de la UE¡±, comenta.
All¨ª ha constatado que ¡°la polic¨ªa marroqu¨ª le est¨¢ haciendo el trabajo sucio a Europa¡±. Con continuas redadas y devoluciones en caliente, es una aut¨¦ntica ¡°caza al negro¡±; es decir, ¡°los persiguen, les pegan palizas, los suben en un cami¨®n y los abandonan en zonas inh¨®spitas a las puertas del desierto¡±.
En opini¨®n de S¨¢nchez, se informa de la llegada de pateras, pero se olvida el motivo. ¡°Por el continuo expolio y saqueo de los recursos naturales de los pa¨ªses africanos. Las guerras son un instrumento de control y rapi?a de las grandes potencias; se producen para maximizar los beneficios econ¨®micos de las multinacionales¡±, apunta.
Se les considera ilegales en vez de personas. Se habla de ¡°asaltos¡± a la valla, cuando los saltos son masivos porque, para que alguien lo logre, tienen que ser muchos. ¡°En esta Europa del capital, los empobrecidos no nos invaden. Los que realmente nos han conquistado son los inversores, los especuladores y los banqueros que con la deuda han puesto a nuestro pa¨ªs de rodillas¡±, contin¨²a.
Seg¨²n el sacerdote, ¡°es una pol¨ªtica sin escr¨²pulos, basada en el miedo y el ego¨ªsmo, para generar indiferencia y rechazo en la ciudadan¨ªa. Alg¨²n d¨ªa nos preguntaremos c¨®mo lo hemos permitido¡±. Primo Levi, ante el temor de que nadie creyera la atrocidad vivida en los campos de exterminio nazis, ped¨ªa que se pensase en ello todo el tiempo y que se contase a los hijos. De lo contrario, sentenciaba: ¡°Que vuestra casa se derrumbe, la enfermedad os imposibilite, vuestros descendientes os vuelvan el rostro¡±.
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