Toda esa sangre
El estigma y la falta de medios para gestionar la menstruaci¨®n suponen un escollo en la lucha por la igualdad y los derechos humanos de ni?as y mujeres.
RESULTA QUE LA MITAD de la poblaci¨®n mundial sangra mensualmente durante un periodo sustancial de su vida, 30 o 40 a?os. M¨¢s de 2.000 millones de mujeres se encuentran en estos momentos dentro de la edad de la menstruaci¨®n, lo cual supone un r¨ªo colosal de sangre secreta que sigue siendo uno de los mayores tab¨²es de la humanidad. Porque la regla se considera impura en muchas sociedades, y en el mundo occidental todav¨ªa es vista como un accidente vergonzoso, algo m¨¢s bien sucio que conviene esconder.
Hablemos pues de esa sangre de la que nadie habla. Si se piensa bien, ?no resulta sorprendente ese hermetismo? Hete aqu¨ª que en el cuerpo de las mujeres se produce una manifestaci¨®n aparatosa, c¨ªclica y nada m¨¢s y nada menos que sangrienta, es decir, con la intervenci¨®n de un fluido esencial que nos habla de la muerte y de la vida. Es una estridencia biol¨®gica que est¨¢ en la base misma de la supervivencia de nuestra especie. No se me ocurre un s¨ªmbolo m¨¢s poderoso para representar el tictac de nuestra ef¨ªmera existencia, la ¨¢vida y ciega necesidad de perdurar. Y sin embargo, insisto, esa realidad tan llamativa ha sido y sigue siendo inefable y oculta. Sin duda porque es algo que s¨®lo nos ocurre a las mujeres. Estoy convencida de que, si los hombres menstruaran, la literatura universal estar¨ªa llena de met¨¢foras de la sangre.
Pero, por fortuna, es un tab¨² que empieza a resquebrajarse. Acaba de salir en Espa?a un fascinante ensayo sobre el tema, Es solo sangre, de la sueca Anna ?Dahlqvist (Navona). Cada d¨ªa tienen la regla 800 millones de personas, y muchas de ellas no disponen de dinero suficiente para poder usar compresas desechables o tampones. Cuando la falta de recursos se suma al profundo, ancestral prejuicio contra la menstruaci¨®n (es algo sucio, es algo vergonzoso, huele mal, no se te tiene que notar, es culpa tuya si te pones en evidencia), los resultados son devastadores. Seg¨²n Naciones Unidas, en el mundo hay m¨¢s de 800 millones de personas en situaci¨®n de pobreza extrema y sin acceso a agua potable. Pero si a esa cifra le a?ades los otros much¨ªsimos millones que viven con una econom¨ªa muy limitada y para los que una caja de compresas cuesta tanto como una semana de salario, se entiende el martirio que atraviesan mes tras mes tantas mujeres que han de usar trapos viejos poco absorbentes y resbaladizos; que, a menudo, carecen de agua y condiciones para lavarlos, y que, sin embargo, deben hacer todo lo posible para que la escandalosa sangre no las delate.
Entren 2015 y 2016, Dahlqvist entrevist¨® a mujeres de Uganda, Kenia, Banglad¨¦s y la India, y ahora ofrece en su libro muchos ejemplos de ese callado suplicio. Sobre todo en las adolescentes: leer sus testimonios es un sufrimiento. Seg¨²n Unicef, los ba?os del 30% de las escuelas del mundo son totalmente inaceptables: carecen de agua, de puertas en los retretes, de pestillos. Todo esto dificulta una enormidad la vida de las ni?as con la regla: muchas no pueden ir al servicio mientras est¨¢n en el colegio. Como no tienen medios para evitar el esc¨¢ndalo de la sangre (y la consiguiente burla y exclusi¨®n), hay chicas que no van a clase mientras menstr¨²an: seg¨²n la Unesco, en el ?frica subsahariana son el 10%. Y las que van se encuentran tan aterrorizadas por el miedo a que su apa?o de trapos no sea suficiente y ¡°se les note¡± que apenas se mueven, no se levantan para preguntar o participar y est¨¢n mentalmente ausentes de las lecciones.
En 2014 el Consejo de Derechos Humanos de la ONU declar¨® por primera vez que el estigma en torno a la regla y la falta de medios para gestionar la menstruaci¨®n suponen un escollo en la lucha por la igualdad y menoscaban los derechos humanos de mujeres y ni?as. Muy lentamente, parece que la losa del tab¨² menstrual empieza a levantarse. Yo tambi¨¦n recuerdo la verg¨¹enza cuando empec¨¦ a sangrar, el silencio, el disimulo, el miedo a manchar, cosa que inevitablemente haces a lo largo de tu vida en una u otra ocasi¨®n: pantalones, faldas, camas, sof¨¢s. Y eso a pesar de todos los privilegios del primer mundo. Tanto secreto y tanta zozobra, ?por qu¨¦, para qu¨¦? Hablemos de ello, hermanas.
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