Medios, mensajes y dianas
La libertad de expresi¨®n e informaci¨®n se est¨¢ viendo menoscabada con inusitada frecuencia, de Estados Unidos o Brasil a Australia. Tambi¨¦n en Espa?a, donde vetar a medios de comunicaci¨®n o convertir a periodistas en dianas dispara todas las alarmas

Cuartas elecciones en cuatro a?os, con las urnas a punto de abrir sus puertas sin que esta vez haya habido que lamentar da?os personales, como dir¨ªa la habitual cr¨®nica de sucesos. Por da?os l¨¦ase la actividad de bots rusos, esos mal¨¦ficos duendes de Internet que enredan las convocatorias electorales en todo el globo. Esta vez no ha hecho falta (unos cardan la lana y otros, la fama): los aprendices de brujos locales se han bastado para confundir a la opini¨®n p¨²blica con mensajes falsos en una red social, la m¨¢s social ¡ªy antisocial a la hora de tributar¡ª de todas.
Separar el grano de la paja es tarea ¨ªmproba cuando el volumen de informaci¨®n es un torrente en el que tambi¨¦n se mezclan comunicaci¨®n, publicidad y propaganda, m¨¢s las consabidas fake news. Electoralmente, presenciamos debates reducidos a silogismos mutilados que solo pretenden confirmar certezas o inquinas; mensajes desprovistos de significado ¡ªen la acepci¨®n estructuralista del t¨¦rmino¡ª, tan anest¨¦sicos como la construcci¨®n del famoso relato; ciza?a y bulos diseminados por doquier. A tan poco han quedado reducidas las campa?as; tambi¨¦n la que lo es por antonomasia, ese subg¨¦nero hollywoodiense, tan maniqueo como un w¨¦stern: la de EE UU.
Pero a medida que la comunicaci¨®n se dispara exponencialmente, la libertad de informaci¨®n, el m¨²sculo que conforma nuestras democracias, se contrae. El 21 de octubre, las portadas de los peri¨®dicos australianos salieron tachadas, en negro, para protestar por el secretismo del Gobierno en un caso de hostigamiento a periodistas que hab¨ªan publicado informaci¨®n embarazosa para el poder, un af¨¢n que en Malta y Eslovaquia cuesta incluso la vida. Ese mismo d¨ªa se conoc¨ªa una lista negra de medios de comunicaci¨®n de la ultraderecha espa?ola, que m¨¢s tarde se convertir¨ªa en veto. Una semana despu¨¦s, la Casa Blanca cancelaba la suscripci¨®n a los diarios The New York Times y The Washington Post por ser cr¨ªticos con Trump. La idea fue copiada por su hom¨®logo brasile?o, que ha hecho lo mismo con Folha de S. Paulo.
Los dos ¨²ltimos casos son una rabieta de ni?o contrariado, el cl¨¢sico pataleo del poder contra la independencia de criterios, nada en lo que por una vez deba verse envuelto el c¨ªborg Zuckerberg. Pero la amenaza global de desinformaci¨®n a causa del exceso de ruido ambiental no puede ni debe ocultar el matonismo de los vetos ni ataques fascistas como el se?alamiento de informadores catalanes con carteles an¨®nimos en la v¨ªa p¨²blica. Porque si se desde?a este peligro, entonces las urnas ser¨¢n la tumba de la raz¨®n y los argumentos. Entre la libertad de expresi¨®n y el fascismo no media una dicotom¨ªa, sino la garant¨ªa ontol¨®gica de la democracia y el Estado de derecho. Achicar ese espacio, erosion¨¢ndolo con bulos y con vetos y dianas, no queda lejos de la parda deriva iliberal.
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