Una nueva oportunidad

Las elecciones generales que se celebran este domingo vienen precedidas por una asfixiante tensi¨®n pol¨ªtica y un creciente desasosiego ciudadano para los que solo existe una soluci¨®n y una respuesta: acudir masivamente a las urnas. El hecho de que durante los ¨²ltimos cuatro a?os los ciudadanos hayan sido consultados en m¨¢s ocasiones de las que realmente exig¨ªa la aritm¨¦tica parlamentaria no puede redundar en la banalizaci¨®n de cuanto est¨¢ en juego. Apelar al voto es siempre el reconocimiento de que solo la voluntad de los ciudadanos tiene legitimidad para decidir sobre el futuro. Pero tambi¨¦n de que, por graves que lleguen a ser los problemas a los que se enfrenta hoy Espa?a, no es posible confundir la solidez de un sistema pol¨ªtico con el acierto o el error de las pol¨ªticas desarrolladas en el interior de ese sistema.

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Sin excusas

Falsa encrucijada

Otra campa?a

La desigualdad social provocada por la crisis, las incertidumbres acerca de prestaciones esenciales del Estado de bienestar o las tensiones secesionistas en algunas zonas del territorio se encuentran, sin duda, entre los problemas m¨¢s graves desde la recuperaci¨®n de las libertades, una vez aprobada la Constituci¨®n de 1978. Pero la gravedad que revisten estos y otros problemas no los convierte en deficiencias de un sistema pol¨ªtico que ha demostrado su eficacia a lo largo de las cuatro ¨²ltimas d¨¦cadas, tanto en el ¨¢mbito econ¨®mico como en el social y el cultural. Fue con este sistema con el que Espa?a pas¨® de ser un pa¨ªs subdesarrollado a formar parte de las econom¨ªas m¨¢s pr¨®speras del mundo, y fue tambi¨¦n con ¨¦l, y gracias a sus valores, como una sociedad salida de una dictadura que se arrog¨® el monopolio de las conciencias asumi¨® la idea de que la unidad m¨¢s indestructible es la que se articula en torno a la libertad, as¨ª como al compromiso de que nadie quede rezagado ni se vea condenado a la discriminaci¨®n, la exclusi¨®n o la miseria.

Lo mucho que queda por hacer no puede ser motivo para despreciar lo mucho que se ha hecho, dej¨¢ndose arrastrar por una furia autodestructiva que, una vez saciada, obligar¨¢ a encarar las mismas dificultades, pero multiplicadas, y las mismas controversias, pero exacerbadas por el recurso a la mentira y el resentimiento. Si algo ense?a la experiencia de un pa¨ªs que fue sojuzgado y que supo liberarse y darse unas instituciones democr¨¢ticas es que, en momentos de m¨¢xima ansiedad, en momentos como este, es preciso tomar conciencia de la responsabilidad de cada cual ante las urnas, distinguiendo las dificultades reales de los viejos fantasmas que solo existen porque se invocan, y pensar generosamente qu¨¦ puede aportar cada voto para el d¨ªa siguiente, no para perpetuar la espiral est¨¦ril de la crispaci¨®n y la revancha, resign¨¢ndose a la par¨¢lisis.

En democracia, no es posible sostener que unas elecciones sean m¨¢s decisivas que otras, puesto que de todas surge un Parlamento que refleja la voluntad de los ciudadanos. Las que se desarrollar¨¢n a lo largo de esta jornada revisten, con todo, caracteres diferentes. Pero no porque est¨¦ escrito que colocar¨¢n al pa¨ªs ante una encrucijada dram¨¢tica, sino porque, por el contrario, son una nueva oportunidad para conjurar de antemano el dramatismo.