Humanismo tecnol¨®gico
Hay que digitalizar a Prot¨¢goras y proclamar que el ser humano es la medida de todas las cosas que pasan en la?Red
La revoluci¨®n digital necesita humanizarse. Evolucionar hacia un dise?o que restablezca la centralidad de lo humano como idea normativa. Una idea universal que haga medible a escala humana los efectos pol¨ªticos, econ¨®micos y sociales de la transformaci¨®n tecnol¨®gica. Hay que digitalizar a Prot¨¢goras y proclamar que el ser humano es la medida de todas las cosas que pasan en la Red. Y, de paso, hay que digitalizar tambi¨¦n a Kant y defender que la persona es tecnol¨®gicamente un fin en s¨ª mismo.?
La humanidad, entrado el siglo XXI, ha de pertrecharse frente a la amenaza de ser instrumentalizada y cosificada. Debe reivindicarse como protagonista y subordinar la tecnolog¨ªa a prop¨®sitos c¨ªvicos y human¨ªsticos que saquen lo mejor de nosotros. Este es un empe?o colectivo que exige una estrategia p¨²blica que sirva a un nuevo proyecto de emancipaci¨®n humana que resignifique la revoluci¨®n digital. Para lograrlo es urgente establecer una complicidad operativa con la cultura y el derecho. Algo que los griegos consiguieron hace 2.500 a?os. Entonces nos ofrecieron un relato sobre la t¨¦cnica, a la que asociaban el entendimiento y la justicia que sustentan la creatividad humana. Un relato de responsabilidad que los dioses confiaron a los hombres, tal y como Plat¨®n abord¨® en el famoso mito de Prometeo.
Esto supone hoy d¨ªa convertir el bienestar material y espiritual del ser humano en el prop¨®sito responsable de los cambios que impulsa la t¨¦cnica. Un objetivo al servicio de la libertad y la equidad que debe fijar un per¨ªmetro de seguridad jur¨ªdica que proteja a la persona en su dignidad frente a las vulnerabilidades a las que se expone en un espacio digital que hasta el momento se ha desarrollado sin reglas ni derechos. Pero tambi¨¦n un objetivo que ha de impulsar educativamente dispositivos universales de emancipaci¨®n que favorezcan experiencias individuales y colectivas que desde la cultura refuercen la autonom¨ªa y la capacidad cr¨ªtica del sujeto para responsabilizarse de su propio destino digital.
La estructura del mundo se ha hecho tecnol¨®gica. Incluso ha alterado el marco interpretativo de los poderes del entendimiento humano. Hasta el punto de configurar una nueva hegemon¨ªa cultural que condiciona nuestra forma de vivir y de organizarnos. No solo porque altera la ontolog¨ªa corp¨®rea de la humanidad y las consecuencias morales de nuestras acciones, sino porque el horizonte mismo de nuestra identidad est¨¢ expuesto al desaf¨ªo de una nueva alteridad. Una otredad que se insin¨²a en el ambiente como una posibilidad realizable y que est¨¢ asociada a la rob¨®tica o la inteligencia artificial. Un reto para el que, sin duda, debemos prepararnos no solo emocional y cognitivamente, sino tambi¨¦n ¨¦tica y legalmente.
Para afrontar estos desaf¨ªos, y otros m¨¢s profundos que, por ejemplo, tienen que ver con la propia finitud humana, hace falta atribuir a la humanidad la responsabilidad de controlar la automatizaci¨®n del mundo. Tenemos por delante la tarea emancipadora de liberar a los seres humanos del estr¨¦s digital al que les somete un relato de maximizaci¨®n eficiente de dispositivos inteligentes que solo buscan asistirnos y, de paso, monitorizarnos de forma cotidiana en el ejercicio de nuestras decisiones. Administrado sin cortapisas por quienes monopolizan la econom¨ªa de plataformas, el relato del capitalismo cognitivo bajo el que vivimos debe ser modificado. Al menos si queremos encontrar una salida al pan¨®ptico en el que hemos convertido la revoluci¨®n digital que habitamos como simples usuarios de aplicaciones y consumidores de contenidos. Pero sobre todo si deseamos liberarnos de la din¨¢mica extractiva de un modelo capitalista que nos reduce a huellas digitales de nosotros mismos.
De ello puede librarnos el humanismo tecnol¨®gico al invocar un pacto de equidad real entre el hombre y la t¨¦cnica. Un humanismo que fortalezca el sentido ¨¦tico de lo humano y que act¨²e como la herramienta educativa sobre la que formar la capacidad creativa de una humanidad que ha de dar sentido a las m¨¢quinas. Si queremos hacerlo, hemos de poder colaborar con ellas y explorar e intensificar la potencialidad imaginativa y creativa que aloja el cerebro y la sensibilidad humanas. Algo a lo que nos puede ayudar un humanismo que nos convenza de que no se trata de competir con ellas, sino de trabajar a su lado.
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