Juli¨¢n: la lucha contra la carretera que divide al pueblo amaz¨®nico
Sexta entrega de una serie sobre la batalla de j¨®venes ind¨ªgenas de la Amazonia para proteger a sus comunidades. Hoy, en Ecuador, de la mano de un l¨ªder achuar que muestra c¨®mo se enfrentan al extractivismo y al avance de las infraestructuras hacia la selva
A pesar de la crisis pol¨ªtica que vive Ecuador, y del valor con que las comunidades ind¨ªgenas se enfrentan al extractivismo galopante en el pa¨ªs, el avance de las infraestructuras hacia la selva es imparable. Todo ser¨¢ beneficioso, cuenta el discurso oficial. ?Qui¨¦n podr¨ªa dudarlo? Sin embargo, para algunas comunidades ind¨ªgenas en el suroeste amaz¨®nico de Ecuador, cerca de la frontera con Per¨², el car¨¢cter incontestable de ese beneficio se pone hoy en duda. M¨¢s que nunca.
Desde hace algunos a?os est¨¢ en marcha la construcci¨®n de una carretera que, a partir de la ciudad de Puyo, como una aguja afilada introducida sin piedad para extraer toda su sangre, penetra hacia la cuenca amaz¨®nica habitada por los pueblos shuar y achuar. La construcci¨®n avanza, como avanza una columna incansable de hormigas obreras. Se abre camino, conquista el interior de la selva, derriba cualquier obst¨¢culo, irrumpiendo estrepitosamente en territorio virgen.
Siguiendo la v¨ªa hasta la comunidad de Copataza, corriendo en paralelo el torrentoso r¨ªo Pastaza, la carretera atraviesa territorio de la nacionalidad shuar. Esta comunidad acord¨® en su d¨ªa que los beneficios de la carretera compensar¨ªan su potencia destructora. Y aprobaron su avance. Las consecuencias est¨¢n a la vista. Por todas partes, a lo largo de la v¨ªa, se observan edificaciones de madera de nueva planta, rodeadas de ¨¢reas incipientemente deforestadas. Tambi¨¦n proliferan las nuevas iglesias evang¨¦licas, de ladrillo y acero.
Todo es muy reciente y, a la vez, muy expl¨ªcito. Aqu¨ª y all¨¢ se hace aparente el repentino capital que traen los madereros. A lo largo de la ruta se acumulan en el arc¨¦n pilones de ¨¢rboles cortados, con precisi¨®n geom¨¦trica, listos para su carga, transporte y comercializaci¨®n.
Pero este capital repentino puede resultar un ef¨ªmero espejismo a tenor de algunos relatos que se escuchan: una vez talada y vendida su parcela de selva, la familia propietaria queda empobrecida y despojada. Obligada entonces a venderse como mano de obra barata, a menudo desplazada hacia la periferia de la ciudad, apenas s¨ª alcanzan a subsistir.
En muchos rincones de la Amazonia, los efectos de abrir una v¨ªa de comunicaci¨®n por carretera son devastadores. Basta observar fotograf¨ªas satelitales para ver c¨®mo, en cuanto se abre una carretera que penetra el bosque, inmediatamente se abren v¨ªas secundarias que extraen las maderas. Las m¨¢s valiosas primero, y luego todas la dem¨¢s. La depredaci¨®n es inmisericorde.
El viaje de Puyo a la comunidad de Wisui, donde por el momento termina la carretera, lo sigue Juli¨¢n Illanes, un l¨ªder achuar que termin¨® recientemente su mandato pol¨ªtico como dirigente de territorio de la NAE (Nacionalidad Achuar del Ecuador). Illanes se plantea ahora acompa?ar la llegada de la carretera y paliar los efectos que esta infraestructura tendr¨¢ inevitablemente en sus comunidades.
La NAE aprob¨® en su d¨ªa el trazado de la pista ahora en v¨ªas de ejecuci¨®n, y Juli¨¢n tiene por objetivo disminuir su impacto en Copataza, que es la pr¨®xima comunidad en la l¨ªnea trazada por el proyecto, y cabeza de puente para penetrar de lleno en territorio virgen.
Antes de llegar a Wisui se levanta, rodeado de terreno deforestado, un ceibo centenario de madera preciosa. Es un orgulloso gigante que se mantiene en pie pese a las ofertas que el due?o ha recibido por ¨¦l. ¡°Primero le ofrecieron 100 d¨®lares americanos, y m¨¢s tarde 500. Por suerte, el due?o del ¨¢rbol es un profesor de escuela. No necesita el dinero y no lo vende¡±, cuenta Juli¨¢n. En cualquier caso, ese ser majestuoso, sagrado, es la excepci¨®n que confirma la regla: todos sus vecinos han sido derribados sin remedio, uno tras otro.
Hasta que no est¨¦ lista la carretera, para llegar a Copataza es necesario embarcarse en una canoa y enfrentar un r¨ªo lleno de corrientes y bajos pedregosos, cuya navegaci¨®n se convierte en una aventura azarosa
Todav¨ªa en territorio shuar, al pie de la carretera, Juli¨¢n identifica unas estaciones de extracci¨®n de madera. Son instalaciones de cable de acero suspendido que penetra en la selva para cargar de vuelta el producto m¨¢s precioso que est¨¢ siendo talado a toda velocidad. La proliferaci¨®n de estas estaciones extractivas y el sonido de fondo de las motosierras alarman a Juli¨¢n y aumentan su escepticismo sobre los beneficios de la pista en construcci¨®n.
Conforme avanza la carretera y el territorio shuar queda atr¨¢s, las im¨¢genes que se agolpan en la retina hablan por s¨ª solas y levantan un sentimiento profundo, a caballo entre la tristeza y la estupefacci¨®n.
Intrusiones constantes
Hace tiempo que el pueblo achuar se protege de las intrusiones exteriores todo lo que puede, y el ingreso en su territorio debe ser autorizado. Por eso, junto a Juli¨¢n, la expedici¨®n incorpora a Ernesto Senkuam, dirigente de comunicaci¨®n de la NAE, con la misi¨®n de abrir la puerta ¡°pol¨ªtica¡± de las comunidades, presentar a los visitantes y negociar la autorizaci¨®n de entrevistas y la toma de im¨¢genes en el interior del territorio.
Hasta que no est¨¦ lista la carretera, para llegar a Copataza es necesario embarcarse en una canoa y enfrentar un r¨ªo lleno de corrientes y bajos pedregosos, cuya navegaci¨®n se convierte en una aventura azarosa. La naturaleza torrentosa e impredecible del r¨ªo ha sido, junto a la densidad del bosque primario en esta Amazon¨ªa remota, una protecci¨®n portentosa para estos pueblos. Por lo menos hasta ahora.
Estos viajes en canoa son costosos. Si vienen de r¨ªo arriba, adem¨¢s del pasaje, necesitan bajar cargados de combustible, un suministro esencial para generadores de electricidad, bombas de agua o motores fuera borda. El peso reduce la altura del francobordo que asegura la flotabilidad. Eso facilita que la ola de un r¨¢pido mal acometido pueda anegar la fina canoa y llevar a pique carga y pasaje en un abrir y cerrar de ojos.
En consecuencia, el transporte seguro de pasaje y combustible, junto a la escolarizaci¨®n en la ciudad y al acceso expeditivo a un centro de salud en caso de emergencia, son argumentos poderosos para defender la carretera.
Los achuar han sido un pueblo n¨®mada hasta hace muy poco tiempo y sus asentamientos en el territorio son relativamente recientes (solo unas cuantas d¨¦cadas), pero las comunidades est¨¢n altamente organizadas pol¨ªtica y socialmente. Jaime Vargas, que ocupa un lugar prominente en Copataza como s¨ªndico (as¨ª se denomina al jefe de la comunidad en territorio achuar), tiene una voz grave y una mirada imponente, de una enorme profundidad. ?l habla desde el orgullo de este pueblo y desde la responsabilidad que tiene de procurar lo mejor para la comunidad.
Jaime determina que la decisi¨®n de autorizar a Juli¨¢n a hablar en nombre de la comunidad no le corresponde a ¨¦l, sino a la comunidad entera, que queda convocada en asamblea para las siete de la tarde.
El sentido de la autoridad y la decisi¨®n colectiva son rasgos esenciales de las comunidades achuar. Es por eso que validar en asamblea la opini¨®n que Juli¨¢n emita sobre la carretera es tan importante.
Es ¨¦ste un momento decisivo para el pueblo, que ha visto c¨®mo sus hermanos shuar se han beneficiado con transporte r¨¢pido a la capital en todoterrenos y omnibuses que milagrosamente superan los obst¨¢culos m¨¢s pedregosos e inciertos, sobre todo cuando bajan caudalosos los torrentes en las crecidas. A pesar de ello, la carretera es funcional y ahorra d¨ªas de duras caminatas.
Pero los achuar tambi¨¦n han visto la dimensi¨®n de la cat¨¢strofe que las carreteras conllevan en el norte de la Amazon¨ªa, donde opera la industria petrolera. Y est¨¢n alerta.
Sin embargo, la decisi¨®n est¨¢ tomada: la carretera llegar¨¢ a la antigua pista de aterrizaje de las avionetas que construyeron los misioneros en Copataza, como ya est¨¢ a punto de suceder en Wisui. Desde el principio de los asentamientos de estas comunidades, hace no m¨¢s de cinco o seis d¨¦cadas, esas pistas han significado su v¨ªa de comunicaci¨®n primordial para superar, en poco tiempo, distancias que en canoa o a pie llevan varios d¨ªas, o a veces incluso semanas.
Efectos indeseados
Durante el debate abierto en la casa comunal, los mayores de la comunidad expresan su escepticismo a la llegada de la carretera y no se cansan de repetir los peligros que ¨¦sta entra?a. Llegar¨¢n los madereros ilegales, el alcohol, las peleas. Los misioneros evangelistas tendr¨¢n m¨¢s f¨¢cil acceso. Otros elementos negativos se filtrar¨¢n, inevitablemente, por la v¨ªa abierta.
Pero el consenso pol¨ªtico no se rompe. Abrir¨¢n el territorio a la carretera. Aurelio, el l¨ªder m¨¢s elocuente, afirma: ¡°La decisi¨®n est¨¢ tomada, y har¨ªan falta cien Aurelios para revertirla¡±.
Tras la asamblea, Juli¨¢n queda autorizado a hablar en nombre de la comunidad y a defender la llegada de la carretera, aunque esta decisi¨®n no contente a casi nadie. Con bastante m¨¢s entusiasmo que de la carretera, Juli¨¢n habla de las decisiones que habr¨¢ que tomar, a partir de ahora, para controlar el fuerte impacto inminente.
Queda alguna incertidumbre sobre el calendario de ejecuci¨®n de la obra. Mucho depende del gobernador de la provincia de Pastaza, y la situaci¨®n pol¨ªtica que vive el pa¨ªs es tensa y complicada. Dos semanas antes de la visita a territorio achuar, Ecuador estaba bloqueado y Quito, la capital, ocupada por m¨¢s de 40.000 ind¨ªgenas.
Llegados del altiplano andino y de la cuenca amaz¨®nica en protesta ante las medidas de austeridad adoptadas sin previo aviso por el gobierno, los ind¨ªgenas plantaron cara. La protesta deriv¨® en revueltas que duraron 12 d¨ªas consecutivos.
La oposici¨®n a la construcci¨®n de un puente es un¨¢nime. Abrir una v¨ªa que cruce el r¨ªo significa hipotecar el bosque virgen del otro costado, donde controlar las actividades extractivas ilegales se har¨ªa pr¨¢cticamente imposible para la comunidad
La represi¨®n de la polic¨ªa militarizada fue feroz; la resistencia. Invencible. Y finalmente, cuando las v¨ªctimas mortales empezaban ya a acumularse, el gobierno retir¨® el paquete de medidas. Luego estableci¨® una mesa de di¨¢logo con los representantes ind¨ªgenas, quienes tras dos semanas de trabajos, presentaron una alternativa a la reducci¨®n del d¨¦ficit que el gobierno planific¨® para complacer al FMI. No es banal que por parte de la comunidad ind¨ªgena, el l¨ªder sea Jaime Vargas, precisamente un ind¨ªgena achuar, que lleva el mismo nombre que el s¨ªndico de Copataza.
Desplazado a Puyo, Juli¨¢n particip¨® activamente en las protestas, lo que aument¨® su convicci¨®n de la necesidad de paliar los efectos indeseables de la llegada de la carretera a Copataza. Lo que se plantea ahora es cu¨¢l va a ser el trazado final de esa llegada, d¨®nde conectar¨¢ la carretera con el r¨ªo, y si efectivamente lo va a cruzar.
La oposici¨®n a la construcci¨®n de un puente es un¨¢nime. Abrir una v¨ªa que cruce el r¨ªo significa hipotecar el bosque virgen del otro costado, donde controlar las actividades extractivas ilegales se har¨ªa pr¨¢cticamente imposible para la comunidad. Aqu¨ª, por ejemplo, la construcci¨®n de un telef¨¦rico para cruzar el r¨ªo ser¨ªa la opci¨®n so?ada.
R¨ªo abajo, durante el viaje en canoa hacia la comunidad de Sharamentsa, las trazas de agresi¨®n al territorio contin¨²an apareciendo bien visibles. En algunas de las islas se observa actividad extractiva de madera de balsa, un material a la vez duro y muy ligero que es muy valorado por los mercados exteriores.
A la vista de este nuevo impacto, Juli¨¢n siente el peso de la responsabilidad. Sabe que su territorio y la vida comunitaria, hasta ahora protegidos por el aislamiento y la inaccesibilidad, est¨¢n condenados a transformarse en algo muy diferente de lo que es ahora.
El sue?o de Juli¨¢n
Pero si los achuar conservan la toma colectiva de decisiones, probablemente intentar¨¢n paliar las tensiones que, de manera inevitable, se van a producir por la tentaci¨®n de las riquezas que se supone traer¨¢ la carretera.
La determinaci¨®n que encarna Juli¨¢n es conservar la soberan¨ªa, hacer que el nuevo puerto fluvial funcione. Conseguir evitar que la carretera contin¨²e penetrando, inexorable, selva adentro.
Que el r¨ªo solo sea atravesado por un telef¨¦rico. Que se afiance el proyecto de canoas el¨¦ctricas propulsadas por energ¨ªa solar que lidera la Fundaci¨®n Kara Solar. Que se instalen las estaciones de recarga necesarias a lo largo del r¨ªo Pastaza. Juli¨¢n aspira, en definitiva, a conectar su sue?o con el sue?o solar de los achuar, que aporte energ¨ªa limpia a la soberan¨ªa de su territorio.
Los ind¨ªgenas achuar, que no fueron colonizados y que han sobrevivido a m¨²ltiples amenazas, otorgan una importancia primordial a los sue?os. Los usan para guiar su vida cotidiana y tambi¨¦n sus decisiones m¨¢s trascendentales.
Y se los cuentan de madrugada, mientras beben en oblongas calabazas la wayusa. Se trata de una infusi¨®n que acaba produciendo un v¨®mito purificador, que los fortalece, antes de enfrentar sus duras jornadas de trabajo.
Hoy, ante la llegada inminente de la carretera, la capacidad de continuar defendiendo la selva de agresiones exteriores depende, quiz¨¢s m¨¢s que nunca en la historia del pueblo, de los sue?os solares de Juli¨¢n y los suyos.
Y a fe que los achuar est¨¢n so?ando mucho.
Este reportaje pertenece a una serie sobre defensores de los bosques que comenz¨® en Brasil y ahora sigue en Ecuador. Es un proyecto de openDemocracy/democraciaAbierta y ha sido realizado con el apoyo del Rainforest Journalism Fund del Pulitzer Center.
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