Cuatro pautas contra el ¡®vicio¡¯ de ser siempre agradable con los dem¨¢s
El precio emocional que se paga por querer agradar siempre es demasiado alto. ?C¨®mo se consigue una rebaja?
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Muchas veces hemos escuchado hablar as¨ª de alguna persona de nuestro entorno: "Es muy educada y amable", "Nunca dice una palabra m¨¢s alta que otra", "Es muy respetuosa con las opiniones de los dem¨¢s", "Da gusto trabajar con ella porque nunca discute". La gente se refiere as¨ª a alguien que nunca plantea problemas ni genera conflictos en sus relaciones personales. Sin embargo, si alguien recibe con frecuencia tan brillantes cumplidos, puede que deba tom¨¢rselo como un motivo de preocupaci¨®n. Quiz¨¢ est¨¦ sacrificando su propio bienestar o un merecido ¨¦xito por tratar de mantener obsesivamente la paz y la armon¨ªa en su vida social, familiar o laboral, evitando a toda costa la discusi¨®n y la discordia.
El problema est¨¢ en que la b¨²squeda obstinada de armon¨ªa no es precisamente altruismo. Las personas que sistem¨¢ticamente anteponen los intereses de los dem¨¢s a los suyos ¡ª el psicoterapeuta estadounidense Dennis Portnoy las califica de "adictas a la armon¨ªa"¡ª dicen de s¨ª mismas que hacen sacrificios personales por el bien de sus seres queridos, amigos o compa?eros de trabajo. El propio Portnoy pone un ejemplo: "Un marido nunca le dice a su esposa (el ejemplo puede ser inverso) cu¨¢ndo hace cosas que a ¨¦l le molestan. Se convence a s¨ª mismo de que no decir cosas negativas reduce el conflicto y aumenta la armon¨ªa matrimonial. Pero debido a que ¨¦l nunca habla, su esposa contin¨²a haciendo las cosas molestas, dejando al marido frustrado. Al evitar conflictos, sin ¨¦l darse cuenta, crea una distancia emocional entre ambos".
?Por qu¨¦ los "adictos a la armon¨ªa" no dicen lo que piensan? No lo hacen tanto por evitar la discordia y hacer sentir bien a los dem¨¢s. Se comportan as¨ª porque la discordia o el conflicto les provoca ansiedad e inseguridad, lo que les crea tensiones interpersonales persistentes. Las ra¨ªces a esta adicci¨®n las sit¨²a Portnoy en la infancia. Durante esta etapa, los defensores a ultranza de la armon¨ªa sintieron que ten¨ªan que actuar como fuerzas de paz entre los padres cuando estos discut¨ªan. O alguno de sus progenitores era "adicto a la armon¨ªa" y el ni?o aprendi¨® a imitar esta conducta. O bien ambos padres sosten¨ªan explosivas discusiones y el hijo aprendi¨® a evitar esos desacuerdos que tanto le molestaban. Quiz¨¢ el ni?o fue castigado o amonestado por expresar libremente sus opiniones. Cuando estos ni?os se convierten en adultos tienen miedo a decir lo que piensan y la discordia los aleja de las discusiones como quien huye del diablo. La libertad se pierde cuando se empieza a tener miedo, por eso es bueno tomar conciencia de este comportamiento para luego poder corregirlo, un objetivo que puede conseguirse siguiendo estas pautas:
Intentar ser menos agradable durante alg¨²n tiempo
No es dif¨ªcil. Solo se trata de dejar de decir "s¨ª" a todo, no es necesario hacerlo cuando tu opini¨®n sea diferente de la de los dem¨¢s. Tampoco te ofrezcas como primer voluntario cuando alguien pida algo ajeno a tu responsabilidad. Los "adictos a la armon¨ªa" tienen a menudo reflejos hiperactivos de exploraci¨®n. Esto es, dedican mucho tiempo a interpretar las expresiones faciales y el lenguaje corporal de los que les rodean, dispuestos a arreglar los problemas al primer indicio de disgusto que observan. El impulso de crear armon¨ªa es excesivo y obsesivo, e interfiere en sus vida. Por lo tanto, hay que anticiparse y salir del entorno en el que se producen estas emociones antes de que aparezcan, especialmente cuando uno no est¨¢ involucrado en situaciones que est¨¢n fuera de su responsabilidad.
Reflexionar sobre la infancia
?Has pensado c¨®mo situaciones de tu infancia est¨¢n afectando a tu comportamiento actual? Un ni?o cuyos padres discut¨ªan con frecuencia asum¨ªa el papel de pacificador, que en el colegio se mord¨ªa la lengua para no sentirse excluido del grupo y que antepon¨ªa siempre las prioridades de sus compa?eros a las suyas para evitar problemas. Todas estas actitudes pasadas le impiden ahora actuar como un adulto, que s¨ª debe tener la capacidad de crear l¨ªmites en las relaciones personales para discutir con calma con otros adultos. Puede defender sus puntos de vista sin temor a ser castigado, o puede decidir si merece o no la pena discutir por una determinada cuesti¨®n. Puede alejarse de los amigos que no lo valoran o no lo respetan. Si recuerdas c¨®mo fue tu ni?ez, probablemente decidas que ser pacificador por antonomasia no es la mejor opci¨®n.
Reafirmar la personalidad por medio de la introspecci¨®n
Reflexiona: "Cuando era joven no estaba seguro de hablar con libertad, pero ahora soy adulto y no corro riesgo por decir lo que pienso" o "No es mi responsabilidad hacer felices a todos los que me rodean y no tiene por qu¨¦ perjudicarme si son infelices. Considero que mi opini¨®n cuenta y la gente necesita escuchar lo que tengo que decir". Repite y recuerda a menudo estas ideas para evitar que el impulso pacificador se interponga en tu bienestar. Los h¨¢bitos de infancia no son f¨¢ciles de romper y poner por delante los intereses personales antes que los de la "adicci¨®n a la armon¨ªa" puede resultar inc¨®modo al principio. Pero cada vez que uno lo hace y se da cuenta de que el mundo no se derrumba, como le pasa a los perfeccionistas, est¨¢ un paso m¨¢s cerca de conseguir un equilibrio saludable entre los objetivos personales y la b¨²squeda de la armon¨ªa.
Aprender el arte de discutir sin ser desagradable
Discrepar es una parte inevitable de las relaciones humanas. Es consustancial a las personas. Siempre ha habido y habr¨¢ discrepancias entre ellas. La gente cree, por lo general, que los conflictos que brotan en las relaciones humanas son insanos. Pero discutir no es, por definici¨®n, negativo o insano. No hay que evitar los desacuerdos. El conflicto surge por no tolerar el punto de vista del otro, por lo que es preciso aprender a discutir.
Los "adictos a la armon¨ªa" no han de temer discutir si siguen las siguientes reglas de oro: Ser incondicionalmente constructivo ayuda mucho: ?escucha antes de hablar! Distanciarse de las emociones que puedan resultar negativas en la b¨²squeda de un acuerdo facilita mucho la labor, lo mismo que mostrarse ante los dem¨¢s como una persona amigable y conciliadora. Decir a quien tienes delante que est¨¢ equivocado o no tiene la raz¨®n es una mala estrategia, lo mejor es evitar esas palabras y nunca imponer las ideas propias a machamartillo, nadie deber¨ªa creerse en posesi¨®n de la verdad durante una discusi¨®n. Por ¨²ltimo, es muy importante separar la idea de la que se discrepa de la persona con quien se est¨¢ discutiendo, podemos criticar la primera, pero lanzar la cr¨ªtica hacia la segunda es poco productivo.
Francisco Gavil¨¢n es psic¨®logo y autor de numerosos libros. Su ¨²ltima obra es Qu¨¦ decir cuando no se sabe qu¨¦ decir (Obelisco)
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