La imaginaci¨®n reformista de Piketty
El autor de ¡®Capitalismo e ideolog¨ªa¡¯ expone propuestas para mitigar el galope de la desigualdad y devolver a la socialdemocracia la ambici¨®n perdida a manos del neoliberalismo
Para explicar la eclosi¨®n del independentismo no basta con Rajoy, que pudo ser solo su adversario de conveniencia. El est¨ªmulo central anduvo cerca del miedo: el miedo del poder convergente a perder el poder y el miedo de una porci¨®n importante de la sociedad catalana a perder su estatus econ¨®mico privilegiado. Aquel lema que hizo furor (¡°Espa?a nos roba¡±: hoy lo repudia por fortuna hasta Gabriel Rufi¨¢n) cifraba el instinto defensivo y ego¨ªsta de esa parte de Catalu?a: hab¨ªa llegado la hora de abandonar Espa?a y gestionar en exclusiva los propios ingresos. Las ¨¦lites conservadoras y nacionalistas descubrieron en esa doctrina la gasolina para una adhesi¨®n emocional y popular. Desde ah¨ª ya cualquier agravio del Gobierno espa?ol (o del Estado) pod¨ªa magnificarse hasta incurrir en pr¨¢cticas t¨®xicas de nacionalpopulismo: deformaci¨®n informativa, fabricaci¨®n deliberada de conflictos, manique¨ªsmo social naturalizado, concepci¨®n unanimista de la comunidad.
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Pero la crisis de 2008 trajo tambi¨¦n consecuencias menos funestas y, entre ellas, la ansiedad por entender algo de econom¨ªa. Desde entonces, ciudadanos sin formaci¨®n econ¨®mica empezamos a hablar con palabras prestadas y hasta cre¨ªmos entender algo de econom¨ªa. Eso explica quiz¨¢ que muchos nos hayamos animado a descargar en la tableta (o trasegar en la mochila) el mamotreto de Thomas Piketty, Capitalismo e ideolog¨ªa. Lo m¨¢s alarmante del ensayo es que se entiende todo lo que dice; lo segundo es que cuenta con una sencillez abrumadora la complejidad de sus propuestas para mitigar el galope de la desigualdad y devolver a la socialdemocracia la ambici¨®n perdida a manos del neoliberalismo de los a?os ochenta (y hasta hoy). Incluso m¨¢s: en la historia euroamericana del siglo pasado puede estar el espejo reformista de hoy para mejorar la vida de la mayor¨ªa.
De hecho, Piketty es un peligro p¨²blico: revolucionario en el fondo con formas de acad¨¦mico exquisito. Su propia evoluci¨®n del liberalismo al socialismo aspira a contagiar razonadamente en la opini¨®n p¨²blica una concepci¨®n menos est¨¢tica y sacralizada de la propiedad privada por cuanto las fren¨¦ticas desigualdades sociales siguen siendo inaceptables en democracias avanzadas. Ellas son tambi¨¦n el sustrato que nutre las opciones xen¨®fobas y nacionalpopulistas del neofascismo (porque todos los fascismos se nutren de la debilidad de las democracias). As¨ª, su propuesta de un socialismo participativo no va tanto dirigida a expertos como contra ellos, a fin de deslocalizar el saber econ¨®mico y desplazarlo al debate p¨²blico, pol¨ªtico, de principios, medios y fines. Contra la propensi¨®n a abandonar el coraz¨®n econ¨®mico de la pol¨ªtica a expertos ¡°con competencias dudosas¡± (o ¡°peque?a casta de expertos¡±, como la llama despu¨¦s), aspira a recuperar con nuevas ideas el impulso contra la desigualdad que anim¨® a las sociedades occidentales desde finales del siglo XIX.
En la historia euroamericana del siglo pasado puede estar el espejo reformista de hoy para mejorar la vida de la mayor¨ªa
Si la cogesti¨®n en la empresa funciona en los pa¨ªses escandinavos, o figura en la Constituci¨®n alemana desde 1949, y si desde 1913 el impuesto federal sobre la renta garantiza la progresividad fiscal en Estados Unidos, alguien est¨¢ hoy dejando de hacer su trabajo. Nada parece inviable cuando Piketty ensarta una detr¨¢s de otra propuestas destinadas a reducir la privacidad de la propiedad privada, no a eliminarla; a promover ¡°el uso de un impuesto anual sobre el patrimonio¡± del 1% o el 2% (en lugar de gravar con el 20% o el 30% el impuesto de sucesi¨®n), a cuestionar el IVA como impuesto flagrantemente injusto, a adoptar para las declaraciones patrimoniales los mismos borradores precumplimentados que tenemos para la renta o, incluso, la invenci¨®n de un bono anual por ciudadano para financiar a los partidos y rebajar las inquietantes donaciones de empresas y particulares (de acuerdo con una idea de Julia Cag¨¦, que es su pareja, ¡°lo cual no le impide escribir excelentes libros, ni me impide leer su obra con un esp¨ªritu cr¨ªtico¡±).
Su desarmante confianza en la superaci¨®n realista del capitalismo lo opone tanto al ¡°conservadurismo elitista¡± como al ¡°mesianismo revolucionario¡± y su propensi¨®n a echarnos en ¡°manos de un poder estatal hipertrofiado e indefinido¡±. En otras palabras, la desigualdad es ideol¨®gica y es pol¨ªtica y, por tanto, y necesariamente, puede mitigarse sin so?ar ilusamente con extinguirla (mientras todo sigue igual). Un avanzado empresario espa?ol, Nicol¨¢s Mar¨ªa de Urgoiti, adopt¨® para sus empresas una cogesti¨®n semejante a la alemana, antes de la guerra, aunque no salga en el libro de Piketty, ni tiene por qu¨¦ salir.
Lo que s¨ª sale es su an¨¢lisis de la ¡°trampa separatista¡± como caso particular y s¨ªntoma de una hip¨®tesis seg¨²n la cual los partidos de izquierda habr¨ªan dejado de dirigirse a las clases trabajadoras sin formaci¨®n acad¨¦mica en favor de clases con titulaci¨®n superior y beneficiarias objetivas del crecimiento desde los a?os sesenta. Es una izquierda brahm¨¢nica que ha perdido de vista a la clase trabajadora sin formaci¨®n universitaria. Eso explicar¨ªa en parte movimientos de repliegue nacional-populista como el Brexit, sin omitir la aspiraci¨®n a reconvertir al ¡°Reino Unido en para¨ªso fiscal y en plaza financiera poco regulada y poco vigilante¡±. El ¨²nico blindaje que adivina contra esa ofensiva insolidaria es lo que llama un ¡°federalismo social y la construcci¨®n de un poder p¨²blico transnacional¡± capaz de sofocar el espejismo de la ¡°trampa social-localista¡±.
Las categor¨ªas modestas y medias son m¨¢s sensibles a las virtudes de la solidaridad fiscal y social
Es ah¨ª donde previene a la CUP, sin citarla, contra sus demandas de desarrollo local porque se ver¨¢n ¡°desbordadas y dominadas por parte del movimiento liberal-conservador [independentista] orientado a promover¡± para Catalu?a un modelo de tipo ¡°para¨ªso fiscal al estilo de Luxemburgo¡±. El tufo insultante que hay en esta conjetura no llega tanto de las palabras como del prop¨®sito agazapado que ve detr¨¢s de un sector del independentismo. Desde la izquierda, al menos, la conjetura deber¨ªa ser desechada o desmentida sin reservas, y eso es lo que reclama Piketty no tanto a la CUP como a la ¡°izquierda republicana catalana (independentista)¡±, es decir, a ERC, para que logre marcar as¨ª ¡°la diferencia con los que simplemente pretenden quedarse los ingresos fiscales para s¨ª mismos y para sus hijos¡±.
De esa izquierda comprometida con la investidura de Pedro S¨¢nchez espera Piketty la defensa, inequ¨ªvocamente de izquierdas, de un ¡°impuesto progresivo com¨²n a las rentas altas y a los grandes patrimonios, recaudado a nivel europeo¡±. La crisis hizo aumentar sustancialmente el apoyo a la autodeterminaci¨®n pero lo hizo, sobre todo, entre ¡°las categor¨ªas sociales m¨¢s favorecidas¡±, esas mismas a las que la izquierda se dirig¨ªa en los nuevos tiempos y que han acabado sucumbiendo a una improbable cuadratura del c¨ªrculo: ¡°Continuar sacando partido de la integraci¨®n comercial y financiera con Europa, pero conservando sus propios ingresos fiscales¡±. Quienes siguieron desconfiando de esa ¡°trampa secesionista¡± en versi¨®n ¡°social-localista¡± y no apostaron por la independencia fueron ¡°las categor¨ªas modestas y medias¡±, seg¨²n Piketty, ¡°un poco m¨¢s sensibles a las virtudes de la solidaridad fiscal y social¡±.
El federalismo social que promueve habr¨ªa de desactivar la ¡°competitividad generalizada entre territorios¡± y la ¡°ausencia total de solidaridad fiscal¡± en Europa para reducir el peso de ¡°la l¨®gica del ¡®cada uno por su cuenta¡±. Por eso le sirve Catalu?a como s¨ªntoma de las flaquezas solidarias de la Europa actual, y por eso parece cuando menos difusa la vocaci¨®n de izquierdas del actual proyecto independentista. Su adhesi¨®n a un federalismo social europeo disolver¨ªa esa contradicci¨®n ideol¨®gica tanto en su ideario como en electorado, y no ser¨ªa este el peor de los momentos para ensayarlo.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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