Cirug¨ªas que cambian la vida a las v¨ªctimas de la mutilaci¨®n genital femenina: ¡°Ahora mi cl¨ªtoris baila¡±
Francia es pionera en la operaci¨®n de reconstrucci¨®n para v¨ªctimas de ablaci¨®n y desde 2004 la cubre la sanidad p¨²blica. El inventor de la t¨¦cnica quir¨²rgica, Pierre Fold¨¨s, ha tratado a m¨¢s de 6.000 mujeres desde los ochenta. Para ellas es un renacimiento
Marie-Claire recuerda cada detalle del d¨ªa en que le amputaron lo que llama "la feminidad". Una aldea de Costa de Marfil, una puerta cerrada. ¡°Hay una fiesta¡±, le dec¨ªa su t¨ªa. Y ella, aturdida con sus nueve a?os, se preguntaba por qu¨¦ lloraban todas las chicas. La puerta se abri¨®. Tres mujeres la empujaron contra el suelo manteni¨¦ndola quieta, mientras una cuarta le cortaba el cl¨ªtoris con un cuchillo. Una humillaci¨®n fulminante y desgarradora. ¡°S¨¦ fuerte, no llores¡±, le repet¨ªan. Y la sangre, las vendas, la confusi¨®n, la inmovilidad. ¡°No entend¨ªa nada¡±, recuerda Kakpotia Marie-Claire Moraldo, que ahora tiene 36 a?os. Vive desde hace mucho tiempo en Francia, en Burdeos, donde ha fundado la asociaci¨®n Les Orchid¨¦es Rouges que ayuda a otras africanas para quienes, igual que para ella en su vida anterior, la mutilaci¨®n genital es una marca de dolor.
Francia es pionera en la cirug¨ªa de reparaci¨®n del cl¨ªtoris; desde 2004 la cubre la sanidad p¨²blica. Un caso excepcional en Europa, junto con B¨¦lgica, que la incluye en su atenci¨®n desde 2009. ¡°Hemos luchado por la gratuidad demostrando que cuando una mujer que ha sufrido esta amputaci¨®n recupera una anatom¨ªa normal, se adapta mejor a la sociedad¡±, explica el inventor de la t¨¦cnica quir¨²rgica, el ur¨®logo Pierre Fold¨¨s, que, desde la d¨¦cada de 1980 ha operado a m¨¢s de 6.000 mujeres.
Con la exgerente Fr¨¦d¨¦rique Martz, hoy activista a tiempo completo por los derechos de las mujeres, fund¨® hace cinco a?os el centro piloto Women Safe en el hospital de Saint-Germain-en-Laye, al noroeste de Par¨ªs, para dar apoyo sanitario, social, psicol¨®gico y legal a las supervivientes a cualquier tipo de violencia. De las m¨¢s de 2.000 mujeres acogidas hasta ahora, un tercio ha sufrido la ablaci¨®n y llegan desde todos los rincones de Francia y del extranjero en busca de recuperaci¨®n f¨ªsica y psicol¨®gica, as¨ª como de una ¡°restituci¨®n¡± simb¨®lica del da?o sufrido.
¡°Me cas¨¦ con el hombre equivocado, convencida de que nadie m¨¢s me querr¨ªa as¨ª, sin cl¨ªtoris¡±, cuenta Marie-Claire mientras habla de la angustia, durante el sexo, que le provoca el recuerdo opresivo a la cuchilla de su infancia y la verg¨¹enza diaria de la ablaci¨®n. ¡°Cuando logr¨¦ reunir fuerzas para superar la infelicidad, tambi¨¦n repar¨¦ mi cuerpo con una operaci¨®n de reconstrucci¨®n del cl¨ªtoris. Fue el 7 de diciembre de 2016: mi segunda fecha de nacimiento¡±.
Seg¨²n Unicef y la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, m¨¢s de 200 millones de mujeres han sufrido mutilaci¨®n genital en 30 pa¨ªses de todo el mundo; 27 de ellos, en el continente africano. Aunque el ritual es ahora un delito en casi toda ?frica (solo en seis Estados sigue siendo legal), diferentes grupos ¨¦tnicos contin¨²an practic¨¢ndolo como ¡°sello¡± de virginidad que purifica a la mujer a trav¨¦s de la negaci¨®n del placer; una antigua costumbre patriarcal que ninguna religi¨®n prescribe y que tiene sus ra¨ªces en el Egipto fara¨®nico. En Europa a¨²n no hay estad¨ªsticas detalladas, pero tres estudios del Instituto Europeo para la Igualdad de G¨¦nero (EIGE) sostienen que 16 pa¨ªses acogen a inmigrantes que han sufrido este desgarro, incluida Espa?a. Las investigaciones tambi¨¦n indican que cada a?o 20.000 mujeres procedentes de pa¨ªses en los que se practica la ablaci¨®n tradicional buscan asilo en la Uni¨®n Europea.
En Francia, una investigaci¨®n realizada por varios organismos universitarios calcula que en ese pa¨ªs viven 125.000 v¨ªctimas de la ablaci¨®n, un n¨²mero que en Europa solo superar¨ªa el Reino Unido. Pero tambi¨¦n hay gran presencia en Suecia, Holanda y Alemania. En Espa?a rondan las 70.000, seg¨²n un estudio de la Fundaci¨®n Wassu, de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
Me cas¨¦ con el hombre equivocado, convencida de que nadie m¨¢s me querr¨ªa as¨ª, sin cl¨ªtoris
¡°Los efectos de esta mutilaci¨®n pueden ser terribles¡±, explica el cirujano Pierre Fold¨¨s. ¡°Dolores cr¨®nicos, complicaciones en el parto, a veces incontinencia y f¨ªstula. Para la OMS, la forma m¨¢s grave es la infibulaci¨®n, que implica coser la vulva. Pero es absurdo establecer una escala de gravedad: en ciertas operaciones vemos cl¨ªtoris bien conservados, mientras que en las variantes consideradas m¨¢s leves, el corte suele ser tan rudo que produce destrozos. Cada mujer es un caso ¨²nico, y la cirug¨ªa reparadora del cl¨ªtoris no es una varita m¨¢gica: es solo una etapa en el camino para volver a ser due?as de s¨ª mismas¡±.
En Francia la mutilaci¨®n genital est¨¢ disminuyendo, gracias tambi¨¦n a la mano dura que se aplica en el ¨¢mbito judicial desde la d¨¦cada de 1980: m¨¢s de 40 juicios y un centenar de condenas por el delito de da?o permanente previsto en el C¨®digo Penal. Otros Estados han preferido aprobar leyes ad hoc contra la ablaci¨®n, pero con malos resultados: dos condenas en Espa?a y dos en Suecia; solo una en Italia, desde que se aprob¨® la ley de 2006; y una en el Reino Unido, en 2019, a pesar de que la norma existe desde 1985.
Fold¨¨s ha transmitido su t¨¦cnica a m¨¢s de 200 cirujanos de todo el mundo: ¡°El cl¨ªtoris puede repararse porque, en la mutilaci¨®n, el nervio principal permanece intacto. Sin embargo, cada acontecimiento ¨ªntimo, desde las relaciones sexuales hasta el parto, a?ade lesiones al corte inicial, por lo que tambi¨¦n es necesario cuidar los tejidos¡±. A los 45 minutos en el quir¨®fano, le siguen tres meses de recuperaci¨®n y cicatrizaci¨®n. El resto, el descubrimiento de una nueva sexualidad y la adquisici¨®n de una identidad sana y completa, tiene duraciones y resultados subjetivos, pero exitosos en la mayor¨ªa de los casos. ¡°Atiendo lo mismo a j¨®venes de 18 a?os que a mujeres de 60, que son las m¨¢s decididas¡±, sonr¨ªe el m¨¦dico. ¡°La verdadera revoluci¨®n es que aqu¨ª la mujer verbaliza su dolor y abandona la condici¨®n mental de v¨ªctima. No soy yo quien repara; son ellas las que se auto-reconstruyen¡±.
En Francia estas mujeres heridas provienen de Mal¨ª, Guinea, Costa de Marfil y Senegal, donde, adem¨¢s del cl¨ªtoris, a veces se les extirpan los labios menores. Hoy varios hospitales ofrecen cirug¨ªa reconstructiva, pero Women Safe, en Saint-Germain-en-Laye, ¡°sigue siendo un lugar ¨²nico por su enfoque multidisciplinario¡±, subraya su directora, Fr¨¦d¨¦rique Martz. ¡°Con las africanas reci¨¦n emigradas, que han pasado por viajes dram¨¢ticos, no tiene sentido hablar de cirug¨ªa: sus traumas son lo primero. En cambio, las que han nacido aqu¨ª de familias africanas o las que viven en Francia desde hace tiempo, a menudo buscan la reparaci¨®n por razones de identidad, para encontrarse a s¨ª mismas y su lugar en la sociedad. En lo que llamamos nuestros 'c¨ªrculos de palabras' comparten su intimidad sin tab¨²es, intercambiando experiencias con otras que han seguido su mismo camino y ahora son activistas¡±.
Cada mujer es un caso ¨²nico, y la cirug¨ªa reparadora del cl¨ªtoris no es una varita m¨¢gica: es solo una etapa en el camino para volver a ser due?as de s¨ª mismas
Como la escritora de origen senegal¨¦s Halimata Fofana, que en el libro Mariama, l¡¯ecorch¨¦e vive conf¨ªa a un alter ego doloroso y furioso su autobiograf¨ªa: ablaci¨®n a los cinco a?os; el sentimiento de ser una mujer a medias, que ha condicionado todas sus relaciones; el intento de matrimonio forzado por parte de los padres; la liberaci¨®n gracias al estudio, la escritura y la psicoterapia... Hasta llegar a la cirug¨ªa a manos del doctor Fold¨¨s.
¡°Despu¨¦s de la ablaci¨®n, el cuerpo y el esp¨ªritu se disocian¡±, trata de explicar Halimata. ¡°Tu cuerpo te repugna; ha sido ensuciado, violado. Yo tard¨¦ a?os en reconciliarme con ¨¦l¡±. A la espera de un nuevo libro que lanzar¨¢ HarperCollins, Fofana da conferencias ¡°para concienciar sobre la atrocidad del acto y el contexto que lo permite. Nac¨ª en Francia de padres emigrados; su bagaje de tradiciones choc¨® con una sociedad a la que le cuesta aceptar la diferencia. Los inmigrantes se sienten excluidos y, en su desarraigo, se apegan a la cultura de sus or¨ªgenes, defendi¨¦ndola ante quienes la critican. De modo que hay que someter a la hija a la ablaci¨®n, para que llegue virgen al matrimonio y se integre en el grupo familiar. Perdon¨¦ a mi madre por el da?o que me infligi¨®. Para evolucionar, tuve que dejar que la ira fluyera¡±.
Hoy, en el "c¨ªrculo de palabras" del centro Women Safe, una joven de Mal¨ª confiesa que descubri¨® que hab¨ªa sufrido la ablaci¨®n cuando, como enfermera, vio los genitales de una mujer francesa: ¡°Hab¨ªa borrado ese episodio de mi infancia; revivirlo fue un shock¡±. Otra, de Costa de Marfil, habla de una cicatrizaci¨®n dif¨ªcil despu¨¦s de la cirug¨ªa, ¡°pero ahora mi cl¨ªtoris baila¡±. Para Agn¨¨s, una senegalesa de 40 a?os, es triste no poder revelarle a su madre que se ha operado: ¡°Me repudiar¨ªa. Para ella, ser¨ªa una mujer impura¡±. Y Kakpotia Marie-Claire Moraldo, que ha llegado de Burdeos para compartir su renacimiento con ellas, pronuncia unas palabras sencillas y terribles: ¡°Pensad siempre que hemos dejado atr¨¢s lo peor. Hemos sobrevivido al horror de la mutilaci¨®n genital¡±.
Este art¨ªculo forma parte del proyecto multimedia Uncut sobre activismo femenino en ?frica y Europa contra la mutilaci¨®n genital. En el Espace des Femmes, en Par¨ªs, del 6 al 29 de febrero, Uncut protagoniza una exposici¨®n con fotos de Simona Ghizzoni, con el apoyo de las asociaciones Zona, Peace Withouth Justice y Women Safe?
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