Los micropl¨¢sticos han colonizado la comida, la bebida y el aire, ?hay que temer por la salud?
No se ven, pero ya recorren cada rinc¨®n del planeta. Y el cuerpo humano no se libra
Dice un informe que hizo la universidad australiana de Newcastle para WWF que cada semana metes en tu organismo unos 5 gramos de pl¨¢stico, lo que pesa una Mastercard o el tap¨®n de una botella. Ya seas omn¨ªvoro o vegano. Hagas cinco comidas al d¨ªa o ayuno intermitente, comas carbohidratos o sigas una dieta cetog¨¦nica (alta en prote¨ªnas). Los micropl¨¢sticos est¨¢n en todas partes. En una semana podemos tragarnos 1.769 con el agua, 10 con la cerveza y 11 con la sal. No nos librar¨ªamos ni bebiendo de un manantial: est¨¢n hasta en la lluvia y en el aire que respiramos.
?De d¨®nde salen?
Uno de sus or¨ªgenes es, obviamente, el pl¨¢stico que vive en el mar (polietileno ¨CPET¨C, polipropileno y nylon). Aunque hay una parte que procede de la actividad pesquera (millones de redes yacen en los fondos marinos), el 80% lo generan actividades en tierra firme. Lleguen como lleguen al inmenso azul, la degradaci¨®n bajo la luz solar y la erosi¨®n constante de las olas reducen los pl¨¢sticos primero a lo que se conoce como l¨¢grimas de sirena, unas bolitas que suelen ser de un blanco lechoso semitransparente (el color de la mayor¨ªa de las botellas), de apenas 5 mil¨ªmetros o menos de di¨¢metro; despu¨¦s a micropl¨¢sticos (no existe un est¨¢ndar internacionalmente reconocido, pero suelen definirse como fragmentos menores de 5 mm que llegan a alcanzar dimensiones inferiores a 1 micr¨®metro); despu¨¦s, se convierten en nanopl¨¢sticos, que son indetectables para el ojo humano, tan peque?os que los sistemas que depuraci¨®n no son capaces de retenerlos.
Estos fragmentos acaban, por cortes¨ªa del ciclo del agua, del viento y de la cadena tr¨®fica, en la lluvia, en el hielo ¨¢rtico, en nuestro plato y en todo vaso de agua. En la del grifo y en la embotellada. Echando un vistazo con un microscopio de infrarrojos ver¨ªamos que en un litro de la envasada hay una media 10,4 part¨ªculas pl¨¢sticas de entre 0,1 mil¨ªmetros y 100 micrones. La cifra se dispara a 314,6 part¨ªculas en el caso de un tama?o menor. Seg¨²n los investigadores que hicieron el experimento, los datos sugieren que parte provendr¨ªa del envase (tap¨®n) o del proceso de envasado, aunque no hay estudios concluyentes.
Todos los bebemos, y tambi¨¦n los comemos. No tanto con el pescado, que suele eviscerarse antes de cocinar. Pero s¨ª algo con el marisco (un estudio de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria de 2016 reconoce la presencia de nanopl¨¢sticos en la pared intestinal y otros ¨®rganos de los moluscos, aunque la Uni¨®n Europea estima que "solo una fracci¨®n diminuta puede penetrar profundamente en los ¨®rganos y que nuestra exposici¨®n a toxinas por medio de este contacto es baja"), la miel o incluso en la sal de mesa. Tarde o temprano, acaban en el men¨² porque, aunque las empresas del sector cumplan rigurosamente todas las normativas de seguridad alimentaria, ni la Uni¨®n Europea ni las leyes estadounidenses tienen en consideraci¨®n los micropl¨¢sticos en sus regulaciones.
Llegar, llegan a nuestros ri?ones
Y, entonces, ?qu¨¦? ?Podr¨ªamos sufrir intoxicaci¨®n por pl¨¢stico? ?Debe cundir el p¨¢nico comparando su toxicidad con la de, por ejemplo, un metal pesado? Si su tama?o supera los 150 micrones, ir¨¢n directas a las heces. Con menos de 110 micrones, pueden colarse en el torrente sangu¨ªneo. Y las menores de 20, logran penetrar en los ri?ones o el h¨ªgado. Pese a esta evidencia, no hay estudios cient¨ªficos concluyentes de sus efectos sobre la salud humana. Aunque muchos quieren ver pistas en sus devastadores efectos en la fauna marina.
Al introducirse en el tubo digestivo de los microorganismos del plancton, por ejemplo, pueden dificultar sus funciones vitales, incluso producir su muerte. Y cient¨ªficos chilenos dan fe de las lesiones intestinales que producen en la Girella laevifrons, un pez marino aut¨®ctono que vive entre las rocas: desde inflamaci¨®n a abrasiones. Lo pr¨®ximo ser¨¢ ver qu¨¦ les sucede a animales de mayor tama?o. "Esperamos pronto publicar otro trabajo en leones marinos en Chile y Per¨²", comenta a BUENAVIDA el profesor Diego P¨¦rez-Venegas, bi¨®logo marino de la Universidad Andr¨¦s Bello, en Chile, especializado en la investigaci¨®n sobre los efectos de los macro y micropl¨¢sticos en la vida oce¨¢nica.
Las bolsas y las botellas no son el problema
Llevar tu bolsa de rafia al supermercado y echar los envases al contenedor amarillo no evita que lleguen a los oc¨¦anos. Solo te libera, en parte, de la culpa. Todos producimos desechos pl¨¢sticos cada vez que metemos ropa sint¨¦tica en la lavadora (s¨ª, la ropa del gimnasio entra en este apartado). Se calcula que cada a?o un mill¨®n de toneladas de nanofibras de acr¨ªlico y poli¨¦ster se desgajan durante los ciclos y acaban en las aguas residuales. La mitad de ellas eluden los sistemas de tratamiento y acaban vertidas a acu¨ªferos y mares.
No lavarla no es una opci¨®n mucho mejor: la propia fricci¨®n durante su uso provoca que parte de esas fibras sint¨¦ticas acaben en el aire. Un estudio de 2016 calcul¨® que cada a?o entre 3 y 10 toneladas de fibras sint¨¦ticas llegan a Par¨ªs llevadas por el viento.
Y huir del deporte no es que mejore demasiado la situaci¨®n: las pinturas pl¨¢sticas, ya sean para pintar el sal¨®n de casa o para las marcas viales, tambi¨¦n contaminan (se calcula que el 10% de los micropl¨¢sticos en los oc¨¦anos procede de esa fuente). Y cada 100 kil¨®metros, un coche produce m¨¢s de 20 gramos de polvo de estireno-butadieno que proviene de sus neum¨¢ticos.
Y a¨²n hay pocas soluciones
El gran problema del pl¨¢stico es que tarda entre 150 y 1.000 a?os en descomponerse. Mientras se investiga para mejorar los filtros de las lavadoras, hay m¨¦todos como la Cora Ball, capaz de capturar hasta el 26% de las microfibras en el lavado. Aunque el reciclaje (que, suponemos es donde acabar¨ªa lo interferido) es solo un parche. Se deben encontrar materiales alternativos que se deshagan con el tiempo. Hay experimentos interesantes con prote¨ªnas de seda de ara?a o como el 'aircarbon', un biomaterial producido a partir del CO2 del aire, microorganismos y sal marina. La microbiolog¨ªa tambi¨¦n pone su grano de arena. Ya hay trabajos de laboratorio con gusanos y bacterias como la Ideonella sakaiensis, capaces de acelerar la degradaci¨®n del pl¨¢stico.
Sin duda, la Era del Pl¨¢stico supone un reto para toda la sociedad. Y la soluci¨®n nos implica a todos para lograr, como desea el Nobel de la Paz, Muhammad Yunus, "una econom¨ªa circular con un porcentaje cero de contaminaci¨®n por pl¨¢sticos".
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