La reina angole?a que desafi¨® al mundo
A Njinga de Ndongo se la ha presentado como hero¨ªna contra la ocupaci¨®n colonial, icono feminista, tratante de esclavos y h¨¢bil diplom¨¢tica, pero la realidad de esta monarca del siglo XVII es a¨²n mucho m¨¢s fascinante y compleja
Nacida en el reino de Ndongo, en la actual Angola, a finales del siglo XVI, lo que se conoce de su infancia es que creci¨® en la corte real, que el rey era su hermanastro y su madre una sirvienta. La primera aparici¨®n de Njinga en fuentes bibliogr¨¢ficas hist¨®ricas data de 1622, cuando llega a Luanda ¡ªla actual capital angole?a, entonces el principal asentamiento portugu¨¦s en la zona¡ª diciendo ser emisaria del rey con la encomienda de firmar un tratado de paz que pusiera fin a d¨¦cadas de guerra entre Ndongo y los portugueses.
Cuentan las cr¨®nicas europeas que el gobernador, creyendo encontrarse ante una figura menor, le indic¨® que se sentara en una alfombra, delante de su sill¨®n. Njinga entonces le ordena a una de sus sirvientas que se ponga a cuatro patas, se sienta sobre ella a modo de silla y, ya a la misma altura que el gobernador, procede a exponer las razones de su visita. El resultado de este encuentro: un tratado por el que los portugueses reconocen la soberan¨ªa de Ndongo, se comprometen a desmantelar uno de sus fuertes y a poner fin a las hostilidades, a cambio de acceso a su territorio para los tratantes de esclavos y misioneros. La propia Njinga se convirti¨® al cristianismo, bautiz¨¢ndose como Ana de Sousa, como parte del acuerdo.
Dos a?os m¨¢s tarde, el rey de Ndongo muere en circunstancias misteriosas y su hermanastra ¡ªes decir, Njinga¡ª pasa a ocupar el trono con apoyo portugu¨¦s. Su ascenso no fue f¨¢cil y jam¨¢s le faltaron enemigos, pero lo compens¨® con un talento diplom¨¢tico y estrat¨¦gico excepcional. Ndongo era un Estado muy descentralizado, donde una serie de clanes y nobles eleg¨ªan a un rey o ngola con poder de arbitraje pero con escasa capacidad ejecutiva. En la corte, el ngola sol¨ªa rodearse de ikijo, sirvientes leales sin conexiones con los clanes, que gradualmente se convirtieron en una fuente de poder independiente. Njinga comprendi¨® la fuerza potencial de estos, los ikijo, y cultiv¨® su apoyo, gracias a lo cual consolid¨® su poder pese a la f¨¦rrea oposici¨®n de los clanes.
Aunque ocupaba el trono, Njinga segu¨ªa siendo una outsider. Su legitimidad era constantemente cuestionada: mujer, hija de sirvienta, fuera de la l¨ªnea de sucesi¨®n y sin apoyo de ning¨²n clan. Su situaci¨®n se volvi¨® a¨²n m¨¢s precaria cuando los portugueses rompieron su alianza y decidieron armar a uno de sus contrincantes. Njinga increment¨® el n¨²mero de ikijo, reclutando a esclavos fugados de los asentamientos portugueses. Pero necesitaba m¨¢s soldados y que fueran leales. Fue entonces cuando pens¨® en los Imbangala: temidos guerreros n¨®madas que el resto de poderes de la zona? ¡ªincluyendo los portugueses y su propio hermanastro¡ª empleaban a menudo como mercenarios. Njinga fue m¨¢s all¨¢, incorpor¨¢ndolos a su reino y convirti¨¦ndose ella misma en Imbangala. No solo adopt¨® sus t¨ªtulos y costumbres, que inclu¨ªan canibalismo, sacrificios humanos e infanticidio: tambi¨¦n adapt¨® el ej¨¦rcito de Ndongo a sus t¨¦cnicas y normas y acogi¨® a los principales l¨ªderes Imbangala en su corte.
La estrategia funcion¨® durante un tiempo. Pero la tradici¨®n Imbangala prohib¨ªa la sucesi¨®n hereditaria y Njinga quer¨ªa que su hermana ¨Cconocida por su nombre cristiano, Do?a B¨¢rbara¨C le sucediese. Adem¨¢s, ten¨ªa que lidiar con l¨ªderes Imbangala que jam¨¢s aceptaron su legitimidad. As¨ª las cosas, opt¨® por reconfigurar sus alianzas: desplaz¨® la capital a Matamba, un reino vecino en declive con precedentes de mujeres en el trono, y se coron¨® reina. Desde Matamba, Njinga reorient¨® las rutas comerciales mediante ataques militares para obligar a las caravanas de esclavos a pasar por sus territorios (y cobrar los aranceles correspondientes). Despu¨¦s firm¨® un acuerdo con los holandeses, por el que se compromet¨ªan a echar a los portugueses de la zona? ¡ªlo que consiguieron, en 1641¡ª a cambio del monopolio sobre el comercio de esclavos. En poco tiempo, Matamba se convirti¨® en uno de los reinos m¨¢s pr¨®speros y poderosos de la regi¨®n.
Desgraciadamente para Njinga, unos a?os m¨¢s tarde los holandeses decidieron abandonar Angola, lo que forz¨® un giro de 180 grados en su pol¨ªtica exterior. Tras 25 a?os de hostilidad contra los portugueses, Njinga firm¨® en 1656 un nuevo acuerdo con ellos ¨Cparecido al de 1622¨C y jur¨® nunca haber abandonado su fe cristiana. Con este acuerdo, que durar¨ªa hasta su muerte siete a?os despu¨¦s, Njinga consigui¨® por fin una situaci¨®n estable y que su legitimidad como gobernante no se viese cuestionada. Mediante alianzas fluidas con sectores sociales tradicionalmente ignorados (sirvientes, esclavos, mercenarios), t¨¢cticas militares innovadoras y un aparato ideol¨®gico destinado a encontrar precedentes que justificaran su posici¨®n, Njinga pas¨® de ser la hija de una sirvienta bien ubicada a la reina indisputable de dos reinos.
Aunque ocupaba el trono, Njinga segu¨ªa siendo una outsider. Su legitimidad era constantemente cuestionada: mujer, hija de sirvienta, fuera de la l¨ªnea de sucesi¨®n y sin apoyo de ning¨²n clan
Adem¨¢s de los problemas derivados de su origen, Njinga tuvo que lidiar con un obst¨¢culo aparentemente infranqueable: ser mujer. Y para eso no hab¨ªa precedente ni corte de esclavos o mercenarios con que imponerse. Consciente de ello, hab¨ªa iniciado su reinado como regente, mientras el heredero de consenso, su sobrino, llegaba a la mayor¨ªa de edad. Pero la estrategia ten¨ªa fecha de caducidad. As¨ª que, llegado el momento, Njinga hizo asesinar a su sobrino y prob¨® otra t¨¢ctica: tomar maridos a los que les daba el t¨ªtulo nominal de rey mientras ella detentaba el poder real. Aunque aparentemente eficaz, el problema de este sistema era que ninguno de los maridos ten¨ªa legitimidad ante la corte (de lo contrario no hubieran aceptado el trato), con lo cual en la pr¨¢ctica menoscababa el soporte ideol¨®gico que tanto le hab¨ªa costado fraguar.
Ante esta situaci¨®n, en la d¨¦cada de 1640 Njinga tom¨® una decisi¨®n que zanj¨® su problema: se convirti¨® en hombre. Se cambi¨® el t¨ªtulo, sus maridos pasaron a ser oficialmente concubinas y a vestirse con ropas de mujer y les oblig¨® a vivir con sus doncellas (a las que no pod¨ªan tocar, bajo pena de muerte). Form¨® a sus damas en t¨¦cnicas de lucha y las convirti¨® en su guardia personal. Ella misma empez¨® a liderar sus tropas durante las batallas y lleg¨® a ser un espadach¨ªn temido y formidable, habilidad que retuvo hasta muy avanzada edad. El misionero italiano Giovanni Antonio Cavazzi, que pas¨® varios a?os en su corte y lleg¨® a oficiar su funeral, cuenta c¨®mo en 1662, con m¨¢s de 80 a?os, Njinga le sorprendi¨® con una demostraci¨®n de h¨¢bil manejo de espadas durante un desfile.
Njinga morir¨ªa un a?o despu¨¦s, dejando como sucesora a su hermana B¨¢rbara. Durante el siguiente siglo, la mayor¨ªa de gobernantes de Ndongo-Matamba fueron mujeres. Y ya no se discuti¨® su derecho a serlo.
Para saber m¨¢s: un punto de partida es la biograf¨ªa escrita por la experta Linda Heywood, as¨ª como los textos de historiadores como John Thornton o Joseph C. Miller. Para investigar las fuentes originales, el Monumenta Africana de Antonio Brasio contiene muchas de las cartas escritas por la propia Njinga y los textos de misionarios capuchinos, como Giovanni Cavazzi da Montecuccolo o Antonio Gaeta da Napoli, describen con detalle la vida en su corte.
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