Privacidad: el riesgo totalitario
Control por geolocalizaci¨®n, vigilancia mediante pulseras electr¨®nicas, reconocimiento facial. Gobiernos y ciudadanos dudan entre seguridad y libertad. Puede que este sea el gran debate tecnol¨®gico del siglo XXI.
Dec¨ªa Milton Friedman que solo una crisis, real o figurada, genera verdadero cambio. Hoy estamos ante una crisis cu¨¢ntica, real y figurada a la vez. Terriblemente real para los que han enfermado o han muerto o han perdido seres queridos; para los que se han quedado sin trabajo o ven arruinarse el negocio. Agotadoramente real para los que luchan contra ella en hospitales, laboratorios, asentamientos de refugiados y residencias de ancianos. Pero no es m¨¢s que una gripe exagerada para los que desaf¨ªan la cuarentena haciendo botell¨®n en las plazas o yoga en los parques, un contratiempo electoral para los que abren la econom¨ªa antes de tiempo y un complot de poderosos para someter al pueblo para los amantes de la conspiraci¨®n. La pandemia de la covid-19 es una nueva clase de desastre, caracterizada por un conflicto irresoluble entre sus diferentes versiones.
La disonancia cognitiva es permanente y cotidiana. La Bolsa se hunde y la econom¨ªa se derrumba, pero tenemos agua, electricidad, comida y series a la carta. El Gobierno decreta el registro de todos nuestros movimientos con estudios de movilidad a trav¨¦s de los mismos tel¨¦fonos con los que tocamos himnos de resistencia antifascista desde el balc¨®n. Nos asfixiamos en casa cuando en la calle flota el aire descontaminado por primera vez en d¨¦cadas. Es el peor de los tiempos y es el mejor de los tiempos. El renacimiento y el apocalipsis a la vez. Adaptarse a las contradicciones tiene un precio. ¡°Nadamos en Netflix y en redes sociales y en podcasts, y todas estas distracciones nos mantienen absortos en un mundo de ficci¨®n¡±, comentaba Naomi Klein en una entrevista reciente. ¡°Y este es un momento en el que deber¨ªamos estar siendo testigos de la realidad de la manera m¨¢s cruda que se pueda¡±. En su ¨²ltima columna para la web de noticias The Intercept, la autora canadiense advert¨ªa que se est¨¢ configurando una especie de doctrina del shock pand¨¦mica, donde los Gobiernos toman medidas antidemocr¨¢ticas bajo el amparo del estado de emergencia y en alianza con las grandes tecnol¨®gicas, que ampl¨ªan su acceso a nuestros datos como parte del bot¨ªn. Klein lo ha llamado screen new deal.
¡°El futuro que se est¨¢ acelerando mientras los cuerpos se siguen apilando¡±, escribe Klein, ¡°y estas semanas de aislamiento no se interpretan como una dolorosa necesidad para salvar vidas, sino como un laboratorio viviente para un futuro permanente, y altamente rentable, de soluciones no t¨¢ctiles¡±. En honor a la verdad, ese futuro ya estaba aqu¨ª. No hizo falta comprar nuevos gadgets ni hacer una nueva instalaci¨®n. No hubo curva de aprendizaje. Ten¨ªamos Zoom, Amazon Prime, Google escuelas, Glovo, Netflix y Movistar. Visa y Mastercard ya mediaban los intercambios comerciales antes de que existieran PayPal, Apple Pay o Bitcoin. Las operadoras y plataformas digitales ya sab¨ªan d¨®nde hab¨ªamos estado y con qui¨¦n cada minuto de los ¨²ltimos 15 a?os. Ya hab¨ªa c¨¢maras de infrarrojos en estadios y aeropuertos, programas de vigilancia masiva, software de reconocimiento facial. Lo imposible ya parec¨ªa inevitable. El virus no hizo m¨¢s que apretar el acelerador.
La velocidad tambi¨¦n ten¨ªa un precio. Zoom descubri¨® sus graves agujeros de seguridad cuando pas¨® de ser una aplicaci¨®n corporativa con 10 millones de usuarios a la soluci¨®n de 300 millones de personas para dar clases, celebrar cumplea?os, meetings, clases de yoga, conciertos y convertirse en el bar. ¡°La pr¨®xima vez que te encuentres con un administrador de sistemas, dale un abrazo¡±, me dice Mikko Hypp?nen, jefe de investigaci¨®n de F-Secure y uno de los mayores expertos en seguridad del mundo. ¡°Los criminales est¨¢n aprovechando para enga?ar a los usuarios para que hagan cosas que no deber¨ªan, como pinchar en el enlace equivocado o abrir adjuntos dudosos o caer en una campa?a de phishing en la que te piden que pongas tu nombre y contrase?a en una web falsa¡±. Los m¨¢s susceptibles son los m¨¢s mayores y necesitados. ¡°Hay multitud de ataques con mensajes que advierten que ¡®uno de sus vecinos ha sido diagnosticado con covid-19, pinche aqu¨ª para m¨¢s informaci¨®n¡±. Otros fingen el env¨ªo del dinero de las ayudas anunciadas por el Gobierno a trav¨¦s de un enlace donde solicitan los datos de la tarjeta de cr¨¦dito para recibir las bonificaciones. Les llegan por correo, SMS y WhatsApp a personas que no han usado nunca servicios telem¨¢ticos. Las t¨¢cticas de los hackers no han cambiado con la adopci¨®n masiva de estas tecnolog¨ªas, pero sus posibilidades de ¨¦xito han aumentado de forma exponencial.
El miedo y la inexperiencia son factores de riesgo, pero el aislamiento afecta especialmente al mundo laboral. Pocas empresas hab¨ªan implementado un marco de seguridad que trascienda el per¨ªmetro de la oficina, dejando a los trabajadores fuera de la rueda autom¨¢tica de actualizaciones, parches de seguridad o contrase?as rotativas que han dise?ado los responsables de sistemas. ¡°Luego est¨¢ la inmunidad de grupo¡±, me explica Karsten Nohl, doctor en criptograf¨ªa de la Universidad de Virginia y jefe del colectivo de hackers SRLabs. ¡°Las empresas mandan m¨¢s correos que nunca sobre todo tipo de asuntos y ya no hay compa?eros que te digan no pinches eso que es un scam [estafa electr¨®nica]¡±.
Tambi¨¦n hay trabajos cruciales que no se pueden hacer en remoto, como la administraci¨®n de datos protegidos o contenidos delicados. ¡°La gesti¨®n de claves criptogr¨¢ficas para la firma digital tiene que hacerse desde una oficina certificada en nuestro edificio¡±, explica Mikko. ¡°Y lo mismo ocurre con la eliminaci¨®n de pornograf¨ªa o contenidos violentos en los servidores de Facebook, Instagram o YouTube. No puedes limpiar esa clase de material desde casa, con tu familia cerca¡±. Se ha registrado un gran aumento de pornograf¨ªa infantil, incluyendo retransmisiones en directo, bajo demanda, de pa¨ªses como Filipinas, Tailandia y Camboya. Lo mismo pasa con la desinformaci¨®n.
El ecosistema medi¨¢tico que nos trae lo ¨²ltimo sobre pandemias zoon¨®ticas, modelos epidemiol¨®gicos y an¨¢lisis de cadenas de producci¨®n y distribuci¨®n alimentaria rebosa remedios homeop¨¢ticos, ataques coordinados a la sanidad p¨²blica y elaboradas teor¨ªas de la conspiraci¨®n. ¡°La investigaci¨®n cient¨ªfica tarda en tener respuestas, y la demanda continua de informaci¨®n ofrece una oportunidad de oro para las narrativas falsas¡±, explica Renee DiResta, jefa de investigaci¨®n en el Observatorio de Internet de la Universidad de Stanford y especialista en desinformaci¨®n. El vac¨ªo se llena de noticias falsas sobre f¨¢rmacos milagrosos y conspiraciones gubernamentales, como el pol¨¦mico v¨ªdeo de Judy Mikovits, una cient¨ªfica de historial dudoso que asegura que las mascarillas hacen enfermar y que la vacuna contra la gripe aumenta el riesgo de contraer covid-19. Las personas que creen y comparten esos contenidos son susceptibles de creer otros, como que el virus es generado por la radiofrecuencia del 5G, y salir a la calle a destruir antenas o convocar manifestaciones contra las medidas de aislamiento. ¡°Lo m¨¢s preocupante es que estos grandes grupos acaben rechazando la vacuna, una vez desarrollada¡±, advierte DiResta. No ser¨ªan los ¨²nicos afectados. Para alcanzar la inmunidad de grupo es crucial que se vacune al menos la mitad de la poblaci¨®n.
Los hackers suelen trabajar en remoto, as¨ª que la cuarentena no ha afectado su productividad. ¡°Hemos visto muchas campa?as de phishing [un tipo de enga?o online] de grupos de hackers, financiados por Estados, que se hacen pasar por la OMS¡±, dice Mikko. Google ha identificado a m¨¢s de 12 grupos estatales operando en este marco, principalmente para espiar y distribuir campa?as de desinformaci¨®n. Por suerte, y de momento, el peor escenario no ha ocurrido. Los hospitales no han sido paralizados por la clase de ataque que bloquea el acceso a partes cruciales del sistema y exige un rescate a cambio de su liberaci¨®n. Los principales grupos criminales anunciaron que respetar¨ªan las infraestructuras sanitarias durante la pandemia. ¡°Si lo hacemos por error¡±, prometieron los responsables del troyano DoppelPaymer al analista Lawrence Abrams, ¡°lo desencriptaremos gratis¡±. La amnist¨ªa excluye a las farmac¨¦uticas porque estas ¡°se benefician del p¨¢nico¡±.
¡°El pago electr¨®nico no es f¨¢cil de hackear¡±, asegura Nohl, cuyas demostraciones incluyen agujeros a dos de los sistemas de pago electr¨®nico m¨¢s populares de Alemania. ¡°Pero tiene el problema de la privacidad. Pagar con tarjeta o el m¨®vil deja rastro en bases de datos que son m¨¢s f¨¢ciles de hackear¡±. No prev¨¦ la popularizaci¨®n del pago sin cajeros ni tarjetas que lidera Amazon Go. ¡°Esa tecnolog¨ªa tiene m¨¢s de 15 a?os y nadie la quiso usar porque es f¨¢cil robar con ella¡±. Salvo si la tienda est¨¢ equipada con sistemas de reconocimiento facial. Y esa es la principal preocupaci¨®n de los especialistas: los problemas t¨¦cnicos son resolubles, pero la privacidad es tambi¨¦n un problema pol¨ªtico. ¡°1984 describe una sociedad donde nadie comete cr¨ªmenes porque hay c¨¢maras por todas partes¡±, recuerda Nohl. ¡°Es muy segura, pero sin privacidad tampoco hay democracia¡±.
¡°Cualquier infraestructura que se despliegue ahora mismo ser¨¢ considerada como una inversi¨®n a largo plazo¡±, explica por tel¨¦fono Peaks Krafft, investigador del Oxford Internet Institute, especialista en vigilancia gubernamental. ¡°Es perfectamente plausible que los Gobiernos se nieguen a abandonar estos m¨¦todos incre¨ªblemente poderosos de vigilancia digital masiva cuando la crisis se haya acabado¡±. Todos los especialistas ponen como ejemplo la red de vigilancia implementada por Estados Unidos despu¨¦s de los ataques del 11 de septiembre. ¡°Han pasado m¨¢s de 18 a?os y el nivel de emergencia terrorista se ha reducido mucho¡±, dice Nohl. ¡°Pero el uso de esas tecnolog¨ªas no ha hecho m¨¢s que aumentar¡±.
De momento, las tecnolog¨ªas implementadas para el gesti¨®n de la pandemia pertenecen a dos clases: las que vigilan el cumplimiento de la cuarentena y las que asisten al sistema de ¡°seguimiento y rastreo¡± caracter¨ªstico de las campa?as de control epidemiol¨®gico. En las primeras, la novedad no es la tecnolog¨ªa, sino la legitimidad del acto mismo, que se salta varios derechos civiles bajo el marco de excepcionalidad de la emergencia. Hong Kong usa las pulseras electr¨®nicas de los arrestos domiciliarios para vigilar infectados; Taiw¨¢n tiene un sistema de localizaci¨®n para cercarlos con una ¡°valla digital¡±. En Polonia y la India, los infectados env¨ªan un selfi verificado por geoposicionamiento y reconocimiento facial. El peligro es no saber durante cu¨¢nto tiempo se extender¨¢ el estado de emergencia, y hay pa¨ªses como Hungr¨ªa e Israel que ya han alterado la legislaci¨®n para extenderlo indefinidamente. Y hay empresas implementando sistemas de vigilancia propios de aeropuertos y prisiones para monitorizar la productividad de sus trabajadores con la excusa de medir su temperatura y observar que cumplen la distancia sanitaria. Si las Administraciones lo permiten porque ayuda a reactivar la econom¨ªa, queda garantizada la docilidad del trabajador.
La segunda clase de tecnolog¨ªas est¨¢ dise?ada para establecer todos los posibles contagios que haya podido hacer una persona infectada. Google y Apple ya han impuesto una infraestructura propia de rastreo de trazabilidad basada en Bluetooth que pronto estar¨¢ en los m¨®viles de casi todo el planeta. Los Gobiernos, empresas e instituciones dise?ar¨¢n sus apps sobre ella. Los expertos coinciden en que la soluci¨®n es segura y los datos est¨¢n protegidos. ¡°Creo que estos sistemas est¨¢n sorprendentemente bien dise?ados y, siempre que sean voluntarios, pueden ser una gran ayuda para gestionar la pandemia¡±, dice Nohl. El debate sobre la privacidad y la seguridad de sus cerrojos ha silenciado otras cuestiones quiz¨¢ m¨¢s importantes: su funcionalidad y sus consecuencias.
La tecnolog¨ªa de rastreo solo est¨¢ justificada como complemento a protocolos apropiados de diagn¨®stico, estrictamente temporales y activados por el resultado positivo de un test. Sin el acceso a sistemas de diagn¨®stico fiable, que no generen falsos resultados, son solo sistemas de control de la poblaci¨®n, que podr¨ªa verse obligada a aceptarlos voluntariamente para volver al puesto de trabajo o coger un avi¨®n. A la p¨¦rdida de autonom¨ªa y de privacidad se suma el peligro de discriminaci¨®n de colectivos empobrecidos y racializados que carecen de espacios de distanciamiento o se ven obligados a seguir trabajando en lugares de alto riesgo, como f¨¢bricas textiles, almacenes de distribuci¨®n o empacadoras de carne.
¡°Otro patr¨®n de conducta predecible de las tecnolog¨ªas de vigilancia es que suelen ser creadas con un prop¨®sito y enseguida hay alguien que las encuentra ¨²tiles para otros¡±, dice Krafft. No es aconsejable aceptarlas sin haber establecido los par¨¢metros de su desmantelamiento: c¨®mo se apagan, qu¨¦ hacemos con los datos, qui¨¦n se ocupa de vigilar que todo eso se cumple y de d¨®nde salen los fondos de esa monitorizaci¨®n, especialmente si incluye a empresas como ?Google y Apple. Y qu¨¦ hacemos si, en los a?os que dure la emergencia, esa infraestructura se normaliza como herramienta de gobernanza, poderosa e invisible. Estar¨ªamos ante una nueva emergencia, esta vez pol¨ªtica.
De momento, la pandemia ya ha conseguido sofocar meses de manifestaciones multitudinarias en pa¨ªses como Hong Kong y Chile. Y no solamente en la calle. Las medidas que han tomado las plataformas contra la distribuci¨®n de noticias falsas tambi¨¦n impiden la distribuci¨®n de convocatorias, consignas, instrucciones y herramientas cruciales para el activismo. ¡°Las alteraciones a la arquitectura y algoritmos de distribuci¨®n de contenido hacen mucho m¨¢s dif¨ªcil masificar mensajes y unir voces¡±, explica Renata ?vila, experta en derecho internacional y miembro del equipo legal de Julian Assange, Edward Snowden o Rigoberta Mench¨². ¡°Ya no podemos depender de estas herramientas en un futuro de incertidumbre y muchas restricciones a la protesta¡±.
La Fundaci¨®n Ciudadan¨ªa Inteligente que dirige ?vila, con sede en Chile y Brasil, desarrolla herramientas para que la sociedad ejerza sus derechos civiles sin someterse a la vigilancia estatal, el control por algoritmo y estas nuevas formas de registro y censura facilitadas por la pandemia. ¡°El futuro de la protesta es demasiado importante para dejarlo en manos de las compa?¨ªas de Silicon Valley, que son especialmente vulnerables a presiones internacionales y que ignoran las necesidades locales¡±. El futuro se bifurca con nosotros dentro. Las opciones m¨¢s c¨®modas siguen siendo las m¨¢s peligrosas, pero no todo el mundo tendr¨¢ la libertad de elegir.¡ªeps
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