Escuelas de cacao en medio del bosque: as¨ª aprenden a cultivarlo los nuevos agricultores
La guerra y las enfermedades provocaron el abandono de las plantaciones en Liberia. Ahora, el sector trata de salir a flote para sacar de la miseria a miles de familias
En el claro de una antigua plantaci¨®n de cacao, con una pizarra de tiza sobre un caballete, Sam Dennis imparte clase dos veces al d¨ªa. Nervioso por la visita de personas ajenas a la escuela, juguetea con las gafas de trabajo transparentes que descansan en su mano a ser guardadas en el interior de su mono azul. A sus 46 a?os, lleva dos como profesor de agricultores de cacao en Zontou, un peque?o pueblo del condado de Nimba, en Liberia. Cada nueve meses forma entre 20 y 30 personas en nuevos m¨¦todos de cultivo y cuidado para las plantaciones abandonadas en la guerra, que apenas producen unos pocos granos a pesar de encontrarse en el lugar m¨¢s propicio del planeta.
Tras una larga carrera como periodista en la radio y en una revista de la regi¨®n, Dennis decidi¨® dar un cambio en su vida para ayudar a su gente: ¡°Vi que mi gente montaba granjas de cacao, pero esas plantaciones establecidas por sus padres no estaban cultivadas con los mejores est¨¢ndares, ni de la manera correcta¡±. Lo dej¨® todo y, de la mano de Solidaridad West Africa, una ONG financiada por la Uni¨®n Europea, aprendi¨® en un curso intensivo para comenzar a ayudar a la metamorfosis de su comunidad. ¡°S¨¦ que es un gran cambio. Antes me mov¨ªa por eventos p¨²blicos hablando con la gente, pero ahora me dedico a esto, solo planto. Estoy en mi propio pueblo, ayudando a mis vecinos a mejorar sus vidas¡±, explica orgulloso.
Alinear cacaoteros
Como la suya existen otras 76 escuelas de puertas abiertas repartidas en los condados de Nimba, Bong y Lofa. El objetivo es adiestrar al 20% de los 30.000 agricultores de cacao con los que cuenta el pa¨ªs, para 2022. Cada jornada, convoca a los alumnos durante cuatro horas para ense?arles a alinear los cacaoteros, tratar plagas o sacar partido a la tierra con otros cultivos alternativos. Lo primero, ayuda a mejorar la cantidad y la calidad de un producto liberiano incapaz de competir con la exportaci¨®n masiva de sus vecinos. Costa de Marfil y Ghana producen cerca del 60% del cacao mundial. Lo segundo, les sirve para obtener alimento y beneficio mientras el ¨¢rbol prepara el fruto los primeros a?os.
Gracias a estas mejoras, Alfred Domah ha logrado triplicar sus ingresos por kilo el ¨²ltimo a?o. Un incremento considerable en un enclave sin electricidad, agua corriente e infraestructuras. Agricultor por herencia familiar, comenz¨® su plantaci¨®n hace una d¨¦cada y ha trabajado con los dos modelos. Las ¨²ltimas cosechas le han hecho olvidar la idea y la necesidad de abandonar su aldea: ¡°Con lo que gano ahora puedo alimentar a mis cinco hijos y pagar la matr¨ªcula y los uniformes del colegio cuando empieza el curso¡±.
Ejemplos como los de Domah y Dennis han llevado, en 2019, a la graduaci¨®n de 2.000 liberianos con sus peque?as granjas y grandes familias. Porque revitalizar el sector del cacao no es hablar, o no solo, de aportaciones al PIB y grandes cifras de exportaci¨®n. Si no de la supervivencia y progreso de poblados que suman miles de habitantes. En un pa¨ªs con gran desarrollo en el sector como Costa de Marfil, calculan que en torno a seis personas viven de cada agricultor de cacao. Lo que en Liberia se traducir¨ªa en 180.000. Un censo similar a Santander.
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Boima Bafaie, gestor del proyecto de cacao de Solidaridad West Africa, asegura que el cambio es r¨¢pido, pero no inmediato. Como el efecto domin¨®, pero con la dificultad de hacer caer la primera pieza: la formaci¨®n para empezar nuevas plantaciones que repercutan en la econom¨ªa de las familias.
Cuando terminan los nueve meses, la idea es que los beneficiados transmitan el conocimiento a otros amigos y conocidos que no pudieron acceder en primera instancia. O montar sus propias escuelas y as¨ª terminar multiplicando una producci¨®n que, 30 a?os despu¨¦s del inicio de la guerra, supera por poco la mitad de lo que exportaba antes del conflicto. ¡°Si contin¨²an con las buenas pr¨¢cticas, la producci¨®n aumentar¨¢ y les beneficiar¨¢ directamente. Muchos pueden pagar ahora las facturas del hospital¡±, sostiene.
Vida m¨¢s all¨¢ de la ayuda internacional
Todos coinciden en se?alar a los Centros para el Desarrollo del Cacao (CCD, por sus siglas en ingl¨¦s) como los responsables del aumento del beneficio de los agricultores. Tambi¨¦n son la esperanza para cuando la UE deje de aportar fondos. Becky Agro es uno de los 10 centros implantados en estos momentos y se encarga de nueve comunidades. Adem¨¢s de suministrar productos de primera calidad para el cultivo y cuidado de los ¨¢rboles, ense?an a fermentar, secar y crear lazos en el mercado para dar salida al cacao. Tambi¨¦n recuperan campos agotados por el monocultivo y la falta de cuidado. Edward Kalayi, responsable de Becky Agro. Es claro sobre su papel: ¡°Cuando Solidaridad se vaya, nosotros nos quedaremos aqu¨ª. Esta es nuestra tierra y nuestros granjeros¡±. De momento se centran en los j¨®venes y las mujeres, y colaboran con las escuelas como la de Sam Dennis.
El profesor levanta los ojos y fantasea con alcanzar en diez a?os la producci¨®n de Ghana. Sin embargo, la conversaci¨®n le hace confesar que muchos de sus alumnos desconoc¨ªan las enfermedades del cacao. Tampoco sab¨ªan que pod¨ªan plantar vegetales como aguacate y pl¨¢tano para obtener rendimiento de la tierra mientras los cacaoteros crecen.
Cada jornada, juntan a los alumnos? para ense?arles a alinear los cacaoteros, tratar plagas o sacar partido a la tierra con otros cultivos. Ayuda a mejorar la cantidad y la calidad de un producto liberiano incapaz de competir con la exportaci¨®n masiva de sus vecinos
¡°Ha sido muy dif¨ªcil para estos granjeros hacerse a los nuevos m¨¦todos de plantaci¨®n, pero tratamos de ense?arles, educarles, animarles¡ ahora la gente est¨¢ en el mercado y recibe un buen precio¡±, expone. La variaci¨®n del mercado ha supuesto tambi¨¦n un cambio enorme para Dennis. Adem¨¢s de las clases y la supervisi¨®n diaria del terreno de cada uno de sus alumnos, regenta su propia plantaci¨®n.
Ya no hace entrevistas ni le pagan por art¨ªculo. Su vida gira entorno a Zontou y las cuatro hect¨¢reas de cacao, mandioca y plataneros que le han permitido construir una casa para sus hijos en Ganta, la ciudad m¨¢s grande del condado.
El final de la entrevista, camino del pueblo rodeado de sus alumnos y otros curiosos, le devuelve al papel de maestro. Como si estuviera con su pizarra en mitad del claro, repite lo m¨¢s importante de su lecci¨®n: ¡°Este plan ha tra¨ªdo un gran cambio en mi vida, yo intento que ahora llegue a los dem¨¢s¡±.
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Un problema de g¨¦nero
El programa europeo de mejora del sector del cacao en Liberia (LICSIP, por sus siglas en ingl¨¦s) establece que al menos el 30% de los beneficiados sean mujeres. Hasta finales de 2018, los hombres eran los ¨²nicos con derecho a poseer tierras, lo que ha repercutido negativamente en un sector con gran presencia femenina. La nueva ley fue firmada por el presidente Weah hace poco m¨¢s de un a?o y trajo un cambio legislativo importante en la lucha por la igualdad. Sin embargo, miles de mujeres contin¨²an luchando por ser reconocidas como propietarias de terrenos en los que viven o trabajan desde hace d¨¦cadas. Seg¨²n el ¨²ltimo estudio del Gender Inequality Index, Liberia se encuentra entre los 25 pa¨ªses con mayor desigualdad de g¨¦nero del planeta.
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