?Por qu¨¦ lo llaman pr¨¦stamo cuando quieren decir donaci¨®n?
La ayuda econ¨®mica reembolsable y la que no lo es se pueden llegar a confundir, tambi¨¦n por quienes son los encargados de gestionar los fondos
Emilio se queja: ¡°Un amigo me pidi¨® un pr¨¦stamo para iniciar un negocio. Qued¨® en devolv¨¦rmelo a los tres meses. Al a?o a¨²n no me hab¨ªa pagado, as¨ª que le ped¨ª que me rembolsara el dinero. Lo hizo, pero se enfad¨® conmigo. He perdido un amigo¡ Prest¨¦ dinero tratando de ayudar y obtuve resentimiento¡±. Emilio concluye amargamente: ¡°Creo que cuando se piden pr¨¦stamos, en realidad se esperan donaciones¡±.
Dambisa Moyo, en su libro Dead Aid, compara las caracter¨ªsticas de los pr¨¦stamos con las de las donaciones en el mundo de la ayuda al desarrollo. Los pr¨¦stamos, puesto que han de ser devueltos, inducen a los Gobiernos a utilizar los fondos con prudencia y a movilizar impuestos. Las subvenciones (donaciones), por otro lado, se consideran recursos gratuitos y, por tanto, sustituyen perfectamente los ingresos internos de un Gobierno.
Son muchos los que defienden las donaciones frente a los pr¨¦stamos. B¨¢sicamente, por dos motivos. Primero, porque frecuentemente las inversiones de los pa¨ªses pobres precisan de mucho tiempo antes de generar los ingresos necesarios para devolver los pr¨¦stamos con los que se llevaron a cabo dichas inversiones. Segundo, porque muchos pa¨ªses pobres se endeudan tanto con los pr¨¦stamos recibidos que, al final, la devoluci¨®n de los mismos les impide alcanzar sus objetivos de desarrollo.
Historia de los pr¨¦stamos en ayuda al desarrollo
El total de las transferencias recibidas en el continente africano a principios de la d¨¦cada de 1960 ascend¨ªa a, aproximadamente, cien millones de d¨®lares americanos.
Tras el embargo petrolero de los pa¨ªses ¨¢rabes de 1973, los pa¨ªses exportadores de crudo depositaron grandes cantidades de efectivo en bancos internacionales que conced¨ªan pr¨¦stamos al mundo en desarrollo. Esto alent¨® a muchas de las econom¨ªas m¨¢s pobres a endeudarse (frecuentemente con el objetivo de pagar deudas anteriores).
A finales de la d¨¦cada de 1970, ?frica estaba inundada de ayuda. En total, el continente hab¨ªa acumulado alrededor de 36.000 millones de d¨®lares en ayuda extranjera. El dinero extranjero no solo llegaba a ?frica. Durante los sesenta y los setenta, Latinoam¨¦rica tom¨® prestadas grandes cantidades. Entre 1975 y 1982 la deuda de la regi¨®n con los bancos comerciales aument¨® a una tasa anual acumulada del 20,4%. Latinoam¨¦rica cuadriplic¨® su deuda externa de 75 billones de d¨®lares en 1975 a m¨¢s de 315 mil millones de d¨®lares en 1983 (alcanzando as¨ª el 50% del PIB de la regi¨®n).
Muchos pa¨ªses pobres se endeudan tanto con los pr¨¦stamos recibidos que, al final, la devoluci¨®n de los mismos les impide alcanzar sus objetivos de desarrollo
A finales de la d¨¦cada de 1980, la deuda de los pa¨ªses de mercados emergentes era de, al menos, casi un mill¨®n de millones de d¨®lares. Los costes de devoluci¨®n de esas obligaciones era colosal. Tanto que, en el marco de la ayuda al desarrollo y entre 1987 y 1989, los pa¨ªses pobres en vez de recibir, pagaron a los pa¨ªses ricos una media de 15.000 millones de d¨®lares al a?o. Desde un punto de vista de desarrollo, esta situaci¨®n era, seg¨²n muchos, absurda.
En agosto del 1982, el secretario de finanzas de M¨¦xico inform¨® oficialmente de que su pa¨ªs no podr¨ªa cumplir sus obligaciones de deuda con sus acreedores bancarios. Otros pa¨ªses le imitaron y, solo en ?frica, 11 pa¨ªses (Angola, Camer¨²n, Congo, Costa de Marfil, Gab¨®n, Gambia, Mozambique, N¨ªger, Nigeria, Tanzania y Zambia) incumplieron sus obligaciones.
Durante los noventa, siempre seg¨²n Dambisa Moyo, surgi¨® la idea de que era la deuda la que frenaba a ?frica y que si los pa¨ªses en desarrollo pudiesen deshacerse de esa deuda, podr¨ªan por fin alcanzar la prosperidad econ¨®mica. Miles de millones de d¨®lares de deuda fueron entonces cancelados.
Los pa¨ªses ricos prestaron dinero a los pa¨ªses pobres con la idea inicial de recibir de vuelta ese dinero. Pero, por las circunstancias anteriormente explicadas, los donantes debieron renunciar a ¨¦l y lo que inicialmente era un pr¨¦stamo acab¨® siendo, forzosamente, una donaci¨®n.
La pregunta final quiz¨¢s sea hasta qu¨¦ punto los Gobiernos receptores perciben los pr¨¦stamos y las donaciones como algo distinto. Si los pr¨¦stamos se otorgan en condiciones muy favorables y adem¨¢s se condonan con frecuencia, estos Gobiernos pueden considerar equivalentes pr¨¦stamos y donaciones.
Miguel Forcat Luque es economista por la Universidad Complutense de Madrid y trabaja para la Comisi¨®n de la Uni¨®n Europea. Este art¨ªculo no refleja necesariamente el punto de vista de la instituci¨®n para la que trabaja.
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