El granjero de manos grandes que pein¨® a las damas de la Casa Blanca
Eivind Bjerke nunca imagin¨® de ni?o mientras orde?aba vacas en Noruega que acabar¨ªa siendo el peluquero de las cabelleras m¨¢s inaccesibles del mundo.
El primer d¨ªa en la escuela de peluquer¨ªa de Oslo se burlaron de ¨¦l. Eivind Bjerke, 1,85 metros, de familia granjera, quer¨ªa ser Vidal Sassoon. Ten¨ªa unas manos enormes, curtidas por el trabajo de la tierra. ¡°Nunca vas a poder ser un buen peluquero con unas manos tan grandes¡±, le dijeron los profesores. Y el joven se propuso trabajar lo necesario para demostrar lo contrario. Al final del curso ten¨ªa ofertas laborales por varios pa¨ªses de Europa, pero su amor por el glamur americano le hizo optar por una peluquer¨ªa en Washington. Era 1964 y el mundo todav¨ªa no se recuperaba del asesinato a John F. Kennedy. ¡°?Para qu¨¦ te vas a ir a un pa¨ªs donde matan a sus presidentes?¡±, le reprocharon sus padres. En cosa de meses, Bjerke ya estaba dentro de la Casa Blanca.
¡°Nunca pens¨¦ mientras orde?aba vacas que iba a terminar recorriendo el mundo en el Air Force One¡±, afirma el peluquero de 76 a?os en su lujoso sal¨®n de belleza en el barrio de Georgetown, en la capital estadounidense. La puerta de entrada a la Casa Blanca se la abri¨® Lynda Johnson, hija del expresidente Lyndon B. Johnson, quien se pein¨® con ¨¦l en la primera peluquer¨ªa que lo contrat¨®. Despu¨¦s vino su hermana Luci y luego la primera dama Claudia Alta Taylor. Conserva con orgullo las fotograf¨ªas de bodas, fiestas de disfraces y eventos de la familia presidencial a los que ha sido invitado. Medio siglo despu¨¦s, le sigue cortando el pelo a Linda cada semana.
Desde ese prometedor arranque del sue?o americano, la libreta de clientes de Bjerke se ha ampliado. Entre antiguos y actuales clientes, aparecen animales pol¨ªticos como los Carter, los Reagan, los Rockefeller. Tambi¨¦n ¡°Maggie¡±, como se refiere a Margaret Thatcher, o la senadora Dianne Feinstein, que todas las navidades le env¨ªa una tarta.
Al comienzo, Bjerke le contaba por correspondencia a sus padres sobre el acceso que ten¨ªa a los Johnson y la vida en la capital del poder. ¡°Sin decirlo con estas palabras, mi madre me respondi¨®: Eivind, deja de alardear¡±. Bjerke no volvi¨® a compartirles sus aventuras con la alta esfera pol¨ªtica. ¡°No quer¨ªa que mi mam¨¢ pensara que me sent¨ªa especial¡±, apunta. La discreci¨®n es uno de los atributos que llevaron al peluquero hasta la cima...o hasta Camp Davis, pr¨¢cticamente sin¨®nimos que en la capital estadounidense.
Fue justamente por la discreci¨®n que la exjuez Sandra Day O'Connor, la primera mujer en ocupar un asiento en el Tribunal Supremo de Estados Unidos, escogi¨® a Bjerke para que la ayudara con las pelucas cuando enferm¨® de c¨¢ncer de mamas. Era 1988 y la prensa no ten¨ªa idea. El peluquero escabull¨ªa a la exmagistrada por la entrada trasera de su local y la encerraba en una habitaci¨®n. ?l trabajaba en iniciativas con pacientes de esta enfermedad, por lo que estaba familiarizado con el problema. ¡°Fue un momento devastador para ella. Ten¨ªa uno de los trabajos m¨¢s importantes de este pa¨ªs y me dec¨ªa: ¡®No tengo tiempo para esto¡¯. Pero yo supe c¨®mo ayudarla¡±, relata Bjerke, quien actualmente est¨¢ escribiendo sus memorias. Hair Force One, es el titular que baraja para el libro.
Tanto a Sandra Day O¡¯Connor como a Thatcher las describe como ¡°mujeres de una inteligencia superior¡±. Le preguntaban por su vida, ten¨ªan los pies en la tierra. ¡°Hay clientes que solo quieren que les cortes el pelo y ya, pero Maggie siempre quer¨ªa hablar¡±, destaca. No con todas sus poderosas clientas ha sido as¨ª. Cuando llegaron los Reagan a la Casa Blanca, algunos empleados recomendaron a Bjerke como peluquero. Fue un par de veces a peinar a la primera dama, Nancy Reagan. No funcion¨®. ¡°Ronald era encantador, pero ella no tanto. Hay gente que te mira hacia abajo. Eres solo un sirviente. No tengo problema con eso porque es lo que soy. Pero mucha gente de aquella clase alta se convirti¨® en amiga m¨ªa¡±.
En tiempos de los Carter, la pareja presidencial m¨¢s querida por Bjerke ¡ªfue peluquero del presidente y de la primera dama¡ª, gestion¨® una visita de sus padres a la Casa Blanca. Su padre ten¨ªa un tractor y su madre se dedic¨® a criar a sus doce hijos. Cuando el noruego abri¨® la puerta del sal¨®n de los Mapas, los estaba esperando por sorpresa ¡°Roselynn¡±, la primera dama. Ella quer¨ªa saludar personalmente a los padres de su querido peluquero. Se entendieron poco por las diferencias de idioma, pero sonrieron mucho. Despu¨¦s de ese recorrido, la madre de Bjerke le dijo: s¨ª que eres algo especial.
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