Lo que la pandemia nos ense?a sobre la lucha por una vivienda social digna en Am¨¦rica Latina
La crisis sanitaria revela los problemas de la producci¨®n masiva de vivienda social implementada en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas: el tama?o reducido y la mala calidad de las casas, el acceso a trav¨¦s del cr¨¦dito hipotecario y la falta de cohesi¨®n social en los barrios
Tras meses de confinamiento, Am¨¦rica Latina comienza a salir a la calle poco a poco. Sin embargo, para muchos, ha sido duro quedarse en casa, pues sus viviendas no siempre son dignas de ser llamadas as¨ª. Un a?o antes de la declaraci¨®n de esta pandemia, que ha destapado las desigualdades sociales, el Banco Mundial advert¨ªa que dos de cada tres familias en la regi¨®n necesitaban mejorar sus viviendas porque estas no cumpl¨ªan con los est¨¢ndares m¨ªnimos de bienestar y seguridad. Estos cambios siguen pendientes.
Algunas casas no cuentan con agua, alcantarillado, ventilaci¨®n, transporte, electricidad o acceso a Internet; un c¨®ctel de carencias que puede causar problemas laborales y de salud durante periodos extendidos de confinamiento. ¡°Las ciudades han sido el epicentro de esta pandemia y la vivienda ha sido la primera l¨ªnea de defensa y protecci¨®n, lo cual arroja luz sobre una problem¨¢tica pendiente de soluci¨®n desde hace d¨¦cadas¡±, subraya Tatiana Gallego, jefa de la Divisi¨®n de Vivienda y Desarrollo Urbano del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Adem¨¢s, esta poblaci¨®n vive en ghettos alejados del resto de la poblaci¨®n, en barrios en la periferia y sin acceso a servicios b¨¢sicos, zonas verdes, colegios u hospitales. M¨¢s problemas.
Pese a todas estas evidencias que emergen de nuevo con la covid, la lucha para tener una vivienda digna y resiliente parece estar congelada. Preguntada por la situaci¨®n actual, Catherine Paquette, investigadora y urbanista del Instituto de Investigaci¨®n del Desarrollo (IRD) de Francia, especializada en M¨¦xico y Chile, se muestra muy preocupada: ¡°Lo que est¨¢ pasando es muy dram¨¢tico para los pobres y los nuevos pobres que todav¨ªa no vemos [que caer¨¢n en esta situaci¨®n al perder su empleo en esta crisis]. Es pronto para saber qu¨¦ aportar¨¢ la pandemia porque todav¨ªa estamos en una fase de supervivencia¡±. Pero ahora que los latinoamericanos empiezan a sacar la cabeza del agua y entrar en su nueva normalidad, ?qu¨¦ ense?anzas se pueden sacar de la pandemia?
Pocos metros y mala calidad: mejorar los est¨¢ndares
La pandemia ha vuelto a poner bajo el foco un problema de sobra conocido: el diminuto tama?o de las viviendas sociales, y la carencia de servicios y salubridad en sus barrios.
En Chile las viviendas sociales destinadas a familias llegaron a medir apenas 36 metros cuadrados y en casos extremos no m¨¢s de 27. Hoy, la ley chilena establece el est¨¢ndar m¨ªnimo en 55. La investigadora francesa explica que este pa¨ªs fue el primero en implementar una pol¨ªtica de producci¨®n masiva de viviendas sociales en los a?os 90 con unos est¨¢ndares de calidad muy bajos. A partir de los a?os 2000, la cosa mejor¨®.
Aun as¨ª, los chilenos viven pensando en su vivienda. Los m¨¢s pobres, en c¨®mo obtener una digna. Las condiciones en las que viven, en particular en condominios sociales heredados de la fase de producci¨®n habitacional masiva, dejan todav¨ªa mucho que desear. Es lo que confirma Marta Benedicto Cabello, psic¨®loga comunitaria especializada en participaci¨®n ciudadana, intervenci¨®n social y gesti¨®n de proyectos de desarrollo, con ocho a?os de experiencia con comunidades vulnerables en varios pa¨ªses de Am¨¦rica Latina. Un d¨ªa entr¨® en una casa en Alto Hospicio (Chile) cuyo inquilino que llevaba m¨¢s de un a?o viviendo con heces en su cocina. La tuber¨ªa estaba rota y nadie hab¨ªa acudido a reparar nada. ¡°Cuando pas¨¦ la puerta dijeron ¡®por fin alguien nos viene a ayudar¡±, cuenta la experta. En ese lugar, nunca ha visto un ordenamiento territorial ni pol¨ªticas de desarrollo urbano. ¡°No tienen ¨¢reas verdes, ni servicios, ni transportes. Ahora mismo es de las ciudades en las que peor calidad de vida existe en todo Chile¡±, afirma.
Pero el virus ha hecho que algunas autoridades abran los ojos. El m¨¦dico y ministro de Salud de Chile, Jaime Jos¨¦ Ma?alich, reconoci¨® durante el confinamiento que no ten¨ªa conciencia de la magnitud del problema habitacional, ni del nivel de pobreza y hacinamiento de su pa¨ªs. As¨ª lo recogieron varios medios chilenos a finales de mayo. A principios del mes siguiente, el movimiento social UKAMAU se levantaba para pedir un plan nacional de emergencia de construcci¨®n de viviendas de inter¨¦s p¨²blico y acabar con el d¨¦ficit habitacional y el desempleo.
En otros pa¨ªses como M¨¦xico, Brasil o Colombia, que tambi¨¦n siguieron el ejemplo de Chile en los a?os noventa, la situaci¨®n es a¨²n m¨¢s inquietante: los est¨¢ndares, por ahora, no cambian. Sigue habiendo viviendas que no miden m¨¢s de 40 metros cuadrados y donde no caben los muebles b¨¢sicos. ¡°En estas condiciones, efectivamente, estos tiempos de pandemia y confinamiento son muy duros¡±, confirma Paquette.
Agilizar procesos: el error de tomar la casa como mercado
Los quebraderos de cabeza van m¨¢s all¨¢ de las puertas de las casas. ¡°La vivienda no est¨¢ expresada como un derecho. Forma parte de un mercado y adem¨¢s no se dan las condiciones para un acceso a una vivienda social digna¡±, denuncia Benedicto.
El salario m¨ªnimo en Am¨¦rica Latina aumenta desde 2000, seg¨²n Antonio Prado, antiguo Secretario Ejecutivo Adjunto de la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina y el Caribe (CEPAL), pero sigue sin ser muy id¨®neo: entre unos 200 y 400 euros mensuales en funci¨®n del pa¨ªs, en enero del 2020. Con la crisis, la regi¨®n se hunde en un contexto de retroceso: la pandemia har¨¢ regresar la renta por habitante a niveles de 2009. Sometida a esta fragilidad econ¨®mica, ?c¨®mo puede una familia acceder a una vivienda social? En Chile, por ejemplo, tiene que pertenecer al rango m¨¢s pobre de la poblaci¨®n con ingresos de menos de 300 euros (el salario m¨ªnimo es de 388,7) y tener esa cantidad en su cuenta de ahorro para la vivienda, detalla Crist¨®bal C¨¦spedes D¨ªaz, trabajador social chileno especializado en estudios internacionales y pol¨ªticas p¨²blicas para el desarrollo. ¡°Antes de 2015, se ten¨ªa que pedir un pr¨¦stamo al banco para obtener una vivienda social. Ahora ya no. Menos mal¡±, cuenta antes de denunciar la cantidad de papeleo que obstaculiza el proceso. El acceso a trav¨¦s del cr¨¦dito, sin embargo, sigue vigente en muchos otros pa¨ªses del continente.
Y aqu¨ª se presenta otro problema: muchas personas han perdido su empleo por culpa de la pandemia, en particular en los hogares pobres, y no pueden seguir pagando su casa. En Am¨¦rica Latina, con o sin coronavirus, el endeudamiento por culpa del alojamiento es muy elevado y es posible que el piso, por su mala calidad, no dure el tiempo correspondiente al cr¨¦dito hipotecario.
C¨¦spedes explica que a los ¡°m¨¢s pobres¡± se les da un subsidio con el que acceder apenas a una vivienda sin servicios cerca y con una calidad de materiales muy mala. Benedicto agrega: ¡°Todav¨ªa hay mucha gente sin vivienda en Chile porque, si la econom¨ªa se basa en la construcci¨®n de m¨¢s y m¨¢s de ellas, se dejan muchos otros temas de lado como mejorar y facilitar el acceso¡±. El objetivo de estas pol¨ªticas, cree la experta, es mantener a la gente unida al Estado para fomentar el mercado, la privatizaci¨®n y que los m¨¢s necesitados sigan pidiendo subsidios, sin derechos sobre el territorio, dando lugar a m¨¢s ghettos a los que nadie presta atenci¨®n.
La pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de una reforma para ampliar la protecci¨®n social de los m¨¢s vulnerables. En l¨ªnea con esta idea, Gallego a?ade que en los ¨²ltimos 12 meses, pa¨ªses como M¨¦xico o Brasil han lanzado nuevos apoyos a la regularizaci¨®n y la titulaci¨®n, combinadas con soluciones (subsidios y micro-cr¨¦ditos) a la mejora, el incremento y la autoproducci¨®n asistida de la vivienda.
Fortalecer y apoyar la cohesi¨®n vecinal
Una cuesti¨®n muy importante para la jefa de la Divisi¨®n de Vivienda y Desarrollo Urbano del BID son ¡°los efectos perversos del hacinamiento estructural¡±, que en condiciones de confinamiento obligatorio no solo intensifica las probabilidades de contagio dentro de la familia, pero tambi¨¦n puede incrementar la violencia. El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-H¨¢bitat) estima que un cuarto de la poblaci¨®n urbana mundial vive todav¨ªa en barrios marginales y el mismo porcentaje se aplica a Am¨¦rica Latina. ¡°En esos barrios de vivienda social se da m¨¢s bien la desconfianza y el miedo entre vecinos¡±, describe Paquette. ¡°Me acuerdo que en un trabajo de campo en el Norte de M¨¦xico, una familia en un conjunto de viviendas sociales me cont¨® que nunca dejaban la casa sola. Siempre hab¨ªa gente porque era com¨²n que entrara uno de los vecinos a robar¡±, testifica. Esta falta de cohesi¨®n entre la gente se debe, entre otras cosas, a que no eran ellos los que hab¨ªan creado su barrio y que les hab¨ªan asentado ah¨ª, en casas individuales, lejos de todo y en particular de sus redes de solidaridad, esenciales para la vida cotidiana.
Sin embargo, despu¨¦s de estos meses de crisis, la gente ha comenzado a conocerse, apoyarse y organizarse. ¡°Ahora es importante ver c¨®mo podemos conservar estas formas de organizaci¨®n vecinal de cara al futuro. Es muy valioso y hay que fortalecerlo¡±, propone la investigadora francesa. A Benedicto y C¨¦spedes tambi¨¦n les gustar¨ªa que fuera a m¨¢s. Para ellos, los movimientos sociales no son tan reivindicativos como deber¨ªan, vista la situaci¨®n deplorable en la que est¨¢n algunos ciudadanos. ¡°Es verdad que se ha conseguido mucho con los movimientos en Chile, pero en Arica, por ejemplo, yo no he visto nada, no hay ayuda y la situaci¨®n en muchos lugares sigue siendo desastrosa y no avanza¡±, lamenta la mujer. En busca de soluciones, Gallego reconoce que la interacci¨®n social necesita reactivar sus espacios p¨²blicos gracias a m¨¦todos innovadores como la convocatoria del BID Volver a la calle.
Por otra parte, los gobiernos locales, al no verse involucrados en los programas de producci¨®n masiva de viviendas sociales, pueden negarse a hacerse cargo de la gesti¨®n de los barrios una vez construidos al no tener recursos. Para solventar dichos percances, al igual que muchos expertos, Paquette es m¨¢s partidaria de que el Gobierno apoye la producci¨®n social de h¨¢bitat, es decir, a los lugare?os para que construyan y mejoren sus viviendas con apoyo t¨¦cnico; lo que, adem¨¢s, fomentar¨¢ la cohesi¨®n social.
?Por d¨®nde empezar? El barrio como soluci¨®n
La lista de mejoras necesarias es larga, pero uno de los mayores retos para Gallego y Paquette es la regeneraci¨®n urbana, es decir, el perfeccionamiento de las viviendas existentes, antes de dedicarse a la construcci¨®n de unas nuevas. ¡°Las pol¨ªticas habitacionales se enfocan en el segundo objetivo y poco en el primero porque no genera m¨¢s econom¨ªa ni beneficia a los desarrolladores inmobiliarios¡±, detalla la urbanista francesa. Y concluye: ¡°Ojal¨¢ pudiera el regreso a la ¡®nueva normalidad¡¯ generar un cambio de paradigma en la materia. A no ser que los gobiernos elijan de nuevo apoyarse en la producci¨®n habitacional masiva para reactivar la econom¨ªa... El riesgo es muy real¡±.
Gallego reconoce el peligro existente de una suburbanizaci¨®n ¡°ineficiente y expansiva¡±, pero se muestra m¨¢s esperanzada: ¡°La reciente pandemia nos ha permitido realizar una reflexi¨®n profunda sobre los desaf¨ªos que presenta el modelo de desarrollo urbano y de vivienda actual, y sobre las oportunidades que se pueden abrir como respuesta a los cambios en el comportamiento de la poblaci¨®n¡±. Bajo su punto de vista, la pandemia ha revelado nuevas posibilidades para reevaluar sistemas de planificaci¨®n y ordenamiento del territorio m¨¢s equitativos y adaptados.
Dudas sobre la estimaci¨®n del d¨¦ficit habitacional
La estimaci¨®n del d¨¦ficit de vivienda permite calibrar las metas de las pol¨ªticas de producci¨®n de vivienda social. ONU-H¨¢bitat elabor¨® un estudio al respecto que mostr¨® la alta complejidad del tema. El BID estima el d¨¦ficit en unas 38 millones de unidades, de las cuales 17 millones son viviendas nuevas que habr¨ªa que construir y el resto, las que deben ser mejoradas. Se suman a estas, las necesidades anuales generadas por la formaci¨®n de nuevos hogares que son de dos millones por a?o. "Pero todas las viviendas incluidas en el d¨¦ficit habitacional en realidad no son viviendas por construir [muchas est¨¢n por mejorar] y aqu¨ª est¨¢ la trampa", comenta Catherine Paquette, investigadora y urbanista del Instituto de Investigaci¨®n del Desarrollo (IRD) de Francia.
Las cifras var¨ªan mucho seg¨²n las fuentes. No existe un procedimiento ¨²nico de medici¨®n y cada pa¨ªs tiene su metodolog¨ªa propia. Adem¨¢s, la estimaci¨®n del d¨¦ficit cuantitativo (viviendas que hacen falta en la actualidad) depende de lo que se considera como un hogar. Generalmente, se toma como referencia la familia nuclear, es decir, padres e hijos. Sin embargo, muchas familias est¨¢n constituidas por m¨¢s miembros para apoyarse dentro de los hogares, una forma de vida muy frecuente en la regi¨®n y esenciales para las familias m¨¢s humildes. Pero a esas personas extra tambi¨¦n se les introduce en el c¨¢lculo de d¨¦ficit cuando, muchas veces, no significa que no pueden acceder a una casa. El problema, en este caso, no es la falta de vivienda, sino la pobreza. "El tema del d¨¦ficit, al parecer muy t¨¦cnico y objetivo, no lo es para nada. Es pol¨ªtico y altamente subjetivo. Estimarlo es un reto mayor", finaliza Paquette.
La experta propone establecer un patr¨®n de centralidades m¨²ltiples, con el barrio como unidad humana y econ¨®mica. Este modelo puede ¡°mejorar la gesti¨®n de los mercados de suelos, y por ende la asequibilidad de la vivienda y los niveles de segregaci¨®n socioespacial que enfrenta la regi¨®n¡±, precisa. Tambi¨¦n apuesta por una densificaci¨®n inteligente que, al opuesto del hacinamiento, maximiza el uso el ¨¢rea y a la vez responde a aspectos geof¨ªsicos, clim¨¢ticos y culturales, apropiados para la zona.
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