Los alucinados de Flouquet viven en Cuenca
Entre 1927 y 1931, el artista francobelga dibuj¨® mil retratos imaginarios.Un estremecedor testimonio del periodo de entreguerras que se expone por primera vez
M¨¢s que una exposici¨®n de dibujos, pareciera un cruce de caminos entre el relato de terror, la historia de entreguerras y el psicologismo m¨¢s tenebroso este desfile alucinado entre los muros de la Casa Zavala de Cuenca. Ah¨ª arriba, asomados al barranco de la hoz del J¨²car, viejos arist¨®cratas venidos a menos, recios y rancios militares, abogados y jueces autoritarios, intransigentes beatos, pobres diablos sin fortuna, tres o cuatro mujeres resignadas y, en general, una cohorte de almas en pena se muestran al visitante para dar testimonio del tipo que les dio la vida: Pierre-Louis Flouquet, un vanguardista de los inicios del siglo XX, un pintor que dej¨® de pintar, un personaje con sus tinieblas y un artista, en suma, que decidi¨® desaparecer de la circulaci¨®n en la cresta de la ola.
La exposici¨®n Retratos imaginarios, 252 dibujos a tinta china, supone dos advenimientos. Por un lado, el del propio Flouquet en Espa?a: un artista pr¨¢cticamente desconocido en este pa¨ªs pese a haber integrado junto a ilustres nombres como Kandinsky, Max Ernst, Paul Klee, Oskar Kokoschka o Servranckx el grupo generado a principios del siglo XX en torno a la revista berlinesa Der Sturm y la galer¨ªa hom¨®nima fundada en 1912. Y por otro, el del coleccionista cubano-estadounidense Roberto Polo en Cuenca, donde a finales de octubre inaugurar¨¢ la segunda sede (despu¨¦s de Toledo) de la CORPO-Colecci¨®n Roberto Polo. Centro de Arte Moderno y Contempor¨¢neo de Castilla-La Mancha.
Estas obras fueron ejecutadas por su autor entre 1927 y 1931. Para entonces, Pierre-Louis Flouquet ya hab¨ªa abandonado pr¨¢cticamente la pintura al ¨®leo, un territorio en el que hab¨ªa destacado desde joven, con su amigo Ren¨¦ Magritte como primer compa?ero de viaje. Nacido en Par¨ªs en 1900, su familia se instal¨® en Bruselas en 1910. Curs¨® estudios en la Real Academia de Bellas Artes, pero estaba claro que la disciplina acad¨¦mica se antojaba un universo demasiado estrecho para el artista en ciernes, que empez¨® a relacionarse desde muy joven con los vanguardistas de Amberes, Berl¨ªn, Bruselas, Lausana y Par¨ªs, hasta que en 1921 tom¨® parte en dos importantes citas: la Exposici¨®n Internacional de Arte Moderno de Ginebra y la exposici¨®n junto a Magritte en el Centre d¡¯Art de Bruselas.
Al a?o siguiente, Flouquet fundar¨ªa el grupo de vanguardia 7 Arts, convirti¨¦ndose en responsable de la secci¨®n de pintura e ilustrador de su revista. Fue tan solo uno de los numerosos c¨ªrculos y peri¨®dicos art¨ªsticos y literarios en cuya g¨¦nesis tuvo que ver, como L¡¯Assaut (El asalto) o el Journal des Po¨¨tes (Diario de los poetas). Poco tardar¨ªa en adquirir relevancia en los c¨ªrculos modernistas por sus abstracciones geom¨¦tricas y sus composiciones biom¨®rficas de corte surrealista. Fue uno de los m¨¢ximos exponentes de lo que en aquella ¨¦poca del arte europeo se dio en llamar el movimiento de la pl¨¢stica pura.
Pero se cans¨® de pintar. De forma progresiva, la labor period¨ªstica en publicaciones belgas y francesas como ilustrador y como escritor pareci¨® atraerle m¨¢s. El grabado y el dibujo cobraron cada vez m¨¢s relevancia en su obra, incluidos los retratos de artistas y escritores c¨¦lebres (Gide, Pirandello, Picasso, Matisse¡ o el que hizo de Unamuno para la portada de la revista francesa Monde). Y en ese contexto nacen los personajes alucinados de Cuenca.
Estos 252 retratos imaginarios ¡ªsolo uno no lo es, el del pintor uruguayo Joaqu¨ªn Torres Garc¨ªa¡ª son una selecci¨®n de los cerca de 700 que posee Roberto Polo en su colecci¨®n. Se cree que Flouquet lleg¨® a dibujar m¨¢s de 1.000. Se trata de piezas que nunca hab¨ªan sido expuestas. Pasaron de los archivos personales de Flouquet, fallecido en 1967, a manos del historiador del arte Serge Goyens de Heusch (autor de la m¨¢s completa monograf¨ªa publicada sobre el artista) y de ah¨ª directamente al coleccionista ahora afincado en Toledo.
La exquisita t¨¦cnica de ejecuci¨®n de estos retratos contrasta con su tema salvaje. La t¨¦cnica es la delicadeza en el trazo; el tema es la ruina f¨ªsica y probablemente moral de estos personajes, suerte de monstruos puestos en pie por un particular doctor Frankenstein. A partir de un evidente virtuosismo t¨¦cnico que escapa a toda vocaci¨®n naturalista para nadar en las aguas del expresionismo m¨¢s furioso, Pierre-Louis Flouquet monta su tinglado de rostros fantasmag¨®ricos. Hay una amargura sin remedio. Las ojeras caen como losas debajo de los ojos ahuevados, surcos como zanjas recorren la frente y las mejillas, hay ojos inyectados en sangre ¡ªpese a la ausencia de color¡ª y hay toda la tristeza del mundo disfrazada de mueca c¨ªnica, asustada o inquisitorial. Todos son feos. Recuerdan a Joseph Merrick, El Hombre Elefante, y la terrible traslaci¨®n al cine que de ¨¦l realiz¨® David Lynch. A los freaks de Tod Browning. Pero sobre todo simbolizan esos rasgos de impureza f¨ªsica y psicol¨®gica que, apenas unos a?os despu¨¦s, iban a odiar y a perseguir los nazis en su b¨²squeda del superhombre. Tan solo los tres o cuatro retratos femeninos presentes en la exposici¨®n parecen ofrecer un atisbo de dignidad.
Se dir¨ªa que los alucinados de Pierre-Louis Flouquet viven en la misma dimensi¨®n que los personajes inmortalizados en los a?os veinte y treinta por otros artistas degenerados como Otto Dix, George Grosz o Max Beckmann. ¡°Les une una est¨¦tica de lo feo, de lo grotesco, una est¨¦tica que preconiza mucho de lo que va a venir en Europa, el Partido Nazi, la guerra¡¡±, explica Roberto Polo, ¡°todo lo que tiene que ver con las impurezas raciales que ellos ve¨ªan en los jud¨ªos, en los gitanos, en los homosexuales¡ El verdadero artista es visionario, ve lo que viene antes de que llegue, por eso se les llama vanguardistas, van delante de los dem¨¢s. Y ese es el caso de Flouquet, y estos retratos son prueba de ello, porque est¨¢n hechos entre 1927 y 1931, cuando a¨²n no ha llegado el horror nazi¡±.
Y sin embargo, no todo iba a acabar resultando tan claro y la ambig¨¹edad encontrar¨ªa su espacio en la biograf¨ªa de Pierre-Louis Flouquet. En 1940, con los nazis ocupando ya B¨¦lgica, fue nombrado jefe del servicio de informaci¨®n en lengua francesa del Comisariado General para la Restauraci¨®n del Pa¨ªs, un ¨®rgano administrativo puesto en pie por los propios nazis con el fin de ganarse ciertas simpat¨ªas entre los belgas mediante un mensaje consistente en algo as¨ª como ¡°de acuerdo, ocupamos, arrasamos y matamos, pero tambi¨¦n reconstruimos¡±. Era el destino ins¨®lito de un hombre ideol¨®gica y religiosamente atormentado, que en pocos a?os pas¨® tanto por las filas de la intelligentsia comunista como por el catolicismo m¨¢s radical. As¨ª que no parece exagerado pensar, viendo esos dibujos en la Casa Zavala de Cuenca, que no se trate ¨²nicamente de retratos imaginarios. Sino que en ellos vaya impl¨ªcito el propio autorretrato del artista y del hombre¡
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