Que no sepan, no se expresen, no piensen
La creaci¨®n de tarugos es un objetivo indisimulado de los pol¨ªticos obtusos de nuestro tiempo
Me entero por el enterad¨ªsimo Juan Cruz de que la nefasta ley Cela¨¢ de Educaci¨®n elimina la asignatura de ?tica en el curso o cursos en que se impartiese. Creo recordar que la tambi¨¦n funesta ley Wert suprimi¨® Filosof¨ªa, lo cual trajo leves protestas entre los fil¨®sofos y profesores de la materia (no son lo mismo unos que otros). Ya mucho antes cayeron el Griego, el Lat¨ªn, buena parte de la Literatura y no s¨¦ cu¨¢ntas cosas m¨¢s. Es asombroso que los pedagogos actuales tengan titulaci¨®n y facultades para determinar qu¨¦ se ense?a y qu¨¦ no. Si por la mayor¨ªa fuera, ¡°se aprender¨ªa a aprender¡± y no se ense?ar¨ªa nada, y as¨ª conseguir¨ªamos el ideal de toda sociedad totalitaria: individuos que no saben, no entienden, no razonan, no se expresan, no piensan. Hacia eso se va, paso a paso y a veces a zancadas, como ahora con la eliminaci¨®n de ?tica. Al fin y al cabo, se dicen los gobernantes, ?para qu¨¦ sirve sino para que los ciudadanos tengan ideas de justicia, responsabilidad y solidaridad, de lo que se puede y no hacer por el propio bien y por el de los dem¨¢s, de d¨®nde est¨¢n los l¨ªmites del necesario ego¨ªsmo y de la libertad necesaria, de hasta qu¨¦ punto el Estado est¨¢ capacitado para imponer, en qu¨¦ cuestiones s¨ª y en cu¨¢les no? En suma, ?para qu¨¦ sirve la ?tica sino para que nos pongan pegas y nos critiquen?
No hay ning¨²n Gobierno carente de ansias totalitarias, hasta los indudablemente democr¨¢ticos. Quiero decir que todos aspirar¨ªan a ganar elecciones por unanimidad y a disponer de un cheque en blanco para obrar a su antojo. Claro que los respetuosos de las reglas saben que eso es imposible y aceptan lo relativo y parcial de su poder, y por tanto los pactos, las alianzas, las concesiones y las renuncias. Pero eso no los priva de sus ansias, aunque sean un desider¨¢tum que demasiadas veces, sin embargo, se ha cumplido, desde Hitler y Stalin hasta Putin¡ y casi Trump. Esas ansias llevan, a los de menores escr¨²pulos, a sortear las limitaciones con subterfugios o con descaro. Hoy este detalle, ma?ana el otro, los a?os cuentan con muchos d¨ªas. La supresi¨®n de ?tica parece algo m¨ªnimo, pero va por ese camino. Paulatinamente se logra que los escolares no sepan pensar, ni hablar propiamente, no digamos escribir. La creaci¨®n de tarugos es un objetivo indisimulado de los pol¨ªticos obtusos de nuestro tiempo. Nos precisan a su imagen y semejanza.
A ese objetivo, lamento decirlo, ha contribuido la Real Academia Espa?ola desde hace 10 a?os, cuando se ¡°reform¨®¡± y estrope¨® la Ortograf¨ªa del espa?ol, hasta entonces clara y di¨¢fana. Que yo pertenezca a esa admirada instituci¨®n no me impide censurar lo que en mi nada docta opini¨®n hace mal, y ya en su momento (v¨¦anse mis columnas ¡°Discusiones ortogr¨¢ficas I y II¡±, de 2011) expuse por qu¨¦ estaba en desacuerdo con esa ¡°reforma¡±. Tambi¨¦n lo hice en un pleno, pero a mis objeciones se respondi¨® con silencio y la mera repetici¨®n de los infundados argumentos que la ¡°propiciaban¡±. Como si yo no hubiera dicho nada; me sent¨ª en el Congreso. Ha transcurrido una d¨¦cada, ya digo, y la eliminaci¨®n de las tildes en palabras como ¡°ri¨®¡±, ¡°cri¨®¡±, ¡°li¨®¡±, ¡°fi¨®¡± y muchas otras ha hecho creer a numerosos hablantes ¡ªy lo que es peor, a escritores¡ª que los vocablos ¡°cortos¡± simplemente no llevan tilde nunca, y las editoriales se encuentran con textos en los que ¡°cruzamos el rio¡±, ¡°dejamos al crio con su tio¡±, ¡°nos hicimos un lio¡± o ¡°de ti no me fio¡±. Eso por poner un solo ejemplo del desaguisado creado por las Academias. Otro domingo me atrever¨¦ a hablar de las ¡°nuevas palabras¡± recientemente a?adidas por los actuales ¡ª ay¡ª responsables del Diccionario.
Pero, volviendo al principio, ?qu¨¦ c¨®digos de conducta se imparten a los estudiantes? Y ya no hablo de grandes conceptos, sino de mero civismo. Durante la epidemia he observado ¡ªdada la situaci¨®n, con mayor estupor¡ª que mucha gente no tiene ni idea de las normas m¨¢s b¨¢sicas de convivencia. Si el fr¨ªo es tremendo y los ciudadanos han de hacer cola en la calle, ?c¨®mo es que tantos act¨²an a¨²n como si no hubiera en el mundo m¨¢s que ellos y se eternizan en las tiendas o ante el cajero autom¨¢tico? ?C¨®mo es que entran agolpados en un peque?o comercio sin aguardar su turno? ?C¨®mo dejan tirados patinetes en mitad de la calle? ?C¨®mo van en bici o segway por las aceras necesitadas de la mayor amplitud o distancia posible? ?C¨®mo las bloquean con largu¨ªsimas correas de perros, ocup¨¢ndolas enteramente? ?C¨®mo se bajan las mascarillas para hablarle a uno en la cara o para largar por el m¨®vil o para comerse un bocata en medio del gent¨ªo? ?C¨®mo pasan por delante de uno mientras mira un escaparate? ?C¨®mo se detienen a mirarlo ellos mucho rato, taponando una calle estrecha? ?C¨®mo todav¨ªa van en grupos de 12 y se apretujan contra los viandantes? No s¨¦, en mi lejana infancia estas cosas se ense?aban en el colegio y en casa, y eso que no hab¨ªa epidemia. Cualquiera las sab¨ªa y las observaba, era lo m¨ªnimo. La p¨¦rdida de esas urbanidades no es cosa de las nuevas generaciones: ha afectado por igual a los talludos, muchos convertidos en narcisistas desconsiderados. La Ministra Cela¨¢, ya que no va a permitir ?tica, podr¨ªa al menos introducir Cortes¨ªa en sus descabellados y serviles planes. Claro que es probable que desconozca tanto lo uno como lo otro, a juzgar por sus desabridas y displicentes maneras.
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