Entre el t¨¦ turco y el caf¨¦ griego
De vuelta a Europa en la etapa despedida del 'Grand Tour' del Mediterr¨¢neo descubriendo secretas calas de Turqu¨ªa y pueblos de Grecia encajonados siglos atr¨¢s
Mi Grand Tour del Mediterr¨¢neo llega a su final. Eso me entristece. Es tan f¨¢cil y delicioso sumergirse en la rutina del viaje en moto, una de las ¨²ltimas aventuras reales que quedan. El motociclista solitario es heredero del caballero andante, es n¨®mada de corta impedimenta y es, todav¨ªa hoy, un verdadero explorador. Se sufre, se goza, se siente miedo y euforia en cada jornada. Tanto visto y vivido durante estos meses. Tanto que ver todav¨ªa. Creo que lo que de verdad he aprendido es que el destino real del viajero est¨¢ siempre en el camino.
Aunque a veces ese camino se acabe en un punto y seguido y no sea posible seguir en moto. Como ocurre en la isla de Kekova, donde hay una vieja ciudad sumergida de los tiempos licios, Simena. La carretera hasta el puerto m¨¢s cercano ofrece acantilados y secretas calas en las curvas. El mar resplandece de un color turquesa sobrenatural, pero el pueblo no tiene acceso rodado. Un joven se ofrece a llevarme en su barco. Cien liras por dos horas de pl¨¢cida navegaci¨®n y almuerzo incluido.
La pen¨ªnsula de M¨¢rmaris es una de esas maravillas que uno debe ver alguna vez en la vida. El descenso hasta el hotel que busco es pronunciado por una carretera secundaria que de pronto se convierte en una pista sin asfaltar durante m¨¢s de 20 kil¨®metros. Casi de casualidad, veo un cartel que pone Dionisios. Se ha hecho de noche y no veo bien por d¨®nde voy.
Entonces aparecen. Las luces al fondo del ca?¨®n. Es una se?al. Me estaban esperando. El lugar es maravilloso, son amables, c¨¢lidos, me invitan a unas cervezas antes de ir a la habitaci¨®n a ducharme. Es como un Sangri-lah. La cena es suprema y el vino muy decente. Al amanecer descubro que las vistas sobre la bah¨ªa son tan espectaculares que parecen falsas.
El gran teatro romano de Mileto est¨¢ casi vac¨ªo. Nada que ver con lo que ocurre en Efesos, donde me recibe una multitud, una muchedumbre, una horda. Vendedores de falsificaciones y turistas con bermudas. Millones. Un verdadero circo.
Un 'frapp¨¦' en la perezosa K¨ªos
En Cesme me despido de Turqu¨ªa embarcando en el ferry diario a la isla griega de K¨ªos, distante solo ocho kil¨®metros. Al desembarcar, estoy de nuevo en Europa, aunque este peque?o islote sea m¨¢s otro mundo en s¨ª mismo que parte de ning¨²n otro. K¨ªos es famosa por ser productora de lentisco, un vegetal con el que se fabrica una especie de goma de mascar muy popular entre los griegos. La perezosa capital parece vivir alrededor del puerto.
La oficina del agente de turismo en K¨ªos es un caos ordenado. Los griegos gritan mucho y beben frapp¨¦. Un caf¨¦ batido fr¨ªo en vaso grande y alto. Coronado por un estrato espumoso, la bebida ayuda a matar un tiempo que pasa lento en las islas del Mar Egeo. K¨ªos es una isla prodigiosa. Tanto que los locales afirman que aqu¨ª naci¨® Homero. La parte oriental est¨¢ muy poblada, alrededor de la capital del mismo nombre se encuentra el aeropuerto, casi de juguete, un sembrado de villas entre los ¨¢rboles mediterr¨¢neos y un tr¨¢fico espeso.
M¨¢s al sur, cerca de Mesta, la algarab¨ªa desaparece y los campos de lentiscos se suceden en una tranquilidad de siglos. Tranquilidad solo aparentemente antigua pues la isla ha sido sacudida varias veces por invasiones y terremotos. La ¨²ltima sangr¨ªa tuvo lugar en 1821 cuando los turcos sofocaron con 25.000 vidas un intento de independencia. No es de extra?ar que los griegos odien a los turcos aunque est¨¦n tan cercanos en costumbres, sobre todo culinarias. El caf¨¦ y t¨¦ griego y turco es id¨¦ntico pero con distinto nombre. El gusto por el yogur espeso y el mismo queso. En Chipre, ambas comunidades toman hallumi, un queso a la plancha y en los dos pa¨ªses se bebe una especie de an¨ªs con agua, llamado Ouzo o Raki.
Mesta es un pueblo encajonado entre los siglos. Rodeado por una muralla, en su interior se encuentra un laberinto de casas de piedras con los tejados unidos. Hay turistas pero no es un decorado vac¨ªo como tantos otros lugares pintorescos. La gente, los viejos, todav¨ªa viven aqu¨ª. Hay viejos y viejas por todos lados. Y tambi¨¦n muchas motos, de toda clase. No es de extra?ar, la isla es un lugar perfecto. Curvas y m¨¢s curvas. Rodearla me lleva todo el d¨ªa. Monta?as peladas al norte, calas ocultas al oeste, y caminos de tierra que llevan al fin del mundo. Es un lugar ¨²nico para perderse.
El perfecto rostro griego
En Kardamyla hay un hotel pegado al mar. No es el Palace pero es m¨¢s que digno. Un establecimiento familiar con una gran terraza que da al mar y dos pisos. Los clientes son griegos, hay poco turismo extranjero en una isla que la mayor¨ªa de extranjeros toma solo como paso de Turqu¨ªa al Pireo.
El hotel es un lugar m¨¢gico y apacible. Siempre hay gente en la terraza o en el sal¨®n y es imposible discernir qui¨¦n es empleado, cliente, amigo o familiar. Cualquiera de ellos aparece como personaje id¨®neo para una novela sin final. Griegos de rostros marcados, inolvidables. La mayor¨ªa son personas de edad que dejan deslizarse el verano sentados ante las mesas que dan al mar.
El hotel est¨¢ al norte de la peque?a bah¨ªa y desde cualquiera de sus veladores se contemplan sus dos extremos queriendo alcanzarse. En el meridional hay un peque?o molino blanco asomado al mar. La isla est¨¢ llena de esos molinos chaparros y simp¨¢ticos con aspas desnudas de telas. Nadie necesita que giren pero siguen ah¨ª, inmunes a la impaciencia como cualquier otro habitante.
Al d¨ªa siguiente coger¨¦ el barco que me devuelva al continente. Mi Grand Tour termina y eso deber¨ªa entristecerme. Sin embargo, no es as¨ª. Le estoy sonriendo al gran mar. En esta isla he descubierto una indemostrable leyenda que afirma que aqu¨ª naci¨® en realidad Crist¨®bal Col¨®n. De ser as¨ª, creo que nada sucede por casualidad. Si fuera cierto que esta peque?a balsa de piedra en el Mar Egeo, donde termina mi recorrido por el viejo mundo, fue la cuna del navegante que descubri¨® el nuevo, entonces es que mi destino ya estaba escrito y me espera al otro lado del Atl¨¢ntico.
Tal vez esta historia del origen griego de Col¨®n sea pura f¨¢bula destilada por la ingesta desmedida de ouzo por parte de los isle?os, pero si aceptamos como normal que toda la literatura no sea m¨¢s que una gran y bella mentira, un escritor siempre deber¨ªa ser libre para elegir los embustes que m¨¢s convengan a sus historias.
Miquel Silvestre (Denia, 1968) es autor del libro 'Un mill¨®n de piedras' (Barataria).
GU?A
DORMIR
Kardamyla. Hotel Kardamyla. (www.greeksun.co.uk)
TRASLADOS
Ferry de Cesme (Turqu¨ªa) a K¨ªos (Grecia). (www.erturk.com.tr)
Ferry de K¨ªos al puerto del Pireo. (www.ferries.gr)
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