Ciudades sagradas y tr¨¢fico de locos
Templos y atascos inveros¨ªmiles de Gokarna a Madr¨¢s. Una ruta en moto hasta el coraz¨®n de La India.
En La India los atascos son tan densos que resultar¨ªan hilarantes si no fuera tu propia vida la que est¨¢ en juego. Las carreteras son humor negro, pero las ciudades resultan puro sarcasmo. Casi imposible atravesarlas. Un mill¨®n de peque?as motos tapona cualquier aliviadero. Ning¨²n conductor lleva casco. ?Para qu¨¦? Esta gente sin duda cree en la reencarnaci¨®n.
Garnaka es un pueblo sagrado. Aunque esto no lo convierte en algo realmente especial porque en, de cada dos pueblos, uno es sagrado y el otro casi. Lo que de verdad vale aqu¨ª la pena es la poco conocida playa de Om, uno de esos para¨ªsos de postal con los cocoteros al borde del agua y las puestas de sol m¨¢s asombrosas.
La carretera es estrecha, revirada, llena de baches, pero revela un litoral m¨¢gico, abrupto de calas y rincones. Tras un portal¨®n de chapa hay unas escaleras que bajan al mar. Aparezco en el milagro. Una coqueta bah¨ªa de arena, concurrida terraza con mochileros de todo el mundo y aceptable habitaci¨®n.
Me dirijo a Belur por la ruta de la costa hasta Mangalore. De ah¨ª hacia el interior. Apenas 300 kil¨®metros. Sobre el papel no parece demasiado. Pero planes y horarios abstractos encajan en el plat¨®nico universo de la realidad virtual de un mapa. La realidad real de las carreteras bacheadas y los conductores homicidas es otra cosa.
Esculturas y basura
Cruzo los Ghats Occidentales, la cadena monta?osa que atraviesa India de norte a sur a lo largo de 1600 kil¨®metros, desde el r¨ªo Tapti hasta Cabo Cormor¨ªn. La ruta asciende unas colinas selv¨¢ticas, frondosas, exuberantes de lianas, palmeras y robles. El camino se retuerce. Ser¨ªa delicioso sino fuera porque son las cuatro de la tarde: en dos horas se har¨¢ de noche. El tr¨¢fico aumenta. Todos tienen prisa y encima el asfalto desaparece revelando un firme pedregoso.
El templo Chennakaesva, en Belur, es rico, alto, magn¨ªfico. La fachada es asombrosa, no queda un hueco libre entre tanta escultura de fascinante detalle. Es una obra maestra. Construido en el siglo XI por el rey Vishnuvardhana para glorificar la victoria de la dinast¨ªa Hoysala sobre el enemigo Tamil. Mir¨¢ndolo parece imposible que los mismos que levantaron esta maravilla sean los que empuercan su propio pa¨ªs sin ning¨²n remordimiento. Si hay una causa planetaria digna de apoyo es convencer a la humanidad de que la basura no es objeto decorativo.
Prosigo hacia el Este y entro en el Estado de Tamil Nadu. Se extiende ante m¨ª una planicie de cocoteros, arrozales y vacas sueltas. Algunos bueyes tiran de carros. Tienen unos largos cuernos pintados de colores.
La entrada en Chennai es devastadora. Plena hora punta, calor y desorientaci¨®n. Sigo la l¨ªnea costera hacia el sur. La playa es inmensa. Largu¨ªsima, plana y ancha. Espectacular pero llena de basura. Busco en el GPS y me aparece un Gran Hotel. Siempre hay un Gran Hotel, hasta en los peores agujeros. Este es algo cutre, antiguo y de empleados antip¨¢ticos, pero estoy agotado y decido no seguir buscando.
Callejeando me pierdo por la Armenian Street, peque?a calle perpendicular a los grandiosos juzgados de la capital del estado de Tamil Nadu. El primer n¨²mero de esta callejuela es una sencilla edificaci¨®n blanca con un r¨®tulo que reza: Armenian Church, 1772. Al cruzar el portal¨®n aparece un patio tapizado de l¨¢pidas, un campanario no muy alto y un peque?o templo blanco de sencilla factura. En su interior, una serie de bancos de madera sobre un suelo de losas bicolor y un modesto altar dedicado a la Virgen Mar¨ªa. Hay flores frescas y velas encendidas en ese altar. Estoy en la Iglesia Armenia de la Sant¨ªsima Virgen de Madr¨¢s. El Cristianismo se asent¨® en India incluso antes que en Europa y fue precisamente aqu¨ª, en Madr¨¢s, donde la tradici¨®n sit¨²a el establecimiento de la nueva fe gracias a la visita que en el a?o 52 hiciera Santo Tom¨¢s, ese ap¨®stol incr¨¦dulo que hubo de meter los dedos en las llagas para convencerse de la resurrecci¨®n. Ser¨ªa asesinado en un monte cercano y su cuerpo trasladado a una playa a orillas del Golfo de Bengala. Madr¨¢s es, junto a Roma y Santiago de Compostela, la tercera ciudad del mundo con templo que aloja reliquias de un ap¨®stol. A este templo se le atribuyen milagros, como el que impidiera una completa devastaci¨®n de la zona durante el tsunami del 2004 que arras¨® la costa del Coromandel.
Nuevos nombres
Paseo por los jardines algo descuidados acompa?ado del cuidador. Dice ser tambi¨¦n cat¨®lico. A?ade que es descendiente de los brit¨¢nicos que colonizaron el pa¨ªs hasta 1947. "La mayor¨ªa de angloindios han emigrado", dice. "Los hind¨²es nos consideran ciudadanos de segunda fila". He escuchado muchas veces la misma historia. Egipto, Sud¨¢n, Jordania, Siria, Israel... Cualquier revoluci¨®n corta cabezas. Observo una placa que conmemora la visita del Gran Patriarca en los a?os sesenta.
"?Cu¨¢ntos armenios viven en Madr¨¢s?", pregunto. "No hay armenios en India. Se fueron despu¨¦s de la independencia. Tampoco hab¨ªa sitio para ellos en el nuevo pa¨ªs". Me acerco hasta el campanario, refulge bajo este sol furioso. Una escalerilla lleva hasta el piso superior. All¨ª hay un grupo de campanas de bronce, fabricadas para la Armenian Church por la Thomas Mears of London Foundation en 1835. Las palomas han anidado sobre ellas. Desde la torre diviso a trav¨¦s del portal¨®n abierto el formidable bullicio, la suciedad, el calor y el color de Chennai. El Gobierno ha cambiado los nombres ingleses de las ciudades por los primitivos top¨®nimos indios. Ya no es Bombay sino Mumbai. Tampoco existe Calcuta sino Kolkata. Todas las revoluciones comienzan con nuevos nombres y bellas palabras.
Miquel Silvestre (Twitter: @miquelsilvestre) acaba de publicar el libro de viajes en moto 'Europa Lowcost sin dejar de trabajar' (Editorial Comanegra) y es autor del blog La ruta de los exploradores olvidados.
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