Masai Mara sobre dos ruedas
Del atasco de Nairobi a la enorme planicie del Valle del Rift. Un recorrido en moto por el emblem¨¢tico parque nacional keniano
Nairobi. El atasco es siempre fenomenal. Algunos cr¨ªos venden entre los coches. Caramelos, peri¨®dicos, botellas de agua o tarjetas de tel¨¦fono. Desde el sill¨ªn de mi moto contemplo el incesante desfile de peatones que avanza hacia el centro. Es el r¨ªo de la pobreza. De los slums, los barrios marginales y los guetos de chabolas, surge cada amanecer una fam¨¦lica legi¨®n que se dirige hacia sus trabajos mal pagados en la ciudadela dorada. Nairobi es la gran capital de ?frica del Este, donde se hacen los negocios m¨¢s suculentos, donde viven los ricos de cualquier color, donde hay tiendas de lujo, buenos hoteles, centros comerciales, concesionarios de coches alemanes y firmas de consultor¨ªa. Y todo eso se alimenta del trabajo barato de estos braceros de la prosperidad.
Gu¨ªa
Requisitos entrada personales: Pasaporte con seis meses de vigencia y visado tur¨ªstico obtenido previamente.
Requisitos veh¨ªculo: Carne du Passage expedido por el RACE.
Alojamiento en Vieja Goa: Residencia Old Goa. Propiedad del Estado de Goa, ofrece alojamiento muy b¨¢sico pero limpio a muy poca distancia de los principales monumentos en una zona muy tranquila..
Comer en Panjim. Restaurante A Ferradura. Ourem Road. 2431788
Nairobi es tambi¨¦n una ciudad divertida. Siempre hay alguna fiesta a la que acudir. Las excusas para trasnochar son abundantes en una ciudad con la mejor vida nocturna de ?frica del ?ste. Hoy acudo junto a numerosos expatriados a una barbacoa organizada por un mayorista de viajes espa?ol. Entre ellos est¨¢n Ra¨²l y Cristina que han montado un campamento en Masai Mara, el gran ecosistema africano. Ellos tambi¨¦n han viajado por todo el planeta, hasta que encontraron su lugar en el mundo y decidieron apostarlo todo por un sue?o: el de habitar en el que quiz¨¢ sea ¨²ltimo rinc¨®n salvaje, all¨ª donde los animales siempre ocupan un escal¨®n superior al de los seres humanos. R¨¢pidamente se genera entre nosotros una corriente de complicidad y simpat¨ªa mutua y tras unas cuantas libaciones me invitan a una estancia en su para¨ªso privado.
"No te preocupes por la moto", aclaran, "en el parque no podr¨ªas meterla, pero nosotros estamos en el ecosistema del Masai Mara, una zona inmensa y tan llena de animales como el parque, pero ah¨ª hay pueblos, gente, y por supuesto veh¨ªculos a motor. Tu BMW contamina menos que los 4x4 de los Rangers y los turistas, que son el precio necesario que hay que pagar en ?frica para conservar los grandes espacios salvajes. Sin su dinero, ya te lo puedes imaginar, no quedar¨ªan gorilas en Uganda ni leones en Kenia".
El safari. Al poco de dejar Nairobi iniciamos un pronunciado descenso a la enorme planicie del Valle del Rift. La pradera luce verde y gigantesca. Es el solar primigenio de la Humanidad. El hogar de Lucy y de todos nosotros, meros primates a medio evolucionar. Algunos, como los conductores de los camiones que se lanzan sin frenos cuesta abajo, muy poco evolucionados. El cielo luce brumoso. Amenaza lluvia. La senda se complica al llegar a la planicie. Mucho barro. Salimos de las rodadas para ir campo a trav¨¦s. Atrochamos en direcci¨®n al campamento y entonces aparecen las jirafas, las cebras, los b¨²falos, los avestruces y los ant¨ªlopes.
Aparco la moto al llegar al campamento. Descargo el equipaje y sigo a nuestro anfitri¨®n hasta la tienda. Es un pedazo de lujo injertado en la plena naturaleza. La estructura es s¨®lida, la tela recia, la cama firme, el ba?o completo. La ducha se apoya en un tronco pero el agua es caliente y corre con fuerza. La luz es el¨¦ctrica, el colch¨®n enorme y duro, las mantas abrigan, los almohadones son acogedores y al abrir las s¨¢banas descubro que hay sendas bolsas de agua caliente para entibiar el gesto de meterse dentro. Todos los detalles est¨¢n pensados. Cada mueble de madera mantiene un perfecto equilibrio entre la rusticidad de su antigua forma natural y la funci¨®n que hoy debe cumplir. Las mesillas, el soporte de las toallas, la percha del ba?o. Es obra de Cristina. Todo est¨¢ escogido con mimo. Es un aut¨¦ntico milagro haber creado todo esto de la nada.
Al d¨ªa siguiente desayunamos al borde del r¨ªo Mara, que baja revuelto, marr¨®n, repleto de hipop¨®tamos. Tortitas, tostadas, salchichas, huevos, zumo natural. Un banquete digno de Humphrey Bogart, Ava Gardner y John Huston. No puedo evitar sentirme como en una pel¨ªcula de cazadores en ?frica. Sentados en sillas de teca, con el r¨ªo atronando a nuestro lado, con los guerreros escoltando el refrigerio. Los centinelas son imprescindibles. No hay vallas en el campamento, estamos a un paso de los cocodrilos, de los leopardos.
Mientras saboreo mi zumo natural pienso en la realidad de este continente tan contradictorio que he recorrido de norte a sur y de este a oeste. Sobre una moto he pasado sin soluci¨®n de continuidad de los guetos de chabolas al lujo colonial, de los desiertos a la selva virgen, de los vertederos a las manadas de elefantes. Siempre tuve la sensaci¨®n de estar so?ando y al mismo tiempo estar m¨¢s despierto que nunca.
Miquel Silvestre es autor del libro Un mill¨®n de piedras, sobre su viaje en moto por 14 pa¨ªses africanos, y del blog La ruta de los exploradores olvidados.
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