Once tesoros de Alejandr¨ªa
La metr¨®poli egipcia se presenta irresistible para los amantes de la literatura y la arqueolog¨ªa. Fundada por Alejandro Magno, tambi¨¦n fue la ciudad de Cleopatra, cuyo palacio yace en el fondo del Mediterr¨¢neo
Alejandr¨ªa fue la inspiraci¨®n para muchos europeos a principios del siglo XX, como el brit¨¢nico Lawrence Durrell? (1912-1990),?que escribi¨® su famoso Cuarteto de Alejandr¨ªa (1957-1960), o el poeta griego Constantino Kavafis, que ha dejado un recuerdo imborrable en una ciudad de la que ya no queda nada. Como tampoco queda casi nada de aquella gran ciudad de los Ptolomeos, fundada por Alejandro Magno; la ciudad de la famosa Cleopatra cuyo palacio yace en el fondo del puerto, o de aquel faro famoso, Pharos,?una de las siete maravillas del mundo?antiguo, que sucumbi¨® a un terremoto en 1303, tras haber resistido temporales, invasiones y saqueos desde su construcci¨®n tres siglos antes de Cristo. Por no quedar, tampoco queda nada de la antigua biblioteca de los Ptolomeos, el mayor centro de investigaci¨®n de la antig¨¹edad, destruida en varias etapas y por sucesivos invasores.
Lo que s¨ª que permanece en esta ciudad tan griega como egipcia, tan diferente a El Cairo, es un ambiente ¨²nico y genuinamente mediterr¨¢neo. Hoy, su nueva Biblioteca Alexandrina (reencarnaci¨®n de la antigua), sus buenos museos, los zocos del pintoresco barrio antiguo de Anfushi o la inigualable Corniche bordeando su c¨¦lebre puerto, son motivos m¨¢s que suficientes para olvidarnos por un momento del Egipto fara¨®nico que queda aguas arriba del Nilo, y dedicarle una escapada. Este grandioso enclave portuario, elogiado a lo largo de los siglos, sigue siendo la ciudad m¨¢s carism¨¢tica del pa¨ªs, m¨¢s incluso que la capital, aunque con un esp¨ªritu muy diferente. Alejandr¨ªa presume de su fresca brisa marina, su fant¨¢stico marisco, su historia antigua y sus maltrechos edificios de estilo belle ¨¦poque.
1. La Corniche, el coraz¨®n de Alejandr¨ªa
El puerto es la raz¨®n de ser de esta ciudad, que se extiende como emparedada entre el lago Mariout y el mar, sin apenas espacio para expandirse. Para renovarse, se han destruido muchos edificios antiguos de la Corniche, y levantado otros m¨¢s modernos y, sobre todo, m¨¢s altos. Afortunadamente todav¨ªa quedan algunas joyas simb¨®licas de otras ¨¦pocas de esplendor, en particular de los gloriosos a?os 30 del siglo pasado, como el legendario Hotel Cecil, toda una instituci¨®n alejandrina, y un vivo recuerdo de una ¨¦poca en la que entre sus hu¨¦spedes figuraban personalidades como los dramaturgos Somerset Maugham y No?l Coward o el primer ministro brit¨¢nico Winston Churchill. Bajo su mandato, y desde una suite de la primera planta, operaba el servicio secreto brit¨¢nico. El hotel qued¨® inmortalizado en la tetralog¨ªa del autor brit¨¢nico Lawrence Durrell?El cuarteto de Alejandr¨ªa. Hoy, el Steigenberger Cecil Hotel sigue siendo una aut¨¦ntica leyenda de Alejandr¨ªa aunque las sucesivas reformas han borrado el lustre de anta?o, cuando los brit¨¢nicos visitaban su famoso Monty¡¯s Bar (ahora en la primera planta). Tanto el bar como el majestuoso vest¨ªbulo solo conservan una fracci¨®n de su gloria hist¨®rica, pero el traqueteante ascensor de aquella ¨¦poca todav¨ªa funciona.
?Afortunadamente, el otro gran placer de esta parte de la ciudad es gratis: pasear por la Corniche, contemplando el mar. All¨ª se entiende mejor que en ning¨²n otro sitio el car¨¢cter mediterr¨¢neo y la gran influencia griega de esta antigua metr¨®polis.
2. Los grandes museos (y los peque?os)?
Ninguno puede hacer sombra al gran Museo de Antig¨¹edades de El Cairo ¨Co al nuevo que se abrir¨¢ en 2020 junto a Giza¨C, pero Alejandr¨ªa cuenta con buenas colecciones art¨ªsticas que merecen una visita. Resulta imprescindible el Museo Nacional de Alejandr¨ªa, emplazado en una villa de estilo italiano bellamente restaurada. Su interior re¨²ne una peque?a pero cuidada selecci¨®n de piezas que recorren la historia de la ciudad desde la antigu?edad hasta el periodo moderno. Destacan las preciosas tanagra ¨Cestatuas de terracota de mujeres griegas¨C y las piezas halladas bajo el agua del Mediterr¨¢neo. Pero hay tambi¨¦n otras obras curiosas, como la peque?a estatua del dios griego Harp¨®crates llev¨¢ndose un dedo a los labios (representando el silencio); o la bella representaci¨®n de una reina ptolemaica de aspecto egipcio y cuerpo helen¨ªstico.
Otra perspectiva de la historia nos la da el yacimiento arqueol¨®gico Kom Al Dikka, un lugar que en periodo grecorromano fue un barrio residencial de gente adinerada, con villas lujosas, termas y un teatro. Era conocido como Parque de Pan, un jard¨ªn en el que los habitantes de la ciudad pod¨ªan relajarse. Aunque las ruinas no impresionan por sus dimensiones, siguen siendo una evocaci¨®n magn¨ªficamente conservada de los d¨ªas de los centuriones, e incluyen las 13 terrazas de m¨¢rmol blanco del ¨²nico anfiteatro romano hallado en Egipto. En el mismo recinto est¨¢ la Villa de las Aves, una vivienda lujosa urbana de la ¨¦poca de Adriano (117-138 d.C.) que conserva un maravilloso mosaico en el suelo.
El Museo de Arte Moderno ejerce de contrapunto, con una maravillosa y poco visitada colecci¨®n de pinturas de los siglos XVI al XX que refleja el pasado cosmopolita de la ciudad. Ocupa una antigua villa e incluye algunos deliciosos tesoros de Margot Veillon, Theodore Fr¨¨re y Gerome, adem¨¢s de esculturas del artista egipcio Mahmoud Mokhtar, que sobresalen entre otras obras m¨¢s anodinas.
El cuarto museo es el dedicado al poeta griego-alejandrino Constantino Cavafis (1863-1933), que pas¨® los ¨²ltimos 25 a?os de su vida en un apartamento sobre un prost¨ªbulo de la antigua Rue Lepsius, un piso que hoy se conserva como el Museo Cavafis, con las habitaciones dispuestas tal y como ¨¦l las dej¨®. Con una iglesia griega (St Saba) en la esquina y un hospital enfrente, Cavafis debi¨® pensar que aquel era el lugar ideal donde atender las necesidades de la carne, pedir perd¨®n por los pecados y, por ¨²ltimo, morir. Para los amantes de la poes¨ªa de Cavafis, este es sin duda un lugar de peregrinaje.
3. Anfushi y los restos del viejo faro
La antigua zona turca de la ciudad era donde, en otros tiempos, los alejandrinos iban a divertirse. En el siglo XIX, mientras otros barrios se desarrollaban siguiendo las directrices europeas, este distrito permaneci¨® intacto. Hoy sigue siendo un vecindario popular, con un mont¨®n de edificios viejos, pero atesora muchas de las esencias de la ciudad y es tal vez el m¨¢s aut¨¦ntico. Aqu¨ª est¨¢ Fort Qaitbey, un fuerte de recias murallas, construido por el sult¨¢n mameluco Qaitbey en 1480, en una angosta pen¨ªnsula sobre los restos del m¨ªtico Pharos. Muy bien restaurado, ofrece un mont¨®n de salas por explorar. El paseo hasta aqu¨ª es casi lo mejor: unos 45 minutos desde el centro, por la Corniche, con espectaculares vistas al puerto.
El famoso faro, que funcion¨® durante 17 siglos, fue destruido por un terremoto en 1303 y permaneci¨® en ruinas durante m¨¢s de 100 a?os hasta que Qaitbey orden¨® fortificar el puerto de la ciudad. Para ello se reutiliz¨® material del faro ca¨ªdo, y si uno se acerca a las murallas exteriores distinguir¨¢ algunos magn¨ªficos pilares de granito rojo que, con toda probabilidad, proceden del antiguo faro. Otras partes del m¨ªtico faro est¨¢n repartidas por el lecho marino.
Tambi¨¦n se puede visitar en esta zona la magn¨ªfica Mezquita de Abu Abbas Al Mursi constru¨ªda sobre la tumba de un venerado santo suf¨ª del siglo XIII, Abu Abbas Al Mursi, procedente de Murcia, que es uno de los cuatro maestros santos de Egipto, objeto de peregrinaje. A pesar de que la estructura es moderna, sigue siendo un atractivo edificio octogonal, con una torre central elevada y un interior decorado con llamativos mosaicos, azulejos y carpinter¨ªa isl¨¢micos.
4. La nueva Biblioteca de Alejandr¨ªa
La antigua biblioteca de Alejandr¨ªa fue una de las instituciones cl¨¢sicas m¨¢s grandes del mundo. Desaparecida a comienzos de nuestra era, encontr¨® una digna heredera en la nueva Biblioteca Alejandrina, inaugurada en 2002, que hoy constituye uno de los grandes atractivos de la ciudad. El edificio tiene la forma de un gigantesco disco inclinado inserto en el terreno, como si fuera el Sol amaneciendo en el Mediterr¨¢neo. Sus muros exteriores de granito contienen grabados de letras, pictogramas, jerogl¨ªficos y s¨ªmbolos de m¨¢s de 120 escrituras distintas. Y en su interior, la impresionante sala de lectura principal tiene capacidad para ocho millones de libros y 2.500 lectores bajo su techo inclinado, con ventanas dise?adas especialmente para dejar que penetre la luz del sol, evitando, eso s¨ª, el impacto directo de los rayos que podr¨ªan estropear los libros.
Adem¨¢s cuenta con cuatro bibliotecas especializadas y una amplia selecci¨®n de actividades, as¨ª como cuatro museos permanentes, un planetario, un centro de conferencias, una oferta de exposiciones temporales y permanentes, y un completo programa de eventos. Se necesita una ma?ana o una tarde para conocerla a fondo, pero con un circuito de una hora al menos podremos ver lo b¨¢sico. Y si tenemos m¨¢s tiempo podemos asomarnos a sus dos museos: el de las Antig¨¹edades, con una cuidada exposici¨®n de objetos recopilados por todo Egipto desde la ¨¦poca fara¨®nica, y el Museo de los Manuscritos, con una exposici¨®n peque?a de textos antiguos que incluye una copia del ¨²nico pergamino que se conserva de la antigua biblioteca de Alejandr¨ªa.
5. Catacumbas de Kom Ash Shuqqafa
Estas catacumbas, descubiertas de forma accidental cuando un burro fue engullido por la tierra, son una de las grandes joyas arqueol¨®gicas de la Alejandr¨ªa antigua: el mayor cementerio romano de Egipto y una de las ¨²ltimas grandes construcciones religiosas del antiguo Egipto. Aqu¨ª se fusionaron los estilos fara¨®nico y griego, esa mezcla que tan bien representa a Alejandr¨ªa, aunque con una clara querencia por lo grecorromano. Las catacumbas constan de tres niveles de tumbas y c¨¢maras excavadas en la roca a una profundidad de 35 metros (la planta baja est¨¢ inundada y es inaccesible). Cuando se construyeron las catacumbas, en el siglo II, probablemente como cripta familiar, la rotonda solo llegaba hasta el triclinio y la c¨¢mara mortuoria principal, pero durante los 300 a?os en los que la tumba estuvo en uso se fueron cavando m¨¢s c¨¢maras, hasta que el lugar se convirti¨® en una colmena con capacidad para m¨¢s de 300 cuerpos.
Su visita es un espect¨¢culo, aunque para los que conozcan las tumbas de la orilla occidental de Luxor, es probable que Kom Ash Shuqqafa no le impresione: la mayor¨ªa de las paredes no est¨¢n adornadas y casi todas las pinturas se han desdibujado.
Desde las catacumbas se puede ir andando hasta el Pilar de Pompeyo, una enorme columna de granito rojo de Asu¨¢n, coronada por un capitel corintio, que ha sido siempre uno de los principales puntos de la ciudad. La columna se alza entre las ruinas del templo de Serapis que ocupaba este lugar en ¨¦poca antigua. El nombre de la columna se lo pusieron los viajeros que recordaban el asesinato del general romano Pompeyo a manos del hermano de Cleopatra, pero una inscripci¨®n de la base (presumiblemente cubierta de escombros anta?o) anuncia que fue muy posterior: fue erigida en el a?o 291 como soporte de una estatua del emperador Diocleciano. Bajo la columna hay unos escalones que descienden hasta las ruinas del gran templo de Serapis, el dios h¨ªbrido griego-egipcio de Alejandr¨ªa. Tambi¨¦n es el lugar donde se hallaba la biblioteca hermana de la Gran Biblioteca de Alejandr¨ªa, con copias y excedentes de textos de esta. Los pergaminos pod¨ªan ser consultados por todas las personas que utilizaran el templo, convirti¨¦ndolo as¨ª en uno de los centros intelectuales y religiosos m¨¢s importantes del Mediterr¨¢neo.
6. Un lugar donde comer buen pescado
Uno de los placeres que nos espera en Alejandr¨ªa es saborear pescado del d¨ªa en uno de los restaurantes especializados del puerto oriental. El panorama culinario de la ciudad ha cambiado de la mano de los refugiados sirios, que han abierto puestos populares de shawarma en la Corniche, pero hay un par de sitios cl¨¢sicos que son parada obligada para degustar buen pescado.
Por un lado, est¨¢ el Fish Market en la Corniche, al lado del Sea Scouts Club, toda una instituci¨®n alejandrina para la gente pudiente de la ciudad. Est¨¢ en primera l¨ªnea de mar y es uno de los locales m¨¢s famosos para darse un buen fest¨ªn de marisco. Se puede elegir entre una impresionante variedad de platos principales de pescado, expuestos en vitrinas. Siempre empezando por el fant¨¢stico mezze (una selecci¨®n de aperitivos varidos servido con excelente pan de estilo liban¨¦s).
La otra instituci¨®n es el Club Na¨²tico Griego, famoso por su amplia terraza, perfecta para disfrutar de la brisa del anochecer o contemplar las luces de la Bah¨ªa de Alejandr¨ªa. La musaka y el souvlaki son las dos bazas de la carta, junto con una cuidada selecci¨®n de pescado y marisco. Sus due?os son griegos y no musulmanes, as¨ª que se sirve alcohol y es uno de los mejores sitios de la ciudad para tomar un c¨®ctel o una cerveza contemplando la puesta del sol.
7. La Alejandr¨ªa submarina
Desde la antigu?edad, Alejandr¨ªa se ha hundido entre 6 y 8 metros, por lo que la mayor¨ªa de los restos de la ciudad antigua reposan bajo las aguas del Mediterr¨¢neo. En la superficie, casi todo ha sido destruido a medida que crec¨ªa la ciudad; pero bajo el agua se descubren cada a?o m¨¢s piezas del per¨ªodo ptolemaico. La exploraci¨®n se ha concentrado alrededor de Fort Qaitbey donde se cree que se alzaba el faro de Alejandr¨ªa; la parte sureste del puerto oriental, donde se descubrieron partes del barrio real ptolemaico sumergido; y Abukir, donde se conservan restos de las dos ciudades sumergidas de Herakleion-Thonis y Menouthis.
Algunos de los tesoros recuperados pueden verse en el Museo de Antigu?edades de la Biblioteca Alejandrina y en el Museo Nacional de Alejandr¨ªa, pero los buceadores tambi¨¦n pueden explorar los enclaves submarinos del puerto con alg¨²n operador local como Alexandra Dive, que lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas explorando la costa local y ofreciendo buceo en yacimientos arqueol¨®gicos sumergidos y pecios de las dos guerras mundiales. Entre los mejores enclaves submarinos de Alejandr¨ªa est¨¢ el Palacio de Cleopatra, en el puerto oriental, donde se han encontrado algunas de las antigu?edades submarinas m¨¢s interesantes de Alejandr¨ªa. Hoy los buceadores pueden ver un par de enigm¨¢ticas esfinges, columnas de granito rojo, plataformas y pavimentos que, seg¨²n los arque¨®logos, formaban parte de un palacio. Tambi¨¦n hay un naufragio completo que, seg¨²n la dataci¨®n por carbono, podr¨ªa tener su origen incluso en el 90 antes de Cristo. Se encuentra a cinco metros de profundidad, una distancia asequible para muchos buceadores.
Otra inmersi¨®n interesante aguarda en la isla de Pharos, frente a Fort Qaitbey, donde se puede bucear entre esfinges, columnas, capiteles y estatuas de las ¨¦pocas fara¨®nica, griega y romana, adem¨¢s de grandes bloques de granito que, se cree, son restos del faro de Alejandr¨ªa, ya que est¨¢n rotos como si hubieran ca¨ªdo desde gran altura. Tambi¨¦n podemos intentarlo en el Herakleion-Thonis, un puerto cl¨¢sico cuyo descubrimiento ha sido todo un triunfo para los arque¨®logos. All¨ª yacen cantidad de tesoros, incluidas estatuas de cinco metros de altura, restos de templos y monedas de oro y joyas. Para el buceador no aficionado a la arqueolog¨ªa el punto de mayor inter¨¦s es el naufragio de L¡¯Orient (el buque insignia de Napole¨®n hundido en 1798) a unos 14 metros de profundidad.
8. D¨ªas de playa a la manera egipcia
Obsesionados por la arqueolog¨ªa fara¨®nica, a los viajeros se les olvida a veces que Egipto tiene m¨¢s de 500 kil¨®metros de costa mediterr¨¢nea, con playas de arena fina y aguas turquesas en las que veranean muchos egipcios y cada vez m¨¢s extranjeros. Pero la verdad es que son pocos los turistas que se aventuran a profundizar en esta regi¨®n y acercarse, por ejemplo, a los solemnes enclaves conmemorativos de la II Guerra Mundial de El Alamein, muy bien conservados, o pasear por las calles de los zocos de Rosetta, flanqueadas por arquitectura de la ¨¦poca otomana con un ambiente en el que el tiempo parece haberse detenido. Es una excursi¨®n de un d¨ªa perfecta desde Alejandr¨ªa.
Otra parada interesante puede ser la ciudad de Abukir, a 23 kil¨®metros de Alejandr¨ªa,?donde podremos saborear pescado fresco a la parrilla junto al mar y, bastante m¨¢s lejos, a 240 kil¨®metros, en Marsa Matruh, zambullirnos en espectaculares aguas turquesas. Si queremos darnos un chapuz¨®n, el litoral de Alejandr¨ªa tiene un mont¨®n de playas p¨²blicas y privadas, pero la costa entre el puerto oriental y Montazah puede estar sucia y abarrotada de gente en verano, y la mayor¨ªa de los alejandrinos buscan playas m¨¢s lejanas. Las mujeres deben saber que, en todas las playas, excepto las que son propiedad de hoteles occidentales, es recomendable cubrirse el cuerpo para nadar (una camiseta holgada de manga corta y pantal¨®n corto por encima del ba?ador).
9. Ecos literarios
Alejandr¨ªa es m¨¢s conocida por su literatura y sus escritores que por sus monumentos, y m¨¢s de un viajero llega a la estaci¨®n de trenes Misr con un ejemplar de El cuarteto de Alejandr¨ªa?bajo el brazo. A diferencia de la Alejandr¨ªa del pasado ptolemaico, la ciudad que evocan Durrell, E. M. Forster y el poeta alejandrino Constantino Cavafis?s¨ª se puede encontrar todav¨ªa en los edificios del centro.
De padres griegos, Cavafis vivi¨® poco tiempo en Alejandr¨ªa. En algunos de sus poemas resucita personajes de la ¨¦poca ptolemaica y de la Grecia cl¨¢sica; en otros, captura fragmentos de la ciudad a trav¨¦s de sus rutinas o encuentros casuales. Naci¨® en el seno de una de las familias m¨¢s ricas de la ciudad, pero un rev¨¦s vital le oblig¨® a pasar la mayor parte de su vida trabajando como funcionario del Ministerio de Obras P¨²blicas, en una oficina sobre el caf¨¦ Trianon. Cavafis descubri¨® el mundo de habla inglesa a trav¨¦s de E. M. Forster (1879-1970), el famoso novelista ingl¨¦s que ya hab¨ªa publicado Una habitaci¨®n con vistas y Regreso a Howard¡¯s End cuando lleg¨® a Alejandr¨ªa en 1916.
Trabajando para la Cruz Roja, Forster pas¨® tres a?os en la ciudad y, aunque esta no apareci¨® en sus siguientes novelas, el autor recopil¨® lo que ¨¦l consideraba una ¡°antigu¨ªa¡±, con todo lo que no hab¨ªa en la ciudad, basado en la premisa de que ¡°los puntos de inter¨¦s de Alejandr¨ªa no son interesantes, pero fascinan cuando los contemplamos desde el pasado¡±. Sus textos contaban con una introducci¨®n a la ciudad escrita por Lawrence Durrell, quien lleg¨® a Egipto 22 a?os despu¨¦s de la partida de Forster. Durrell la defin¨ªa como una ¡°s¨®rdida, derruida y acabada ciudad napolitana¡±. Pero las primeras impresiones son enga?osas; y entre 1941 y 1945 Durrell hall¨® grandes distracciones en el casi irreal ambiente de decadencia y promiscuidad provocado por las incertidumbres de la guerra del desierto, que inspir¨® su obra m¨¢s famosa.
Los que emprendan un peregrinaje literario deben visitar el poco conocido Museo Cavafis y el restaurante Abou El Sid, que ocupa el lugar del famoso Pastroudis Cafe, frecuente punto de encuentro de los personajes de El cuarteto de Alejandr¨ªa.
10. La cultura del caf¨¦
La vida de Alejandr¨ªa gir¨® durante mucho tiempo en torno a los caf¨¦s, sobre todo a comienzos del siglo XX, cuando la poblaci¨®n cosmopolita de la ciudad se reun¨ªa para hablar de la vida con una taza de caf¨¦ o t¨¦ y un pedazo de tarta. En los caf¨¦s se conocieron personalidades literarias, que charlaban sobre una ciudad que no acababan de comprender. Muchos de aquellos viejos locales que albergaban esas tertulias se conservan, y aunque ni la comida ni la bebida sean nada del otro mundo en la mayor¨ªa de ellos, merecen una visita como la de otros tiempos y para admirar su majestuosa decoraci¨®n. Entre los ejemplos m¨¢s cl¨¢sicos est¨¢?Delices, una antigua teter¨ªa que lleva en activo desde 1922. Aunque ya no es tan elegante como fue en otros tiempos, sus techos altos siguen evocando el ambiente del viejo mundo. La pasteler¨ªa fue proveedora de la realeza egipcia, y el caf¨¦ era uno de los locales favoritos de los soldados aliados durante la II Guerra Mundial. Los d¨ªas de calor se prestan a pedir un deliccino (batido de caf¨¦ expreso y helado).
Otro cl¨¢sico es el Sofianopoulos Coffee Store, una tienda que en cualquier parte del mundo ser¨ªa un museo y en la que el olor a caf¨¦ se percibe a media manzana de distancia. Presidida por enormes molinillos plateados, montones de granos brillantes y el aroma a caf¨¦ reci¨¦n tostado, es un para¨ªso para cafeteros y sirve caf¨¦s dignos de un rey. El Trianon era uno de los locales favoritos del poeta griego Cavafis, que trabaj¨® en una oficina del piso de arriba. Se puede visitar para admirar su sensacional techo ornamentado, de los a?os 30, y sus desva¨ªdos pero gloriosos paneles de las paredes. Es buena idea pedir un trozo de tarta, un zumo y disfrutar de su ambiente hist¨®rico.
11. Comprar en el zoco?
En Alejandr¨ªa no encontraremos bazares como los de El Cairo, pero abundan los zocos, que son ideales para vivir la animada vida de los mercados. En el barrio del zoco, en el extremo oeste de Midan Tahrir, la arquitectura majestuosa y maltrecha de la zona da paso a algo m¨¢s ¨ªntimo. Es un largo traj¨ªn de puestos de productos, pescado y carnes, panader¨ªas, caf¨¦s y tiendas diversas que venden todos los art¨ªculos para el hogar imaginables. En Zinqat As Sittat (el callej¨®n de las mujeres) es donde se venden botones, cuentas, pulseras y otros accesorios. M¨¢s all¨¢ de la mercer¨ªa est¨¢n los comerciantes de oro y plata, y los vendedores de hierbas y especias. Otro mercado interesante es el de antigu?edades de Attareen, un laberinto de callejones que es un aut¨¦ntico placer para los coleccionistas de antigu?edades y cachivaches. Muchos objetos llegaron hasta aqu¨ª despu¨¦s de que la clase alta europea tuviera que huir de Egipto en masa tras la revoluci¨®n de 1952.
Pero si lo que queremos es observar la aut¨¦ntica vida egipcia, debemos asomarnos al Zoco Ibrahimiyya. A lo largo de varias callejuelas cubiertas pr¨®ximas al Sporting Club, est¨¢ lleno de productos frescos, marisco reci¨¦n pescado y puestos de carne. Es mejor visitarlo por la ma?ana, cuando los vendedores est¨¢n m¨¢s animados y vocean el g¨¦nero. Y tambi¨¦n es aut¨¦nticamente alejandrino el mercado de pescado de Anfushi. Situado en la punta norte de Anfushi, este mercado se llena cada d¨ªa de marisco reci¨¦n descargado del barco. Conviene llegar pronto, cuando m¨¢s gente hay.
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