Hosteria Toloriu 1848, silencio y bonitas vistas a la sierra del Cad¨ª

Escasez mundial de bicicletas: este titular ha sido portada en medios de todo el mundo, porque ni los m¨¢s optimistas pod¨ªan anticipar el tsunami de ventas provocado por las sucesivas olas del coronavirus y el colapso de los principales centros de producci¨®n. Lo saben bien en esta hoster¨ªa de 12 habitaciones radicada al pie del parque natural del Cad¨ª-Moixer¨®, en la comarca leridana del Alt Urgell. Su reclamo ciclista para recorrer estos andurriales en verano es tan potente como el de practicar esqu¨ª de fondo durante los meses de invierno en la cercana estaci¨®n de Aransa o medirse en las afamadas pistas de Andorra.

La apariencia del hotelito acapara la atenci¨®n desde la carretera de acceso a Toloriu, un pueblecito de apenas 16 habitantes (11 varones y 5 mujeres) a 1.300 metros de altitud (dato que conviene saber antes de irse a dormir). Al fondo, recortada sobre la sierra, la torre del Moro de la localidad se alinea con precisi¨®n geom¨¦trica sobre los dos cuerpos de edificio que conforman el alojamiento. Herencia de una mas¨ªa fechada en 1848, ya significada en el nombre, se trata casi en su totalidad de una construcci¨®n de nueva planta obligada por el entorno a ser de piedra, madera y tejas curvas. Arquitectura de alta monta?a, que llaman, gestionada por el grupo Singular¡¯s, con varios hoteles en el litoral mediterr¨¢neo, Castilla y Le¨®n, Cantabria y Portugal.

Su car¨¢cter acogedor aumenta en horas nocturnas, cuando la iluminaci¨®n prende de ret¨ªculas las galer¨ªas y sus barandas de madera. Bajo un toldo, la terraza invita a pasar la tarde o apurar el ¨²ltimo trago del d¨ªa, con vistas a las monta?as. El abrigo de una chimenea es tambi¨¦n una opci¨®n con el relente previo a la cena, en el restaurante El Mirador de Aitana. Platos tradicionales de la Catalu?a interior, siempre rusticana. Todo a un precio bastante asequible.

Entre las habitaciones, correctamente equipadas aunque algo impersonales, la vis rom¨¢ntica induce a rascarse el bolsillo para reservar una de las suites panor¨¢micas, en el antiguo granero de la casa, abiertas por sus grandes ventanales a la sierra del Cad¨ª. Otras dan al cementerio del pueblo, que tambi¨¦n merece un recuerdo. No en vano, junto a la iglesia parroquial una placa escrita en franc¨¦s informa de que aqu¨ª vivi¨® y muri¨® la princesa Xipaguazin Moctezuma, hija del emperador azteca y desposada con el bar¨®n de Toloriu, Juan de Grau. Una leyenda asegura que entre estas piedras se oculta el verdadero tesoro del imperio azteca.