Ocho playas del norte de Espa?a a las que ir cuando llueve
De la pontevedresa A Lanzada a la de San Lorenzo, en Gij¨®n, o la surfera de Somo, en Cantabria: arenales que siguen brillando aunque no luzca el sol
Qu¨¦ asimilado tenemos pasear los d¨ªas tormentosos por el campo, y qu¨¦ pocas veces hacemos lo propio en las playas. Las asociamos a tomar el sol y las olvidamos en cuanto el cielo se cubre como un negativo fotogr¨¢fico del litoral; cuando, en verdad, no hay mayor renovaci¨®n de emociones que disfrutar de condiciones meteorol¨®gicas adversas. Bien es cierto que, por el cambio clim¨¢tico, cada vez se registran menos precipitaciones en el norte peninsular, pero con los altos precios vigentes no cabe perderse ni un solo d¨ªa de vacaciones en la Espa?a verde.
A lo Friedrich
A Lanzada (O Grove, Pontevedra)
El escenario es de una llanura infinita y sus aguas en d¨ªas de chaparrada, azul de tinta china. Pocos hoteles tan playeros como el Samar respecto a A Lanzada; su cafeter¨ªa comunica directamente con la pasarela de madera que encinta todo el arenal hasta la ermita de A Lanzada (Sanxenxo), unos tres kil¨®metros, y m¨¢s all¨¢. La directora del establecimiento, Sara V¨¢zquez, hace hincapi¨¦ en la peque?ez del ser humano ante la naturaleza: ¡°En verano es normal que, de improviso, desaparezca el sol y una niebla procedente de las Islas Atl¨¢nticas gravite sobre las R¨ªas Baixas, recordando el cuadro de Caspar David Friedrich El monje frente al mar¡±. La lluvia atrae a multitud de paseantes que aspiran desde las pasarelas el aroma de esta vegetaci¨®n que tan bien coloniza las dunas. Apetece enfundarse la chaqueta para respirar ese aire puro, al igual que darse un chapuz¨®n: con la bajada del calor corporal, la entrada en el g¨¦lido Atl¨¢ntico resulta siempre menos traum¨¢tica.
Pasear descalzo sobre la arena humedecida por las olas comporta el riesgo de pisar la aleta dorsal de una faneca brava, presente con los cambios de tiempo. Mejor eludir ese intenso dolor calzando cangrejeras. A final de mes compartiremos la orilla con pescadores de lubinas y sargos.
Sociabilidad en acci¨®n
San Lorenzo (Gij¨®n, Asturias)
Aprender a leer los arenales urbanos con cielos bajos y encapotados es una asignatura pendiente del visitante ocioso. En San Lorenzo, salvo tomar el sol, las costumbres se mantienen inveteradas cuando llueve a jarros. Tanto en la escalera 2 (La Rampina) como en la 4 (La Escalerona) encontraremos nadadores todo el a?o. En esta zona, con marea alta y la mar picada, se obtiene la t¨ªpica fotograf¨ªa de olas gigantes rompiendo con el fondo de la iglesia de San Lorenzo. Siempre es m¨¢s c¨®modo el chubasquero, pero en el paseo del Muro, el sector m¨¢s c¨¦ntrico de la playa, se impone vestirse con paraguas.
Con la desocupaci¨®n general y ya sin exhibiciones corp¨®reas es el momento de sacar partido a la playa, mejor en bajamar: los runners miden la orilla; los futbolistas disputan pachangas; las bandas de gaviotas bullen en la desembocadura del r¨ªo Piles, por donde se dejan ver garzas y, entre las rocas, algunos cormoranes.
Si a alguien agrada la lluvia es al veraneante letrado: que se lo digan a la librer¨ªa playera El Bosque de la Maga Colibr¨ª. ?M¨¢s alternativas? Visitar las termas romanas (techadas) o peregrinar a la Sidrer¨ªa Tropical, por sus cachopos de jam¨®n, de cecina, de bacalao o de merluza.
El chocolate como reclamo
Laga (Ibarrangelu, Bizkaia)
La enorme afluencia de p¨²blico a la que posiblemente sea la playa m¨¢s fascinante del Pa¨ªs Vasco, englobada en la reserva de la biosfera de Urdaibai, solo concede cierta intimidad los d¨ªas h¨²medos, cuando es posible encontrar aparcamiento (un rompecabezas en Laga). El atractivo irresistible que ejerce el monte Ogo?o se refleja en esta banda de arena ancha, tostada y gruesa a la que se acercan las gaviotas para protegerse de las galernas. Laga es somontana, bella hasta decir basta y recomendada como ninguna para el paseo bajo la lluvia. Quien m¨¢s, quien menos queda embobado por la cinta de espuma de las olas en esta playa abierta al Cant¨¢brico y, por tanto, habitada por sufistas.
Y como remate final, cuando se impone la penumbra o el sirimiri, tenemos siempre a mano el chocolate a la taza casero, con pan tostado, del restaurante Toki Alai (946 27 62 35; men¨² de fin de semana, 30 euros). Una costumbre gastron¨®mica con 70 a?os de recorrido. El local abre todo el a?o y est¨¢ equipado con amplios ventanales para no perderse el deambular de nubes deshilachadas.
Cara a Finisterre
Nemi?a (Mux¨ªa, A Coru?a)
La sensaci¨®n de protecci¨®n es ostensible en este arenal no masificado, salvaje ¨Dsalvo en su extremo, donde el restaurante Saburil acaba de cambiar de equipo gestor¨D. Encajado entre los cabos de Finisterre y Touri?¨¢n, todo en ¨¦l incita al paseo. Nemi?a es uno de los playones de la Costa da Morte predilectos de Ant¨®n Pombo, periodista y escritor de turismo: ¡°Durante las tormentas, el viento trae de cuando en cuando el fragor de las olas rompiendo contra los cabos, banda sonora que escucharemos caminando hasta el humedal que forma el r¨ªo Castro en la r¨ªa de Lires, la m¨¢s peque?a de Galicia. Casi siempre se observan cormoranes, a veces garzas o an¨¢tidas, a la caza de las truchas escapadas de la piscifactor¨ªa.¡±
Las condiciones para el surf, con fondo de arena, son aptas para todos los niveles, como ponen de manifiesto las numerosas furgos cargadas con deportistas internacionales. En Nemi?a hay un hostal surfista, y en Lires (municipio de Cee), pionera del turismo rural en Galicia, abrieron en 2018 tres caba?as tematizadas junto a la r¨ªa, adem¨¢s del bar-restaurante A Bra?a, de comida casera y con huerto propio.
Surfistas en su salsa
Somo (Ribamont¨¢n al Mar, Cantabria)
Si algo jam¨¢s incomoda a los surfistas son las inclemencias del tiempo h¨²medo, una bagatela en comparaci¨®n con la hidrodin¨¢mica a que los somete el Cant¨¢brico. En Somo, una de las mecas del surf espa?ol, es habitual el paseo con s¨®lidos paraguas para ver c¨®mo los jinetes acu¨¢ticos doman las olas, bien desde el paseo mar¨ªtimo, bien desde la pasarela que acompa?a las dunas desde Somo a Loredo. Algunos son padres que se acercan para ver surfear a sus hijos (cada d¨ªa m¨¢s peques se apuntan a este deporte), especialmente los fines de semana en que se disputan campeonatos infantiles.
Para los m¨¢s decididos cabe recomendar las jornadas de calabobos, la caminata de 45 minutos hasta El Puntal, disfrutando de sus dunas como si fu¨¦ramos sus ¨²nicos usufructuarios, y desde cuyo extremo casi se toca Santander con los dedos. Ver pasar la imponente mole del transbordador de Brittany Ferries rumbo al Reino Unido produce una impresi¨®n extraordinaria. Zarpa los lunes (17.00), mi¨¦rcoles (14.00), jueves (15.45) y domingos (14.00). ?C¨®mo es posible que haya calado suficiente en el puerto para este mastodonte? Mejor pregunt¨¢rnoslo, luego, en la terraza del Surf-Caf¨¦ Somo.
Ilustraciones en la arena
La Franca (Ribadedeva, Asturias)
Es el arenal de esta zona del Oriente asturiano donde m¨¢s se hace sentir el flujo marino y uno de las pocos no sumergidos totalmente por las olas durante la pleamar. Su ¨¦xito bajo el orbayu radica en su naturaleza rompedora, flanqueada por frondosos acantilados de notable riqueza geol¨®gica y un castro (islote) a modo de escollera natural. Despu¨¦s de la Guerra Civil, sirvi¨® a menudo de desembarcadero a maquis y contrabandistas. En La Franca no es raro ver personas trazando dibujos, contando con que debajo de la capa de arena mojada, gris¨¢cea, se deja ver la arena seca, de un blanco nuclear.
En bajamar se impone pasar a la contigua playa del Oso, donde dos lajas guardan los restos de un antiguo vivero de langostas junto a un arco rocoso. Si llueve nos podemos guarecer en la cueva e incluso regresar por un t¨²nel natural abierto en el acantilado. Las comodidades y las maravillosas panor¨¢micas las pone el rehabilitado hotel Mirador de la Franca, que acaba de cumplir 75 a?os. Hay paraguas a disposici¨®n de la clientela.
Monumental y pasada por agua
Las Catedrales (Ribadeo, Lugo)
Hace a?os, los d¨ªas lluviosos, esos que garantizan el verde paisaje de Galicia, se sol¨ªan destinar en la Mari?a Lucense a descubrir la playa de Las Catedrales. Como si un recorrido entre arquivoltas g¨®ticas se tratase. Era una aut¨¦ntica invasi¨®n, que hoy en d¨ªa ha desaparecido, al menos hasta el 30 de septiembre, dada la necesidad de reservar la visita, gratuita y con posibilidad de ser guiada. Ninguno de los que han reservado un d¨ªa lluvioso quieren perder su turno, y bajan con s¨®lidos chambergos durante las tres horas y media en que la marea diurna da tregua al paso de curiosos. Mejor llevar calzado antideslizante. Las pizarras ganan en grises y adquiere dramatismo la manera de forcejear las olas en las arcadas naturales. Eso s¨ª, resguardarse en las cuevas est¨¢ prohibido por el peligro de derrumbe, que ya caus¨® una v¨ªctima mortal en 2018.
Siempre en bajamar, tenemos justo al lado de Las Catedrales una playa igual de estimulante, Das Illas, para la que no se requiere tramitar ning¨²n permiso.
En el circo acantilado
Barinatxe (Sopela/Getxo, Bizkaia)
Barinatxe, tambi¨¦n llamada no gratuitamente La Salvaje, es insuperable para extender la mirada bajo un precioso circo de acantilados, con el flysch muy visible en la zona oriental; un play¨®n sujeto a la morosidad de los espacios envolventes y sin edificaciones que lo deval¨²en. Hasta tal punto es referencia durante los nublados que en Google Street View se han generado dos paseos en paralelo que abarcan toda la playa.
El aparcamiento a menudo se convierte en un gran vestuario de surfistas, a los que acompa?aremos despu¨¦s con sus tablas por las escaleras hasta este play¨®n significado por su ventosidad y fuerte oleaje. Puede que los d¨ªas nublados, pero sin lluvia, se dejen ver parapentistas. Su cariz naturista se conserva en el extremo occidental, ya en el t¨¦rmino municipal de Getxo; l¨¢stima que este a?o se haya postergado su famosa carrera nudista por las altas temperaturas.
Por las tardes veremos a los surfistas congregados en la terraza (cubierta si llueve) de La Triangu, dando cuenta de sabrosas tortillas de patata. No marcharse de Barinatxe antes de la hora del crep¨²sculo, no sea que de repente se abran las nubes y nos regalen un atardecer digno de nuestro salvapantallas. El acceso en transporte p¨²blico pasa por enlazar en la parada de Metro Alabasterra con el Sopelbus.
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