La Esperanza Granada, noches de sosiego y flamenco envueltos por un mar de olivos

Por inveros¨ªmil que parezca, la historia es real. Christine Cunanan, una empresaria filipina afincada en Tokio, volaba un d¨ªa de junio de 2020 de vuelta a casa cuando repar¨® en un anuncio publicado en las p¨¢ginas de la revista de a bordo: se vend¨ªa un cortijo en el sur de Espa?a. Tuvo un flechazo inmediato. Aquel olivar, aquella construcci¨®n centenaria, el patio y su fuente octogonal¡­ No ten¨ªa ni idea de d¨®nde estaba la comarca del Valle de Lecr¨ªn, ni siquiera sab¨ªa mucho de Espa?a, y menos de Granada. Pero en apenas 15 minutos se conect¨® a la wifi del avi¨®n, llam¨® por tel¨¦fono y apalabr¨® la compra de la cortijada. Lo dem¨¢s fue cosa de la agencia inmobiliaria y de un joven director de hosteler¨ªa en ERTE por la pandemia.

Hoy Cunanan vive a caballo (a¨¦reo) entre Tokio y La Esperanza Granada, su hotelito con encanto a unos 35 kil¨®metros de Granada. La finca, ubicada entre cinco hect¨¢reas de jardines, hab¨ªa pertenecido a un matrimonio brit¨¢nico cuya edad les hizo regresar a su pa¨ªs. As¨ª que a ese vergel de olivos, pinos mediterr¨¢neos y jardines de frutales le ven¨ªa bien, en opini¨®n de su nueva propietaria, la sensibilidad oriental y los detalles decorativos propios del pa¨ªs del sol naciente. El silencio aqu¨ª es total, incluso sorprendente para un residente en la abigarrada capital japonesa.

Antes de tomar posesi¨®n del aposento se hace irresistible al viajero subir al alminar para desgranar los hitos monta?osos del camino que lo ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª, y embelesarse unos minutos largos con la panor¨¢mica sobre el Valle de Lecr¨ªn y las crester¨ªas de Sierra Nevada.

Es verdad que a los interiores les falta un buen meneo, especialmente a los salones comunes, algo alica¨ªdos con ese mobiliario de residentes provectos y un contraste a medio pulir entre los ¨®leos de estilo remordimiento andaluz y los alegres cuadritos de cerezos en flor que exornan las paredes, propios de la tradici¨®n nipona. Mientras, el agua canta en la fuente del patio central y vibra de se?or¨ªo la reja de las cancelas.

M¨¢s actuales parecen las habitaciones, algunas de ellas, en especial la suite maestra, con el a?adido de una terraza porticada con tumbonas y un samovar con vistas al verde. El porche tambi¨¦n invita a imbuirse de la fisicidad inexistente del tiempo cuando se mira el horizonte desde la baranda. Y de noche viene lo mejor: una velada flamenca m¨¢s ¨ªntima y real que la de una zambra o un tablao. Ni se les ocurra irse a dormir.