24 horas en Killarney, campo base para visitar el Anillo de Kerry y las islas Skellig
La cuidada ciudad irlandesa invita a recorrer los asombrosos paisajes verdes del suroeste del pa¨ªs. Adem¨¢s, aqu¨ª esperan de los mejores helados y ¡®fish and chips¡¯ del mundo
En Irlanda se suele decir que para que una localidad se considere ciudad debe de tener 25.000 habitantes y una catedral. A Killarney le faltan habitantes, pero tiene catedral y le llaman ciudad. En verdad no necesita ninguna menci¨®n para ser una parada imprescindible en el suroeste de la isla. Tiene todo lo que le puede faltar a un pueblo y todo lo que le sobra a la ciudad, y mezcla bien ambos mundos.
Dada su generosa riqueza natural irradia serenidad y calidad de vida. La autenticidad de sus comercios tradicionales otorga identidad a un centro manejable. No precisa m¨¢s para resultar hospitalaria. Su estado de conservaci¨®n es impecable. No es extra?o que se hiciera con el t¨ªtulo de ¡°Ciudad mejor mantenida de Irlanda¡± del a?o 2007, lo raro es que no lo siga siendo, porque el cuidado es extremo y sus vecinos se toman muy en serio la competici¨®n que organiza el Departamento de Medio Ambiente del pa¨ªs. La proximidad con la pen¨ªnsula de Dingle y su ubicaci¨®n sobre el Anillo de Kerry hacen de Killarney el lugar de paso con m¨¢s bed and breakfast de Irlanda.?
9.00 Por el parque nacional
Para conocer el parque nacional hom¨®nimo es imprescindible alquilar una bicicleta (por ejemplo, en killarneyrentabike.com). El paseo, perfectamente adaptado para ir en bici o a pie, entre el agua y la vegetaci¨®n, ofrece vistas del lago y de ciervos que desayunan ajenos al viento. La claridad, siempre cambiante en Irlanda ¡ªusted ya sabe eso de ¡°Four seasons in one day¡± (cuatro estaciones en un solo d¨ªa)¡ª, moldea la tonalidad de los colores del paisaje y del agua, tan pronto gris como azul. Atravesando la espesura del bosque se tiene la sensaci¨®n de habitar un recuerdo, como si esta escenograf¨ªa se hubiera visitado en una evocaci¨®n antigua. El parque nacional de Killarney (1), declarado reserva de la biosfera en 1981, consta de 10.236 hect¨¢reas repartidas en monta?as, lagos, bosques, cascadas y, por supuesto, la Muckross House and Gardens (2), una mansi¨®n de 1843 proyectada por William Burn en puro estilo Tudor para el matrimonio formado por Henry Arthur Herbert y la acuarelista Mary Balfour y cuya historia dar¨ªa para un cap¨ªtulo bonus track de la serie The Crown. En 1861, invitada por los due?os, vino aqu¨ª la reina Victoria. La familia invirti¨® en reformas convencida de que la monarca los nombrar¨ªa duques. Pero ella, aunque encantada, no estuvo por la labor. Tras varias compraventas, la mansi¨®n y sus 4.300 hect¨¢reas fueron ofrecidas en 1932 a la naci¨®n irlandesa, convirti¨¦ndose en el germen del primer parque nacional de la rep¨²blica. Abierta al p¨²blico, se visita hoy agradeciendo la conservaci¨®n del mobiliario del siglo XIX y de los jardines.
12.00 Playa, cascada y castillo
Cerca queda Rosie¡¯s Beach (3) (llamada ¡°playa secreta¡± por los aut¨®ctonos), un arenal salvaje que da al lago Muckross y en el que siempre hay alguien que le roba el brillo al sol. Es un pre¨¢mbulo ideal a la siempre concurrida cascada de Torc (4), encajada entre la abundante frondosidad de bosque que contrae el horizonte. Aqu¨ª el agua logra arrebatar el protagonismo a los robles y a los tejos.
De vuelta a Killarney, vale la pena desviarse hasta el castillo medieval de Ross (5), construido en la primera mitad del siglo XV, fortaleza t¨ªpica irlandesa cuya ubicaci¨®n a orillas del lago le otorga un aire entre dram¨¢tico y tel¨²rico que se aviene bien con leyendas, danzas tradicionales irlandesas y el shuffle. La ribera mezcla ni?os que dan de comer a los patos con turistas que esperan el paso de las nubes.
13.00 Una mesa con vistas?
Es hora de aparcar la bici y de restaurarse. La opci¨®n m¨¢s acorde con el paisaje es una mesa con vistas en el restaurante del Hotel del Lago (6), un cl¨¢sico con 111 a?os para el que el tiempo juega a favor. Este comedor justifica una visita a Killarney. La historia de la familia Huggard y tantos hu¨¦spedes ilustres (Charlie Chaplin, Walt Disney...) pesan en unos salones llenos de fotograf¨ªas que revelan una reputaci¨®n de postal antigua con la que se est¨¢ muy de acuerdo. En todo caso, m¨¢s interesante resulta el paisaje al que se abren los ventanales: dado que las laderas m¨¢s bajas de las monta?as est¨¢n cubiertas de bosques, el lago Leane muestra su mejor versi¨®n, y viene adem¨¢s aderezado por la presencia de ciervos rojos que pasean, beben y en ¨¦poca de celo berrean ensalzando los prodigios de la naturaleza. Sobre el mantel no falta comida tradicional servida en unas raciones que en algunos lugares pasar¨ªan por dobles, con predilecci¨®n por la carne, el salm¨®n y los quesos irlandeses.?
14.00 Excursi¨®n al Anillo de Kerry?
Una excursi¨®n al Anillo de Kerry puede requerir cuatro horas o cuatro d¨ªas. Tiene todo para ir parando el coche cada cien metros porque, aunque no lo parezca, cada paso que se da es mejor que el anterior. A grandes rasgos, convendr¨¢ tener en cuenta localizaciones como Ladies View (7), un mirador al lago de Killarney que toma el nombre del placer expresado por la reina Victoria al verlo en su visita en 1861. Y, por supuesto, el colorido pueblo de Sneem (8), cuyas fachadas de los restaurantes entran por los ojos (atenci¨®n al fish and chips de The Hungry Knight).?
Las vistas del mar desde el monte Farraniaragh (9) son las t¨ªpicas que, si nadie te avisa antes de su existencia, mejor (perd¨®n). Da igual que vengan con niebla o con sol radiante, da igual que caiga la claridad a chorro o que llueva, siempre asombran. Waterville (10) fue el pueblo litoral favorito de Chaplin. Aqu¨ª pas¨® veranos con su familia y aqu¨ª, en el paseo mar¨ªtimo, se le recuerda con una estatua. Y la cercana Portmagee (11) responde a esa localidad costera en la que uno piensa en renunciar al resto del viaje, ya sea desde el interior del Bridge Bar o desde el puerto.
En d¨ªas claros, la bah¨ªa de Ballinaskellig (12) ofrece vistas de las islas Skellig, abruptas y de apariencia inaccesible, pero solo en apariencia porque se puede acceder a ellas en barco. No faltan devotos que viajan a la isla donde se rod¨® El ¨²ltimo jedi, de la saga Star Wars y que hizo real el refugio de Luke Skywalker.?
19.00 ¡®Fish and chips¡¯, helados y cerveza?
De regreso a Killarney, antes de que la noche se lleve la tarde, hay que ajustarse de nuevo al paisaje urbano. Solo en Main Street hay tal cantidad de reclamos que se debe optimizar el tiempo: la helader¨ªa Murphys es una instituci¨®n y de las mejores del mundo. Si despu¨¦s de probar su helado de leche con sal tiene el impulso de volver y comprar la camiseta del sitio, sepa que no ser¨¢ el primero. Para esconder cualquier rastro de cansancio est¨¢ Quinlan¡¯s (13), aut¨¦ntico y generoso en fish and chips y mariscos. Algo m¨¢s tradicional y festivo resulta Bricin (14), m¨¢s irish no se puede.
En cualquier caso, el final del d¨ªa siempre ser¨¢ en el pub John M. Reidy (15), perfecto para, entre pintas de Guinness, reparar en que a¨²n nos queda visitar la catedral de Santa Mar¨ªa, esa que hace que Killarney sea considerada una ciudad.
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