Alsacia entre pueblos, vi?edos y bosques de cuento
Los nombres de sus villas recuerdan el pasado alem¨¢n de esta regi¨®n francesa: Eguisheim, Kaysersberg, Riquewihr¡ Tambi¨¦n sus platos, como el guiso ¡®baeckeoffe¡¯ o el bizcocho ¡®kugelhopf¡¯. Un viaje para empaparse de historia, tradiciones y naturaleza
Alsacia es una tierra de frondosos bosques que cubren la cordillera de los Vosgos, extensos vi?edos que ti?en de verde sus llanuras y colinas, y pueblos medievales de cuento a los pies de viejos castillos. La mejor manera de recorrer esta regi¨®n del noreste de Francia es combinando el coche con la bici y el senderismo. En el camino, entre maizales y vi?edos de parras erguidas al sol, ir¨¢n apareciendo pueblecitos de tal belleza que, como Eguisheim, inspiraron a Disney para La Bella y la Bestia.
Lo mejor es dejarse llevar por sus empinadas y laber¨ªnticas callejuelas en las que el tiempo parece detenido. Iremos descubriendo iglesias rom¨¢nicas; fuentes y pozos de piedra esculpida; murallas y torreones; casas medievales de fachadas de vivos colores entramadas con irregulares vigas de madera tallada, miradores renacentistas, alf¨¦izares floridos y coloridas contraventanas; patios de bodegas familiares cubiertos de enredaderas que albergan centenarias barricas y prensas de madera, y portones con escudos de armas y dinteles de piedra cincelados con el s¨ªmbolo del oficio de sus antiguos moradores.
Los nombres de sus pueblos recuerdan el pasado alem¨¢n de esta regi¨®n con lengua propia de origen germ¨¢nico: Guebwiller, Dambach, Zellenberg, Hunawihr, Haguenau, Marlenheim, Niedermorschwihr¡ Todos comparten en mayor o menor medida los atractivos rese?ados, cada uno con sus peculiaridades.
Eguisheim, rodeado de montes con vi?edos y a los pies de tres castillos, tiene como icono Le Pigeonnier, una peque?a casa medieval, quiz¨¢ la m¨¢s fotografiada de Alsacia, en la esquina entre dos estrechas calles. Las callejuelas de Ribeauvill¨¦, de las que sobresalen dos imponentes torreones, se llenan cada a?o de comediantes en la Pfifferdaj, la fiesta m¨¢s antigua de esta regi¨®n que recuerda a los juglares que la frecuentaban y que siguen teniendo su cofrad¨ªa del siglo XIV en la atractiva casa Pfifferh¨¹ss. En Riquewihr se halla la casa medieval m¨¢s alta de Alsacia, con 25 metros de altura, la llamada Gratte-Ciel (rascacielos). Turckheim lo ense?a por las noches un alguacil ataviado a la vieja usanza cuya funci¨®n era prevenir incendios: las casas son de madera y el fuego era su fuente de luz y calor. La coqueta Kaysersberg, a los pies de las ruinas del castillo de Schlossberg, est¨¢ cruzada por el r¨ªo Weiss, cuyas orillas une un puente fortificado. Bergheim, antigua villa romana, es la ¨²nica que conserva sus murallas y torres casi al completo, y el tilo m¨¢s antiguo de la regi¨®n, de 1313. Era lugar de asilo para los pr¨®fugos de la justicia, como recuerda el Lakmi esculpido en una de sus entradas que se burla del exterior ense?ando sus posaderas y la lengua.
La se?orial Obernai est¨¢ a los pies del monte Sainte-Odile, patrona de Alsacia, quien, ciega de nacimiento, obtuvo la visi¨®n al ser bautizada. En su cima, con unas magn¨ªficas vistas de la llanura alsaciana, hay un convento fundado por la santa en 680, una de cuyas fuentes, dicen, tiene propiedades curativas. La religi¨®n siempre estuvo presente en esta zona, como atestiguan los cruceros en las entradas de los pueblos. Aqu¨ª convivieron, y tambi¨¦n guerrearon, durante siglos cat¨®licos y protestantes; sin olvidar que Alsacia tambi¨¦n cont¨® con una importante comunidad jud¨ªa, como se aprecia en Obernai, Turckheim o Bergheim.
Los castillos que proteg¨ªan estos pueblos, muchos en ruinas, son testigos de guerras, pero tambi¨¦n de no pocas leyendas, como el castillo de Hohenbourg, escenario de un Romeo y Julieta local por donde vaga el fantasma de Hedwige, muerta de pena al morir su novio, de una familia rival, a manos su padre. En Hohlandsbourg, otra ¨¢nima espera el beso de un caballero que la vuelva a convertir en mujer. El castillo m¨¢s espectacular es Haut-Koenigsbourg, en lo alto del boscoso monte Stophanberch, desde cuyas murallas se divisa S¨¦lestat, con su Biblioteca Humanista de 1452 que alberga 154 manuscritos medievales, 1.611 incunables de los siglos XV y XVI y un manuscrito del VII. No menos interesante es la nunca conquistada ciudad fortificada en forma de estrella de Neuf-Brisach, del siglo XVII, que encontraremos en la ruta que bordea el Rin camino de Estrasburgo.
Colmar y Estrasburgo, capital de Alsacia y sede del Consejo y del Parlamento europeos, son paradas obligadas. La primera ciudad hay que disfrutarla callejeando, viendo sus llamativas mansiones renacentistas y sus casas medievales asomadas al r¨ªo Lauch; y sus museos, como el del colmariano Auguste Bartholdi, escultor de la Estatua de la Libertad, y el Unterlinden, en un antiguo convento dominico, en el que destaca el sin igual Retablo de Isenheim, de Matthias Gr¨¹newald.
En Estrasburgo impresiona su rojiza catedral emergiendo de entre las callejuelas que la rodean, al igual que a su costado la emblem¨¢tica Casa Kammerzell, del siglo XV, cubierta de delicadas tallas de madera, o los frescos medievales de la menos conocida iglesia de Saint-Pierre-le-Jeune. El casco viejo est¨¢ lleno de restaurantes y cervecer¨ªas como Au Brasseur, frecuentada por los estudiantes de esta ciudad universitaria que tuvo a Goethe como alumno y a Gutenberg entre sus vecinos. No menos animadas son las retorcidas callejuelas del barrio de la Petite France, plagadas de casas del siglo XVI y bonitos restaurantes, como Au Pont Saint-Martin, donde cenar mirando al r¨ªo. La ciudad tiene una amplia oferta cultural de la que sobresalen su Museo de Arte Moderno y Contempor¨¢neo ¡ªcon obras de Klee, Klimt, Duchamp y Monet¡ª y el de Bellas Artes ¡ªRafael, Rubens, Canaletto y Goya¡ª en el palacio Rohan, sede de los antiguos pr¨ªncipes-obispos.
Por los bosques de los Vosgos
Al norte de Estrasburgo hay una regi¨®n de bosques ancestrales y lengua propia diferente del alsaciano, con pueblos como Wissembourg, Hunspach y Seebach. En esta ¨²ltima se celebra el Streisselhochzeit, boda tradicional con traje regional y el caracter¨ªstico lazo negro alsaciano en la cabeza de las mujeres. Es una regi¨®n en la que los b¨²nkeres de la L¨ªnea Maginot de Schoenenbourg y Lembach recuerdan la agitada historia reciente de Alsacia: entre 1870 y 1945 cambi¨® cinco veces de manos entre Francia y Alemania. Por estos bosques merodea el barbudo Hans Trapp, que desde el siglo XV se lleva en su saco a los ¡°ni?os malos¡±. Sobre todo en Navidades, fiestas que en Alsacia se viven intensamente, engalan¨¢ndose sus villas de luces y adornos y mercadillos donde degustar pain d¡¯¨¦pices y gl¨¹hwein, vino caliente especiado. Hasta el punto de que en Riquewihr hay una tienda de adornos navide?os, F¨¦erie de No?l, abierta todo el a?o.
Los Vosgos, que recorren el oeste de Alsacia, son un para¨ªso para senderistas y ciclistas. Sus sendas cruzan bosques, cimas como el Grand Ballon, lagos como el de G¨¦rardmer, trincheras y cr¨¢teres artilleros de la I Guerra Mundial en los montes Hartmannswillerkopf y Le Linge, y villas como Munster, donde probar su queso. Los alsacianos presumen de saber vivir, y uno no puede irse sin degustar en sus winstub sus vinos de uva gewurztraminer, riesling, pinot, muscat o sylvaner; ni un cr¨¦mant, el champ¨¢n local; o una Elsassbier en sus bierstub (las cervezas francesas son principalmente alsacianas). Tampoco sus consistentes platos: baeckeoffe, carnes y verduras horneadas en cer¨¢mica de Soufflenheim; flammekueche al queso Ribeaupierre, parecido a la pizza; foie-gras, cuyo origen est¨¢ aqu¨ª, y, de postre, bizcocho kugelhopf. Una buena despedida de Alsacia a la que le diremos bis b¨¤ll, hasta pronto.
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