Descubriendo la Mil¨¢n secreta, m¨¢s all¨¢ del Duomo o el teatro de La Scala
La capital de la regi¨®n de Lombard¨ªa, en el norte de Italia, invita a descubrir rincones escondidos como el Orto Botanico di Brera, la colorista Via Giuseppe Balzaretti, la exc¨¦ntrica mole del Palazzo Cova o el bohemio Bar Jamaica
Mil¨¢n tiene la extra?a perfecci¨®n de las ciudades con las cosas claras, como muestra en su centro neur¨¢lgico y simb¨®lico con el Duomo, la Galleria Vittorio Emanuele II y el teatro de La Scala. Esta trilog¨ªa simboliza su poder y derrocha belleza esc¨¦nica, tan potente como para convertirse en t¨®pico, como si la capital de Lombard¨ªa poco m¨¢s pudiera ofrecernos.
Los pilares de atracci¨®n de la ciudad italiana son una genial excusa para ocultar muchos secretos esparcidos por sus calles, lugares con tanta fuerza como para resumir la historia milanesa y su visi¨®n del presente.
El recorrido empieza en la Via Giuseppe Balzaretti, una calle demasiado tranquila, al menos hasta 2018, cuando Toiletpaper, estudio de Maurizio Cattelan y Pierpaolo Ferrari, pint¨® una fachada de azul, acompa?ada de cuatro pintalabios. En 2022, el proyecto se ampli¨® con tres viviendas m¨¢s, decoradas con motivos florales y musicales.
Este destello t¨ªpico de la ¨¦poca Instagram es excepcional en la zona comprendida entre Citt¨¤ Studi y Porta Venezia; justo al lado de la misma, en Piazza Oberdan, el Albergo Diurno Venezia contiene en su interior, parado en el tiempo, una galer¨ªa comercial de los a?os veinte, catacumbas de la urbe contempor¨¢nea.
Porta Venezia abre la senda hacia el meollo milan¨¦s. Tras pasar los jardines de Indro Montanelli, se alza, a un paso, el barrio de Brera, c¨¦lebre por su pinacoteca, fundada por Napole¨®n con el fin de crear un segundo Louvre.
A su calle principal se accede a trav¨¦s del pasaje dedicado a Piero Manzoni, inventor de la obra Mierda de artista. Esta angosta traves¨ªa, hasta hace poco sin nombre, colinda con el Bar Jamaica, paradigma de burgu¨¦s bohemio para enterrar su antigua irreverencia, inexistente ahora en los aleda?os, donde el museo contin¨²a como referencia indispensable.
Adem¨¢s de visitar su colecci¨®n, es recomendable recorrer sus pasillos e ingresar en el Orto Botanico di Brera, una peque?a maravilla escondida al trasiego urbano. Fundada en 1774 por el abad Fulgenzio Vitman, alberga m¨¢s de 300 especies de plantas y constituye un espacio id¨®neo para relajarse entre tanta ins¨®lita naturaleza. Algo parecido, sin tanta variedad, puede encontrarse en los jardines de la Guastalla, entre el Duomo y Porta Romana, con un extraordinario estanque barroco como se?a de una identidad inaugurada por Paola Ludovica Torelli, condesa de la Guastalla, en 1555.
Brera tiene otros secretos. En la estrecha Via del Carmine hay una puertecita con unas cortinas rojas, invitaci¨®n para ingresar a su hom¨®nima iglesia, de 1446 y con su fachada central en una plaza de connotaciones cl¨¢sicas, ahora m¨¢s impresionantes al estar encajadas en las estructuras urbanas de la modernidad, asimismo forjadora de otras ¨¢goras, como la Piazza Liberty, con menos de un lustro de vida. Ubicada entre el Duomo y Piazza Cesare Beccaria, ambas emblem¨¢ticas, la plaza es un indudable arquetipo de la nueva Mil¨¢n surgida tras la Exposici¨®n Universal de 2015.
Dise?ada por el arquitecto Norman Foster, quiere ser un ejemplo para la reconversi¨®n peatonal, mezcla de sostenibilidad y reclamo comercial sin tantos atropellos, como muestra un conocido negocio de inform¨¢tica situado en su epicentro. La Liberty es un oasis, como el resto de sus compa?eros de esta ruta en el misterio. El causante de esta tendencia en Mil¨¢n siempre fue el Duomo, un im¨¢n a la vista, demasiado apabullante como para tener rivales en la inmediata cercan¨ªa, hacia otro estado cuando se alcanza la Via Dante, con el Castello Sforzesco al fondo.
Esta proliferaci¨®n de mitos milaneses puso en complicaciones al fascismo italiano a la hora de dar relevancia a su arquitectura en el espacio p¨²blico. Comprensible, hasta cierto punto, si se atiende c¨®mo el movimiento recibi¨® acta de fundaci¨®n el 23 de marzo de 1919 en la Piazza San Sepolcro, agazapada entre callecitas, algunas en forma curva, y otras galer¨ªas menos opulentas que la de Vittorio Emanuele. Solo una comisar¨ªa erigida durante la dictadura de Benito Mussolini deja intuir la estela del sitio en la contemporaneidad italiana. Su iglesia recibi¨® impulso de la mano de Carlo Borromeo y en su interior acoge representaciones escult¨®ricas en terracota de La ¨²ltima cena, magn¨ªfico complemento si antes se ha visitado la Pinacoteca Ambrosiana, a pocos metros y depositaria de la mayor colecci¨®n de dibujos atribuidos a Leonardo da Vinci.
La memoria fascista de Mil¨¢n, con excepci¨®n de la imponente estaci¨®n central, se ha establecido en recovecos. El siguiente, a menos de cinco minutos, es la Piazza degli Affari. En 1932, el Palazzo Mezzanotte, en honor al apellido de su arquitecto, supli¨® a la vieja Bolsa, configur¨¢ndose una cuadr¨ªcula de m¨¢rmol cuyo eje fue el trascendental edificio para los asuntos econ¨®micos italianos. Esto fue as¨ª hasta 2010, cuando Maurizio Cattelan regal¨® su contrapunto con la estatua L.O.V.E., su mano hecha en m¨¢rmol de Carrara con un dedo en forma de peineta para protestar contra el predominio de los mercados, gesto tan impactante como est¨¦ril.
Desde este punto, una gu¨ªa convencional instar¨ªa a rematar el paseo por los hitos milaneses con la bas¨ªlica de San Ambrosio, de estilo rom¨¢nico lombardo, una buena alternativa para caminar hacia otras perlas disimuladas. La Via Sant¡¯Orsola atesora en su trazado la Piazza Borromeo, con la iglesia ortodoxa de Santa Mar¨ªa Podone y su fachada del siglo XIII como aperitivos hacia mayores sorpresas, como el claustro de las Ursulinas en el n¨²mero 7 de la Via Cappuccio. De finales del Quattrocento, este patio es m¨¢s an¨®malo si cabe al hallarse dentro un inmueble civil, obst¨¢culo de f¨¢cil resoluci¨®n si se habla con el portero de la finca. No suele poner problemas a quienes quieren visitar este sucesor del circo romano, cuyas d¨¦biles ruinas sirven de par¨¦ntesis entre este descubrimiento y el templo del obispo del siglo IV.
A su vera, entre obras del metro y puertas de regusto medieval, emerge el Palazzo Cova, con una torre que caus¨® sensaci¨®n en su ¨¦poca, cuando nadie pod¨ªa sospechar la futura preeminencia de los rascacielos, de la Torre Pirelli (o Pirellone) de Gio Ponti al Palazzo Lombard¨ªa, de Ieoh Ming Pei, sede del Gobierno regional. La exc¨¦ntrica mole del Palazzo Cova se debe a Alfonso Copped¨¨, hermano de Gino Copped¨¨, autor en los a?os veinte de un barrio kitsch para la aristocracia romana, bien distinta a la de la rival del norte, tan se?ora como para solo consentir una rareza en su tejido, a rebosar de singularidades a la espera de ser degustadas para desmentir su supuesta monoton¨ªa.
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