Por el San Diego m¨¢s chicano
Una ruta en la ciudad californiana entre tiendas de ropa, libros, galer¨ªas, un ¡®skate park¡¯ y mucho m¨¢s para reivindicar esta mezcla de or¨ªgenes mexicanos y vida estadounidense
Hay una puerta abierta en una esquina de la Logan Ave de San Diego. Fuera, la luz del mediod¨ªa cae con fuerza y nitidez sobre esta calle repleta de locales modernos, h¨ªpsters y art¨ªsticos, que comparten acera con algunos puestos de tacos, tamales, elotes y churros. Esa puerta abierta se traga toda la claridad del verano y la convierte en un rect¨¢ngulo oscuro. Parece la puerta de un pub antiguo. Me gana la curiosidad y meto un poco la cabeza en ese agujero negro. Dentro, Michael Angelo me saluda y anima a que meta el cuerpo entero y eche un vistazo al local. No solo eso, se ofrece a hacerme una visita guiada. Michael Angelo es un veterano de guerra y este no es un pub cualquiera, es parte de una de las sedes de los Veterans of Foreign Wars (Veteranos de Guerras Extranjeras). Dentro hay muchas banderas estadounidenses, pero tambi¨¦n s¨ªmbolos mexicanos. El bar conecta con otro local que es una especie de memorial en honor a los ca¨ªdos y que, a su vez, conecta con una sala de eventos. Todo est¨¢ dedicado a recordar a los hispanoamericanos o mexicoamericanos que murieron por Estados Unidos. Porque nos encontramos en el barrio Logan: el lugar por excelencia de la cultura chicana e ind¨ªgena en el sure?o San Diego, pegado a Tijuana, justo en la frontera de EE UU y dentro del Estado de California.
La cultura chicana, o mexicoamericana, tiene su origen en una historia de discriminaci¨®n y explotaci¨®n. Es la historia de la conquista por parte de EE UU de lo que eran territorios mexicanos: Texas, Nuevo M¨¦xico, Arizona, Colorado y Alta California. Y es tambi¨¦n la historia de lo que sucedi¨® despu¨¦s. En el siglo XIX esos territorios pasaron a formar parte de EE UU y de ah¨ª en adelante los mexicanos en esas regiones enfrentaron explotaci¨®n econ¨®mica, discriminaci¨®n social y violencia. Eso llev¨® a una resistencia activa y pasiva basada en su cultura. Lo describe en detalle Juan Manuel Sandoval en La cultura chicana como parte del patrimonio hist¨®rico y cultural de M¨¦xico.
Adem¨¢s, seg¨²n algunos expertos, en los inicios, ¡°chicano¡± era un t¨¦rmino despectivo, que quer¨ªa decir callejero o p¨ªcaro. Pero despu¨¦s, entre los a?os sesenta y setenta del siglo XX, pas¨® a tener una connotaci¨®n m¨¢s pol¨ªtica, con el Movimiento Chicano, cuando estall¨® la lucha por los derechos civiles en el pa¨ªs. Y con los a?os, ese t¨¦rmino ha ido carg¨¢ndose de orgullo y perdiendo lo peyorativo. La cultura chicana es, pues, una cultura de resistencia. Por eso todav¨ªa ahora aqu¨ª en San Diego se nota la dignidad de esos or¨ªgenes.
Camino al lado de Michael Angelo y su perro por la Logan Ave, la arteria principal de este barrio que tiene coraz¨®n mestizo. Ellos me van ense?ando los lugares clave. Primero entramos en la Sew Loka, una mezcla de palabras en ingl¨¦s y en espa?ol (¡®cose¡¯, o ¡®coser¡¯, y ¡®loca¡¯). Tambi¨¦n as¨ª hablan algunas personas en esta zona fronteriza, en una mezcla de ingl¨¦s y espa?ol. La Sew Loka pertenece a la dise?adora chicana Claudia Rodr¨ªguez-Biezunski. Fue a trav¨¦s de sus padres, migrantes mexicanos, como a Claudia le entr¨® el amor por la costura. Su padre ten¨ªa una f¨¢brica de tejido en San Fernando, California, y su madre, que se quedaba en casa, cos¨ªa toda la ropa para Claudia y sus dos hermanos y tres hermanas. En 2013 abri¨® esta tienda-taller y, como explica en su web, ¡°como empresaria mexicoamericana, est¨¢ rompiendo barreras, difuminando las normas sociales y dando la bienvenida con orgullo a las comunidades BIPOC [personas negras, ind¨ªgenas y de color] y desatendidas a trav¨¦s de productos hechos a mano, asequibles, vanguardistas y reciclados¡±.
Ella dice que es m¨¢s ¡°chicana punk rock, que chicana tradicional¡± y cuenta la importancia que le da a la sostenibilidad en la moda. Por ejemplo, con talleres para ense?ar a la gente a ser m¨¢s sostenibles con su ropa. Al lado de su tienda hay una galer¨ªa de arte comunitario y, m¨¢s adelante, hay m¨¢s galer¨ªas, tiendas y muchos bares y restaurantes. Todo basado en la tradici¨®n chicana, pero tambi¨¦n en otras identidades culturales que surgen para reivindicar las ra¨ªces mexicanas frente a la discriminaci¨®n en EE UU. Por eso en este barrio es f¨¢cil ver coches antiguos, Cadillacs y otros, bajos y alargados, s¨ªmbolo de los low riders y los pachucos. O vestimentas con pantalones anchos, muchos tatuajes y gafas de sol oscuras, t¨ªpico de los cholos.
Despu¨¦s de las m¨²ltiples opciones para el ocio en esta avenida, al final de la calle, cuando muere y cambia de nombre, todav¨ªa hay otro tesoro: la librer¨ªa Lib¨¦lula Books & Co. Un lugar, como los anteriores de la Logan Ave, para empoderar a la comunidad, en este caso a trav¨¦s de la lectura. Libros en espa?ol, literatura latinoamericana, negra, queer, ind¨ªgena y de un sinf¨ªn de colectivos.
Pero dando marcha atr¨¢s tambi¨¦n hay mucho que ver. Rebobinando, antes de llegar a la puerta abierta de la sede de los Veterans of Foreign Wars y de conocer a Michael Angelo, se pasa por un skate park ubicado bajo un puente de una amplia carretera. En las rampas para los skates y los pilares del puente est¨¢ lleno de murales. A los pies de algunos de ellos hay placas y fotos que recuerdan a miembros de la comunidad fallecidos, muchos de ellos j¨®venes skaters. En las fotos salen patinando y en algunos de esos peque?os altares hay trozos de skates con frases escritas. Los murales son, en su mayor¨ªa, una reivindicaci¨®n de la cultura mexicana e ind¨ªgena. M¨¢s adelante, el skate park se transforma en un parque con algo de hierba, zona de juegos infantil y m¨¢s murales. Todo eso conforma el Chicano Park.
Desde ah¨ª se puede llegar en el tranv¨ªa ¡ªaqu¨ª le llaman trolley¡ª en poco m¨¢s de media hora hasta la frontera con Tijuana. Hasta San Ysidro. En esa zona est¨¢ The FRONT Arte Cultura, un espacio comunitario para potenciar el arte fronterizo, en este caso de los dos lados, tanto de la vecina Tijuana como del ¨¢rea de San Diego. Por eso se organizan exposiciones de artistas de ambos pa¨ªses. Ese puede ser el punto de inicio o final de la ruta, porque est¨¢ en un extremo.
En lo que podr¨ªa ser el otro extremo de esta ruta chicana, en el Balboa Park, el parque m¨¢s conocido y grande de San Diego, est¨¢ el Centro Cultural de la Raza. Fue fundado en la d¨¦cada de los setenta por la comunidad chicana y su objetivo es promover y preservar la cultura y el arte chicano, mexicano, latino e ind¨ªgena, ofreciendo infinidad de eventos, entre mercadillos, conciertos, charlas y un largo etc¨¦tera.
As¨ª, caminando por todos estos lugares y empap¨¢ndose de lo que aportan, el viajero puede aportar su granito de arena a mantener vivo ese legado, para que siga creciendo.
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