Trece paradas imprescindibles en la Costa Quebrada, fervor por la geolog¨ªa en Cantabria
Una ruta de Santillana del Mar a Santander que demuestra que este es uno de los pocos lugares del mundo que despliega en tan corto espacio tal abundancia de procesos morfol¨®gicos. Playas, istmos, dunas, acantilados o ¡®urros¡¯ se suman a un variado repertorio de sugerencias viajeras
Arcos, istmos, colapsos, urros (farallones), un modelo de t¨®mbolo, dep¨®sitos de sedimentos: una sorprendente variedad de formas adornan buena parte de la costa occidental de Cantabria. Entre Santillana del Mar y Santander se extienden unos 40 kil¨®metros litorales correspondientes a ocho municipios, que revelan lo que de hermoso puede dar de s¨ª la erosi¨®n marina. En pocos lugares del mundo como en esta Costa Quebrada se muestra, en tan corto espacio, una abundancia tal de procesos morfol¨®gicos. Si todo marcha seg¨²n lo previsto, dentro de un a?o, este deslumbrante patrimonio geol¨®gico ser¨¢ declarado geoparque por la Unesco.
Viola Bruschi, ge¨®loga y directora cient¨ªfica del geoparque aspirante Costa Quebrada, ha seleccionado 13 de sus enclaves y de su mano los recorremos, junto a un variado repertorio de sugerencias tur¨ªstico-viajeras. Debido a lo reducido de muchas de sus playas, lo m¨¢s conveniente es acudir en primavera, con marea baja (se puede consultar la tabla de mareas online) y, mejor todav¨ªa, en d¨ªa laborable.
Otra estupenda opci¨®n consiste en recorrer la Costa Quebrada desde la embarcaci¨®n semirr¨ªgida de Calypso, con salida del puerto de La Pozona (Miengo) y destino en la playa de Covachos (Santa Cruz de Bezana). El pasaje cuesta 25 euros (m¨¢ximo seis personas).
Una ermita dentro de una alfombra
La simbiosis entre fervor religioso y erosi¨®n costera ha originado en la playa de Santa Justa, en Ubiarco (Santillana del Mar), una rareza catalogada por el Instituto Geol¨®gico y Minero de Espa?a como Lugar de Inter¨¦s Geol¨®gico. El choque entre placas tect¨®nicas de la Orogenia Alpina form¨® hace unos 30 millones de a?os cordilleras como los Pirineos o el Himalaya. Este proceso gener¨® en Santa Justa el plegamiento y elevaci¨®n de las rocas, como si de una alfombra se tratase, cuyo n¨²cleo fue sometido al arbitrio del oleaje, produciendo la oquedad en la que se empotr¨® la ermita de San Justa, de la que hay constancia desde el siglo XIII. Para evitar resbalones bajo la lluvia se ha empedrado el acceso hasta la capilla, que consta de solo dos paredes ¡ªest¨¢ reforzada la que soporta el oleaje¡ª, a lo que suma un ventanuco a trav¨¦s del cual se atisba el que podr¨ªa calificarse como altar cavern¨ªcola. Despu¨¦s, cabe la posibilidad de ascender al muro de San Telmo, antiguo faro desde el que se domina la playa de Tagle y Punta Ballota, ambas pertenecientes al municipio de Suances. Un rinc¨®n no exento de romanticismo al atardecer.
Con mala mar, llegar a la ermita es imposible y habr¨¢ que contentarse con ser testigos, desde los bancos, de c¨®mo las olas incluso sobrepasan el templo. Cerca sigue abierta desde 1991 la posada rural La Cerr¨¢ de San Roque, pionera del turismo rural en Cantabria.
Y ya que estamos en Santillana del Mar, aprovechemos para acercarnos al Palacio de Velarde, abierto al p¨²blico en 2023. En la visita guiada se recrean con ologramas y realidad virtual los moradores m¨¢s ilustres de este palacio renacentista.
La punta de las aves
Raro es el cabo o extremo de la costa norte espa?ola que no haga las funciones de observatorio ornitol¨®gico. Punta Ballota, en Tagle (Suances), escenario virginal de cantiles cortados a pico al que van a morir los prados, no es la excepci¨®n. Dejaremos el coche en cuanto acabe la pista para iniciar una ruta paisaj¨ªstica al borde de un cortado vertical de 70 metros de altura, que nos llevar¨¢, sin soluci¨®n de continuidad, hasta la cercana playa de El Sable, peligrosa para el ba?o los d¨ªas de mar batida.
Justo desde el extremo de Punta Ballota, mirando al sureste, se contempla un curioso valle elevado, que no es sino el cauce de un r¨ªo que fue incapaz de erosionar su propio lecho, para desaguar, sin desnivel alguno, en el mar.
En esta aguda morfolog¨ªa no solo se puede espiar al cern¨ªcalo rondando los aires para ver qu¨¦ caza en la campi?a, o al avi¨®n roquero que hace sus nidos en los acantilados, lo mismo que la chova piquirroja; tambi¨¦n sorprenderemos alguna bisbita revoloteando por los prados o las ¨²ltimas lavanderas boyeras descansando antes de viajar al norte a criar. Se entiende entonces que Costa Quebrada est¨¦ incluida, tambi¨¦n, dentro de la Red Natura 2000 como LIC (Lugar de Inter¨¦s Comunitario).
Este marco id¨ªlico de vacas y quiz¨¢ caballos se divisa desde las 10 habitaciones del anexo (seis de ellas con terraza) que dispone la posada rural Punta Ballota, en la que nos pondremos en manos de la familia Eguren Revilla.
La Roca Blanca
El siguiente hito en esta ruta es el conf¨ªn de la pen¨ªnsula del Dichoso (Suances), desde donde bajaremos a pie hasta una minipen¨ªnsula caliza, la Roca Blanca, resto desmantelado de un gran arrecife tropical declarado Lugar de Inter¨¦s Geol¨®gico. ¡°Data de hace 125 millones de a?os, cuando la Costa Quebrada estaba sumergida en aguas c¨¢lidas y limpias en las que proliferaban organismos generadores de arrecifes, muy similares a los actuales¡±, apunta la ge¨®loga Viola Bruschi. Con el mar calmo se puede subir con precauci¨®n a este fotog¨¦nico roquedo de un blanco nuclear, donde, por su naturaleza fracturada, habr¨¢ que salvar un breve repecho y recorrerla con cuidado de no pisar grietas. Bajo una tempestad resulta apocal¨ªptico c¨®mo se yerguen las olas a la altura del roquedo, formando entre las cavidades un efecto tipo buf¨®n.
En la punta del Dichoso tambi¨¦n hay que acercarse al mirador suancino sobre la costa occidental y la playa de los Locos; al v¨¦rtice geod¨¦sico; a la mole del faro, a la antigua bater¨ªa de costa del Torco, asomada a la r¨ªa de San Mart¨ªn de la Arena, reconvertida en galer¨ªa de arte.
A la hora de reponer fuerzas tenemos a mano los arroces y pescados del restaurante La D¨¢rsena y el restaurante Emma, donde el chef Carlos Arias fusiona las cocinas c¨¢ntabra y mexicana, incluidos pescados al horno con t¨¦cnicas prehisp¨¢nicas. Con mucha antelaci¨®n se puede reservar alguna de las cotizad¨ªsimas mesas pegadas a la cristalera.
En el hotel Castillo de Los Locos destacan sus vistas y atardeceres, como su terraza y su brunch diario.
El lago inesperado
Aprovechamos que para seguir costeando es preciso rodear la r¨ªa de San Mart¨ªn de la Arena, integrada por los r¨ªos Saja y Besaya, para poner rumbo a Rumoroso (Polanco). All¨ª espera un buc¨®lico lago, el Pozo Tremeo, depresi¨®n originada por la disoluci¨®n de las rocas calizas ¡ªfen¨®meno conocido por dolina¡ª y encuadrada en el proyecto de geoparque Costa Quebrada. Un fen¨®meno k¨¢rstico parecido, esta vez junto al mar, fue responsable de la cala de Gulpiyuri, en Llanes (Asturias).
Las aguas del Pozo Tremeo, de 11 metros de profundidad, son dulces en la superficie y cargadas de sales en el fondo; el escenario representa una de las tres ¨¢reas naturales de especial inter¨¦s catalogadas en Cantabria. Junto al aparcamiento est¨¢ el ¨¢rea de interpretaci¨®n, con bancos y paneles explicativos. Tras aproximarnos al lago por la pasarela de madera, embocamos la ruta senderista n¨²mero 2 (apta para toda la familia), desde cuyo bosque aut¨®ctono se aprecia el manto de agua desde diferentes perspectivas. ?Qu¨¦ singularidad descubrir un lago perdido entre las mieses! Regresaremos por la ruta n¨²mero 1, dotada con dos miradores y zona de descanso.
En el desag¨¹e del lago no es raro ver en primavera tan pronto ranitas de San Antonio como lib¨¦lulas y orqu¨ªdeas end¨¦micas. ?Hora del bocata? En So?a, a pocos kil¨®metros, se encuentra una zona de recreo con tirolina, barbacoas y mesas para p¨ªcnic.
La casa rural El Pozo Tremeo, situada a 200 metros del lago, est¨¢ dividida en dos viviendas de id¨¦nticas caracter¨ªsticas y alquiler ¨ªntegro para un m¨¢ximo de cinco personas cada una. Los chipirones a la plancha, el pulpo a la brasa y las rabas del bar-restaurante La Puentecilla son raz¨®n suficiente para desplazarse hasta Oru?a de Pi¨¦lagos. Dispone de men¨² del d¨ªa, de lunes a viernes, a 20 euros, y los s¨¢bados a 23.
Playa bajo rugosos acantilados
Uno de los secretos mejor guardados de la costa de Cantabria, frecuentado casi en exclusiva por vecinos de la comarca, es la playa salvaje de los Caballos ¡ªo de Ombleda¡ª, en Miengo. Despu¨¦s de dejar el coche en la cala del Huevo Frito, nos detendremos en el estupendo mirador de carretera sobre la ¨²nica playa de la Costa Quebrada respaldada por una pared con aspecto de c¨¢rcava, que corresponde a la t¨ªpica erosi¨®n de rocas arcillosas originadas por aguas de escorrent¨ªa, en pendientes acusadas y con ausencia de vegetaci¨®n. Son de tal magnitud los desprendimientos y deslizamientos que, en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, el retroceso del precipicio ha sido de 10 metros, que ya es decir, lo que aconseja acudir en bajamar ¡ªcon marea llena este dorado arenal semicircular queda muy mermado¡ª para as¨ª no tener que extender la toalla junto al peligroso talud de 60 metros de altura.
El acceso resulta dificultoso, puesto que hay que rodear toda la playa por la cima de este acantilado de margas grises y areniscas, hasta encontrar la rampa de acentuada pendiente, no recomendable para personas con movilidad comprometida. La que, seg¨²n dicen, fue playa favorita del naturalista y divulgador F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente, de unos 200 metros de largo, est¨¢ a resguardo del viento del noreste, el predominante los d¨ªas con buen tiempo; bien entendido que el paisaje se torna agreste y expuesto a las aguas del mar, que braman con fuerza (no hay socorrista).
Tras gozar de este para¨ªso seguiremos costeando a pie hasta la punta del Cuerno para fotografiar las islas Conejeras, a las que uno puede acercarse con la lancha de Calypso, junto con la Roca Blanca y la playa de los Locos.
A la hora de tomar unas rabas no se puede pasar por alto la terraza que abre El Chiringuito de Cuch¨ªa, en la playa de Marz¨¢n.
Estuario desde La Picota
La remodelaci¨®n de la carretera CA-231, que une Boo de Pi¨¦lagos y Liencres, ambos en Pi¨¦lagos, fue aprovechada para erigir un mirador de carretera sobre el abra del r¨ªo Pas. Su meandro, en forma de herradura, se graba a fuego en la retina enmarcado por el verde ub¨¦rrimo que otorga el campo de golf Abra del Pas, de titularidad p¨²blica, en cuya cafeter¨ªa siempre es buena idea pedir una de rabas. Esta visi¨®n es de gran importancia geol¨®gica y natural, puesto que en la desembocadura del Pas comienza no solo el parque natural de las Dunas de Liencres y Costa Quebrada, sino que este tramo de litoral hasta la playa de San Juan de La Canal forma parte del cat¨¢logo Global Geosite, que incluye lugares de inter¨¦s geol¨®gico de relevancia mundial, raz¨®n del geoparque aspirante. A la visi¨®n de la lengua de arena de Liencres se a?ade la de la punta del ?guila y las islas Conejeras.
Siendo esta vista muy gratificante, quien busque una postal emblem¨¢tica debe subir a la cima de La Picota. Esta ruta monta?era circular de una hora de duraci¨®n parte del pueblo de Mortera (Pi¨¦lagos), pasando por la cimas de La Picota y Tolio, con un desnivel de 191 metros, entre un sinf¨ªn de trincheras y nidos de ametralladoras. La vista de 360 grados resulta hermosa y alcanza, adem¨¢s de la desembocadura del Pas, Pe?a Cabarga y, en d¨ªas despejados, los Picos de Europa.
Luego podemos pernoctar, y sentirnos como en casa, en la Posada Sotobosque, con nueve habitaciones, no sin antes cenar en el restaurante Laila, en Momp¨ªa, de cocina innovadora con producto local y ventajosa relaci¨®n calidad-precio.
El mejor tren dunar del Cant¨¢brico
Por su tama?o y grado de naturalidad, el de Liencres (Pi¨¦lagos) representa el mayor campo de dunas en la costa cant¨¢brica; es por eso que fue el primer espacio natural protegido de la comunidad. Las 33,5 hect¨¢reas de las dunas de Liencres, declaradas parque natural, se desparraman como resultado de la lucha en equilibrio permanente entre los sedimentos arrastrados en masa por el r¨ªo Pas y los vientos mar¨ªtimos dominantes, que se encargan de transportar la arena hacia tierra, otorgando a la playa de Valdearenas el perfil amurallado que la caracteriza. Es buena idea aparcar el coche 300 metros antes de llegar al mar y caminar entre el pinar plantado para contener la invasi¨®n aren¨¢cea y las dunas (?sin pisarlas!). Figuras de arena m¨®viles y mutantes se elevan majestuosas hasta El Puntal, junto a la angulosa r¨ªa de Mogro, donde suelen colocarse la parroquia nudista. La corriente de deriva litoral poco a poco alarga la lengua hacia el oeste; similar proceso se desarrolla en El Puntal de Somo (Ribamont¨¢n al Mar), frente a Santander.
Valdearenas es una playa que registra gran afluencia. Una vez en la orilla, es aconsejable dejar atr¨¢s a los ba?istas perezosos y caminar hasta conseguir que se evapore la sensaci¨®n de parque urbano. La de Liencres es una de las playas c¨¢ntabras donde las olas entran en mayor n¨²mero ¡ªraz¨®n de la zona acotada para la pr¨¢ctica del surf¡ª, lo que indica que los ba?istas har¨¢n bien en desconfiar de las peligros¨ªsimas corrientes. Y siempre es una gran idea contemplar los memorables atardeceres con la isla de la Conejera recort¨¢ndose a lo lejos.
A los ¨¢vidos de nuevas experiencias les llamar¨¢n la atenci¨®n los paseos por el pinar de Liencres que gu¨ªa Jon Palazuelos, gerente de Cantabria Experiencial, a la busca de una veintena de especies de orqu¨ªdeas silvestres. Solo en el mes de mayo florecen una docena, alguna tan vistosa como la Limodorum Abortivum (precio, 20 euros; 10 euros para ni?os hasta 12 a?os).
Coqueto reducto nudista
Somocuevas, la playa m¨¢s limpia y segura de Pi¨¦lagos, se recomienda solo en bajamar, y apenas se pone un pie en ella evidencia su profunda tradici¨®n nudista; ah¨ª abajo, tan resguardados, conviven amigablemente desnudos y textiles. Es imposible desprenderse del magnetismo que concita este centenar de metros de arena dorada encajonado por un acantilado protector.
En este punto comienza lo m¨¢s vistoso de la Costa Quebrada, caracterizado por la alternancia de entrantes y salientes que conforman acantilados con alturas que var¨ªan entre los 40 y los 60 metros. Aqu¨ª aparecen de nuevo rocas blancas de la misma naturaleza arrecifal que la punta del Dichoso. Durante los ¨²ltimos miles de a?os, la subida del nivel del mar, la acci¨®n del oleaje, del viento y la lluvia han atacado las rocas en su frente m¨¢s expuesto, desmantelando m¨¢s r¨¢pidamente los materiales menos consistentes. Todo ello lo acusa el peque?o istmo compuesto por unas rocas ¡ªareniscas y lutitas¡ª m¨¢s j¨®venes y de menor solidez que las calizas de la blanca pen¨ªnsula, que recuerda la disposici¨®n de la antigua l¨ªnea de costa, hoy en retirada.
Somocuevas cuenta con una disuasoria escalinata de 139 pelda?os, pindia (empinada) como se dice en Cantabria, que agotar¨¢ a quien cargue parafernalia playera. Desde el arranque de esta se distingue a un lado el urro (farall¨®n) del Camello y a otro la urbanizaci¨®n que testimonia la presi¨®n urban¨ªstica a que est¨¢ sometida la Costa Quebrada. ¡°Conforme desciendes por los escalones pasas, casi por arte de magia, de un entorno urbanizado a otro natural, a una piscina salvaje, tranquila, preciosa, en la que abstraerse de todo¡±, apunta Patricia Loro, gerente de la empresa de servicios tur¨ªsticos Norteando. Cubre poco a poco y la temperatura del agua, comparada con los dem¨¢s arenales de la zona, resulta m¨¢s agradable. Tambi¨¦n se agradece que la luz solar est¨¦ presente durante toda la tarde.
¡®Urros¡¯ imperiales
La proximidad a la Costa Quebrada de un encadenamieto de urros puntiagudos encuentra su mejor expresi¨®n paisaj¨ªstica caminando por los verdes acantilados que unen las playas de Portio y La Arn¨ªa (Pi¨¦lagos); ello a trav¨¦s de un poderoso espect¨¢culo en el que la fachada cant¨¢brica se muestra en su m¨¢ximo esplendor. Si no hay lugar para aparcar en Portio, se puede buscar en La Arn¨ªa.
Desde Portio es preciso encaramarse al acantilado a mano derecha para disfrutar con los urros de Liencres, objeto de degustaci¨®n geol¨®gica y espect¨¢culo m¨¢gico cuando arrecian los temporales: el urro del Manzano, el Mayor, el Menor... dejan estrechos canales entre ellos. ¡°Si imaginamos una l¨ªnea uniendo los urros como si fueran puntitos¡±, sugiere la ge¨®loga Viola Bruschi, ¡°aflorar¨ªa la antigua l¨ªnea de costa, de una magnitud mucho m¨¢s rectil¨ªnea que la actual, constituida por rocas calizas, vestigios arrecifales. Se trata, probablemente, del litoral que los habitantes de la cueva de Altamira pisaban cuando se acercaban al oc¨¦ano para recolectar comida y utensilios¡±.
A lo lejos, como un elemento m¨¢s del decorado, asoma un portal¨®n rocoso de variada toponimia: que si el urro del Manzano, que si La Puerta del Cant¨¢brico, o el Canto del Diablo, por la manera en que sugiere las formas de un animal fabuloso. Conviene bordear el cantil al menos hasta el socav¨®n de Pedrondo, correspondiente a la primera etapa de un modelo evolutivo que describe c¨®mo una costa rectil¨ªnea en el pasado se transform¨® en un litoral caracterizado por entrantes y salientes. En el socav¨®n se observa que el oleaje aprovecha las grietas que se abren en la base del acantilado para penetrar y desmantelar el relieve, de menor dureza, hacia el sur. El proceso erosivo seguir¨¢ actuando hasta que encuentre un material m¨¢s resistente, el embri¨®n de una ensenada similar a la de Portio. Es peligroso asomarse. As¨ª que los ni?os en esta excursi¨®n ¡ªuno de los mayores gustazos que un fot¨®grafo de paisajes costeros puede darse¡ª deben ir siempre de la mano.
La de los grandes cuchillones
Seguimos en el coraz¨®n de la Costa Quebrada, esta vez en la playa de La Arn¨ªa, en Liencres (Pi¨¦lagos), de est¨¦ticos cuchillones sobrevolados por el halc¨®n peregrino. Otra vez, delante de un ejemplo maravilloso de c¨®mo la fuerza del mar, los grandes temporales y la lluvia son capaces de erosionar el litoral, desmantel¨¢ndolo paulatinamente en las zonas menos s¨®lidas. La Arn¨ªa se parte en dos ensenadas separadas por un peque?o istmo ¡ªun arenal y un trozo de plataforma de abrasi¨®n¡ª, mismo patr¨®n que en Somocuevas, pero con unas formas m¨¢s desarrolladas. En la plataforma alternan estratos duros (calizas y areniscas) y blandos (arcillas y margas), y el r¨¦gimen mareal la convierte en un laboratorio biol¨®gico a cielo abierto.
Tambi¨¦n aqu¨ª se puede vislumbrar c¨®mo los grandes farallones ¡ªlas mismas calizas empleadas en Altamira a modo de lienzo¡ª que se mantienen erguidos protegen de la erosi¨®n al istmo, compuesto por rocas menos resistentes, de la misma forma que permiten que en la ensenada hacia el este se genere un coqueto arenal. Para llegar bajaremos por un corte del istmo, mejor con marea baja. No es mala idea caminar despu¨¦s por el acantilado para ver la majestuosa playa de Covachos desde lo alto del cantil.
El Cazurro garantiza sabrosa cocina marinera, tanto pescados de roca como arroces, estos por encargo. Al gestionar la reserva (imprescindible) no se garantiza mesa junto a la galer¨ªa (?tan deseada!). Si no hay plaza, queda muy a mano el restaurante La Viga, de variopinta gastronom¨ªa; de sus recetas tailandesas gustan mucho el Gaeng Kua Sapparod (curri rojo con langostinos y pi?a) y el Pad Kaprao (salteado de arroz y marisco).
T¨®mbolo de manual
La playa de Covachos (Soto de la Marina, Santa Cruz de Bezana) constituye la m¨¢xima expresi¨®n en cuanto a formaci¨®n tomb¨®lica se refiere, de tal perfecci¨®n que ilustra la entrada ¡°t¨®mbolo¡± en la Enciclopedia Brit¨¢nica. El islote del Castro representa un obst¨¢culo para el oleaje, que, chocando contra su vertiente norte, genera dos frentes que se separan, rodean el islote y se entrecruzan en la vertiente meridional, delante de los ba?istas. Es en este lugar donde las corrientes sueltan la arena que transportan y la acumulan creando gradualmente un t¨®mbolo, es decir, un dep¨®sito en forma de lengua que une la isla con tierra firme. Este milagro ¡ªmar a la izquierda, mar a la derecha¡ª solo se puede apreciar en horario de bajamar. Una advertencia para quienes acaricien la idea de encaramarse al islote de El Castro ¡ªterritorio de pescadores¡ª: hay que vigilar las mareas o se corre el riesgo de quedar atrapado, teniendo que esperar seis horas a que se forme de nuevo el istmo para poder salir.
El acceso a este antiguo valle fluvial erosionado, que hace blas¨®n de su belleza natural, no se repara desde hace a?os como medida de protecci¨®n. Desde el ¨²ltimo tramo de escaleras de piedra y la arena queda un desnivel de un par de metros que solo puede salvarse asi¨¦ndose a una cuerda precaria, lo que limita radicalmente el aforo de ba?istas. No importa, porque el escenario se fotograf¨ªa sin necesidad de pruebas de agilidad.
A Covachos tambi¨¦n se la conoce como ¡°la playa de la cascada¡±, por una cortina de agua que cae por el acantilado despu¨¦s de las lluvias. Acude un p¨²blico mayoritariamente joven, en gran medida amante de los paseos.
De interesante relaci¨®n calidad-precio es el cercano restaurante El Rinc¨®n de La Canal, sean sus pescados a la sal, su merluza rellena de centollo o su rape relleno de cigalas. Una alternativa m¨¢s al interior es el restaurante Hoster¨ªa de Adarzo.
El faro en su precipicio
El faro de Cabo Mayor (de 1839) corresponde en Santander con un acantilado sometido a la violenta hidrodin¨¢mica del oc¨¦ano. Cuando, junto al monumento a los Ca¨ªdos en la Guerra Civil, nos asomamos para divisar las grandes lajas plegadas, inclinadas hacia el Cant¨¢brico, y pensamos que esas rocas en origen se formaron en posici¨®n horizontal podemos llegar a imaginar las descomunales fuerzas que actuaron durante millones de a?os para doblarlas y auparlas hasta su actual emplazamiento en el cabo. Por estas escarpadas inclinaciones trepa el oleaje en una visi¨®n hipn¨®tica. Un d¨ªa de mar arbolada este acantilado de 60 metros de altura tiene todos los elementos de la ¨¦pica a favor.
Frente al torre¨®n del faro, de 30 metros de altura, los que llegan desde el mar o por tierra reciben una impresi¨®n de poder¨ªo abrumador. Su disposici¨®n, en extremo s¨®lida, es tripartita: base anular, primer cuerpo octogonal y resto cil¨ªndrico. En las que fueron viviendas fareras se ubica hoy el Centro de Arte Faro Cabo Mayor, con una exposici¨®n permanente de Eduardo Sanz (1928-2013), pintor que, como pocos, supo plasmar la pasi¨®n por las costas en general y los faros en particular. Hasta el 30 de junio el centro alberga la exposici¨®n fotogr¨¢fica Intervalos de sombra, del granadino Pablo L¨®pez, a la que seguir¨¢, este verano, una exposici¨®n del pintor y escritor Carlos Garc¨ªa-Alix. Este verano est¨¢ prevista la inaguraci¨®n en la zona del Parque 2020, en homenaje a las v¨ªctimas de la covid.
Lo que lleva a los viajeros a la Cafeter¨ªa El Faro es a degustar sus raciones de rabas y, m¨¢s todav¨ªa, sus atardeceres.
El camello como distintivo
La Costa Quebrada finaliza en la pen¨ªnsula de la Magdalena, y es precisamente en su istmo donde se estira la playa del Camello. La roca jorobada que semeja un dromedario, y que da nombre al arenal, se puede fotografiar en bajamar (los selfis son innumerables), no lejos del Parque Marino. No es tanto una playa familiar, donde todo el mundo se conoce, como un elemento geol¨®gico emblem¨¢tico de Santander, como lo fueron en su d¨ªa la pe?a Horadada ¡ªsus restos est¨¢n frente a la playa de Bikini¡ª y el Puente del Diablo ¡ªno lejos del faro¡ª, ambos desmoronados por causas naturales. Constituido por roca caliza y esculpido de forma caprichosa por el oleaje y la acci¨®n de la inmensa cantidad de organismos que lo colonizan, la vida de este lugar est¨¢ estrechamente ligada a la excursi¨®n mareal propia de su ubicaci¨®n.
Que el juego de pala es religi¨®n laica en Cantabria se comprueba en esta playa como en ninguna otra de la capital. En uno de los extremos, coronando un escarpe, asoma la escultura Neptuno ni?o, del escultor hiperrealista Ram¨®n Muriedas, con el que se homenajea a la infancia, que tanto disfruta del lugar.
A cinco kil¨®metros al interior abre la Casona del Jud¨ªo, donde Sergio Bastard luce una estrella Michelin y dos men¨²s degustaci¨®n de 100 y 120 euros, con maridaje de vinos opcional por 57 euros.
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