Templos, atardeceres m¨¢gicos y cuevas sagradas en Luang Prabang, la joya colonial de Laos
Un casco antiguo de aires franceses declarado patrimonio mundial, el Palacio Real, un caf¨¦ junto al r¨ªo Mekong y dos escapadas cercanas para sacarle el m¨¢ximo partido a la ciudad m¨¢s cosmopolita y tur¨ªstica de este pa¨ªs del sudeste asi¨¢tico
Un dicho popular asegura que los camboyanos plantan arroz, los vietnamitas lo recogen y los laosianos lo escuchan crecer, en referencia al estilo de vida de este peque?o pa¨ªs del sudeste asi¨¢tico sin salida al mar. Laos es el ¨²ltimo reducto de la inocencia. Un pa¨ªs sin estr¨¦s, profundamente budista, donde las prisas o la ostentaci¨®n est¨¢n mal vistas. Incluso en su ciudad m¨¢s cosmopolita y tur¨ªstica: Luang Prabang.
Situada al norte del pa¨ªs, capital de la provincia hom¨®nima y con unos 77.000 habitantes, Luang Prabang es la capital cultural y religiosa de Laos. Una ciudad colonial entre monta?as selv¨¢ticas donde 60 a?os de colonizaci¨®n francesa dejaron un centro hist¨®rico de calles cuadriculadas y casitas de madera de teca en el que se mezcla la arquitectura tradicional laosiana y la influencia europea para crear un escenario digno de una novela de Marguerite Duras o de Graham Greene. Si se une esto a los cerca de 40 templos diseminados por toda la ciudad, llenos de estupas, tejados inclinados y ricos paneles de oro ¡ªmuchos de ellos supervivientes del saqueo y destrucci¨®n que llevaron a cabo piratas chinos hace m¨¢s de un siglo¡ª, queda un destino que ni pintado que re¨²ne casi todas las excelencias que un viajero busca en el sudeste asi¨¢tico.
Es f¨¢cil orientarse en Luang Prabang. El casco antiguo, declarado patrimonio mundial de la Unesco en 1995, son apenas tres calles paralelas con sus correspondientes perpendiculares en una pen¨ªnsula que forman el r¨ªo Mekong y su afluente, el Nam Khan. A falta de autobuses panor¨¢micos (que ni est¨¢n ni se les espera), la mejor forma de empezar la visita para hacerse una idea de conjunto de la ciudad y su entorno es subir los 329 escalones de la colina Phou Si, una cima en torno a la cual naci¨® la urbe en el siglo VII. Desde arriba se puede admirar el cauce amarronado del Mekong fluyendo mansamente hacia el sur, las monta?as selv¨¢ticas que rodean la ciudad y los arrozales que tapizan el fondo de los valles con su verde electrizante. Phou Si es un lugar sagrado y simb¨®lico para Luang Prabang porque dentro de la estupa que corona el mont¨ªculo se conservan cenizas de Buda, tra¨ªdas desde la India en 1804. Cientos de fieles suben hasta ella para hacer sus ofrendas. Tambi¨¦n suben otros cientos, pero por razones menos espirituales. Hace tiempo que entre los mochileros que arriban hasta aqu¨ª se puso de moda subir a Phou Si para ver atardecer. ¡°?La mejor puesta de sol de Luang Prabang!¡±, dicen todas las gu¨ªas. El resultado es que en temporada alta (de noviembre a febrero) las gradas de la estupa se colapsan con tal cantidad de gente que cuesta encontrar un hueco libre y, m¨¢s a¨²n, disfrutar del momento.
Las escaleras de Phou Si arrancan en la calle principal, Sisavangvong Road ¡ªpor la que pasar¨¢s cien veces durante la estancia¡ª, justo frente al templo Wat Mai y el Palacio Real. Laos fue una monarqu¨ªa hasta 1975, cuando la guerrilla comunista derroc¨® a Sisavang Vatthana, el ¨²ltimo monarca, y lo mand¨® a un campo de reeducaci¨®n, donde muri¨® en 1978. Hasta ese momento, la familia real ocupaba este recinto de claras influencias francesas, construido en 1904, que hoy es una de las principales atracciones tur¨ªsticas de la ciudad. El conjunto es muy austero, nada que ver con el concepto de un palacio de cualquier corte europea, pero resulta interesante recorrerlo descalzo y con los hombros cubiertos y pantalones hasta las rodillas [como uno debe vestir para entrar en el resto de templos] para conocer de cerca c¨®mo fue la vida de una corte real del sudeste asi¨¢tico. Son interesantes el sal¨®n del trono, decorado con centenares de figuritas de cristal japon¨¦s, y la colecci¨®n de enseres personales del ¨²ltimo monarca y su familia.
A un lado del palacio est¨¢ el templo Haw Pha Bang, uno de los m¨¢s emblem¨¢ticos porque alberga el buda Pra Bang, una estatua de 83 cent¨ªmetros de altura a la que la leyenda otorga una antig¨¹edad de 2.000 a?os, convertida en el s¨ªmbolo m¨¢s sagrado de la ciudad y del que toma su nombre. Al otro costado queda el antiguo teatro Nacional.
Como comentaba, esta es la capital religiosa del pa¨ªs y cuenta con m¨¢s de 40 templos. Imposible verlos todos. As¨ª que para quien quiera resumir, recomiendo dos. Uno es el Wat Mai Suwannaphumaham ¡ªWat Mai a secas, para los amigos¡ª, el mayor de todos y uno de los m¨¢s antiguos (data del siglo XVIII), que est¨¢ en la misma calle principal, no muy lejos del Palacio Real. Su tejado con cuatro niveles le hacen inconfundible. El otro es el Wat Xieng Thong, la llamada ¡°ciudad dorada¡±, un conjunto de estupas, templos y capillas del siglo XVI de visita imprescindible para conocer la importancia de Luang Prabag en la historia de Laos. Pese a un largo curr¨ªculo de saqueos, reformas y ampliaciones, mantiene a¨²n la esencia de aquellos lejanos tiempos. Fue el lugar de coronaci¨®n real durante siglos. El templo que hay a la entrada, a la derecha, con una espectacular fachada con figuras talladas en madera de teca y de un intenso color dorado, guarda en su interior un carruaje funerario con siete cabezas de serpiente usado en los funerales reales.
Luang Prabang sol¨ªa estar atestada de turistas porque es una de las paradas habituales de todo recorrido por el sudeste asi¨¢tico. Y lo digo en pret¨¦rito imperfecto de indicativo porque acabo de volver de all¨ª y, curiosamente, no lo estaba. Esa recuperaci¨®n postcovid que azota el mundo parece que no ha llegado a Laos. Pese a que ahora es el inicio de la temporada alta, por la noche los restaurantes de la ribera del Mekong estaban completamente vac¨ªos. No hab¨ªa colas para entrar al Palacio Real u otros monumentos, y se pod¨ªa caminar por el mercado nocturno sin agobios ni apretones. Los interlocutores laosianos a los que pregunt¨¦ no me supieron explicar los motivos. El caso es que, para desgracia de comerciantes y restauradores, Luang Prabang estaba de dulce a principios de noviembre. Pod¨ªas ir a mediod¨ªa a la terraza del Mekong Riverside, uno de mis caf¨¦s favoritos, y encontrar mesa libre para tomarte una Beerlao bien fr¨ªa, justo en la confluencia del Nan Khan con el Mekong con unas vistas insuperables. O ver atardecer en las riberas del Mekong sin agobios.
A lo que no me atrev¨ª fue a ir a ver el ritual tak bat a Sisavangvong Road, despu¨¦s de las decepciones que me hab¨ªa llevado en visitas anteriores. El tak bat es la tradici¨®n de la limosna que se da a los monjes budistas de los templos cercanos. Estos salen en largas filas cada amanecer, armados con grandes cuencos, para recibir el ¨®bolo que les dan los vecinos, que suele ser sobre todo arroz cocido. Los monjes viven de estas limosnas. El caso es que el espect¨¢culo era tan visual y colorido ¡ªlargas filas de t¨²nicas anaranjadas en los claroscuros del alba con los panes de oro de los templos como tel¨®n de fondo¡ª que las agencias empezaron a venderlo como experiencia para los turistas. Y, como siempre pasa, la cosa se desmadr¨® y ¨²ltimamente ya hab¨ªa al amanecer en Sisavangvong Road m¨¢s turistas que locales y puestos callejeros donde vend¨ªan a los turistas, adem¨¢s de arroz cocido, chocolatinas y otras viandas impuras que los monjes rechazaban. La tradici¨®n del tak bat es que se les d¨¦ a los monjes algo de lo que t¨² puedes desprenderte, pero hecho en tu casa, no comprado en una tienda. No s¨¦ si los d¨ªas que estuve en Luang Prabang asistieron muchos turistas a este show en la calle principal. Yo opt¨¦ por hacerlo en un barrio m¨¢s alejado del centro, donde los monjes salen tambi¨¦n en busca de su comida diaria, pero solo hab¨ªa vecinos en las aceras.
Con o sin turistas, Luang Prabag es una visita imprescindible en el sudeste asi¨¢tico. Ded¨ªquele al menos tres d¨ªas. No solo a la ciudad, tambi¨¦n a los alrededores. Es imprescindible una excursi¨®n en barco a las cuevas de Pak Ou remontado el Mekong. Estos dos abrigos de roca se consideran sagrados, por lo que viajeros y comerciantes de todos los tiempos fueron dejando estatuillas de Buda en su interior para pedir buena suerte en su viaje. Son las que hoy, por centenares, decoran las dos oquedades. La cueva principal est¨¢ a apenas unos metros por encima del nivel del r¨ªo. Para la segunda hay que salvar unos 200 escalones que salen a la izquierda de la pared. Conviene llevar linterna porque es m¨¢s grande que la primera y no tiene iluminaci¨®n; pero la experiencia es m¨¢s aut¨¦ntica, ya que apenas suben turistas.
Otra visita imprescindible es a las cataratas Kuang Si, a una hora en coche al sureste de Luang Prabag, con un conjunto de resaltes y ca¨ªdas, una de ellas de m¨¢s 50 metros de altura, y pozas donde ba?arse en un parque natural que tiene tambi¨¦n un centro privado de recuperaci¨®n de osos negros.
Si puede darse el lujo de elegir fechas, el momento m¨¢s fascinante para visitar Luang Prabang es durante el Boun Lai Heua Fai, el festival de las luces. Una fiesta religiosa que engalana todos los templos y monasterios con miles de velas y farolillos y en la que hay procesiones por las calles y por el r¨ªo de carrozas iluminadas. Una met¨¢fora de la sabidur¨ªa y la iluminaci¨®n en la tradici¨®n budista. El Boun Lai Heua Fai se celebra durante la Luna llena del duod¨¦cimo mes del calendario lunar laosiano, que suele caer a finales de octubre o principios de noviembre.
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