El arte de ser espa?ol
Una Europa federal no se construye destruyendo ninguna cultura, sino conciliando la diversidad cultural
En un debate con el ex primer ministro franc¨¦s Manuel Valls publicado por el semanario L¡¯Express, el fil¨®sofo Michel Onfray sostiene que ser franc¨¦s consiste en querer a Francia: ¡°?Se ama a Francia? A partir de ese momento se es franc¨¦s: con eso me basta¡±.
A m¨ª no. Yo no s¨¦ si amo a Francia ¡ªuna entidad demasiado abstracta y plural como para despertar mis sentimientos¡ª, pero me encanta la lengua francesa, tengo amigos franceses, me siento en casa en ciertos lugares de Francia y adoro a algunos de sus artistas y pensadores; no por ello, sin embargo, soy franc¨¦s. Lo cual demuestra que el concepto sentimental de ciudadan¨ªa que postula Onfray es falso. Las ideas de Onfray, cuyo ¨²ltimo libro se titula L¡¯Art d¡¯¨ºtre fran?ais (El arte de ser franc¨¦s), representan bastante bien las de una izquierda francesa, opuesta a la izquierda de Valls, que en algunos aspectos linda con el nacionalpopulismo que recorre Occidente y que tiene en la ultraderechista Marine Le Pen a su mejor representante galo. No en vano la sentimentalizaci¨®n de la pol¨ªtica constituye el rasgo quiz¨¢ m¨¢s notorio del nacionalpopulismo; tambi¨¦n, tal vez, el m¨¢s t¨®xico. Porque la contaminaci¨®n sentimental de la pol¨ªtica equivale a la muerte de la pol¨ªtica, al menos de la pol¨ªtica democr¨¢tica; esta consiste precisamente en racionalizar los problemas, para poder resolverlos: sobre razones se puede discutir, pero no sobre sentimientos: cada uno tiene los que tiene, y es absurdo intentar convencer a nadie de que son equivocados (Marcel Proust observ¨® que no se puede sacar racionalmente de una cabeza aquello que no ha entrado en ella de forma racional). La izquierda de Onfray es una izquierda obnubilada por su propio chauvinismo, profundamente antieurope¨ªsta: una izquierda que, igual que la ultraderecha de Le Pen, alimenta un delirio de persecuci¨®n nacionalista seg¨²n el cual la UE busca destruir la cultura francesa y ¡°diluir¡± a Francia, y que no entiende o no quiere entender la evidencia flagrante de que una Europa federal no se construye destruyendo ninguna cultura, sino conciliando la diversidad cultural de Europa con su unidad pol¨ªtica, y que ese constituye el proyecto pol¨ªtico m¨¢s ambicioso del siglo XXI, adem¨¢s del ¨²nico capaz de preservar la concordia, la prosperidad y la democracia en el continente. No existe un arte de ser espa?ol (o franc¨¦s o europeo), y en eso exactamente deber¨ªa radicar el arte de ser espa?ol (o franc¨¦s o europeo): en que nadie le diga a nadie c¨®mo debe serlo, en que todo el mundo lo sea como le venga en gana, abrigando los sentimientos que quiera; si a alguien le apetece ser espa?ol (o franc¨¦s o europeo) odiando a Espa?a (o a Francia o a Europa), all¨¢ ¨¦l, igual que si a alguien le apetece ser espa?ol (o franc¨¦s o europeo) sinti¨¦ndose s¨®lo catal¨¢n (o bret¨®n o siciliano). Mientras pague a tocateja sus impuestos y respete las reglas del juego que nos hemos dado entre todos ¡ªesas leyes que nos hacen iguales y a la vez nos permiten ser diferentes¡ª, el resto es cosa suya. (Sobra a?adir que el respeto de las leyes incluye el derecho de cambiarlas e incluso el de recurrir a la desobediencia y arrostrar las consecuencias, que es quiz¨¢ la forma m¨¢xima de respeto por la ley). En eso estriba a mi modo de ver la ciudadan¨ªa democr¨¢tica, laica, antitribal, no en buscar o exigir inquebrantables adhesiones a no s¨¦ qu¨¦ sentimientos o valores supuestamente espa?oles o franceses o europeos. Onfray afirma que ser franc¨¦s consiste en asumir una herencia que va desde Montaigne a Victor Hugo; me parece una herencia admirable, pero no creo que sea necesario asumirla para ser franc¨¦s (ni que baste asumirla para serlo), del mismo modo que no creo que para ser espa?ol sea necesario asumir la herencia que va desde Cervantes a Ortega, por admirable que me parezca. Se puede ser franc¨¦s (y espa?ol) de muchas otras maneras. Que cada cual elija la que quiera.
Nadie es perfecto: al lado de la Francia lib¨¦rrima, abierta, hospitalaria, racionalista y europe¨ªsta, que Montaigne y Hugo encarnan como pocos, existe todav¨ªa una Francia narcisista, claustrof¨®bica, reaccionaria, pusil¨¢nime y ensimismada. Y no es s¨®lo la Francia de Le Pen.
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