Memoria de un d¨ªa vac¨ªo, por Pedro Almod¨®var

Jueves Santo. Por la ventana entra la luz de un sol radiante. Pero yo no s¨¦ qu¨¦ hacer con el d¨ªa que tengo por delante. ?Es divertido o interesante escribir sobre un d¨ªa tedioso y aburrido? Les temo a estos d¨ªas.

No hay nadie en Madrid. En la cartelera no hay ninguna pel¨ªcula con un m¨ªnimo de inter¨¦s. Y de los conocidos solo queda Jaime, con el que habl¨¦ la semana pasada y estaba muy deprimido y ha decidido tomarse un tiempo de descanso. No me parec¨ªa que tuviera ganas de ver a nadie. Por supuesto, tengo una pila de libros que leer, es lo que acabar¨¦ haciendo, supongo. No me apetece ducharme, tampoco me apetece salir a pasear con este sol primaveral, que ser¨ªan las dos decisiones normales y sensatas para enfrentarse al d¨ªa.

He terminado de leer Catedrales, una novela de Claudia Pi?eiro que me ha tenido tres d¨ªas totalmente enganchado. Me pregunto si hay una posible adaptaci¨®n para el cine. Seguro que s¨ª. Pero la familia protagonista es fan¨¢ticamente cat¨®lica, excepto una de las hijas, que se declara atea en el funeral de su hermana, una adolescente de 17 a?os que apareci¨® descuartizada y achicharrada en un descampado. Me gusta mucho ese inicio de la novela, alguien que frente al altar de una iglesia y junto al ata¨²d, en cuyo interior yace su hermana descuartizada, le escupe a su familia que no piensa participar en sus oraciones porque ella no cree en Dios, es atea.

El resto de la familia, como digo, es fan¨¢ticamente cat¨®lico, me resulta raro que no sean del Opus Dei o alguna secta por el estilo. Pero la historia transcurre en Argentina, es una novela argentina, y tal vez all¨ª el Opus no exista o disponga de menos seguidores. El problema para adaptarla es que la familia (excepto el padre, que se redime al final, y, en su intento por descubrir qui¨¦n es el asesino de su hija, su fe se debilita) es tan profundamente religiosa, especialmente los dos protagonistas, que temo que se me vaya la mano y acabe convirti¨¦ndolos en verdaderos monstruos. La historia da para ello, siempre rezando, pero sin que su fe les impida cometer aut¨¦nticas atrocidades. Es peligroso escribir sobre personajes a los que odias, yo no lo he hecho nunca porque lo m¨¢s f¨¢cil es caer en el manique¨ªsmo. Y el escritor debe tratar de humanizar al monstruo, en caso de que el protagonista lo sea.

Tambi¨¦n he terminado de ver la serie de Ryan Murphy sobre los diarios de Andy Warhol. Me quedaba muy poco. El ¨²ltimo cap¨ªtulo habla de la muerte del artista, tambi¨¦n de la de su enamorado Jon Gould, de sida, y de Jean-Michel Basquiat, un poco despu¨¦s. Tengo la impresi¨®n de que Nueva York se apaga con la muerte de todos ellos y de Capote, que tambi¨¦n muri¨® por entonces. Warhol ten¨ªa 58 a?os; Basquiat, 27. Yo ya he vivido mucho m¨¢s que ellos. Tampoco estoy seguro de que la serie sea buena, pero s¨ª lo suficiente para que me interese, aparece mucha gente que conozco y sobre todo habla de los dos grandes amores de Warhol, algo que yo desconoc¨ªa, su vida ¨ªntima. ?l mismo dijo que era asexuado (muy apasionado tampoco debi¨® ser), pero tanto al primer novio como al segundo les escribe cartas apasionadas (¡°siempre que est¨¢s en California paso todo el tiempo solo, llorando y pensando en ti¡±). Nunca hab¨ªa imaginado a Warhol albergando esos sentimientos y expres¨¢ndolos como un enamorado normal lo har¨ªa. El mutismo fue una de sus principales caracter¨ªsticas. Parec¨ªa autista o asperger. Goz¨® de una incre¨ªble vida social, pero b¨¢sicamente silenciosa.

Cuando vino a Madrid, yo estaba invitado a todas las fiestas que se organizaron en su honor. Era el a?o 1983 y vino para promocionar su exposici¨®n de pistolas, crucifijos y cuchillos. Nos presentaron una y otra vez en cada una de las fiestas y no me dirigi¨® una sola palabra, su modo de reaccionar era hacerte alguna foto con una camarita que siempre llevaba en la mano. Los que me presentaban dec¨ªan siempre lo mismo: ¡°Este (por m¨ª) es el Warhol espa?ol¡±. La quinta vez que se lo dijeron me pregunt¨® por qu¨¦ me llamaban el Warhol espa?ol, y yo, absolutamente avergonzado, le dije: ¡°Supongo que porque yo saco en mis pel¨ªculas a travestis y transexuales¡±. Embarazoso encuentro. ?l vino a Espa?a b¨¢sicamente para que los millonarios, la gente que aparece en la revista Hola, le encargaran alg¨²n retrato, las fiestas eran en casa de pijos millonarios, nobles y banqueros, pero nadie le encarg¨® nada. Yo le hubiera encargado un retrato, pero en esos a?os no ten¨ªa suficiente dinero.

De la serie me gustan mucho todas las im¨¢genes que narran su relaci¨®n con Basquiat, entre ellos hubo una verdadera historia de amor sin sexo, Basquiat era heterosexual, pero a lo largo de la serie es evidente la adoraci¨®n y el respeto que sent¨ªa por Warhol, que en alg¨²n momento se convierte en su mentor. Cuando se deciden a pintar juntos, hicieron unos 200 cuadros, los vi en una exposici¨®n en Par¨ªs y a m¨ª me encantaron. El propio Warhol coment¨® que Basquiat es mejor pintor que ¨¦l. Y estoy de acuerdo.

Tambi¨¦n me interesa el momento en que la obra conjunta se presenta en Nueva York, un evento capital para el mundo del arte, que la cr¨ªtica acogi¨® de un modo tibio y poco favorable. Acab¨® diciendo que Basquiat era la mascota de Warhol. Ahora pueden verse esos cuadros y disfrutarse como las obras maestras que son, pero como algunas veces he experimentado yo mismo, a veces la cr¨ªtica (no toda) es ruin, c¨ªnica y mezquina, y ambos tuvieron que sufrirla, agri¨¢ndoles la extraordinaria experiencia de pintar juntos.

Me sorprende que ambos artistas fueran tan sensibles a lo que se escrib¨ªa sobre ellos, pensaba que estaban muy por encima de eso.

Me sorprenden las continuas referencias a la homosexualidad de Warhol, y su entorno, me sorprende que m¨¢s de un cr¨ªtico o especialista hable del anhelo de Warhol de ser aceptado como artista gay y de la m¨¢scara que acab¨® construyendo concienzudamente (y con mucho talento tambi¨¦n) para dejar a la persona que realmente era en casa y mostrarse solo como el personaje casi grotesco creado a la vista de todos. Sin enga?ar a nadie. Comprendo que eso pudo divertirle un tiempo, que solo quieras compartir con el resto del mundo tu identidad m¨¢s banal, ?pero pasarte la vida as¨ª?

Yo pensaba que, viviendo en la ciudad m¨¢s desprejuiciada del mundo, en un entorno art¨ªstico de vanguardia, a nadie se le ocurrir¨ªa pensar si Warhol era o no gay. Del mismo modo en que el segundo gran amor de su vida, un ejecutivo de Paramount, no lo confesara nunca. Bueno, pens¨¢ndolo bien, trat¨¢ndose de la mitad de los a?os ochenta, supongo que manifestar libremente tu homosexualidad era como decir que llevabas una bomba en el bolsillo que en cualquier momento puede explotar.

Imagino que cuando rodaban Flesh, Trash o Heat (Paul Morrissey a la sombra de Andy) nadie pensaba en este asunto, o con las primeras pel¨ªculas del propio Warhol, Sleep, Lonesome Cowboys, Chelsea Girls o Women in Revolt. Ingenuo de m¨ª, viendo la obra y la vida de Warhol o Basquiat, no se me pasa por la cabeza pensar en su sexualidad o en el color de la piel de Basquiat, pero, seg¨²n el documental, hab¨ªa mucha gente pendiente de esos detalles.

Reconozco que cuando salieron me compr¨¦ los diarios de Warhol y empec¨¦ a leerlos, pero solo super¨¦ las primeras p¨¢ginas. Todo lo que mencionaba, al menos al principio, eran los trayectos en taxi y la cifra exacta de lo que le hab¨ªa costado. Viendo la serie compruebo que naturalmente hab¨ªa algo m¨¢s. Tendr¨¦ que retomar el viejo ejemplar e intentar leerlo, guiado por lo que cuenta la serie.

Esta es la primera vez que escribo sobre el ¡°ahora¡±, es decir, que intento llevar un diario del momento en el que vivo (bueno, a veces tomo notas en mis viajes de promoci¨®n). Este Jueves Santo soleado y vac¨ªo. Me aburre escribir sobre m¨ª, pero me atrae la lectura de los escritores o artistas que hablan de s¨ª mismos, que escriben sobre s¨ª mismos. En este sentido encuentro curioso que los Diarios de Andy Warhol no los escribiera ¨¦l, sino que cada ma?ana, nada m¨¢s despertarse, llamara a Pat Hackett y le contase por tel¨¦fono todo lo que hab¨ªa hecho el d¨ªa anterior (y el precio de cada cosa, yo creo que en esto consiste su obra literaria, en anotar el precio de todo lo que hace, aunque sea un simple trayecto en taxi). Si quieres llevar un registro completo de tu vida, incluyendo los m¨¢s m¨ªnimos detalles, creo que el placer est¨¢ en extraerlos t¨² mismo, recordarlos y darle forma a base de palabras. Creo que ese es el juego de reflexionar o de sentirse reflejado en la p¨¢gina como si fuera un espejo. Me pregunto si ¨¦l lleg¨® a leer los Diarios una vez editados. Me temo que no. No le veo leyendo, aunque se trate de su vida, un tocho de casi 1.000 p¨¢ginas.

Yo llegu¨¦ a este Nueva York cinco a?os tarde y en plena transmisi¨®n del virus. La gente conviv¨ªa con la pandemia que se hab¨ªa llevado a algunos de los artistas m¨¢s importantes de esa ¨¦poca y de esa ciudad. Estrenaba ??tame! despu¨¦s del ¨¦xito enorme de Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Nueva York es una ciudad en continua reinvenci¨®n que sabe renacer de sus cenizas. Me perd¨ª las locas noches del Estudio 54, pero en ese momento, 1990, la noche neoyorquina no hab¨ªa perdido su locura, glamour ni atractivo. Nac¨ªa otra ¨¦poca, pero New York segu¨ªa siendo New York. Las fiestas y los eventos m¨¢s importantes estaban a cargo de las drag queens, con RuPaul y Lady Bunny a la cabeza. En muy poco tiempo se hicieron las reinas de la noche neoyorquina, junto a Susanne Bartsch, que, aunque mujer, era una drag m¨¢s. Todas ellas supieron poner chispa y alegr¨ªa en una ciudad devastada por el dolor y la p¨¦rdida.

Recuerdo que mand¨¦ hacer en Espa?a unos vestidos de gitana con los que vest¨ª a RuPaul y Lady Bunny, que fueron las anfitrionas del estreno de ??tame! en la ciudad. Acompa?adas por Liza Minnelli, que accedi¨® a cantarme New York, New York bajando unas escaleras de metal de la reci¨¦n inaugurada discoteca The Factory, una antigua f¨¢brica de electricidad.

La vida segu¨ªa y hab¨ªa formas nuevas de celebraci¨®n que compensaban no haber llegado 10 a?os antes. Fue el momento en que las houses daban sus impresionantes balls en las discotecas de moda. Pude contemplar c¨®mo se fragu¨® el vogueing desde sus inicios. Antes del documental Paris Is Burning y tres d¨¦cadas antes de la serie Pose.

Quiero apuntar antes de que se me olvide, especialmente ahora que estoy hablando del rey del pop, el m¨¢ximo ejemplo de arte pop que he visto ¨²ltimamente. Estaba zapeando y de pronto aparece en un magac¨ªn un tatuador que ha dise?ado el dibujo de la bofetada de Will Smith a Chris Rock, muestra el dibujo sin vol¨²menes, de forma lineal pero muy preciso. Tambi¨¦n muestran la pierna del primer cliente que se lo ha tatuado.

Escribir como lo estoy haciendo ahora me recuerda un libro que le¨ª en el ¨²ltimo vuelo a Los ?ngeles (para asistir a la ceremonia de los Oscar) de Leila Slimani, autora de la que ya hab¨ªa adorado su Canci¨®n dulce (Premio Goncourt 2016). Da la impresi¨®n de que es un libro que ella escribe porque se lo ha impuesto a s¨ª misma, un libro que comienza hablando de su necesidad de reclusi¨®n para poder centrarse en la escritura. Seg¨²n ella misma confiesa: ¡°La reclusi¨®n es para m¨ª la condici¨®n necesaria para que aparezca la vida. Apartarme de los ruidos cotidianos hace que surja por fin un mundo posible¡±. Me la imagino sola en el lugar donde escribe, sin contestar el tel¨¦fono, rechazando cualquier conexi¨®n con el exterior, frente al ordenador, esperando que la atrape alguna idea, o empezando a escribir justamente sobre esa tensi¨®n: del vac¨ªo de los d¨ªas est¨¦riles. Su vac¨ªo, si se puede llamar as¨ª, es distinto del m¨ªo. Yo he llegado a esta situaci¨®n de aislamiento casi total como resultado de no responder a los dem¨¢s, por no haberme trabajado verdaderas relaciones de amistad o desatender las que ten¨ªa. Mi soledad es el resultado de no haberme preocupado por nadie excepto por m¨ª mismo. Y poco a poco la gente desaparece. D¨ªas como hoy, mi soledad es un peso enorme, no importa que ya est¨¦ habituado, que sea un solitario experto. No me gusta y en muchas ocasiones me provoca angustia. Por eso debo estar involucrado siempre en el proceso de creaci¨®n de una pel¨ªcula, pero aunque as¨ª es en este momento, con tres proyectos a la vista, siempre hay d¨ªas de fiesta, la maldita Semana Santa, en la que mi actividad se paraliza porque la gente de mi oficina no trabaja y los pocos amigos y mi hermano salen de Madrid.

Venzo mi hast¨ªo, me visto y salgo a la calle. Madrid est¨¢ vac¨ªo, excepto la acera de enfrente de donde vivo y paseo, el paseo del Pintor Rosales, donde hay bastante gente en las terrazas o paseando, familias con ni?os. Encuentro en un banco sentada a una pareja de latinoamericanos, novios o reci¨¦n casados, que miran con ilusi¨®n a la gente que pasa; tambi¨¦n me cruzo con una pareja de lesbianas, casi id¨¦nticas en su modo neutro de vestir, su pelo masculino casual y tambi¨¦n muy bajitas. Son mayores. Me gustar¨ªa saber m¨¢s de ellas, pero me alegro de que la una haya encontrado a la otra. Me impresiona siempre el silencio de las parejas.

Paseo media hora, 3.426 pasos, 2,57 kil¨®metros. Debo ir a m¨¢s, pero no soy capaz, es media hora de necesario caminar, pero con dolor, especialmente en los cuadrados lumbares, por la operaci¨®n de espalda.

¡°¡­ Para escribir debes negarte a los dem¨¢s, negarles tu presencia, tu cari?o, decepcionar a tus amigos y a tus hijos. En esta disciplina encuentro un motivo de satisfacci¨®n, incluso de felicidad, y, a la vez, la causa de mi melancol¨ªa¡±, dice Slimani en su libro. No estoy de acuerdo con ella, o no totalmente. Tambi¨¦n es cierto que ella es escritora de verdad y yo soy solo un guionista o eventual adaptador. Yo he llevado al pie de la letra este p¨¢rrafo y no me ha provocado ninguna felicidad ni satisfacci¨®n, pero s¨ª mucha melancol¨ªa. Es desagradable, al menos para m¨ª, saber que eres mezquino con el empleo de tu tiempo, por mucho que el trabajo de escribir y dirigir pel¨ªculas es de los que te absorben por entero; tal vez tenga raz¨®n Leila Slimani en que su trabajo y el m¨ªo exige muchas horas de enclaustramiento, pero yo echo mucho de menos el contacto con la vida de los dem¨¢s, y es dif¨ªcil volver a lo de antes, a cuando eras un ser social y hac¨ªas una vida m¨¢s coral, porque con la edad no todo te sirve, no basta con conocer a gente. Coger el tel¨¦fono y llamar indiscriminadamente a los amigos de siempre no me resulta estimulante. Y creo que esto es muy negativo, especialmente en alguien como yo, que se ha nutrido mucho de lo que me rodeaba para escribir mis guiones, mi madre, mi infancia, los a?os de colegio con los curas, mi juventud madrile?a, las decenas de amigos que frecuentaba en la ¨¦poca de la Movida, las conversaciones escuchadas, la extravagancia de algunas amistades, el dolor, tambi¨¦n provocado por las relaciones personales m¨¢s ¨ªntimas. Si de algo estaba seguro cuando era joven era de que nunca me aburrir¨ªa. Ahora me aburro. Y eso es una especie de derrota.

Contin¨²o con Slimani, me servir¨¢ de gu¨ªa y pretexto lo mismo que a ella, en este libro que me apasiona, El perfume de las flores de noche, le sirvi¨® una propuesta que le hizo su editora de pasar toda una noche encerrada en un museo. El proyecto se llamaba Ma nuit au mus¨¦e, y, en concreto, lo que le propone la editora es dormir en el interior de Punta della Dogana, edificio m¨ªtico de Venecia, antigua aduana, transformado en museo de arte contempor¨¢neo, y escribir algo al respecto.

La propia autora reconoce que no tiene mucho que decir sobre el arte contempor¨¢neo, que no le interesa lo suficiente, pero lo que acaba de convencerla es la idea de estar encerrada y por eso acepta la proposici¨®n. En el libro, como yo en este momento pero con mucho m¨¢s talento y mejores cosas que contar, Slimani se deja llevar por las obras expuestas para ella sola, a veces sin entenderlas, pero que activan un mecanismo interior que la lleva a su infancia en Rabat, al verdadero significado de la escritura, a su padre, y a las dos culturas a las que pertenece, Marruecos y Francia, sin sentirse del todo francesa o del todo marroqu¨ª, como si estuviera sentada en la uni¨®n de dos sillas juntas, un gl¨²teo en cada silla.

Tambi¨¦n habla de Notre Dame en llamas y el suicidio de las ciudades, como Venecia, adonde tiene que desplazarse para pasar una noche encerrada en un museo. Me impresiona cuando dice que la catedral de Notre Dame se suicid¨® ardiendo, agotada, frente a los que la han convertido en un objetivo tur¨ªstico que se debe consumir.

¡°Estar sola en un lugar del que no pudiera salir, ni nadie entrar. Es seguramente una fantas¨ªa de novelista. Todos so?amos con enclaustrarnos, encerrarnos en una habitaci¨®n propia, ser a la vez cautivos y celadores¡±. A m¨ª me aterra la mera idea. Tal vez porque no soy novelista o simplemente porque padezco de una extrema claustrofobia. El libro es interesant¨ªsimo y me lo le¨ª de un tir¨®n. Todas las p¨¢ginas est¨¢n subrayadas, pero no estoy de acuerdo con muchas de las ideas que expresa la autora. Y siento un extra?o placer en que as¨ª sea.

En un momento habla de que uno debe aceptar su sino, ya sea bueno o malo. Yo me niego a aceptarlo y me esfuerzo por mejorarlo, aunque el aislamiento y la inmovilidad no sean los mejores modos de mejorar nada. Pero uno vive en paz con sus contradicciones. A esas s¨ª las acepto.

Para los musulmanes, sigue diciendo Slimani, la vida en la tierra solo es vanidad, no somos nada y vivimos a merced de Dios. Palabras duras para un ateo como yo. No acepto, como ella dice, que la presencia del hombre en este mundo sea ef¨ªmera y no debe asirse a ella. Que nuestra existencia es ef¨ªmera es indiscutible, pero es lo ¨²nico a lo que puedes asirte. Por instinto uno busca un motivo y una explicaci¨®n, somos seres pensantes.

A los hombres, dice Slimani, les cuesta aceptar la crueldad del destino. En este caso creo que est¨¢ hablando de m¨ª.

Aunque inevitablemente la escritura, ya sea de una novela o de un guion, exige mucho tiempo de concentraci¨®n y soledad, no siempre este flujo que uno siente cuando ya est¨¢ instalado en la historia que quiere contar se produce sentado frente al ordenador. A m¨ª me ayuda mucho moverme. Pasear, por ejemplo. Si dejo la escritura para salir a pasear, mi mente sigue escribiendo durante el paseo. De hecho, en un momento de extravagante descaro por mi parte, iba paseando cuando alguien se me acerc¨® para decirme algo y yo me disculp¨¦ diciendo: perdone, pero estoy escribiendo. Y era cierto, aunque pareciera una boutade, durante las caminatas se me ocurren nuevas ideas para desarrollar la historia que est¨¦ escribiendo. Tambi¨¦n me pasa en los trayectos que hago en coche. Y, por supuesto, en los largos viajes en avi¨®n. El hecho de que desaparezcan las referencias al tiempo y al espacio hace que consiga mi m¨¢xima concentraci¨®n. Todo lo que leo me nutre y me inspira. Muchos de los argumentos de mis pel¨ªculas, o nuevas ideas que rompen un atasco narrativo si ese es el caso, se me han ocurrido viajando en avi¨®n, rodeado de desconocidos que duermen.

Me gustan los escritores que hablan sobre el hecho de escribir y citan continuamente frases de otros escritores, el libro de Slimani est¨¢ lleno de reflexiones sobre la escritura. ¡°No creo que uno escriba para lograr consuelo¡±, dice. Estoy de acuerdo. ¡°Un escritor est¨¢ vinculado enfermizamente a su pena, a sus pesadillas, no habr¨ªa nada peor que verse curado de estas¡±. No lo s¨¦. Uno no escribe cuando es feliz, es cierto, ni sobre personajes felices; la tensi¨®n y los conflictos son como los beats en la m¨²sica, son necesarios para narrar no importa qu¨¦ historia, hace que esta tenga una especie de esqueleto, de estructura.

Es Jueves Santo, no he puesto la televisi¨®n en ning¨²n momento del d¨ªa, pero llegan a mis o¨ªdos los ruidos de tambores de las procesiones, el olor a cera ardiendo y los gritos enloquecidos de los devotos (animados tanto por la fe como por el alcohol) piropeando a las distintas V¨ªrgenes por los pueblos y las ciudades espa?oles. Tambi¨¦n escucho las bombas de los rusos destruyendo las ciudades ucranias. Para ellos no hay tregua. El horror de la guerra no se permite un descanso, ni siquiera en Semana Santa.

Y en esto, ha llegado la noche y dejo de escribir.