El golazo literario de Roberto Santiago con ¡®Los futbol¨ªsimos¡¯
El escritor acaba de sumar una nueva entrega, la n¨²mero 21, a su saga superventas Los futbol¨ªsimos, con m¨¢s de cuatro millones de ejemplares vendidos en Espa?a. ¡°Vivimos una nueva edad dorada de la literatura infantil¡±, dice este involucrado contador de historias.
¡°Querer ganar; saber perder¡¡±. Como filosof¨ªa de la vida no est¨¢ mal. Como lema de Los futbol¨ªsimos (SM) se lo saben de memoria los cientos de miles de ni?os que han le¨ªdo los t¨ªtulos de la saga creada por Roberto Santiago (Madrid, 54 a?os). Lleva vendidos m¨¢s de cuatro millones de ejemplares solo en Espa?a, sin contar los libros traducidos a otros 15 idiomas y el mercado latinoamericano, donde tambi¨¦n juegan Pakete, Camu?as, Angustias, Marilyn, Tomeo, Helena, Ocho¡ El equipo mixto Soto Alto FC es todo un fen¨®meno global, que acaba de sumar el volumen n¨²mero 21 a finales de mayo, El misterio del Cerro de las ?guilas.
Pareciera que el escritor y cineasta se lo ha hecho a medida. ¡°Yo me siento triunfador porque vivir durante 25 a?os de la escritura es una victoria. Pero he aprendido mucho de los tropiezos pese a que estaba preparado para recibirlos desde que uno de mis maestros, el gran Jos¨¦ Sanchis Sinisterra, dramaturgo, nos marcara en la escuela con esa frase: ¡®Venimos aqu¨ª a fracasar¡±.
Ese verbo se ha convertido en algo extra?o para Roberto Santiago, aunque coquete¨® con ello en el cine. No fueron bien algunas de sus pel¨ªculas, como Hombres felices, el primer largo que rod¨® despu¨¦s de haber despuntado como revelaci¨®n en Cannes con su corto Ruleta en 1999. ¡°Aquello me ense?¨® que subes y bajas sin raz¨®n aparente en ese oficio¡±.
En las pantallas fluctu¨®. En las letras, no. Se ha mantenido al alza con la habilidad de mezclar el valor del f¨²tbol con numerosos temas sociales: feminismo, inmigraci¨®n, acoso¡ ¡°Me interesa el deporte como una plataforma en la que tratar otros asuntos que nos afectan¡±, dice Santiago. Y para probar que, pese a los cambios generacionales, los chavales de hoy en d¨ªa, aunque anden sumidos en la tecnolog¨ªa o cierto sonambulismo de redes sociales, se mueven ¡ªse conmueven¡ª, se indignan y se emocionan con lo mismo que sus padres, sus abuelos, sus tatarabuelos. Con el amor, la amistad, el lazo colectivo, el triunfo, el fracaso, el misterio, la camarader¨ªa¡
La serie que le ha hecho triunfar como autor es la que a ¨¦l le hubiera gustado disfrutar como lector. ¡°Recuerdo que en mi casa preguntaba a mis padres: ¡®?Por qu¨¦ no hay libros sobre f¨²tbol?¡±. No le sab¨ªan responder en una familia que viv¨ªa de la profesi¨®n como creativo publicitario de su padre. Hab¨ªa cromos, eso s¨ª, ?pero libros?
Confiaba en el f¨²tbol como algo ideal. ¡°Me hizo aprender muchas cosas, creo que las 13 reglas b¨¢sicas que fundaron para la modernidad son normas que para la vida no est¨¢n de m¨¢s. No clavarle los tacos al rival, para empezar. Pues vale. Creo en ello todav¨ªa a pesar de¡ Hay muchos a pesar de¡, empezando por los millones que caracterizan el negocio. Pero como narraci¨®n, como intriga, el f¨²tbol da todav¨ªa much¨ªsimo juego¡±.
Tampoco es un g¨¦nero para trasladar al arte que haya cuajado mucho en los adultos. Pero que a Roberto Santiago le obsesionaba qued¨® claro ya en su segundo largometraje como director: El penalti m¨¢s largo del mundo. ¡°Estaba basado en un cuento de Osvaldo Soriano¡±, afirma. Y fue un ¨¦xito. Corr¨ªa 2005 y ya entonces el creador compaginaba el cine con la literatura infantil y la escritura de teatro. Contar historias en cualquier formato fue algo que ha explorado siempre. ¡°Mi primera obra teatral fue sobre la vida de santa Cecilia, patrona de la m¨²sica. Me gust¨® ver c¨®mo mis compa?eros dec¨ªan en el escenario lo que yo hab¨ªa escrito¡±, relata Santiago.
Recuerda la adolescencia como un periodo intenso entre las aulas y los patios del colegio San Agust¨ªn, en Madrid. Pero le cost¨® adaptarse. Era un muchacho larguirucho y t¨ªmido. Los traumas vividos han sido despu¨¦s fuente de complicidades con varios de sus personajes. La estatura le destinaba al baloncesto, pero a ¨¦l le gustaba m¨¢s el f¨²tbol. ¡°Siempre he sido un paquete¡±, confiesa ahora. El vecindario le decant¨® por el Real Madrid, a pesar de haber nacido y vivido sus primeros a?os en la calle del General Ricardos, al lado del Vicente Calder¨®n.
Aquella ¨¦poca est¨¢ muy presente en su vida. Un autor de g¨¦nero para ni?os debe establecer una l¨ªnea de contacto perpetuo con la infancia que tuvo. ¡°Conecto con el ni?o que fui, no s¨¦ si por inmadurez. Yo era muy t¨ªmido. Y muy miedoso. Me costaba dormir. Lo hac¨ªa con la luz del pasillo encendida. Era tambi¨¦n muy observador y ten¨ªa escasas o nulas habilidades sociales. Luego tuve que desarrollarlas para sobrevivir¡±, recuerda.
Durante un tiempo m¨¢s bien largo el colegio lo vivi¨® como una jungla, dice: ¡°Un lugar inh¨®spito¡¡±. Luego recula: ¡°Aunque tambi¨¦n lo disfrutaba¡±. Sin duda aquel espacio posee en s¨ª mismo el claroscuro perpetuo del recuerdo que inspira. ¡°A much¨ªsimos nos pesaba. No me gustaba ir. Lo que m¨¢s me interesaba, sin duda, eran mis amigos. Aunque me cost¨® mucho hacerlos. Eso vino cuando me sent¨ª parte de un grupo, hacia los 13 a?os. Hasta entonces fui muy solitario¡±, reconoce.
Esos amigos son los que conserva hoy en d¨ªa. Y entre ellos no est¨¢n los matones que dominaban el cotarro. ¡°Me ve¨ªa amenazado por ellos. ?Por qu¨¦? Lo pasaba mal. Cuando sent¨ª el todos para uno y uno para todos de los tres mosqueteros, me convert¨ª en alguien feliz. Toda esa sensaci¨®n de injusticia ante esa ley de la selva est¨¢ presente en Los futbol¨ªsimos. No solo lo observaba a mi alrededor y me afectaba, sino que me rebelaba ante ello¡±.
Desde los 16 a?os quiso escribir. Aunque pens¨® que no podr¨ªa vivir del oficio y se matricul¨® en Derecho. ¡°Al repasar el temario me di cuenta de que no me interesaba. Iba a estudiar en el Icade, ten¨ªa hasta la plaza. Pero ni siquiera empec¨¦. A m¨ª, lo que me gustaban eran las historias de abogados, los libros de John Grisham o el Matar a un ruise?or, de Harper Lee¡±. Aunque antes de aquellos y otros autores, como Stephen King, en su estanter¨ªa gobernaron Los cinco, de Enid Blyton.
Se apunt¨® a la Escuela de Letras y a la Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n. ¡°Estudi¨¦ direcci¨®n de cine. Pero me figuraba a m¨ª mismo siempre escribiendo guiones. Lo que ocurri¨® fue que hice Ruleta y me met¨ª en la rueda del mundo del cine ilusionado cuando lo seleccionaron para Cannes¡±. Fue alternando. Su primer libro infantil fue El ladr¨®n de mentiras. Hubo m¨¢s antes de inventar a la cuadrilla del Soto Alto FC: Prohibido tener catorce a?os; El empoll¨®n, el cabeza cuadrada, el gafotas y el pelmazo; Jon y la m¨¢quina del miedo; Cuentatr¨¢s; Dieciocho inmigrantes y medio¡ ¡°Siempre me he sentido feliz con la escritura. La direcci¨®n de cine es m¨¢s sociable, te ayuda a mantener la salud mental, a no aislarte. Mi primer corto fue un ¨¦xito; el primer largo, Hombres felices, un batacazo. No funcion¨® en taquilla ni obtuvo buenas cr¨ªticas. Hasta que se cruz¨® en mi vida ese relato que cambi¨® mi suerte: El penalti m¨¢s largo del mundo¡±.
Fue la primera vez que explor¨® en clave adulta la preocupaci¨®n social con el f¨²tbol como trasfondo. Y otros temas anteriores. ¡°En Hombres felices ya hablaba de la crisis de la masculinidad tan presente hoy. En El penalti¡, tambi¨¦n. Siempre me ha preocupado la relaci¨®n entre hombres y mujeres, desde el colegio. Me parec¨ªa que ¨¦ramos unos cazurros sin educaci¨®n en ese aspecto. Son estructuras mentales arraigad¨ªsimas. Puede que hayamos sobrevivido. Pero indemnes del todo no hemos salido¡±.
Aun as¨ª, se define optimista. ¡°Me agarro a quienes desprenden buenas vibraciones, vuelo y me pego a ellos. Aunque mis dos primeros largos, y sobre todo El penalti, son pe?l¨ªcu?las que rinden homenaje a la clase obrera. La rodamos en Carabanchel y refleja los anhelos, los miedos, las frustraciones de los m¨¢s humildes. Debemos seguir retratando eso hasta que consigan romper el techo de cristal. Aunque puede que ahora est¨¦n incluso peor que hace 17 a?os, cuando se estren¨®¡¡±.
Del barrio y la calle no se ha despegado. Son su campo de estudio, su laboratorio. Atisba argumentos para su serie fen¨®meno asistiendo a partidos de categor¨ªas infantiles. Todo un experimento para observar comportamientos a gran y peque?a escala: un despliegue con efecto sorpresa que se desliza entre la deportividad y el primitivismo. ¡°Nunca son los cr¨ªos quienes empiezan las broncas, lo hacen los padres. Yo voy much¨ªsimo a los partidos, los considero mi ¨¢rea documental. A menudo humillan al ¨¢rbitro, me parece una locura, un desquicie total. Lo veo. ?C¨®mo un padre puede insultar as¨ª delante de su hijo?¡±. Va solo, aunque tambi¨¦n sigue el rastro de sus sobrinos, que juegan en el Canillas. ¡°Son buenos. El mayor es medio centro al estilo Toni Kroos y el peque?o juega de defensa¡±.
?Nunca le ha tentado entrenar? ¡°Me he sentido entrenador cuando he dirigido las pel¨ªculas. Llevaba a los actores al campo a prepararse. Coreografiaba los movimientos y las jugadas. No solo me he sentido as¨ª en las pelis de f¨²tbol¡¡±. En las historias que tocan el tema transmite el efecto de los valores compartidos, pero tambi¨¦n del exceso de competitividad. ¡°Eso se nota, observo mucha confusi¨®n en aquellos ambientes. En padres y madres tambi¨¦n, por suerte o por desgracia. Proyectan sus sue?os y frustraciones en el f¨²tbol de sus hijos y algunos desean que estos hagan carrera. Les inculcan ese gen de la competitividad que produce en los chavales efectos contrarios: verg¨¹enza, para empezar. He visto madres saltar a por el entrenador despu¨¦s de cambiarlo. El pobre cr¨ªo se quer¨ªa enterrar. La grada es un mundo¡±. Habla con ellos. ¡°Para escribir, creo cada vez m¨¢s en la documentaci¨®n. La gente est¨¢ deseando contarte su vida, cont¨¢rtelo todo. Resulta algo maravilloso para un escritor, que somos como vampiros¡±.
Como tal, sin tapujos cara a la comparaci¨®n draculiana, ha actuado con otra de sus historias de ¨¦xito, la de Ana Tramel. Primero fue novela, despu¨¦s serie de televisi¨®n emitida en TVE, con Maribel Verd¨² como protagonista. Para retratar la bajada a los infiernos de esta abogada y el mundo de la ludopat¨ªa, Roberto Santiago se infiltr¨® una temporada en garitos, partidas legales e ilegales. Asisti¨® a timbas de p¨®quer en Madrid, Levante, la Costa Azul y Centroeuropa. Desde Elche a Viena, Berl¨ªn o Cannes, atestigu¨® ruinas, euforias, noches en vela y sutiles procesos a la hora de desplumar. ¡°Vi a un cirujano pl¨¢stico perder medio mill¨®n de euros en una noche aciaga para ¨¦l¡±, recuerda.
Dos a?os anduvo en esos ambientes. ¡°Rascando y presenciando c¨®mo alguien llega a la ruina econ¨®mica pero tambi¨¦n moral. Penetr¨¦ en todo el mundo aquel y sus agentes: desde los organizadores a los mejores jugadores y los prestamistas, que llegan ya a extremos repugnantes porque viven de la desgracia ajena. No es un mundo nada glamuroso, aunque por ¨¦l pululen personajes de papel cuch¨¦ y photocall. A veces salen de un sarao y se juegan despu¨¦s una pasta. Hablo de gente conocida, famosa, inteligente que arrastra su vida por la borda y acaban en un mundo s¨®rdido, fr¨ªvolo, con un punto h¨ªbrido y confuso de realidad paralela¡±, asegura.
Roberto Santiago tiene mano para analizar la psicolog¨ªa infantil, pero tambi¨¦n la adulta. Para los m¨¢s mayores sabe describir descalabros. Respecto a los peque?os, prefiere cambiar la suerte, hasta dotarlos de superpoderes. Es lo que ha hecho ahora con sus dos nuevas series (Los once y Las princesas rebeldes). ¡°No fue idea m¨ªa, vino m¨¢s por parte de los cr¨ªos que hablan conmigo sin caretas. Me critican duramente. Y aprendo de ellos. Se puede tocar cualquier tema, no hay que ser pol¨ªticamente correcto ni llegar a la moralina, los chavales lo detectan. Vivimos una nueva edad dorada de la literatura infantil¡±.
La primera de las nuevas entregas de Santiago trata de superh¨¦roes de 11 a?os: ¡°El d¨ªa que cumplen esa edad notan c¨®mo les van apareciendo sus superpoderes. Luego vienen Las princesas rebeldes, que empec¨¦ ya con la heredera de Espa?a. No quiere ser reina, sue?a con tocar la bater¨ªa en un grupo¡±. Las dos sagas ir¨¢n convergiendo. Y todos ellos enfrent¨¢ndose a un dilema: ¡°?Podemos salvar el planeta con los humanos o m¨¢s nos vale crear una nueva especie?¡±.
Estos nuevos personajes no le har¨¢n abandonar a Los futbol¨ªsimos: ¡°Me quedan muchas historias que contar. Y me siento en deuda con ellos. Son un equipo como regulero, les he hecho perder mucho. Me apetece que empiecen a ganar¡±. Va siendo hora¡
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