Club Watergate: la referencia berlinesa de la m¨²sica electr¨®nica mundial cumple 20 a?os
En sus dos d¨¦cadas en funcionamiento, este local en la ribera del r¨ªo Spree se ha convertido en un habitual de las listas de mejores clubes del planeta. Lo visitamos durante una de las sesiones en las que celebra su aniversario y confirmamos que sigue igual de vibrante
Es la una de la madrugada del primer s¨¢bado de noviembre y la cola para acceder al Watergate va m¨¢s all¨¢ de donde alcanza la vista. La fila llega desde su entrada hasta la mitad del puente de Oberbaum, sobre el r¨ªo Spree, que durante las tres d¨¦cadas en las que un muro dividi¨® Berl¨ªn fue puesto fronterizo. Hasta 1991, la orilla en la que est¨¢ el club era el oeste. Al otro lado estaba la Rep¨²blica Democr¨¢tica, la Alemania comunista.
Hoy el puente protege de la lluvia a los cientos de personas que quieren asistir a la primera de las noches que celebran el vig¨¦simo aniversario de un club de m¨²sica electr¨®nica que es una instituci¨®n. En la lista de los mejores clubes del mundo de DJ Mag, la revista de m¨²sica electr¨®nica m¨¢s le¨ªda, est¨¢ en el n¨²mero 35. Solo hay otro local de Berl¨ªn por delante, el Berghain.
Los de la cola van a tener que esperar. En el piso de arriba, donde Sven V?th, hist¨®rico disc jockey, acaba de empezar su sesi¨®n, que se prolongar¨¢ hasta las cinco de la madrugada, no cabe nadie. En el de abajo, donde la australiana Kristin Velvet lo est¨¢ dando todo, a¨²n es posible abrirse paso. En el ba?o, la cola es casi m¨¢s larga que la de fuera. Pero la fiesta durar¨¢ hasta el mediod¨ªa. As¨ª que con paciencia se acaba entrando.
Porque la pol¨ªtica de acceso al Watergate es m¨¢s relajada de lo habitual en Berl¨ªn. A un kil¨®metro est¨¢ el Berghain, cuyo portero es tan famoso por ser un borde que ha publicado su autobiograf¨ªa. Pero aqu¨ª, por ejemplo, no rechazan a los turistas. ¡°Son bienvenidos si son entusiastas de la m¨²sica y vienen a compartir un terreno com¨²n¡±, dice Ulrich, Uli, Wombacher, uno de los tres fundadores del local y el encargado del d¨ªa a d¨ªa. El problema es que el Watergate no es muy grande, caben 600 personas, y la cosa se complica en noches se?aladas como esta. ¡°Qui¨¦n nos lo iba a decir. Cuando abrimos no entraba nadie. Recuerdo estar aqu¨ª, mirando por esta ventana¡±, dice se?alando el ventanal sobre el r¨ªo, que es uno de los grandes atractivos de su club. ¡°Ve¨ªa a la gente caminar por el puente. Pensaba: ¡®Bien, vienen al club¡¯, pero pasaban de largo. Era muy frustrante¡±, recuerda. Lo que s¨ª comparte con el Berghain es una pol¨ªtica inflexible de prohibir las fotograf¨ªas en el local. Si te pillan, te vas a la calle. Eso contribuye a crear un ambiente de libertad en la pista. Baila como quieras, no terminar¨¢s siendo un meme en Twitter.
El Watergate abri¨® en octubre de 2000 en un antiguo edificio de oficinas. Berl¨ªn ya era una de las capitales de la m¨²sica electr¨®nica en el mundo. ¡°Yo nac¨ª en 1973, soy uno de esos chavales de Berl¨ªn que crecieron en una especie de prisi¨®n, en la parte occidental, pero rodeados por la Alemania comunista¡±, explica Wombacher. ¡°A principios de los noventa, cuando Berl¨ªn se convirti¨® en la capital de la electr¨®nica underground, mont¨¢bamos fiestas por toda la ciudad. La situaci¨®n est¨¢ndar era: usas una casa abandonada para un club, te quedas hasta que te echan y vas a otra. Lleg¨® un momento en el que aspir¨¢bamos a tener algo fijo y alquilamos esto¡±.
Ocupar en Berl¨ªn era f¨¢cil. Tras la II Guerra Mundial, los 4,4 millones de habitantes de 1939 se hab¨ªan convertido en 3,3 millones. Cuando el Muro la parte en dos, la mayor¨ªa intenta alejarse lo m¨¢s posible de ¨¦l, y barrios fronterizos como Kreuzberg, donde est¨¢ el Watergate, se llenan de inmigraci¨®n y okupas. Poca gente quiere vivir en Berl¨ªn, as¨ª que se convierte en refugio de artistas pobres y otros desheredados.
Cuando el Muro cae en 1991, hay manzanas enteras vac¨ªas en lo que vuelve a ser el centro. Y barra libre para ocupar en esas zonas que llevan d¨¦cadas desiertas. Las autoridades tienen demasiados problemas con la reunificaci¨®n como para preocuparse de que unos chavales monten fiestas electr¨®nicas que duran d¨ªas en locales que ni siquiera se sabe exactamente de qui¨¦n son. As¨ª nacen salas como Tresor, en los s¨®tanos de unos viejos grandes almacenes, o E-Werk, en una central el¨¦ctrica en desuso.
El techno dur¨ªsimo manda en esos primeros a?os. Electr¨®nica underground de esa que te retumba en la cabeza dos d¨ªas despu¨¦s de salir del club. El house tiene su sitio gracias al Love Parade, un desfile multitudinario y festivo que daba cabida a ritmos m¨¢s amables. A ese lado se uni¨® el Watergate. ¡°Empezamos siendo muy oscuros, muy berlineses, hasta ten¨ªamos los ventanales tapados¡±, explica Wombacher. ¡°Pero un d¨ªa decidimos dejar que entrara la luz. Tambi¨¦n pusimos leds en el techo. Entonces la gente flipaba. Pasamos de ser un club m¨¢s a uno memorable¡±. En el Watergate crecieron disc jockeys que hoy son estrellas como Solomun o Richie Hawtin, que pincharon en las fiestas del aniversario. ¡°Le dije a Solomun: ¡®Podr¨ªamos alquilar un estadio para ti, pero debes estar aqu¨ª, este es el sal¨®n de tu casa¡¯. Y lo mismo, Richie¡±.
El Watergate atrae a gente como Kristin Velvet, una australiana criada en una granja que tras pasar por S¨ªdney, Tokio y Londres decide en 2013 mudarse a Berl¨ªn. ¡°Era una ciudad grande, llena de posibilidades, pero no tan fren¨¦tica como otras¡±, dice. Tras colaborar con Felix da Housecat, estrella del house, empieza a pinchar en el Watergate, donde ahora es residente. ¡°Lo que hace ¨²nico al club es la localizaci¨®n, ver amanecer crea una atm¨®sfera tan especial¡ Y que es como una familia. Adem¨¢s, puedes pinchar lo que quieras: techno, house, nu disco, afro¡¡±, apunta la disc jockey.
Adem¨¢s de club, es marca. Tiene su propio sello discogr¨¢fico y su agencia de representaci¨®n de artistas. Organiza noches Watergate en Barcelona, ?msterdam, Londres, Estambul o Mosc¨² y giras con sus residentes por Brasil. Vende merchandising, por supuesto, que elabora la empresa Iriedaily. ¡°Hubo un tiempo en el que se pod¨ªa reconocer si un clubber iba al Tresor, al Berghain o al KitKat por la forma de vestirse¡±, dice Patrick Kressner, jefe de dise?o de la marca. ¡°Aqu¨ª era mucho m¨¢s abierto, eso ha sido siempre algo genial del Watergate¡±.
Sus detractores, que los hay, les acusan de ser comerciales, pero la gente involucrada en el club ve como una virtud que el p¨²blico se renueve constantemente. ¡°Conoc¨ª el club en 2008, ven¨ªa a pinchar en otro local y la noche anterior sal¨ª a bailar y vine aqu¨ª. Fue asombroso¡±, recuerda Biesmans, disc jockey belga que tambi¨¦n es residente en la sala. ¡°Cuando me mud¨¦ a Berl¨ªn, buscaban un t¨¦cnico de sonido y me contrataron. Pasaron tres a?os hasta que me dejaron pinchar en la sala. El Watergate es genial porque mucho p¨²blico es de fuera, viene por primera vez y quiere que la noche que pasa aqu¨ª sea especial. Nunca preparo la sesi¨®n. El p¨²blico me gu¨ªa. Eso es lo que hace del Watergate un club ¨²nico¡±.
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