La ladrona de infancias
Cada disl¨¦xico es ¨²nico. Y abundan: son entre un 10% y un 15% de la poblaci¨®n. La mayor¨ªa, no diagnosticados
Todo empez¨® hace 25 a?os, cuando Araceli Salas, maestra y educadora, percibi¨® ciertos comportamientos extra?os en Samuel, el peque?o de sus dos hijos, un ni?o muy feliz hasta el momento en que se escolariz¨®. Comenz¨® a morderse las u?as, a comportarse de una manera muy distinta cuando iba al colegio y cuando estaba de vacaciones, a mostrar una autoestima muy baja. A los seis a?os ten¨ªa innumerables s¨ªntomas f¨ªsicos, dolores de cabeza, contracturas, migra?as, todo producto de la tensi¨®n que le generaba el colosal esfuerzo que ten¨ªa que hacer cuando iba a clase, un esfuerzo, para peor, sin resultados. Cuando el ni?o ten¨ªa nueve a?os, Araceli, desesperada ¡ª¡±ve¨ªa que Samuel se me hund¨ªa¡±¡ª, empez¨® a buscar diagn¨®stico en Mallorca, isla en la que vive. Por fortuna, porque por entonces apenas se hablaba de ello, atin¨® con una buena psic¨®loga y obtuvo la respuesta. ¡°Le dije a Samuel, ya sabemos lo que te pasa: tienes dislexia. ?Ah, entonces no soy tonto?, contest¨® ¨¦l. No, solo tienes una manera diferente de aprender las cosas¡±.
La dislexia no es una enfermedad. Es una estructura neurol¨®gica concreta, una forma distinta de procesar la informaci¨®n. Y no consiste s¨®lo en tener problemas de lectura y de escritura (de reconocimiento de los signos, de conexi¨®n de estos signos con su sonido), sino que tambi¨¦n puede implicar dificultades en la memoria a corto plazo, conflictos espaciotemporales, problemas de comprensi¨®n y organizaci¨®n o confusi¨®n entre la derecha y la izquierda. Cada disl¨¦xico, por otra parte, es ¨²nico. Y abundan: son entre un 10% y un 15% de la poblaci¨®n. La mayor¨ªa, no diagnosticados. Muchos est¨¢n descubriendo ahora, con la dislexia de sus hijos, que ellos tambi¨¦n la tienen, como ha sucedido con el padre de Samuel, que se cay¨® del guindo y comprendi¨® el porqu¨¦ de muchas de las cosas que le ocurr¨ªan. Aplastados como estamos por la norma de hierro de la supuesta y mentirosa normalidad, todas estas diferencias naturales en el ser humano han sido y siguen siendo origen de mucho dolor.
En concreto la dislexia tiene unas consecuencias devastadoras porque dificulta o impide el aprendizaje en un sistema educativo que, como el nuestro, est¨¢ centrado en la lectura y en la escritura. Como por otra parte son chavales con una inteligencia normal o superior, llegan al colegio y se deprimen y angustian, porque advierten que lo que para los dem¨¢s es algo muy f¨¢cil, para ellos es como dar clases en chino. ¡°Es muy torpe, es un vago, es inteligente pero perezoso, tiene que esforzarse m¨¢s, parece tonto¡¡±. Estos t¨®picos siguen siendo habituales. Palabras venenosas que ulceran el ¨¢nimo, que corroen la autoestima, que conducen a la derrota, al sufrimiento y hasta al odio a uno mismo.
¡°La dislexia es una ladrona de infancias¡±, dice bellamente Araceli, esta guerrera y maravillosa Araceli que hace 21 a?os, tras el diagn¨®stico de su hijo, descubri¨® que en Espa?a no exist¨ªa ninguna legislaci¨®n y que hab¨ªa muy poco conocimiento en el profesorado. Estudi¨®, consult¨®, investig¨® y en 2002 cre¨® DISFAM, la primera asociaci¨®n de familias de disl¨¦xicos de habla hispana (m¨¢s tarde se crear¨ªa tambi¨¦n una federaci¨®n, FEDIS). Amenazando con irse a denunciar el tema a Estrasburgo (¡°aunque ni sab¨ªa d¨®nde estaba Estrasburgo, ech¨¦ un ¨®rdago¡±), consigui¨® que se reconocieran oficialmente las DEA (dificultades espec¨ªficas del aprendizaje) en las leyes educativas y que el asunto empezara a tomarse en serio.
Pero a¨²n queda mucho por hacer, y las consecuencias de no hacerlo pueden ser muy graves. Cifras oficiales de EE UU muestran que el 60% de los presos son analfabetos funcionales, y que entre el 30% y el 60% de los j¨®venes encarcelados tienen DEA. Es un c¨ªrculo vicioso: no consigues estudiar, los dem¨¢s se r¨ªen de ti, t¨² te sientes humillado e in¨²til, el sistema te escupe y terminas arrumbado en la marginalidad. ?Y, sin embargo, ser¨ªa tan f¨¢cil evitarlo! Bastar¨ªa con utilizar las nuevas tecnolog¨ªas, los programas lectores que convierten los textos en voz. Bastar¨ªa con educar a los educadores para que sepan en qu¨¦ consisten esas necesidades especiales. Bastar¨ªa con que la sociedad lo entendiera. Einstein, Pierre Curie, Newton, Mozart, Galileo, Stephen Hawking, Steve Jobs, Steven Spielberg, todos ellos han sido o son disl¨¦xicos. La normalidad no existe. Hay que respetar la diferencia.
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