Koin¨¦
No lo duden: si Espa?a no hace suyo sin reservas el catal¨¢n, el gran beneficiado es el secesionismo
En una pel¨ªcula de Billy Wilder, ?Qu¨¦ ocurri¨® entre mi padre y tu madre?, un diplom¨¢tico estadounidense aterriza en Italia y, mientras sale del avi¨®n, resopla: ¡°Me parece bien que los extranjeros hablen lenguas distintas del ingl¨¦s, pero ?no podr¨ªan ponerse de acuerdo y hablar todos la misma?¡±. Record¨¦ la escena leyendo las cr¨ªticas provocadas por la decisi¨®n de la presidencia del Congreso de permitir el uso de las lenguas oficiales en la C¨¢mara. Debo de ser el ¨²nico no secesionista que no la considera una mala idea, lo que no me impide estar de acuerdo con algunas quejas de los cr¨ªticos: la medida no se tom¨® por convicci¨®n, sino obligados por el nacionalismo catal¨¢n; no me convenci¨®, en cambio, la objeci¨®n de fondo, seg¨²n la cual Espa?a posee una koin¨¦ ¡ªuna lengua com¨²n¡ª y por tanto lo mejor ser¨ªa usarla en exclusiva en el Congreso. Intento razonar mi discrepancia.
Una koin¨¦ no es obra del Esp¨ªritu Santo; la forjan los hombres, la historia. Ahora mismo el italiano es la lengua com¨²n de los italianos, pero en 1860, cuando el nacionalismo unific¨® el pa¨ªs, apenas un 2,5% de ellos la hablaba. Poco despu¨¦s, sin embargo, el Estado la impuso como koin¨¦ y volvi¨® intrascendentes las dem¨¢s lenguas. No fue una operaci¨®n excepcional, pero s¨ª tan ¨²til que podr¨ªamos replicarla en la UE, s¨®lo que en ingl¨¦s, claro. Es verdad que, en Espa?a, el castellano ya es una koin¨¦ ¡ªaunque yo a¨²n he conocido catalanes que no lo entend¨ªan¡ª, mientras que, en la UE, el ingl¨¦s todav¨ªa no lo es; pero poco le falta: no habr¨¢ muchos europeos cultos que no lo entiendan ¡ªde hecho, basta con ¨¦l para viajar por todo el mundo¡ª y en los pa¨ªses n¨®rdicos todos lo hablan; si nos lo proponemos, en una o dos generaciones el ingl¨¦s ser¨ªa la koin¨¦ europea y las dem¨¢s lenguas quedar¨ªan relegadas a una condici¨®n subalterna o irrelevante. ?Lo queremos? En EE UU, muchos portorrique?os no aceptan cambiar el espa?ol por el ingl¨¦s, como aconsejan el pragmatismo y los entusiastas del english only. ?Lo aceptar¨ªamos, incluidos quienes escribimos en espa?ol? Las lenguas no son s¨®lo una cuesti¨®n pragm¨¢tica: su uso involucra laberintos personales, afectivos, familiares, culturales; al seco utilitarismo todo esto le parecen flatulencias sentimentales, pero la historia ense?a que es muy mala idea ignorarlo. Resolver el problema endiablado de la convivencia entre lenguas comporta, de entrada y en general ¡ªlo del Congreso es anecd¨®tico¡ª, ser respetuoso con las de los dem¨¢s: es f¨¢cil entender la necesidad de una lengua com¨²n (sobre todo, si es la propia), pero suele costar m¨¢s trabajo reconocer que los otros tienen asimismo derecho a usar con plenitud la suya; tambi¨¦n implica despolitizar las lenguas, contra lo que ha hecho el nacionalismo desde su origen: fomentar el catal¨¢n no equivale ¡ªno debe equivaler¡ª a fomentar el nacionalismo catal¨¢n. Pero, si de pol¨ªtica se trata ¡ª?que es de lo que se trata en el 99% de los casos cuando se habla en Espa?a de lenguas¡ª, repetir¨¦ lo escrito hace poco en esta columna: el uso del catal¨¢n nos interesa a todos, pero sobre todo a quienes somos contrarios a la secesi¨®n; la lengua es el arma m¨¢s poderosa para conseguirla, pero no se desactiva inutiliz¨¢ndola (cosa inmoral adem¨¢s de imposible), sino utiliz¨¢ndola para bien (para unir diciendo la verdad) y no para mal (para dividir contando mentiras). En otras palabras: el secesionismo no se puede refutar con eficacia m¨¢s que en catal¨¢n, porque lo que se ha montado en catal¨¢n s¨®lo se puede desmontar en catal¨¢n.
Por muchas trapacer¨ªas que hagan los nacionalistas, sigue pareci¨¦ndome saludable que la Espa?a real se reconozca lo mejor posible, tambi¨¦n ling¨¹¨ªsticamente, en el Parlamento de todos. No siempre es f¨¢cil dar con soluciones sencillas a problemas complejos (es lo que le reprochamos con raz¨®n al populismo). El de las lenguas lo es, y yo dir¨ªa que, como tantos otros, no tiene arreglo si no encontramos un equilibrio ¡ªdif¨ªcil, cambiante, inestable, escurridizo¡ª entre lo com¨²n y lo propio, entre lo particular y lo universal. Por lo dem¨¢s, no lo duden: si Espa?a no hace suyo sin reservas el catal¨¢n, el gran beneficiado es el secesionismo.
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