Mya-Rose Craig, el vuelo tan alto de la ni?a p¨¢jaro
La joven ornit¨®loga es una figura de su generaci¨®n en la lucha contra el calentamiento global. Su pasi¨®n por las aves est¨¢ unida al cuidado de la salud mental de su madre
La observaci¨®n de las aves, el ¡°pajareo¡± (birdwatching, en ingl¨¦s), puede convertirse en una obsesi¨®n peligrosa para algunas personas. A otras, sin embargo, les ayuda a encontrar su lugar en el mundo, a mantener la unidad y la cordura de su familia, a construir un discurso pol¨ªtico propio, a descubrir la v¨ªa personal para hacer frente al desaf¨ªo del cambio clim¨¢tico, e incluso a ganar decenas de miles de euros por contar su experiencia y dejar que las editoriales compitan entre ellas por publicar el libro.
Mya-Rose Graig (Compton Martin, Reino Unido, 21 a?os) todav¨ªa se sorprende cuando alg¨²n periodista conduce durante horas para llegar hasta la peque?a aldea remota de casas de campo donde vive con sus padres, con la intenci¨®n de hablar con ella. Y el mejor modo de abrir ese di¨¢logo es caminando por el bosque que rodea los peque?os cottages ingleses donde vive la familia. Con sus binoculares a mano, Mya-Rose habla apasionadamente de todo, posa para el fot¨®grafo, no deja de observar a su alrededor en busca de alguna se?al e incluso se esfuerza en mostrar a los visitantes la belleza de la zona, al sureste de Inglaterra. En un claro entre ramas aparece a lo lejos la torre de la Iglesia del Arc¨¢ngel San Miguel, una de las muestras m¨¢s bellas de arquitectura normanda en territorio brit¨¢nico.
¡°Desde que ten¨ªa seis d¨ªas de vida, mis padres me llevaban con ellos a observar p¨¢jaros. Siempre lo he sentido como algo natural. Y siempre he amado las aves, y salir a la naturaleza. Lo raro, creo, fue descubrir, a medida que me iba haciendo mayor, que no todo el mundo disfrutaba de los p¨¢jaros como lo hac¨ªamos nosotros¡±, sonr¨ªe Mya-Rose cuando describe su obsesi¨®n.
Hija de un ingl¨¦s y de una banglades¨ª imbuidos de ese esp¨ªritu deliciosamente exc¨¦ntrico y aventurero de algunos brit¨¢nicos, que entienden que el mejor modo de regalar felicidad y libertad a los ni?os es tolerar y fomentar cierta anarqu¨ªa, Mya-Rose ha recorrido junto a sus padres todos los continentes, en busca de las aves m¨¢s ex¨®ticas, pero tambi¨¦n de una paz familiar constantemente amenazada por los vaivenes de euforia y depresi¨®n de su madre, aquejada de trastorno bipolar.
La historia de su padre, Chris, ingeniero de ¨¦xito, pero sobre todo un apasionado twitcher (como se conoce a los observadores de aves), es la de un hombre incapaz de sucumbir al agotamiento en su esfuerzo por sostener en pie al amor de su vida. Forma parte de la narraci¨®n de Birdgirl. Mi familia, las aves y la b¨²squeda de un futuro mejor (Errata Naturae; traducci¨®n de Silvia Moreno Parrado), el libro que ha catapultado a la fama a Mya-Rose, por el que compitieron con pujas de hasta seis cifras las principales editoriales inglesas. Sabe que ya nunca podr¨¢ desprenderse del nombre que ella misma eligi¨®, por el que le conocen millones de seguidores. Lo utiliz¨® por primera vez al poner en marcha un blog que cuenta ya con cuatro millones de lectores, en el que comenz¨® a narrar sus viajes por el mundo y los p¨¢jaros que iba avistando por el camino. Suma ya m¨¢s de 5.800 especies, mas de la mitad de las que pueblan el mundo.
¡°Y la gente me pregunta si actualizo constantemente diarios, o cuadernos de notas para acordarme de todo, porque el libro, obviamente, est¨¢ lleno de detalles¡±, explica. ¡°Pero en realidad no necesitaba nada de eso. Porque cada uno de los recuerdos que cuento en el libro est¨¢ vinculado a un p¨¢jaro concreto, y cuando recuerdo su imagen, recuerdo tambi¨¦n ese momento concreto de mi vida. Escribir este libro, en ese sentido, ha sido revisar mi vida¡±, concluye.
Y en su vida fueron relevantes el fais¨¢n dorado, cuya belleza multicolor atrap¨® para siempre a la madre de Mya-Rose, la abogada Helena Ahmed, en una carrera incesante por avistar m¨¢s aves que tranquilizaran su mente y su esp¨ªritu; el colibr¨ª picoespada, esa criatura inexplicable que se sostiene en el aire con un endiablado aleteo y sirve por s¨ª sola para justificar la obsesi¨®n por el pajareo de miles de personas; el b¨²ho nival, que la ni?a y el padre observaron juntos de un modo inici¨¢tico; y sobre todo, el ¨¢guila arp¨ªa, esa ave rapaz de tama?o tan descomunal que podr¨ªa parecer una persona disfrazada de p¨¢jaro. ¡°Llamada as¨ª por las arp¨ªas de la mitolog¨ªa griega. Parte mujer, parte ave y completamente aterradora. Una elecci¨®n rara como mascota, estoy de acuerdo, pero esta magn¨ªfica ave es adem¨¢s un progenitor que protege a sus cr¨ªas y debe de luchar duramente para sobrevivir. Mi familia tambi¨¦n tuvo que luchar duramente para sobrevivir¡±, explica Mya-Rose en el libro la raz¨®n que justifica su pasi¨®n por esa especie.
De las aves al activismo medioambiental
En el siglo XIX, los mineros descend¨ªan a las profundidades de la tierra para extraer el carb¨®n y llevaban consigo un canario en una jaula. De ah¨ª viene la expresi¨®n ¡°el canario en la mina¡±, para describir la se?al de un peligro inminente. Cuando el p¨¢jaro dejaba de amenizar con su canto a los trabajadores hab¨ªa peligro a la vista, en forma de fuga del letal mon¨®xido de carbono.
La alerta de un canario para salvar a los mineros. La alerta de las aves de todo el planeta, cada d¨ªa en menor n¨²mero y en mayor peligro de extinci¨®n, para avisar a la humanidad del riesgo del cambio clim¨¢tico. Mya-Rose se ha convertido en uno de los rostros m¨¢s reconocidos en esa lucha contrarreloj en la que se ha embarcado toda una generaci¨®n. Ha compartido manifestaciones en primera l¨ªnea con la activista Greta Thunberg; charlas y debates con la actriz Emma Watson durante la cumbre clim¨¢tica del COP26 en Glasgow; presentaciones y puestas en escena con un icono brit¨¢nico de la lucha medioambiental como Sir David Attenborough. La foto de la joven sobre uno de los trozos flotantes de un glaciar fragmentado, mientras muestra a la c¨¢mara un cartel que proclama la huelga de los j¨®venes en defensa del clima (Youth Strike for Climate) forma parte ya del imaginario colectivo del siglo XXI, s¨ªmbolo del mayor desaf¨ªo al que se enfrenta el planeta.
Y sin embargo, Mya-Rose logra transmitir en sus convicciones pol¨ªticas una templanza y una falta de radicalismo que son probablemente el fruto de una afici¨®n que le ha ayudado a contemplar el mundo y sus problemas con la calma y prudencia necesarias. ¡°La narrativa construida en torno al cambio clim¨¢tico ha llevado a muchas personas a convencerse a s¨ª mismas de que, si te preocupa este asunto, debes dedicarle toda tu vida. Tiene que ser, creen, m¨¢s una transformaci¨®n que un cambio. Y realmente lo que necesitamos es que todo el mundo cambie en un diez por ciento¡±, explica la joven mientras camina bosque arriba y explora sin cesar todo lo que hay a su alrededor. ¡°Cuando yo ten¨ªa diecisiete a?os, durante el momento m¨¢s ¨¢lgido de las protestas escolares para impulsar la lucha contra el cambio clim¨¢tico, mucha gente dedic¨® todo su tiempo a esta causa. El resultado fue que acabaron exhaustos antes de cumplir dieciocho a?os, convencidos como estaban de que deb¨ªan salvar el mundo ellos solos¡±.
Conservacionismo y diversidad ¨¦tnica
Cuando Mya-Rose comenz¨® a acompa?ar a sus padres en las prolongadas jornadas de pajareo descubri¨® a una comunidad de aficionados que b¨¢sicamente eran hombres, cincuentones y blancos. Los dos primeros rasgos han cambiado. En apenas dos d¨¦cadas, una nueva ola de mujeres y de j¨®venes se han incorporado a una afici¨®n que supone tambi¨¦n toda una declaraci¨®n pol¨ªtica de intenciones en defensa de la naturaleza y su conservaci¨®n. Pero sigue siendo extra?o, como le pareci¨® a ella a medida que fue percibiendo su origen banglades¨ª y el hecho de tener una raza mixta, que las minor¨ªas ¨¦tnicas se incorporen a la causa medioambiental. ¡°No puedo hablar por otros pa¨ªses, y supongo que habr¨¢ detr¨¢s de esto razones hist¨®ricas o culturales. Pero en el caso del Reino Unido, durante m¨¢s de un siglo, la observaci¨®n de los p¨¢jaros o de la naturaleza era un lujo reservado para gente con tiempo, dinero y energ¨ªa para llevarlo a cabo¡±, razona Mya-Rose en voz alta. ¡°Y a la vez, se ha desarrollado una creencia cultural entre las minor¨ªas ¨¦tnicas brit¨¢nicas que les lleva a verse a s¨ª mismas como personas urbanas. El campo se ha convertido en un territorio extra?o que asusta. Al final, el resultado era que solo la gente blanca de clase media se lanzaba a explorar la naturaleza¡±.
Es una de las razones por las que la joven ornit¨®loga, siempre impulsada por el activismo progresista de su madre, puso en marcha la organizaci¨®n Black2Nature. Ten¨ªa apenas catorce a?os, en septiembre de 2016, y logr¨® poco a poco el respaldo de entidades conservacionistas y de las instituciones p¨²blicas para levantar un proyecto que lograra poner en contacto a los adolescentes de minor¨ªas ¨¦tnicas con la naturaleza. Tres a?os despu¨¦s se convirti¨® en la ciudadana brit¨¢nica m¨¢s joven en obtener un doctorado honoris causa, que le concedi¨® la Universidad de Bristol por un trabajo pionero.
Resulta curioso c¨®mo una ni?a-adolescente-mujer de su generaci¨®n, que comprendi¨® de inmediato el poder que pon¨ªan en sus manos las redes sociales para impulsar determinadas causas, crey¨® posible preservar su verdadera identidad, su vida personal, sus inquietudes cotidianas propias de la edad, y separarlas de su faceta p¨²blica bajo la m¨¢scara de birdgirl, la ni?a p¨¢jaro. Los discursos de odio que, como siempre desde el anonimato, arremet¨ªan contra su activismo pol¨ªtico, su origen ¨¦tnico, su g¨¦nero, su mismo derecho -a pesar de su juventud- a participar en el debate p¨²blico, descolocaron a una ni?a que todav¨ªa estaba intentando definir su papel en el mundo. Pocos a?os despu¨¦s, la solidez con que Mya-Rose expresa sus convicciones presenta a una mujer templada y segura de la justicia de sus ideas. Lleva ya tres a?os estudiando Ciencias Pol¨ªticas -no Biolog¨ªa ni ninguna otra rama de las ciencias naturales, como podr¨ªa esperarse- en la Universidad de Cambridge. ¡°?A qui¨¦n se le ocurre trolear [acoso en las redes] a una ni?a de trece a?os en Twitter? Hace falta ser est¨²pido. Me temo que es otra de esas lecciones vitales que te toca aprender del modo m¨¢s duro. Hoy tengo una piel mucho m¨¢s dura, y la idea de expresarme en las redes es simplemente una herramienta ¨²til. Pero entonces todo aquello fue bastante doloroso, porque atravesaba por una fase muy delicada en mi vida personal¡±, recuerda.
La lucha personal de su madre
El hilo conductor del relato de Mya-Rose es el vuelo de cualquiera de las aves que han marcado su vida y pueblan las p¨¢ginas de sus memorias, pero el objetivo ¨²ltimo de seguir el rastro de ese hilo ha sido siempre preservar la unidad familiar de padre, madre e hija, y sobre todo salvar de sus demonios interiores a Helena Ahmed. La hija de una familia banglades¨ª profundamente tradicional que desafi¨® las expectativas que la vida hab¨ªa dise?ado para ella; la abogada inmersa en causas progresistas como la lucha antirracista y la defensa de la diversidad; la madre que ha inoculado en Mya-Rose una fortaleza de car¨¢cter y, finalmente, la mujer que se aferr¨® a los p¨¢jaros para buscar la paz que su mente se negaba a conceder.
Los intentos de la madre de burlar al destino y a su propio esposo, para buscar el momento propicio de soledad en el que quitarse definitivamente la vida, han marcado el destino y los anhelos de ese tr¨ªo familiar. Resulta conmovedor el modo en que Mya-Rose describe los esfuerzos de su padre para organizar viajes por todo el planeta. La excusa son los p¨¢jaros. El motivo real, recomponer el estado de ¨¢nimo y la calma de su esposa, aquejada de un trastorno bipolar que la llev¨® en dos ocasiones a ser internada en un centro especializado, para poder ser tratada. No hay remedios m¨¢gicos para una condici¨®n de salud mental de la que no se puede escapar. Ni siquiera los p¨¢jaros. Es una combinaci¨®n de medicamentos, cuyas dosis deben ensayarse hasta dar con el equilibrio qu¨ªmico que devuelva la paz a la mente de Helena; y un amor inagotable de padre e hija hacia la mujer que, realmente, ha sido el ancla que les ha hundido y sostenido durante toda una vida.
¡°Como trastorno mental, la bipolaridad resulta muy dif¨ªcil de tratar. Se trata de intentar equilibrar constantemente las sustancias qu¨ªmicas que hay en el cerebro de una persona. Sin embargo, cuando finalmente logr¨® ser diagnosticada -casi diez a?os despu¨¦s de haber sufrido tanto-, ella lo llev¨® mucho mejor que mi padre o que yo misma, porque finalmente sab¨ªa qu¨¦ pasaba en su cabeza¡±, recuerda Mya-Rose.
Fue en uno de los viajes m¨¢s fascinantes que la joven ornit¨®loga describe en su libro, cuando toda la familia se desplaz¨® a un para¨ªso de las aves como es Ecuador, cuando pudo comenzar a comprobar el efecto ben¨¦fico que la naturaleza tiene sobre el ser humano. Su madre, recuerda, acababa de salir de un periodo depresivo realmente severo. Se sent¨ªa culpable, por no poder disfrutar de la perspectiva emocionante del viaje o por que sus sentidos no estuvieran tan alertas como los de su esposo y su hija. ¡°En un periodo de tres semanas, se transform¨®, despert¨®, estaba presente y alegre. Creo que aquel viaje fue para ella una lecci¨®n vital que le indicaba lo mucho que necesitaba el contacto con la naturaleza¡±, recuerda Mya-Rose.
Helena se ha convertido en la mejor representante de su hija. Abandon¨® su trabajo legal definitivamente, y es ella quien ordena ahora la agenda p¨²blica de una joven que, de un modo natural y gradual, se ha convertido en un s¨ªmbolo de la causa medioambiental del siglo XXI. Pero al observar el cari?o con que Mya-Rose se dirige a ella, el modo instintivo en que madre e hija se juntan cuando est¨¢n en la misma habitaci¨®n y repasan sus planes, permite entender c¨®mo la lucha de una ha sido la fuente de energ¨ªa para la otra, en una fascinante simbiosis de mujer. ¡°Despu¨¦s de Ecuador¡±, cuenta en el libro, ¡°comenzamos a vivir una vida muy simple, ahorrando cada penique que era posible para destinarlo a nuestros viajes. Entend¨ª, desde que era una ni?a, que grandes o peque?os, marrones o coloridos, con manchas, brillantes o sin plumas, hab¨ªa algo alrededor de los p¨¢jaros que, aunque solo fuera durante breves momentos, nos hac¨ªa alejar de nuestras vidas nuestros ojos mirar hacia arriba, al cielo¡±.
La mirada de Mya-Rose se dirige hoy en todas direcciones. Su activismo la ha convertido en un personaje pol¨ªtico de primer orden, y la delicadeza y elegancia de su escritura anticipa nuevos trabajos con relevancia futura. Pero en el paseo por la campi?a inglesa de una ma?ana soleada de septiembre, la ligereza y humildad con que la ¡°ni?a p¨¢jaro¡± expresa su opini¨®n sobre el cambio clim¨¢tico, el racismo, el feminismo, la necesidad de combinar la conservaci¨®n del medio ambiente con la justicia social, sugieren que en alg¨²n momento es posible vislumbrar, bajo esa camiseta de algod¨®n reivindicativa, propia de cualquier adolescente, dos alas escondidas en su espalda.
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