La palabra digital
Vivimos la cultura ¡°digital¡±: un mundo donde cada vez menos cosas pueden tocarse con los dedos
El dedo apunta: es un milagro de cultura. Debo confesar que no lo hab¨ªa pensado hasta ayer, cuando le se?al¨¦ algo a Tita, nuestra gata, y la muy p¨¦rfida, en lugar de mirar aquello que le mostraba, se empe?aba en mirarme el dedo. El mundo rebosa de esas cosas extraordinarias que hacemos sin notar que son extraordinarias: se?alar con el dedo. Digo: el incre¨ªble proceso de civilizaci¨®n necesario para que 8.000 millones de individuos ¡ªchino m¨¢s, indio menos¡ª acuerden en que, cuando una persona extiende el ¨ªndice, lo que hace es mostrar algo que deber¨ªamos mirar. Esas cosas que los gatos, por el momento, ignoran.
Los humanos somos humanos porque tenemos dedos. Ahora los valoramos menos, pero hubo tiempos en que la palabra dedo ten¨ªa tantas funciones. Estaba el dedo acusador y sus usos po¨¦ticos: ¡°No he de callar, por m¨¢s que con el dedo, / ya tocando la boca, ya la frente¡¡±, tronaba el maestro Quevedo. Estaban los dedos como medida de quien se pretend¨ªa mesurado y ped¨ªa solo dos de licor porque ten¨ªa, supuestamente, m¨¢s de dos de frente. Estaba el dedo enhiesto sobresaliendo del pu?o cerrado para decir que buscar¨ªa el interior del insultado. Estaba el dedo que se chupaba quien ignoraba demasiado. Estaba el dedo de quien eleg¨ªa a ¨ªdem ¡ªmonarcas, generales, potentados¡ª, eso que por milenios fue normal y ahora queda feo. Estaba el dedo de Dios, tan distinto de la mano de Dios.
Ahora los dedos nos parecen, si acaso, ¨²tiles para agarrar lo que queramos agarrar, comer con m¨®dica lascivia, hurgarnos la nariz o dem¨¢s orificios, repiquetear la mesa de impaciencia. Y olvidamos que nuestros dedos, ese pulgar enfrentado a todos los dem¨¢s, cambiaron la forma de agarrar y manejar las cosas y permitieron que aquellos monos que fuimos y seremos se hiciesen cada vez m¨¢s humanitos. Y que, millones de a?os despu¨¦s, cuando se les ocurri¨® que deb¨ªan contar las cosas, de nuevo recurrieron a los dedos: un dedo, dos, tres, cuatro dedos¡ Por eso tenemos, en general, sistemas decimales. Por eso, extra?amente, vivimos en un mundo digital.
Porque alguien decidi¨® usar la palabra d¨ªgito para decir n¨²mero: como los primeros n¨²meros se contaban con los dedos, la palabra latina que remite a los dedos, digital, pas¨® a ser el nombre de las cifras. Solo que aquellas cifras romanas eran r¨ªgidas, marm¨®reas. Hasta que alg¨²n genio ¨¢rabe o indio invent¨® el sistema posicional: los romanos, por ejemplo, necesitaban escribir ?DCLXVI para anotar 666: un 600 ¡ªDC¡ª, un 60 ¡ªLX¡ª y un 6 ¡ª?VI¡ª, todos amontonados. Aquellos ¨¢rabes, en cambio, pudieron escribirlo poniendo un 6 en la primera de tres posiciones ¡ª?la de la centena¡ª, otro en la segunda ¡ªla de la decena¡ª y otro en la tercera ¡ªla de la unidad¡ª, y por su lugar los reconocemos. Para eso necesitaron, entre otras cosas, el 0, y en esos d¨ªas, hace m¨¢s de 1.000 a?os, lo inventaron. As¨ª, con aquellos 10 d¨ªgitos pod¨ªan expresar cualquier cifra: el invento, es obvio, se impuso con honores. Y lo usamos, y supusimos que esa forma de contar las cosas del mundo era el orden del mundo y lo tomamos, como solemos hacer, como algo natural e inalterable.
Pero su reino absoluto fue m¨¢s o menos breve: dur¨® hasta hace 50 o 60 a?os, cuando empezaron a imponerse aquellas m¨¢quinas capaces de almacenar cualquier informaci¨®n usando solo dos de ellos: el 1 y el 0. Las llamaron computadoras o computadores u ordenadores y tuvieron la incre¨ªble habilidad de reducir el mundo a solo dos signos y sus combinaciones ¡ªcasi¡ª infinitas. Como eran dos d¨ªgitos, llamaron digital a esa forma de almacenar y procesar y transmitir: ah¨ª empezamos a vivir en este mundo definido por esa palabra.
(Y por ella ahora todo se mide en ¡°bits¡±: una s¨ªntesis de ¡°binary digits¡± armada con el principio de la primera palabra y el final de la segunda. Si la computaci¨®n se hubiera inventado en castellano ¡ªo si traduj¨¦ramos esas cosas¡ª, usar ese mismo procedimiento con ¡°d¨ªgitos binarios¡± har¨ªa que los bits se llamaran ¡°dios¡±, y ser¨ªa mucho m¨¢s l¨®gico).
Ahora el sistema decimal es un lujo de verduleros, entrenadores de f¨²tbol, profesores de instituto y brutos como yo; el mundo se mueve en el sistema binario, digital. Ahora tanto en nuestras vidas es digital: la m¨¢quina en que escribo estas palabras, la m¨¢quina donde usted las lee, las numerosas m¨¢quinas que han hecho que usted pueda leer cosas mejores, los miles de millones de m¨¢quinas que organizan cada detalle de este mundo. Y es casi un chiste que se llamen digitales: nada en ellas m¨¢s alejado de los dedos, de la materialidad, que la cultura digital. Ahora es digital todo lo que no podemos tocar, agarrar con los dedos.
La palabra digital ha dado una vuelta casi completa y se r¨ªe de nosotros: es la prueba final de que ha triunfado.
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