La palabra ¡®nepobaby¡¯
Los ¡®nepobabies¡¯ son esos hijos de pap¨¢ o mam¨¢ famosos que aprovechan su ¡®hijitud¡¯ para copiarles las carreras
Hay una palabra que avanza rauda, a cara y pecho descubiertos, a paso redoblado hacia la fama del lugar com¨²n. El New York Magazine la declar¨®, hace un a?o, su palabra del a?o. La palabra se puso de moda porque dice algo que no sab¨ªamos decir, o no sab¨ªamos que sab¨ªamos decir. Hace un a?o yo no la conoc¨ªa; en estos meses la he escuchado y le¨ªdo varias veces. La palabra nepobaby parece responder a una realidad reciente y habla, en realidad, de una de las m¨¢s viejas.
Porque ahora llaman nepobabies a todos esos hijos de pap¨¢ ¡ªo de mam¨¢¡ª famosos que aprovechan su hijitud para hacer carreras all¨ª donde mam¨¢ ¡ªo pap¨¢ ¡ª hicieron la suya. La palabra empez¨® a usarse hace muy poco en Hollywood, faltaba m¨¢s; la idea es inmemorial.
Seguramente hubo, tan anta?o, tiempos en que ser hijo de tal o cual no defin¨ªa las vidas: cada quien viv¨ªa la suya como mejor pod¨ªa. Pero despu¨¦s los hombres y mujeres salieron de las cavernas y se inventaron grupos con jefas o jefes. Es probable que, al principio, los eligieran por su astucia, su fuerza, sus habilidades, o sea: para que les sirvieran. Despu¨¦s los jefes se volvieron hombres y ambiciosos, necios, y usaron su poder para pas¨¢rselo a alguien cercano: un hijo, un hermano, un entenado. Entonces los dem¨¢s imitaron su ejemplo: quien tuviera una vaca o una faca tambi¨¦n quiso dej¨¢rsela a sus descendientes. As¨ª, casi sin darse cuenta, inventaron la herencia.
La herencia es una de las bases del sistema: la idea de que cuando alguien consigue algo puede y debe leg¨¢rselo a su prole. La herencia es el esqueleto de la propiedad y es, cada vez, origen de codicias y disputas. (Por eso, entre otras cosas, la Iglesia de Roma, siempre precavida, prohibi¨® que sus agentes engendraran.) La herencia es uno de esos conceptos tan establecidos que parecen l¨®gicos o, incluso, naturales. Y no tiene nada que ver con la naturaleza pero no se discute; se puede discutir, si acaso, qu¨¦ porcentaje de esos bienes le entregar¨¢ al Estado quien los recibe como pago por el m¨¦rito irrefutable de ser hijo.
Est¨¢ claro: los nepobabies son esos hijos de estrellas de diversas pantallas que consiguen, por ser hijo de, el lugar que sus padres, que no lo eran, tuvieron que ganarse por sus m¨¦ritos. La diferencia es que heredan algo m¨¢s et¨¦reo que otros herederos: un lugar en el set, en el micr¨®fono, en el poder, en la atenci¨®n del p¨²blico. La herencia material est¨¢ aceptada; la inmaterial, la de los nepobabies, se discute, y la palabra suena desde?osa, casi insulto. Nos parece normal que se leguen bienes pero no carreras: como que los bienes se poseen y pueden depositarse en bancos, y en cambio los talentos y apariencias se despilfarran, no pueden transmitirse. Pero vivimos en un mundo donde la riqueza se concentra m¨¢s y m¨¢s, se acumula en manos de unos pocos, y el nepobaby es la versi¨®n show business de este globo inflado donde los hijos de los ricos son muy ricos: ahora los hijos de los famosos son famosos.
Y la palabra nepobaby es obviamente un anglicismo, aunque llegue del lat¨ªn v¨ªa nepotismo ¡ªque viene de nepos, sobrino, y de los a?os mil y poco, cuando no hab¨ªa papa que no tuviera un ¡°sobrino¡± para ordenarlo obispo o regalarle un monasterio.
Un anglicismo bien armado, con la gracia de juntar lat¨ªn cultito e ingl¨¦s de andar por casa, que ya se est¨¢ imponiendo. Salvo quiz¨¢s en algunos pa¨ªses, donde hay un nepo por excelencia, su Excelencia. No hay nepobaby m¨¢s nepobaby que un principito o principita que, hija de su pap¨¢, sigue su ruta y se convierte en reina. Es curioso: muchos ciudadanos que ensalzan esta v¨ªa la denigran cuando el baby no es hijo del rey de un reino sino de un rey de la pantalla. Quiz¨¢ les desagrada que el uso y abuso de la sangre, aristocr¨¢ticos por definici¨®n, se nos democratice.
La idea, otra vez, parece nueva pero es una antigualla. Vivimos en un pa¨ªs que se rige por el nepo, que siempre ¡ªsalvo un breve lapso¡ª se rigi¨® por ¨¦l: donde el sistema es nepo. Muy lejos de nosotros, por supuesto, cualquier conato de criticarlo o reprocharlo: el se?or Dios, en su infinito saber, sabr¨¢ por qu¨¦ lo hizo e, incluso, por qu¨¦ no lo deshace. El se?or Dios, sabemos, lo sabe casi todo y, por si acaso, nunca nos lo cuenta.
?Y viva el nepobaby!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.