El turismo tiene un precio
Al gran motor de la econom¨ªa espa?ola se le han saltado todas las costuras. Entre playas saturadas y centros de ciudades repletos de bares, muchos puntos de su geograf¨ªa se han convertido en espacios imposibles para la vida cotidiana. Si existe realmente una alternativa de calidad al turismo masivo, nadie ha dado a¨²n con la f¨®rmula. Recorremos las postales m¨¢s abarrotadas de Mallorca, M¨¢laga y Barcelona
Es 25 de junio. Un d¨ªa normal en Cal¨® d¡¯es Moro, una remota cala al sureste de Mallorca, donde por ¡°normal¡± debe entenderse ¡°hiperb¨®lico¡±. El paisaje no perdona ni un t¨®pico del para¨ªso: cielo despejado y radiante, playa de arenas blancas ante un mar turquesa y, alrededor, vegetaci¨®n, varios tonos de verde, hasta donde alcanza la vista. La presencia humana, sin embargo, desaf¨ªa lo conocido. Hay gente por todas partes. Hay gente que se abigarra sobre la arena, con sus toallas, con sus novelas, con el altavoz donde suena Volare y con el flotador del pel¨ªcano rosa. Hay gente esperando turno para bajar de lo alto de la cala a esta arena llena como un vag¨®n de metro. Hay gente que espera, y lleva un rato, llegar a lo alto de la cala para entonces esperar bajar. Hay gente y gente a lo largo de la senda de casi un kil¨®metro que separa la cala del aparcamiento en el que, por cierto, no cabe un alfiler, pero al menos han habilitado un par de retretes port¨¢tiles. Hay gente que ha venido de todo el mundo, este inopinado martes previo a la locura veraniega, a esta cala que hace dos a?os era un secreto balear; tanta gente pensando ¨²nicamente en su propia experiencia, como es normal en cualquier turista, que cabe preguntarse si no deber¨ªa haber alguien al frente preocup¨¢ndose de la de todos. Sawehan Kim, surcoreano de 29 a?os, ha venido con su novia, Hyen Lee, tambi¨¦n surcoreana, de 35, y la gente no le echa para atr¨¢s: el atractivo de la cala, explica, le viene de internet. Hace a?os un fot¨®grafo llamado Yosigo subi¨® a Instagram unas im¨¢genes irresistibles cuando esto estaba vac¨ªo. En 2020 se hicieron muy populares en una exposici¨®n en Corea del Sur y, al poco, llegaron aqu¨ª los influencers, y al poco, todos los dem¨¢s y, al poco, ahora, todo esto. Chung, otro coreano, de 27 a?os, tambi¨¦n ha venido a la cala de Instagram a hacerse una foto. Jos¨¦, colombiano de 36, la vio en TikTok. Baptiste, entrenador personal de 22 a?os, ha tra¨ªdo a su novia, July, masajista de 20, desde su casa a una hora de Nantes. Tambi¨¦n hab¨ªa descubierto el lugar en Instagram: ¨¦l s¨ª admite que est¨¢ un poco decepcionado por los cientos de personas, que al final del a?o ser¨¢n cientos de miles, un para¨ªso lleno de turistas de color escabeche. Una estampa tan espa?ola ya como el toro de Osborne o el Quijote cabalgando hacia los molinos.
¡°S¨ª, esto est¨¢ lleno¡±, admite Mohit, de 22 a?os, nacido en la India pero residente en Berl¨ªn, a punto de adentrarse en la senda que le conducir¨¢ a la cala. ¡°Pero no est¨¢ lleno para un turista¡±.
Es 25 de mayo, un mes antes. Otra aglomeraci¨®n en Mallorca, pero en el polo opuesto del espectro. Estamos en Palma y quienes se juntan son los ciudadanos, convocados por la plataforma c¨ªvica Banco del Tiempo, del municipio de Sencelles (3.000 habitantes), para denunciar las consecuencias que, para ellos, acarrea la masificaci¨®n tur¨ªstica. ¡°Hab¨ªamos planteado a la Delegaci¨®n del Gobierno una concurrencia de unas 1.000, 2.000 personas¡±, admite Javier Barbero Real, uno de los organizadores. Fueron 10.000 manifestantes, seg¨²n la Polic¨ªa Nacional; 25.000, seg¨²n Barbero. La mayor manifestaci¨®n en la historia reciente de Mallorca, en cualquier caso. ¡°Y las islas Baleares no son de levantar demasiado la voz, nos cuesta mucho salir a la calle y dar un golpe en la mesa¡±, prosigue Barbero. ¡°Cuando se hace es porque el vaso se ha volcado. Algo ha estallado¡±. Las Baleares son la comunidad de toda Espa?a donde m¨¢s se ha encarecido el alquiler, un 158% en los ¨²ltimos a?os, un 12% solo desde 2023, seg¨²n el portal Fotocasa. Cada anuncio de vivienda de alquiler recibe m¨¢s de 142 candidatos de media, siguiendo los datos de la compa?¨ªa Alquiler Seguro. Esta inflamaci¨®n afecta directamente a los m¨¢s veteranos de la isla. Juli¨¢n, de 30 a?os, graduado en Educaci¨®n Infantil, apenas se lo explica. ?l es de Escorxador, un barrio obrero de Palma donde ¨²ltimamente se empiezan a ver tiendas boutique. El sistema no deber¨ªa estar expulsando a gente como ¨¦l, con ra¨ªces y estudios. Pero el salario medio de un educador son 1.100 euros, y el del alquiler en su zona, 1.550. Tendr¨ªa que compartir piso y dedicarle casi el 70% de su salario a ello. ¡°?Qu¨¦ proyecto de vida es ese? No puedes ahorrar, no puedes hacer nada¡±, se lamenta delante de un nestea al lado de su casa. La de sus padres, m¨¢s bien, quienes tambi¨¦n penden de un hilo con el alquiler. ¡°Tienen una renta antigua, 490 euros. Suponiendo que todo siga as¨ª, estamos bien. Suponiendo. Depender de la buena voluntad de la casera, que es una excelente persona, no es lo ideal. Pero el d¨ªa que se mueran, yo me quedo en la calle. En la puta calle¡±, traga saliva. ¡°La ¨²nica opci¨®n que me queda es irme¡±. La isla, resume, le est¨¢ echando.
Es 2014, 10 a?os antes. Javier Serrano, fot¨®grafo vasco especializado en im¨¢genes de ocio, llega a Cal¨® d¡¯es Moro de la mano del novio, mallorqu¨ªn, y de un amigo. Es una cala secreta y desierta. Serrano hace una foto irresistible desde lo alto. Cuatro a?os despu¨¦s, en 2018, la subir¨¢ a su Instagram bajo el nombre de usuario Yosigo.
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Espa?a se postul¨® como aspirante a superpotencia tur¨ªstica en 1952. El a?o anterior hab¨ªan visitado el pa¨ªs 1.200.000 viajeros, que se hab¨ªan dejado unos 1.000 millones de pesetas [unos 5.000 millones de euros de hoy]: hab¨ªa una industria en auge en la nueva Europa tras las guerras mundiales y la parte que le correspond¨ªa a Espa?a podr¨ªa cambiar para siempre la econom¨ªa del pa¨ªs. Y lo hizo. Tras el desarrollo del Plan Nacional de Turismo aquel a?o, la industria todav¨ªa no ha dejado de crecer. 2019: 71.000 millones de euros en ingresos por turismo. 2023: 85.000 millones. Espa?a es un destino tur¨ªstico por encima de todo.
Pero esta mina inagotable tiene su precio: somete a las econom¨ªas que alimenta a un continuo test de estr¨¦s. Si los sueldos espa?oles son menores que la media europea (un 21% menos en concreto, el que hay entre nuestros 1.822 euros al mes y los 2.194 del resto; en Alemania la distancia se duplica, al 42%)¡, si por ello el acceso a la vivienda es casi imposible para el ciudadano medio y los m¨¢s favorecidos acumulan m¨¢s propiedades inmobiliarias¡ Esos problemas no los crean los turistas al llegar con los bolsillos llenos a un pa¨ªs de viviendas vac¨ªas. Pero s¨ª los potencian. Y cuanto mayor se vuelve el negocio, mayor el estr¨¦s a que se somete al pa¨ªs. Y el turismo en los ¨²ltimos a?os ha crecido, ha entrado como en una turbina nuclear. ¡°Hay unos medios de transporte mucho m¨¢s baratos¡±, alerta Enrique Navarro, director del Instituto Universitario de Investigaci¨®n en Inteligencia e Innovaci¨®n Tur¨ªstica de la Universidad de M¨¢laga. Los trenes y las carreteras se han multiplicado y las compa?¨ªas low cost que ya cambiaron la l¨®gica de los vuelos por ocio hace dos d¨¦cadas, tras la pandemia no dan abasto. Entre 2021 y 2022, la compra de billetes de avi¨®n de bajo precio subi¨® un 405%: de los 12,6 millones de billetes a los 63,9. Scott Kirby, consejero delegado de United Airlines, coment¨® que la demanda de vuelos tras la pandemia era la mayor que hab¨ªa visto en su vida. Otro motivo: ¡°La estacionalidad ha terminado¡±, a?ade Navarro. ¡°Antes, quien pod¨ªa viajar se iba un mes, tres meses, y descansaba. Era una ¨¦poca que no debemos mitificar porque hab¨ªa m¨¢s paro en el turismo y la distribuci¨®n econ¨®mica era peor, pero genera conflictos¡±. La presencia continua de turistas ha convertido las zonas de inter¨¦s hist¨®rico en parques tem¨¢ticos; los cascos hist¨®ricos, en bares gigantes.
Y si todo esto era una realidad antes, la sensaci¨®n de asfixia se ha acrecentado en los ¨²ltimos a?os y sigue haci¨¦ndolo de forma imparable. Con un plus, adem¨¢s: ¡°El turismo ha llegado a las ciudades¡±, remata Navarro. ¡°Torremolinos y Marbella son ciudades tur¨ªsticas, no nacidas del turismo, pero s¨ª adaptadas a ¨¦l. El mismo fen¨®meno tur¨ªstico no ya tres meses al a?o, sino en noviembre, en febrero, en abril, es algo muy distinto. La vida ciudadana tiene un ritmo y la vida tur¨ªstica tiene otro. Cuando eso se entremezcla es cuando se rompe¡±. Una ciudad pensada para turistas no necesita ciudadanos.
Todo esto ha desembocado en una duda existencial. ?Hasta qu¨¦ punto somos una naci¨®n tur¨ªstica por encima de todo? ¡°Nadie est¨¢ realmente en contra del turismo, igual que nadie est¨¢ realmente en contra de la industria. Si es una industria que consume mucho y contamina, una a la que nadie le pone un filtro, de lo que se est¨¢ en contra es de que no se le ponga filtro¡±, analiza Enrique Navarro. ¡°Me dices que el turismo es bueno, bueno, bueno, pero yo no puedo alquilarme un piso, mi sueldo da para cada vez menos y tengo molestias donde vivo. Entonces, ?para qui¨¦n es bueno el turismo?¡±.
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Fue tambi¨¦n en el verano de 2014 y fue tambi¨¦n una foto. El lugar, una tienda regentada por paquistan¨ªes en el barrio de la Barceloneta, en Barcelona. Los protagonistas, dos j¨®venes turistas desnudos a plena luz del d¨ªa entrando en el comercio. El autor, el fot¨®grafo Vicens Forner, vecino del barrio que, paseando, se encontr¨® con esta delirante estampa. La foto dio la vuelta al mundo y dispar¨® una serie de protestas ante la masificaci¨®n tur¨ªstica que este barrio de pescadores viv¨ªa y tambi¨¦n ante el perfil de los visitantes, abriendo un debate sobre la necesidad de un turismo de calidad que a¨²n hoy no se ha cerrado, m¨¢s que nada porque el debate sobre qu¨¦ es exactamente el turismo de calidad sigue ah¨ª. Una d¨¦cada m¨¢s tarde, el barrio se ha blindado para la celebraci¨®n de la Copa Am¨¦rica y los vecinos deber¨¢n acreditarse para acceder a sus casas. Tal vez no era exactamente esto lo que los ciudadanos demandaban cuando protestaron indignados por esta foto en 2014, hartos de que su anta?o pac¨ªfico barrio se hubiera convertido en una discoteca que no cerraba nunca. ¡°Estos turistas son tambi¨¦n explotados¡±, apunta Andy McKay, propietario de Ibiza Rocks Group, art¨ªfice de las fiestas Manumission y propietario del hotel Ibiza Rocks y del m¨ªtico Pikes. ¡°Siempre he hablado de c¨®mo, cuando demonizamos a los j¨®venes porque se supone que traen turismo de borrachera y dem¨¢s, obviamos que son v¨ªctimas de un sistema de turoperadores que los utiliza para mover sus aviones de madrugada, por ejemplo, para optimizar recursos a bajo precio. Sacar al joven con limitados recursos de la tipolog¨ªa de visitante que quieres es injusto y a la vez contraproducente, porque la gente que se enamora de tu isla o tu ciudad cuando es joven y pobre, vuelve a?os m¨¢s tarde siendo maduro y con m¨¢s recursos¡±.
El mallorqu¨ªn Ivan Murray, doctor en Geograf¨ªa y autor de El malestar de la turistificaci¨®n, recuerda: ¡°Estos turistas no son ni de lejos los que mayores recursos consumen ni los que generan m¨¢s coste social. Obviamente, para una camarera de piso no es agradable limpiar vomitonas en la habitaci¨®n, pero lo cierto es que se culpabiliza a este colectivo para despolitizar el asunto, para desviar la atenci¨®n. Demonizar a la clase obrera, en fin¡±. Por su parte, Anna Pacheco, autora del exitoso ensayo Estuve aqu¨ª y me acord¨¦ de nosotros, en el que se infiltra entre el personal de un hotel de cuatro estrellas barcelon¨¦s, se?ala: ¡°Es peligroso presuponer que el turista de calidad no molesta, no se emborracha y no ensucia. A partir del libro, las trabajadoras de estos hoteles me explicaban las aberraciones que estos visitantes ilustres dejaban en sus habitaciones, las fiestas que duraban d¨ªas, el trato ignominioso. ?La ¨²nica diferencia? Estos visitantes compran tambi¨¦n una impunidad, en la mayor parte de las ocasiones no se les puede decir nada y mucho menos llamar a la polic¨ªa¡±. La idea de culpabilizar al usuario, sobre todo si es joven y con recursos limitados, est¨¢ tremendamente extendida. ¡°El modelo se encarga de que el conflicto se produzca entre iguales, turista y residente, obviando a la industria que hay por encima y que es la que saca rentabilidad¡±, apunta Jorge Dioni, ensayista y autor de libros como La Espa?a de las piscinas o El malestar de las ciudades.
Hace seis meses que Mateu Hern¨¢ndez es el director general de Barcelona Turisme, un consorcio en el que participan el Ayuntamiento, la C¨¢mara de Comercio y el gremio de hosteleros. ¡°No queremos crecer m¨¢s¡±, puntualiza. Ha estado m¨¢s de una d¨¦cada al frente de Barcelona Global, entidad destinada a atraer talento a la ciudad. El reto que se le ha encargado en Barcelona Turisme es el de mejorar el perfil del turista. Despu¨¦s de 30 a?os en funcionamiento, la instituci¨®n se muestra satisfecha con las 150.000 camas de uso tur¨ªstico que tiene hoy la ciudad y los 30 millones de visitantes que recibe al a?o (eran cuatro cuando se fund¨®). ¡°Lo que queremos ahora es elegir qui¨¦n nos visita¡±, contin¨²a Hern¨¢ndez. ¡°No queremos ser una ciudad tur¨ªstica, sino una ciudad con turismo, promocionarnos a trav¨¦s de nuestra identidad, mirar hacia dentro y ver qu¨¦ tenemos que pueda ser atractivo. Y ah¨ª creemos que el turismo puede ayudarnos incluso a mejorar, por ejemplo, los recursos culturales, pues si logramos que el visitante consuma cultura, tendremos m¨¢s recursos para ella. Lo que quiero es que, si yo le pregunto a alguien a qu¨¦ ha venido a Barcelona, me sepa responder. Me diga que a ver un museo, a un festival de m¨²sica, a un partido de f¨²tbol. Y luego, estando aqu¨ª, disfrutar¨¢ de la gastronom¨ªa, de la arquitectura. Lo que no queremos es que la gente venga y no sepa por qu¨¦ est¨¢ aqu¨ª, m¨¢s all¨¢ de que crea que en Barcelona puede hacer lo que en su pa¨ªs de origen no puede¡±, apunta Hern¨¢ndez, quien niega tajantemente que esta definici¨®n de turismo de calidad que propone contenga trazos de elitismo. ¡°Nos interesa tanto el arquitecto que viene a un congreso y se queda en casa de un amigo como el colegio de chavales franceses que vienen de viaje de fin de curso. No es una cuesti¨®n de dinero, el perfil se define por otros condicionantes¡±.
Le inquieta a Hern¨¢ndez que la ciudad pueda verse como un espacio hostil para el visitante tras las recientes manifestaciones. ¡°Que seamos malos anfitriones y no apreciemos, por ejemplo, que el turismo es el que hace que perviva el comercio local, porque son los turistas los que compran, en las ciudades sin turismo ha desaparecido el comercio local¡±. Y aunque admite que hay problemas de masificaci¨®n cuando desembarcan 4.000 cruceristas a la vez, tambi¨¦n recuerda que durante el Mobile World Congress de febrero la ciudad est¨¢ al 100% de capacidad ¡°y no se siente esa masificaci¨®n¡±. ¡°Mira, este debate que est¨¢n teniendo otras ciudades ahora, nosotros ya lo tuvimos hace 10 a?os¡±.
¡°Llegu¨¦ hace 25 a?os a Barcelona y las cosas se han hecho bien¡±, opina Romain Fornell, chef franc¨¦s propietario de varios locales en la ciudad, entre ellos Azul, un restaurante con vistas al puerto cerca del hotel W. ¡°En los locales que tengo en la zona alta, casi todos los clientes son de aqu¨ª. En el centro, un poco m¨¢s de la mitad son turistas. Hay gente que se queja, pero es que es as¨ª en todas partes. Vengo de Par¨ªs y ah¨ª nadie parece querer los Juegos Ol¨ªmpicos¡ Los franceses nunca estamos contentos¡±.
El sue?o h¨²medo de la Espa?a competitiva es superar a Francia como primer destino tur¨ªstico del mundo. Se esperaba que fuera ya, pero un estudio reciente de De?loitte dice que deberemos esperar a 2040, cuando posiblemente nos visiten 110 millones de turistas y solo 105 a los franceses. ¡°Los r¨¦cords de turismo se venden como algo positivo. Es un mensaje que creo que no tiene en cuenta dos cosas. La primera es que el turismo es una industria muy deslocalizable y puede trasladar sus espacios de explotaci¨®n si estos se agotan. Es decir, puede crear nuevos destinos. Y Espa?a est¨¢ dando se?ales. Lo segundo es que, cuando un pa¨ªs se convierte en destino tur¨ªstico, ata su futuro econ¨®mico a esa industria deslocalizable que le puede crear un problema serio si se marcha porque lo hace con cierta rapidez¡±, opina Jorge Dioni. ¡°La primera vez que advertimos que esto no estaba bien fue a mediados de los noventa¡±, recuerda Ivan Murray. ¡°Luego, en Pollen?a, Mallorca, en 2005 se habilitaron para uso tur¨ªstico unas construcciones que no eran ni legales. Pero el mayor cambio llega tras la crisis de 2008, cuando desaparecen las cajas de ahorro y sus activos pasan a fondos de inversi¨®n internacionales. Ellos son los due?os del turismo ahora, y, si hay un problema, vete a encontrarlos en Singapur o donde sea que tienen la sede¡±.
Daniel Pardo Rivacoba es miembro de la Assemblea de Barris pel Decreixement Tur¨ªstic (asamblea de barrios por el decrecimiento tur¨ªstico). Cuando hablamos, faltaba una semana para que su entidad organizase la manifestaci¨®n que bajo el lema Decrecimiento tur¨ªstico ya reuni¨® el 6 de julio a unas 3.000 personas seg¨²n la Guardia Urbana, y 20.000 seg¨²n los organizadores (hasta 140 asociaciones). De la protesta trascendieron im¨¢genes de manifestantes disparando pistolas de agua a turistas, pero no se supo mucho de las demandas de los convocantes. ¡°No te dir¨¦ que estoy de acuerdo con eso que pas¨®, pero si te digo la verdad, sin eso no hubi¨¦ramos tenido la repercusi¨®n que tuvimos. Mira, cuando se empez¨® a hablar de problemas con los pisos tur¨ªsticos a principios de este siglo, yo ya estaba en asociaciones. La gente se quejaba de los problemas de convivencia que eso llevaba, pero lo que nosotros ya ve¨ªamos es que el problema iba a ser de vivienda, no tanto de convivencia. Y mira 20 a?os despu¨¦s c¨®mo estamos¡±, recuerda Rivacoba d¨ªas despu¨¦s de la manifestaci¨®n en conversaci¨®n telef¨®nica.
Lo que propone su asamblea, que naci¨® hace nueve a?os y que aglutina diversos colectivos de la ciudadan¨ªa barcelonesa que, al juntarse, descubrieron que la mayor¨ªa de los conflictos que deb¨ªan afrontar en su d¨ªa a d¨ªa ven¨ªan provocados por la masificaci¨®n tur¨ªstica (¡°una obra de un nuevo hotel, un caso de acoso a una empleada en un bar¡¡±), es la reducci¨®n dr¨¢stica del turismo. La moratoria a los pisos tur¨ªsticos promovida por el Ayuntamiento la consideran insuficiente y, adem¨¢s de la eliminaci¨®n total de los cruceros, ponen el foco en la reducci¨®n de la movilidad y en el fin de las prebendas logradas, seg¨²n su punto de vista, por el lobby hostelero. ¡°Los Verdes alemanes promovieron hace unos a?os un l¨ªmite de millas a¨¦reas anuales por ciudadano. La idea es buen¨ªsima. Pero en su tramitaci¨®n se dieron cuenta de que lo que iba a suceder era que la gente pobre terminar¨ªa vendiendo sus millas a los ricos, como se hace con el tema de la contaminaci¨®n. Y se par¨®. Eso s¨ª, ?msterdam ya est¨¢ reduciendo vuelos. Por ah¨ª hay que ir¡±, interviene Rivacoba. ¡°Reducir movilidad es vital, empezando por los jets privados. Para hacer decrecimiento debemos tambi¨¦n dejar de subvencionar el sector tur¨ªstico y de gastar en promoci¨®n al turismo. Tambi¨¦n hay que reducir el rendimiento de la inversi¨®n tur¨ªstica. Hay una buena parte de sus beneficios que tiene que ver con pagar unos salarios de mierda. Hagamos inspecciones, cambiemos los convenios¡¡±.
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Un paseo de una ma?ana de junio por el centro de M¨¢laga, la ciudad donde el turismo ha explotado tan solo anteayer, o sea en los ¨²ltimos cuatro a?os, ofrece un retrato robot de una ciudad en transformaci¨®n.
Antonio Nieto, de 58 a?os, frutero desde los 13 en el Mercado Central de Atarazanas, ha colgado carteles, ¡°No tocar¡±, ¡°No coger¡±, ¡°Por favor, no tocar¡±, entre el g¨¦nero que despacha entre visitantes que pasean con maleta de ruedas y c¨¢mara de fotos. ¡°Se ha acabado el sotacaballorrey que era esto antes, el lechuga-tomate-vinito-cebolla¡±, anuncia. ¡°Ahora vendemos tambi¨¦n mangost¨¢n y guayaba porque la gente que compra aqu¨ª no es la misma, la fruta no puede ser la misma¡±. Importar el kilo de mangost¨¢n, por cierto, sale entre 30 y 40 euros.
Sixto, de 27 a?os, trabajador en el Museo Picasso, trae noticias del barrio de la Trinidad, el suyo, ¡°un barrio obrero que se consideraba peligroso, degradado, siguiendo los estereotipos que se imponen a estos distritos¡±, dice. La Trinidad todav¨ªa est¨¢ asociado a rentas bajas y, tambi¨¦n, a personas de etnia gitana, unos hac¨ªan vida en la calle, otros en los corralones. ¡°Lo que antes eran bajos comerciales se han vaciado y se han empezado a usar como viviendas tur¨ªsticas. Es una disonancia muy grande esas calles que son como son y estos turistas recorri¨¦ndolas¡±. En diciembre, la Gerencia de Urbanismo aprob¨® el uso de 38 bajos comerciales como viviendas para alquiler tur¨ªstico. Los r¨®tulos de comercios de toda la vida han desaparecido y hoy son pisos tur¨ªsticos. El Safari Park de la calle de la Caramba, el parque de bolas donde jugaron generaciones de ni?os malague?os: siete viviendas tur¨ªsticas.
Francisco Riofr¨ªo, de 40 a?os, observa la disneyficaci¨®n del centro de la ciudad desde la barra de su bar, El Muro, y recuerda el Torremolinos de su infancia: ¡°Ahora parece que Torremolinos ha invadido M¨¢laga¡±, observa. Su manual de resistencia: El Muro es quiz¨¢ el ¨²ltimo bar del centro que todav¨ªa se dirige a la clientela local, en tono y precios. La aldea de Ast¨¦rix de la hosteler¨ªa malague?a. ¡°Es una barricada, tal cual¡±, sentencia. ¡°No quiero que sea ni m¨¢s ni menos que un bar, que ya me parece importante y bonito de por s¨ª. Que sea lo que es¡±.
Mar¨ªa Bermejo, de 51 a?os, repite una y otra vez un concepto que, jurar¨ªa, no usaba hasta hace poco: derecho a la ciudad. ¡°Es que los ciudadanos tenemos tanto derecho a usar nuestra ciudad como a tener un planeta limpio¡±, explica esta mujer con dos hijos para quienes la M¨¢laga actual no es normal. ¡°?Qu¨¦ ocurre cuando bajas con los ni?os a la ciudad? No puedes quedarte en casa, as¨ª que, si sales, ?c¨®mo pueden vivir tus hijos si el espacio p¨²blico est¨¢ tomado por terrazas, por gu¨ªas tur¨ªsticos con el paraguas en alto?¡±, rememora. ¡°Entonces vi a otros progenitores igual que yo, con la misma duda. Fue f¨¢cil crear una red de familias del centro¡±. Los grupos que Bermejo coordina en WhatsApp sirven para una crianza compartida y, tambi¨¦n, para reclamar el espacio p¨²blico. Estas familias bajan, juntas, a la plaza de la Constituci¨®n. ¡°Ellos se ponen a jugar y entonces vienen grupos de turistas con un gu¨ªa a decirnos que all¨ª no pueden jugar. Ah¨ª los ni?os lo tienen claro. Se vienen para nosotras y nosotras negociamos: ¡®No, ellos estaban antes aqu¨ª, a ver, t¨² mueve la porter¨ªa donde est¨¢s jugando al f¨²tbol un poco m¨¢s all¨¢¡±.
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El problema es cada vez m¨¢s grave y las soluciones barajadas, propuestas o incluso aplicadas no parecen capaces de atajar la cuesti¨®n, si consideramos, claro, que hay una cuesti¨®n que atajar. Eso nos lleva a un debate m¨¢s profundo y mucho m¨¢s inc¨®modo. ?Es viajar un derecho? ?Es nuestro tiempo de ocio irremisiblemente sin¨®nimo de viaje y turismo? ?Debemos renunciar a algo que nos hace felices, ya sea estar en una playa remota viendo el atardecer, ya sea hacer una hora de cola en la chocolater¨ªa madrile?a San Gin¨¦s para comer unos churros una fr¨ªa ma?ana de diciembre? ¡°Viajar no es un derecho porque no es universal¡±, interviene Rivacoba. ¡°Una de cada tres personas no puede desplazarse una semana de vacaciones al a?o. Ese discurso de que todos somos turistas es tremendamente perverso. Y, mira, si el fontanero de Leeds debe dejar de viajar, que deje de viajar¡±. ¡°Me gust¨® como lo expres¨® el antrop¨®logo Jos¨¦ Mansilla en un seminario reciente en el que coincidimos. Dijo: ¡®Que llegue un d¨ªa en el que la libertad sea precisamente no hacer todos esos viajes aunque puedas hacerlos¡±, recuerda Anna Pacheco. ¡°Para m¨ª es algo central: el debate en torno a la turistificaci¨®n y el papel del turista tiene que ver innegablemente con los usos del tiempo. Ya es una paradoja muy cruel que al tiempo de descanso le llamemos ¡®tiempo libre¡±.
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