C¨®mo acabar de una vez por todas con la antipol¨ªtica
Necesitamos pol¨ªticos que no nos mientan ni nos enga?en, cuya palabra tenga valor, pol¨ªticos que jueguen limpio
Qu¨¦ casualidad: apenas hab¨ªa escrito yo que el resultado m¨¢s pernicioso de que hoy la mentira posea mayor capacidad de difusi¨®n que nunca es el descr¨¦dito vertiginoso de la verdad y la extensi¨®n cancer¨ªgena del cinismo en pol¨ªtica, cuando vi en internet a un reputado polit¨®logo que, mientras defend¨ªa la Uni¨®n Europea, abogaba con fervor por el cinismo, se declaraba ¡°enormemente partidario de mentir¡± y conclu¨ªa: ¡°Hay que jugar sucio, porque los malos juegan sucio¡±. ?C¨®mo queremos que nuestros pol¨ªticos no sean c¨ªnicos y mentirosos si quienes susurran a su o¨ªdo les aconsejan la mentira y el cinismo? Leyendo con cuidado las encuestas del CIS, uno comprende que, diga lo que diga el propio CIS, el principal problema para los espa?oles es la clase pol¨ªtica; pero no se enga?en: quien practica la antipol¨ªtica no es esa mayor¨ªa palpable de espa?oles, sino los pol¨ªticos que abrazan con buena conciencia creciente la mentira y el cinismo.
Nadie es m¨¢s partidario que yo de una Europa unida ¨Cni siquiera el susodicho polit¨®logo-, pero no todo vale para defenderla. Aqu¨ª hay un malentendido: como descriptor del poder, Maquiavelo es brillante -por eso es el padre de la politolog¨ªa-, pero como prescriptor del poder es una calamidad: la historia muestra que no es el fin el que justifica los medios, sino los medios los que justifican el fin, y que el fin m¨¢s noble se emponzo?a si los medios usados para obtenerlo son ponzo?osos. En un discurso pronunciado en la ONU, el presidente S¨¢nchez afirm¨®: ¡°La democracia libra una batalla por su supervivencia y no puede aspirar a ganar con una mano atada a la espalda¡±. Discrepo: esa mano atada a la espalda es el estado de derecho, y quienes ponen en riesgo la supervivencia de la democracia son quienes, desat¨¢ndose la mano, lo violan o socavan. La democracia espa?ola ten¨ªa derecho a defenderse del terrorismo de ETA, pero no con el terrorismo de estado del GAL: eso es desatarse la mano de la espalda; Israel tiene derecho a defenderse del terrorismo de Ham¨¢s, pero no arrasando Gaza: eso es desatarse la mano de la espalda. Cuando la democracia se desata la mano de la espalda, emprende el camino de la autocracia. Si el fin justifica los medios, todo est¨¢ justificado y se impone la dial¨¦ctica schmittiana amigo/enemigo, t¨ªpica del populismo: contra el enemigo, todo; contra el amigo, nada (aunque mienta o se corrompa). ?Los jueces imputan a nuestros enemigos? Justicia. ?Los jueces nos imputan? Lawfare. Las reglas rigen para los enemigos, pero no para nosotros, que somos los buenos y podemos jugar sucio. Pervertidos por ese sectarismo letal, es l¨®gico que, en su fuero interno, tantos pol¨ªticos se rieran del socialista portugu¨¦s Ant¨®nio Costa cuando dimiti¨® de su cargo de primer ministro -¡±para preservar la dignidad de la instituci¨®n¡±- en cuanto un juez imput¨® a uno de sus asesores y abri¨® una investigaci¨®n sobre ¨¦l. Una noticia veraz publicada por el digital The Objective ha pasado inadvertida. Poco despu¨¦s del tenebroso encuentro en Barajas entre Jos¨¦ Luis ?balos y Delcy Rodr¨ªguez, vicepresidenta de Venezuela, el entonces ministro de Transportes y hoy sospechoso de corrupci¨®n cit¨® en su casa al presidente de AENA -empresa encargada de gestionar los aeropuertos- y le exigi¨® que borrase las im¨¢genes grabadas de su presencia en el aeropuerto. El responsable de AENA era Maurici Lucena, economista y militante socialista; sin embargo, y aunque ?balos era su superior -adem¨¢s de mano derecha del presidente S¨¢nchez y hombre fuerte del gobierno-, Lucena se neg¨® en redondo a acatar la orden. ?balos mont¨® en c¨®lera, pero Lucena no cedi¨®. ¡°Eso es ilegal y yo no puedo hacerlo¡±, le dijo al ministro.
?Por qu¨¦ nos resulta admirable el gesto de Lucena? ?Por qu¨¦ la dimisi¨®n de Costa parece casi ¡°angelical¡± (el calificativo es de un polit¨®logo)? Necesitamos pol¨ªticos que no nos mientan ni nos enga?en, cuya palabra tenga valor, pol¨ªticos que acepten luchar con una mano atada a la espalda, que jueguen limpio, que respeten las reglas, respeten a sus adversarios y nos respeten. Necesitamos pol¨ªticos ¨ªntegros. Necesitamos Costas y Lucenas. As¨ª se acaba con la antipol¨ªtica.
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