El futuro del pasado
La historia juzgar¨¢ el lugar que en ella haya de ocupar la figura de don Juan Carlos, lo importante es verificar que las instituciones que ¨¦l tanto contribuy¨® a construir pueden ser capaces de sobrevivir a su lado m¨¢s oscuro
El problema con la evaluaci¨®n precipitada de figuras hist¨®ricas como el rey Juan Carlos es la ausencia de la necesaria perspectiva temporal. Falta que el tiempo vaya dejando su poso para que el juicio que quepa emitir sobre el personaje pueda dar cuenta del aut¨¦ntico papel que desempe?¨® en cada momento. Todo se complica, adem¨¢s, cuando ese juicio debe elevarse, como ahora es el caso, en plena vor¨¢gine period¨ªstica sobre sus esc¨¢ndalos. Pero a veces los hechos hablan por s¨ª mismos: la abdicaci¨®n, primero, en plena crisis econ¨®mica; luego, el distanciamiento del actual Rey de las operaciones de su padre en Suiza, que significaron su renuncia a la herencia y la retirada de la asignaci¨®n que le compet¨ªa a don Juan Carlos como rey em¨¦rito; y, ahora, la decisi¨®n de irse a vivir fuera de Espa?a. Son tres actos concluyentes que se corresponden con actuaciones a las que impl¨ªcitamente se atribuye una responsabilidad del afectado y, por tanto, es dif¨ªcil que pueda funcionar aqu¨ª la presunci¨®n de inocencia en sentido convencional. Entre otras razones, porque la dimensi¨®n de las faltas es de naturaleza ¨¦tico-pol¨ªtica, con independencia de que tambi¨¦n puedan ser perseguibles judicialmente. Ya se ver¨¢ hasta d¨®nde llega la inviolabilidad constitucional del rey em¨¦rito una vez que no est¨¢ en ejercicio de su cargo.
Otra cosa es ya que haya que dar cr¨¦dito pleno a estrafalarios personajes como Corinna Larsen y sus operaciones ventajistas. Aunque el mero hecho de que formen parte de esta historia es otro de los elementos que m¨¢s han contribuido a emborronar la propia figura del rey em¨¦rito. La cuesti¨®n que aqu¨ª quisi¨¦ramos suscitar es, sin embargo, hasta qu¨¦ punto este presente tan lleno de ruido y furia puede distorsionar nuestra percepci¨®n misma del papel que en el pasado le cupo representar a don Juan Carlos, y c¨®mo va a afectar al propio futuro de la Corona. Por eso comenz¨¢bamos con la advertencia de que estamos demasiado enredados en la trama del turbulento esc¨¢ndalo como para gozar de la perspectiva adecuada. Sin contar con que ha ofrecido la ocasi¨®n perfecta a quienes en todo caso nunca han cre¨ªdo en la instituci¨®n mon¨¢rquica o la aprovechan para empujar al derrumbe del sistema del 78.
Yendo al primer punto, no cabe duda de que la contribuci¨®n del entonces monarca a la instauraci¨®n de la democracia en Espa?a fue decisiva. Fue el eje sobre el que los arquitectos de la Transici¨®n hicieron pivotar todas las reformas que acabaron dando a luz la Constituci¨®n del 78. Cuantos vivimos ese periodo con plena conciencia de las muchas trabas y dificultades a las que se enfrentaban los nuevos actores pol¨ªticos nos resulta imposible negarle sus servicios prestados a una causa, que incluso en su momento decisivo, el intento de golpe de Estado del 23-F, encontr¨® en ¨¦l la llave para recuperar la normalidad democr¨¢tica. Desde la neutralidad de su cargo como monarca constitucional presidir¨ªa la que con seguridad fue la mejor etapa de la historia de Espa?a. Sin duda se trat¨® de un proyecto colectivo, pero al que ¨¦l y tantos otros contribuyeron dot¨¢ndonos de una estabilidad institucional que permiti¨® el sorprendente proceso de modernizaci¨®n de un hasta entonces an¨®malo pa¨ªs, aislado y disfuncional pol¨ªticamente.
Con todo, los historiadores del futuro dir¨¢n que esta etapa dur¨® hasta que se produjo el formidable desaf¨ªo de la crisis econ¨®mica del 2008. Sobre todo, porque a la crisis social y econ¨®mica se superpuso otra pol¨ªtica, muy influenciada por cuestiones de moral p¨²blica. El incansable goteo de esc¨¢ndalos que afectaron a la clase pol¨ªtica y sus muchas conexiones con c¨®mplices de la sociedad civil no solo no fue contrarrestado por la m¨¢s alta instituci¨®n del Estado, sino que esta se vio tambi¨¦n contagiada. No es preciso recordar el caso Urdangarin o el episodio de la caza de elefantes en Botsuana, que fue lo que al final acabar¨ªa provocando la abdicaci¨®n del rey Juan Carlos. El hecho es que una instituci¨®n dise?ada por y para la ejemplaridad dej¨® de cumplir con su cometido. Y hoy asistimos a la ilustraci¨®n casi cotidiana de lo que entonces en su mayor parte segu¨ªa permaneciendo oculto. Ahora ha rebotado con sa?a.
El acceso a la Corona de Felipe VI, que signific¨® una readaptaci¨®n y reajustes de sus pr¨¢cticas, cambi¨®, sin embargo, la perspectiva desde la que enfocar el destino de la instituci¨®n. Desde el mismo momento en que fue ocupada por su nuevo titular, el objetivo fue proceder a su reset completo, evitar que el suicidio reputacional del rey em¨¦rito contaminara al nuevo titular. Y se intent¨® ampliando la transparencia de la Casa Real e introduciendo un estilo m¨¢s profesional y cercano. En esto se cumpli¨® con el plan dise?ado, ya que Felipe VI consigui¨® enseguida, como se vio en las encuestas, una rehabilitaci¨®n popular de la instituci¨®n que representaba. Pero con un problema de fondo del que nunca hab¨ªa tenido que ocuparse su padre, la p¨¦rdida del consenso casi pleno del que hasta entonces hab¨ªa gozado el sistema del 78. El problema para la Corona dej¨® de ser solo su entorno familiar y se expandi¨® a su relaci¨®n con el sistema pol¨ªtico como un todo.
Entramos as¨ª en una nueva situaci¨®n de contenciosidad pol¨ªtica muy alejada de lo que hab¨ªa sido nuestra ¡°pol¨ªtica normal¡± hasta ese momento, marcada por las dif¨ªciles condiciones de la nueva crisis de gobernabilidad y la creciente divisi¨®n y polarizaci¨®n pol¨ªticas. Y con el conflicto catal¨¢n, tan obsesionado por apuntar siempre a la Monarqu¨ªa, a?adiendo le?a al fuego. Ya no reg¨ªan los presupuestos y las inercias anteriores. Nuestra sociedad hab¨ªa mutado y con ella, como siempre, la pol¨ªtica, con una pluralidad de nuevos actores y novedosas formas, m¨¢s emotivas y primarias, de comunicaci¨®n pol¨ªtica. De forma harto perceptible hemos transitado hacia un tiempo nuevo sin gozar de los cl¨¢sicos mecanismos estabilizadores y con las amenazas sanitarias y econ¨®micas provocadas por la covid abiertas en canal.
Por eso urg¨ªa, como hemos visto con esta decisi¨®n del propio rey em¨¦rito, atajar el problema en la misma c¨²spide del Estado. La historia acabar¨¢ juzgando el lugar que en ella haya de ocupar la figura de don Juan Carlos, si permanecer¨¢ como h¨¦roe de la Transici¨®n o se le evaluar¨¢ m¨¢s bien por sus actividades y esc¨¢ndalos privados. O, lo m¨¢s probable, por una mezcla de ambas dimensiones. Lo importante es verificar que las instituciones que ¨¦l tanto contribuy¨® a construir pueden ser capaces de sobrevivir a su lado m¨¢s oscuro. Es probable que por s¨ª misma esta decisi¨®n no sea capaz de resta?ar gran parte del da?o producido. A Felipe VI le competer¨¢ ahora pilotar de nuevo la entrada en otra fase, que coincide tambi¨¦n con otro momento delicado y dif¨ªcil de nuestra vida colectiva. No ser¨¢ f¨¢cil, pero ahora ya tiene los conocimientos y la experiencia requerida.
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