Andr¨¦s Ollero, exmagistrado del Constitucional: ¡°La ley del aborto divide al tribunal. El consenso no parec¨ªa posible¡±
Sobre Enrique Arnaldo: ¡°Tiene buena cabeza. Ha sido sometido a un acoso desmesurado¡±

Andr¨¦s Ollero (Sevilla, 77 a?os), exdiputado del PP, ces¨® la semana pasada como magistrado del Tribunal Constitucional. Estaba encargado de uno de los proyectos de sentencia m¨¢s complicados de la historia del tribunal, el de la ley del aborto, que ahora, tras su marcha, pasa a manos del m¨¢s pol¨¦mico de los nuevos magistrados: Enrique Arnaldo.
Pregunta. ?Cree justificable que el Constitucional lleve 11 a?os sin haber dictado la sentencia sobre la ley de aborto?
Respuesta. Como dir¨ªa G¨¹nter Grass, se trata de una larga historia. Para empezar, se part¨ªa de un precedente nada brillante. La sentencia de 1985 dividi¨® al tribunal hasta el punto de que el presidente Garc¨ªa-Pelayo tuvo que hacer uso de su voto de calidad para resolver el empate. A nadie parec¨ªa conveniente repetirlo. Por lo dem¨¢s el recurso se hab¨ªa presentado dos a?os antes de que yo llegara al tribunal; tiempo suficiente para resolver la cuesti¨®n. Me consta que mi predecesora, Elisa P¨¦rez Vera, elabor¨® su borrador, pero nunca lleg¨® a figurar en el orden del d¨ªa¡ Posteriormente, los recurrentes [el PP] lograron mayor¨ªa absoluta en el Congreso y se daba por supuesto que, cumpliendo su programa, actuar¨ªan de acuerdo con su recurso, con lo que este perder¨ªa objeto; y esto aconsejaba esperar. No ocurri¨® as¨ª y el ministro Ruiz Gallard¨®n acab¨® dimitiendo¡
P. ?Por qu¨¦ no ha llevado usted al pleno su proyecto de sentencia sobre el aborto?
R. Cuando me toc¨® al fin presentar un borrador comenc¨¦ a calibrar, con alg¨²n que otro sondeo, si cabr¨ªa un relativo consenso. El panorama no parec¨ªa hacerlo posible.
P. ?Hasta qu¨¦ punto sus convicciones religiosas han estado presentes en ese borrador?
R. Para m¨ª el no matar es, antes que un precepto moral, una exigencia jur¨ªdica. Est¨¢ muy extendida la equivocada idea de que el derecho es un instrumento coactivo al servicio de la moral; pero tambi¨¦n el no robar, el no mentir o el no agredir sexualmente son ante todo exigencias jur¨ªdicas, por integrarse en un m¨ªnimo ¨¦tico tan indispensable para la convivencia social que es ¨¦l el que acaba generando obligaciones morales. Yo cuando resuelvo cuestiones jur¨ªdicas no necesito hacerlo rezando.
P. ?Le urgi¨® en alguna ocasi¨®n el presidente del tribunal a que presentara el borrador?
R. Gonz¨¢lez Rivas ha ido siguiendo muy de cerca mis intentos. Recientemente, preocupado por las consecuencias de la dilaci¨®n, me hizo saber que lo incluir¨ªa en un pr¨®ximo orden del d¨ªa, lo que habr¨ªa llevado a resolverlo no m¨¢s tarde del mes de enero.
P. ?Se lo pidieron sus compa?eros del Constitucional?
R. Ninguno de ellos me ha urgido al respecto. Me da la impresi¨®n de que para ninguno de nosotros era asunto agradable.
P. ?Cree que con la composici¨®n del tribunal antes de esta reciente renovaci¨®n habr¨ªa sido f¨¢cil alcanzar un consenso sobre esta cuesti¨®n?
R. Creo que no, porque el problema no consist¨ªa en una mera disparidad. Como ya ocurri¨® en 1985, el tribunal no se divid¨ªa en dos sino en varias posturas distintas y eso complicaba especialmente el asunto.
P. ?Le preocup¨® la presentaci¨®n de una querella contra usted y tres expresidentes del tribunal, junto a una demanda en Estrasburgo?
R. Hombre, una querella criminal no es plato de buen gusto, salvo que uno est¨¦ acostumbrado. En todo caso no me ha preocupado demasiado, porque m¨¢s de un jurista de prestigio se ha adelantado a pronosticarme que el asunto quedar¨ªa en nada.
Pandemia de covid
P. ?Espa?a ha quedado inerme jur¨ªdicamente ante la eventualidad de una nueva pandemia o un agravamiento de la del covid-19, tras las sentencias sobre el estado de alarma?
R. Parece que habr¨ªa que revisar la legislaci¨®n que desarrolla el art¨ªculo 116 de la Constituci¨®n sobre los estados de alarma, excepci¨®n y sitio, dada la novedad del fen¨®meno. No solo nuestro ordenamiento jur¨ªdico sino tambi¨¦n otros europeos est¨¢n encontrando dificultad para asumir algo as¨ª.
P. ?Por qu¨¦ no apoy¨® la primera sentencia [que declar¨® inconstitucional el estado de alarma que sustent¨® el confinamiento]?
R. Porque la mayor¨ªa hacia un planteamiento rebosante de jurisprudencia de conceptos y ajena a los intereses en juego. Para m¨ª todo razonamiento jur¨ªdico lleva consigo, para ser razonable, un juicio de proporcionalidad, que no es un ¨²ltimo recurso sino una exigencia previa. Solo medidas desproporcionadas pueden afectar al contenido esencial de un derecho; en la primera fase, a mi juicio, no las hubo. A estas alturas a¨²n se van a llevar a la pr¨¢ctica en Austria, Italia o Alemania. Ya veremos c¨®mo y cu¨¢ndo acaba aqu¨ª la cosa.
P. ?Por qu¨¦ s¨ª respald¨® la segunda sentencia [que tumb¨® el par¨®n parlamentario de las primeras semanas de pandemia]?
R. Por id¨¦ntica raz¨®n, ya que en este caso las medidas s¨ª fueron desproporcionadas; con la triste colaboraci¨®n de un Congreso que renunci¨® a su funci¨®n esencial de control del Ejecutivo. Alg¨²n listo pens¨® que yo apoyaba al Gobierno en la primera y hab¨ªa estado en su contra en la segunda. A m¨ª me preocupaba hacer respetar la Constituci¨®n; lo que eso supusiera o dejara de suponer para el Gobierno me importaba un r¨¢bano.
P. ?Considera que el Gobierno us¨® la pandemia para evitar el control parlamentario?
R. Como digo, el Gobierno no es, ni a favor ni en contra, mi problema. Tampoco lo fue cuando fui ponente de la sentencia sobre la llamada amnist¨ªa fiscal del PP y logr¨¦, no sin esfuerzo, que se aprobara por unanimidad. Lo sent¨ª mucho por mi amigo Crist¨®bal Montoro, pero no se viene al tribunal para dar alegr¨ªas a los amigos sino para defender la Constituci¨®n.
P. Su dedicaci¨®n a la pol¨ªtica como diputado del PP ?ha sido un inconveniente en el Tribunal Constitucional?
R. Es obvio que en el PP me conoc¨ªan bien, pero eso no me convert¨ªa en candidato por unanimidad. Nunca fui hombre de aparato, sino de trabajar en lo que tocara. Me consta que hubo sus m¨¢s y sus menos. Es normal en un partido democr¨¢tico. En los medios, los que mejor me han tratado se conformaban con etiquetarme como conservador. En todo caso, aunque no era constitucionalmente obligado, me di de baja en el partido tras mi nombramiento; as¨ª me he sentido m¨¢s c¨®modo.
P. ?Est¨¢ politizado el Constitucional?
R. Est¨¢ politizado el tratamiento de las tareas del Constitucional; lo que es l¨®gico, porque todo lo que tiene ¡°especial transcendencia constitucional¡±, condici¨®n para que el tribunal aborde algo, tiene claras consecuencias pol¨ªticas. Lo que s¨ª lo politiza es que se lo instrumente por intereses de partido. Es una verg¨¹enza que a¨²n no se haya derogado la ¨²ltima reforma de la ley org¨¢nica del tribunal, contra la que nadie ha recurrido. Los partidos no cumplen con su deber de nombrar a los magistrados cuando toca; pretendieron ¡°solucionarlo¡± diciendo que ese tiempo de su retraso se le reste a los magistrados que nombren. Para colmo, solo se aplica tan curioso criterio en los nombramientos para el Constitucional y no en los relativos a los dem¨¢s ¨®rganos constitucionales. Seg¨²n esto, a los que acaben nombrando para el Consejo General del Poder Judicial, tendr¨ªan que empezar por restarles m¨¢s de dos a?os de mandato. Me gustar¨ªa que alg¨²n partido acabara con este disparate.
P. ?Los miembros del tribunal son demasiado cercanos a los partidos pol¨ªticos?
R. Suelen ser ciudadanos con buena cabeza, para los que la pol¨ªtica no es asunto indiferente; pero saben que su funci¨®n es aplicar la Constituci¨®n y no promocionar sus ideas personales o pol¨ªticas.
P. Esa proximidad, ?es evidente en el caso de Enrique Arnaldo, ahora elegido magistrado?
R. Me parece que tiene muy buena cabeza¡ Lo conoc¨ª en el Congreso, como letrado de las Cortes. Luego me han llegado ecos de su dinamismo como abogado y, en lo acad¨¦mico, es catedr¨¢tico de universidad. Ha sido sometido a un acoso medi¨¢tico desmesurado. No s¨¦ si el mejor magistrado constitucional so?ado deber¨ªa ser un abogado sin pleitos o un catedr¨¢tico que no haya dado una conferencia. Hubo casi unanimidad del pleno al constatar que reun¨ªa las condiciones exigidas; el ¨²nico, o ¨²nica, que no lo vot¨® lo trat¨® igual que a los dem¨¢s candidatos.
P. ?Qu¨¦ opini¨®n tiene del reciente proceso de renovaci¨®n?
R. El problema est¨¢ en el sistema. La experiencia me lleva a constatar que si se somete a elecci¨®n m¨¢s de un cargo hay reparto; soy de los que cree en el pecado original. Cuando se elige a un solo candidato, para Defensor del Pueblo, Aznar puede proponer a Enrique M¨²jica; todo una muestra de respeto. Ser¨ªa mejor que se sucedieran en el cargo uno a uno y, si es de modo vitalicio, mejor. As¨ª ocurre en la permanente del Consejo de Estado y no se presta a comentarios.
P. ?Ve inconveniente que entre los elegidos no haya magistrados del Supremo? ?Y el nombramiento de Arnaldo, pol¨¦mico por sus vinculaciones con el PP?
R. Comprendo que a los magistrados del Supremo no les haya entusiasmado, pero se trata de juristas de prestigio. A una de ellas he tenido el honor de darle clase; es la segunda ya de los miembros del tribunal que me permite presumir de viejo profesor. En cuanto a presuntas irregularidades, el tribunal no tiene como funci¨®n ocuparse de esas; para denunciarlas es costumbre ir al juzgado.
P. A la vista de los elegidos en las ¨²ltimas renovaciones, ?los partidos buscan juristas afines antes que juristas de prestigio?
R. No creo que lo segundo est¨¦ re?ido con lo primero. Asunto distinto, que afecta m¨¢s al magistrado que al partido, es que esa presunta afinidad condicione su labor. A m¨ª solo me han llamado una vez desde el PP: para comunicarme que aceptaban el veto que desde el PSOE se planteaba a que yo fuera presidente.
P. ?Por qu¨¦ no fue usted elegido presidente en la anterior renovaci¨®n, en 2017?
R. Yo no aspiraba a ello. Ten¨ªa entendido que, con arreglo a reglas no escritas de la casa, me tocaba. Tuve contactos con unos compa?eros y otros; todos compart¨ªan esa idea. Una semana antes de que se reuniera el Senado para elegir a nuevos magistrados, lo que justificaba el cambio presidencial, se me inform¨® de que, si iba a ser yo el elegido, el PSOE dilatar¨ªa indefinidamente esa elecci¨®n por parte de los senadores.
P. ?Qui¨¦n lo impidi¨®, y qu¨¦ motivos le dieron?
R. En plena batalla por su secretar¨ªa general, en el PSOE entend¨ªan que si S¨¢nchez esgrim¨ªa esa bandera, Susana D¨ªaz no ser¨ªa elegida. O sea, que me vi convertido en m¨¢rtir de Susana, que luego acabar¨ªa perdiendo; lo sent¨ª porque he venido coincidiendo con ella durante a?os disfrutando el Viernes Santo en la entrada de la Esperanza de Triana.
P. ?Se sinti¨® injustamente tratado por sus compa?eros en el tribunal, singularmente por los de su sector, el conservador?
R. Sobre estos influy¨® sin duda el hecho de que el magistrado Ricardo Enr¨ªquez, que llevaba menos de tres a?os en el tribunal y aspiraba a la reelecci¨®n, podr¨ªa convertirse en inelegible si el tr¨¢mite del Senado se retrasaba. Acab¨¦ votando con ellos¡
P. ?Cree que si usted y el expresidente, Juan Jos¨¦ Gonz¨¢lez Rivas, no se hubieran separado de la mayor¨ªa conservadora en algunas sentencias, hubiera habido renovaci¨®n del tribunal?
R. No soy analista pol¨ªtico.
P. ?Ha actuado la mayor¨ªa conservadora del tribunal como un rodillo, o lo ha pretendido?
R. Al cabo de nueve a?os no he conseguido tener claro si pertenec¨ªa a unos presuntos ¡°nuestros¡± o a los otros. As¨ª he disfrutado m¨¢s.
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