En el punto de mira de los talibanes
Un centenar de extrabajadores afganos de la Agencia de Cooperaci¨®n y sus familias piden al Gobierno de Espa?a que los saque de Afganist¨¢n
Todas las posesiones de Mohammad est¨¢n en su tel¨¦fono. Ah¨ª es donde almacena las fotos de los enseres que vendi¨® el pasado agosto cuando recibi¨® una carta del Ministerio de Exteriores espa?ol para ser evacuado de Afganist¨¢n ante la toma del poder por los talibanes. Corr¨ªa el riesgo de ser objetivo de la venganza de los islamistas por haber trabajado para los espa?oles. Aunque se apresur¨® en ir a Kabul con su mujer y sus hijas, no lograron coger el vuelo que pod¨ªa ponerles a salvo. Al menos un centenar de familias afganas se encuentran en la misma situaci¨®n.
Mohammad (nombre supuesto) estuvo empleado por la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional para el Desarrollo (AECID) en el Equipo de Reconstrucci¨®n Provincial (PRT, en sus siglas inglesas) de Badghis, la provincia de cuya estabilizaci¨®n se encarg¨® el Ej¨¦rcito espa?ol entre 2005 y 2013. Pero no todos sus compa?eros recibieron los salvoconductos.
Un portavoz del Ministerio de Exteriores asegura en un mensaje que ¡°la mayor parte de los colaboradores [que hubo en Afganist¨¢n] est¨¢n entre los 2.500 [afganos] que han llegado a Espa?a¡±. Sin embargo, sobre el terreno son numerosos quienes se quejan de no haber tenido acceso a la evacuaci¨®n. Se sienten abandonados. ¡°Nos han dicho que esperemos, ?cu¨¢nto m¨¢s tenemos que hacerlo?¡±, pregunta uno de ellos.
Evaluaciones oficiosas cifran en entre 100 y 120 los trabajadores incluidos en las listas oficiales que no pudieron salir. Con sus familias, sumar¨ªan unas 600 personas. Pero Ignacio ?lvaro, excoordinador de la AECID en Afganist¨¢n, calcula que ¡°hay otras 100 familias no registradas¡± cuya vinculaci¨®n con la agencia puede demostrarse. En su opini¨®n, ¡°ha sido el colectivo menos afortunado¡± de los que Espa?a ha logrado evacuar. ¡°Solo han salido 250 personas de las 1.300 estimadas¡±, afirma en un intercambio de mensajes.
La mayor¨ªa de quienes se han quedado atr¨¢s se han ido de Qala-i-Naw, la capital de Badghis, y viven escondidos. Algunos hab¨ªan recibido amenazas previas, otros las recibieron despu¨¦s. Incluso quienes no han sido acosados directamente, tienen miedo por su futuro y el de sus familias. Tanto que para hablar con EL PA?S no solamente piden el anonimato, sino que env¨ªan a dos mujeres en representaci¨®n de 80 familias que se coordinan y mantienen contacto con sus antiguos jefes espa?oles.
¡°Nuestras vidas est¨¢n en peligro¡±, asegura una de ellas desde detr¨¢s de un estricto chador. Su marido, exempleado por la AECID, se encuentra en Kabul donde espera pasar m¨¢s desapercibido. Ella y sus cuatro hijos se han refugiado con un familiar en la vecina Herat. ¡°Vendimos todo, ya no tenemos de qu¨¦ vivir¡±, agrega.
No es paranoia. La noche en que los talibanes tomaron Qala-i-Naw se llevaron de su casa a M. I., que trabaj¨® de conductor para la agencia de cooperaci¨®n entre 2005 y 2010. Cuatro d¨ªas despu¨¦s apareci¨® muerto, a las afueras de la ciudad.
La otra interlocutora, hija, hermana y cu?ada de extrabajadores del PRT y defensora de derechos humanos, oy¨® como hace unas semanas se anunciaba su muerte en la radio, despu¨¦s de que los talibanes mataran a otra mujer con quien la confundieron.
La situaci¨®n se ha agravado tras la visita de EL PA?S a Qala-i-Naw. El responsable de la radiotelevisi¨®n provincial, Mohibullah Akhundzada, quien admite haber atacado a las tropas espa?olas, acus¨® a la reportera de querer ¡°llevarse a los afganos a Espa?a¡± y amenaz¨® con ¡°matarlos a todos¡±. Ahora, ha pedido a uno de los extrabajadores de la AECID una lista con sus nombres para organizar una reuni¨®n. La desconfianza es generalizada. Est¨¢n convencidos de que se trata de una treta para, como m¨ªnimo, tenerlos identificados. Nada m¨¢s enterarse, 15 de ellos han abandonado la ciudad y han buscado el anonimato en las provincias vecinas.
En una docena de entrevistas con excolaboradores afganos realizadas en Qala-i-Naw y Herat, todos piden que los espa?oles no les olviden y les ayuden a salir de Afganist¨¢n. ¡°Otros pa¨ªses han negociado con los talibanes para sacar a sus antiguos empleados; Espa?a tambi¨¦n deber¨ªa encontrar la forma de hacerlo¡±, insisten. Ninguno conf¨ªa en la amnist¨ªa decretada por los talibanes. Como m¨ªnimo, sus carreras profesionales est¨¢n acabadas. Los islamistas solo quieren leales.
La cita de Mohammad era para un vuelo entre el 23 y el 24 de agosto. ¡°Fue horroroso¡±, relata mientras muestra las fotos de que capt¨® en los alrededores el aeropuerto de Kabul. ¡°Hab¨ªa medio mill¨®n de personas. Era imposible acercarse. Y adem¨¢s estaba el canal¡±, recuerda. ¡°Pasamos cuatro d¨ªas en ese canal inmundo¡±, a?ade su mujer. Con dos ni?as peque?as, ya era dif¨ªcil alcanzar el control de acceso. Cuando el jueves 26 se produjo el atentado del Estado Isl¨¢mico, se hizo misi¨®n imposible. Cuatro d¨ªas despu¨¦s sal¨ªa el ¨²ltimo soldado estadounidense y el aer¨®dromo quedaba en manos de los talibanes.
En las dos semanas anteriores, Espa?a evacu¨® a 2.206 personas, entre cooperantes afganos y sus familiares (tanto de la misi¨®n propia como de otras naciones) y personal de su Embajada en Kabul. Desde entonces solo unas pocas decenas de afganos vinculados con la presencia espa?ola han conseguido salir a trav¨¦s de pa¨ªses vecinos.
Sentado en el suelo, sin muebles, con las paredes desnudas de recuerdos, Mohammad se pregunta si no va a haber otra oportunidad. Los 2.000 d¨®lares (unos 1.750 euros) que logr¨® por sus enseres se est¨¢n acabando y, desde el cambio de r¨¦gimen, ni ¨¦l ni su mujer han vuelto a cobrar sus sueldos de profesores. La posibilidad de viajar por su cuenta a alg¨²n pa¨ªs vecino para recibir un visado espa?ol topa con la necesidad de renovar sus pasaportes que caducaron a principios de septiembre.
¡°[Los talibanes] solo est¨¢n facilitando nuevos documentos a estudiantes, residentes en el extranjero y emergencias m¨¦dicas¡±, explica Mohammad. ?l lo intent¨®, pero fue rechazado. Otros ni siquiera se atreven a pedir el pasaporte porque temen que eso alerte a las autoridades de facto sobre su pasado.
El precio de la amistad con Garc¨ªa y David
Algunos afganos ni siquiera están en las listas españolas y sus relaciones con el PRT son más difíciles de probar. RDI es uno de ellos. Un hermano suyo fue traductor para los militares y un cuñado colaboró con el CIMIC, la unidad de cooperación cívico militar. Pero él, asegura, ni siquiera trabajó con la AECID. Tenía una tienda dónde los militares compraban algunos productos.
“Solían acudir García y David, que eran los encargados de las compras, les invitábamos a un té, como es costumbre por aquí, y fuera se quedaban los soldados que les daban protección; la gente los veía y desde entonces nos asociaron con los españoles”, cuenta para explicar su situación.
Dice que empezó a recibir mensajes amenazantes antes del colapso del Gobierno anterior. El 13 de agosto, los talibanes entraron en la casa de Herat donde vivía tras un largo periplo por varias ciudades del país que empezó cuando los españoles se fueron de Qala-i-Naw en 2013. Comparte unas imágenes borrosas de unos enturbantados en el portón de acceso a la vivienda y otra con la familia en una tienda de campaña.
Después de aquello, RDI se escondió y los suyos creyeron que había caído en manos de los talibanes. Así que cuando su cuñado recibió el salvoconducto de los españoles para ir al aeropuerto, incluyó a los dos hijos pequeños de RDI en la lista de su familia, según una copia de esa carta que muestra en el móvil y cuyo formato coincide con otras que esta corresponsal ha visto en los últimos días. Pero no logró acceder al aeródromo y ahora vive escondido. El hermano de RDI se instaló años atrás en Alemania, desde donde ha intentado reclamarlos sin éxito.
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