Contra el ruido
S¨¢nchez se somete a una tensa investidura, con la derecha percutiendo en la calle y en Bruselas, y la amnist¨ªa como trasfondo de la legislatura
Lo m¨¢s sospechoso de las soluciones es que los dirigentes pol¨ªticos son capaces de encontrarlas siempre que de veras quieren. No era factible la amnist¨ªa porque era inconstitucional hasta que hicieron falta los siete votos de Junts; ahora, lejos de ser imposible, ¡°forma parte del pacto fundacional de la democracia espa?ola¡±, seg¨²n el texto de la proposici¨®n de ley. Eso es lo primero que hay que decir sobre la amnist¨ªa: que a Pedro S¨¢nchez le es imprescindible para formar Gobierno. De lo contrario, Espa?a estaba abocada a una gran coalici¨®n (imposible por la combinaci¨®n de dos sintagmas t¨®xicos, ¡°que te vote Txapote¡± y ¡°derogar el sanchismo¡±) o a una repetici¨®n de elecciones que remite a unos versos de Bertolt Brecht: si no nos gusta el endiablado resultado del 23-J basta con ¡°disolver al pueblo¡± y elegir a otro.
Pero hay un par de cosas m¨¢s enjundiosas relacionadas con la amnist¨ªa. Una de ellas es su constitucionalidad, que una mir¨ªada de opinadores ha descartado de plano antes de conocer el texto en un ejercicio impactante de censura previa. La constitucionalidad es un prerrequisito ineludible de toda ley, m¨¢s a¨²n de una medida de gracia tan ambiciosa, tan impactante, que va a dejar tanta huella. Ya antes de aparecer, para los apocal¨ªpticos de sof¨¢ aquello no era una amnist¨ªa: era el cad¨¢ver del Estado humillado y de la Justicia sometida pasados por el hacha de Jack el Destripador. Y no. El texto parece bien armado, pero bien o mal armado da lo mismo: la constitucionalidad o no de la medida de gracia la examinar¨¢ el m¨¢ximo int¨¦rprete de la Carta Magna, tambi¨¦n llamado Tribunal Constitucional. No hay m¨¢s preguntas, se?or¨ªas.
As¨ª que su encaje parlamentario est¨¢ claro: la amnist¨ªa era una pieza basal de la investidura, y, que yo sepa, desde Maquiavelo los l¨ªderes pol¨ªticos quieren el poder, m¨¢s all¨¢ de las moralinas tan en boga ¨²ltimamente. Y su encaje constitucional tambi¨¦n est¨¢ claro: ser¨¢ lo que diga el ¨®rgano de garant¨ªas si nos creemos de veras lo de respetar el Estado de derecho. Queda lo m¨¢s espinoso, o puede que lo m¨¢s fascinante: su encaje pol¨ªtico. Algo nada f¨¢cil en un pa¨ªs cuya pol¨ªtica es una olla a presi¨®n y con exceso de razonamientos gastrointestinales.
La aspiraci¨®n de la amnist¨ªa ¡ªla famosa ¡°convivencia democr¨¢tica¡± que aparece una y otra vez en la ley como un soniquete que cascabelea por todo el texto¡ª dif¨ªcilmente cristalizar¨¢ a corto plazo. Por el contrario, sus costes s¨ª se ver¨¢n inmediatamente; al menos por dos flancos:
Uno: el riesgo de que la judicializaci¨®n del proc¨¦s siga vigente y los jueces decidan dar la espalda al poder legislativo, aunque ese peligro est¨¢ relativamente conjurado por los cambios recientes en el Constitucional y por el propio texto, mejor armado que otras leyes anteriores.
Dos: el peligro de que para tratar de apagar definitivamente el fuego en Catalu?a se incendie el resto de Espa?a. No faltan pir¨®manos: ¡°Que todo el mundo haga todo lo que pueda hacer¡±, vino a pedir el expresidente Aznar hace unos d¨ªas con la mejor de sus sonrisas, un bid¨®n de gasolina en una mano y un mechero prendido en la otra. Parad¨®jicamente, la querencia por la hip¨¦rbole de las derechas juega claramente en su contra. Mucha gente ha salido a protestar a la calle, esa fuerza es innegable, pero much¨ªsima m¨¢s gente desconf¨ªa del tono furibundo del PP y Vox, y sospecha que las protestas son una versi¨®n por entregas y en peque?as dosis ¡ªa veces tragic¨®micas, a menudo esperp¨¦nticas¡ª del asalto al Capitolio de los republicanos en EE UU. La derecha se vio en el poder hace tres meses. Casi estaba reparti¨¦ndose cargos y dineros. Y no termina de aceptar el resultado del 23-J: esa es la verdadera historia de buena parte del cabreo hispano-espa?ol.
M¨¢s all¨¢ del PP, ese encaje pol¨ªtico es de lo m¨¢s complicado, en parte por la guerra de guerrillas entre ERC y Junts, que anticipa una legislatura desapacible. Por separado, esos dos partidos est¨¢n en pleno realineamiento. Esquerra dio un giro la pasada legislatura: con los indultos dej¨® atr¨¢s unilateralidades y otros ensue?os y decidi¨® sentarse a la mesa de los mayores a negociar. Y La Moncloa defiende que el acuerdo pol¨ªtico con Junts, un desastre de documento que compra buena parte de la narrativa de los independentistas, era la antesala del pre¨¢mbulo de la ley de amnist¨ªa: el PSOE hizo numerosas cesiones en ese pacto ¡ªaunque ya veremos qu¨¦ o c¨®mo se materializa despu¨¦s de las negociaciones¡ª, pero los socialistas se sienten m¨¢s c¨®modos con el relato que aparece en la exposici¨®n de motivos de la ley de amnist¨ªa. Y piensan que Junts sigue la pista de ERC en direcci¨®n al pragmatismo, al marco legal y constitucional vigente: ¡°Todos los caminos deben transitar por el ordenamiento jur¨ªdico nacional e internacional¡±, seg¨²n la ley.
El ruido en los pr¨®ximos d¨ªas est¨¢ asegurado y puede que dure al menos hasta las elecciones europeas. Pero el ruido suele estar sometido a la ley de rendimientos decrecientes. La conversaci¨®n pol¨ªtica ir¨¢ girando hacia la nueva coalici¨®n, hacia su agenda pol¨ªtica, hacia sus nuevos ministros, hacia las dos guerras que tenemos en el vecindario, con la geopol¨ªtica global en plena sacudida. El juego del poder empez¨® a decantarse la noche del 23-J y est¨¢ a punto de cerrarse: a Feij¨®o le espera una temporada en la oposici¨®n, aunque tratar¨¢ de forzar la repetici¨®n electoral hasta el ¨²ltimo minuto con jugadas de dudosa lealtad institucional como reunir a la prensa extranjera para comparar Espa?a con Hungr¨ªa. ?Espa?a es ¡°una dictadura¡± con un Gobierno cogido con pinzas y un PP que controla el Senado, el poder territorial, el poder judicial y buena parte de los medios de comunicaci¨®n? Pues no, no lo parece. ?Espa?a se rompe? No, tampoco esta vez parece que Espa?a se vaya a romper. Aunque a la amnist¨ªa le queda un tortuoso camino por delante: saldr¨¢ bien si consigue ser el disolvente definitivo del proc¨¦s, y si logra mantener embridado el ultranacionalismo espa?ol. Si esos dos condicionales se resuelven a su favor, S¨¢nchez habr¨¢ sido audaz. De lo contrario, la historia lo juzgar¨¢ peor, como un temerario. A pesar de la profusi¨®n de opiniones rotundas d¨¦bilmente argumentadas que se desparraman por doquier, hay que esperar: es pronto para decir si le encaja mejor el traje de audaz o el de temerario.
El pr¨®ximo momento culmen es el discurso del candidato socialista en la investidura. S¨¢nchez est¨¢ obligado a persuadir, a convencer, a tejer un relato sobre la necesidad de la amnist¨ªa m¨¢s all¨¢ de un pu?ado de votos. Nunca ha sido un orador brillante, a lo que hay que sumar el tradicional problema de las izquierdas para contar, para formular ideas de forma aerodin¨¢mica. Votar es contar una historia: los resultados del 23-J obligan a los partidos nacionalistas a demostrar que pueden tener una idea de Estado ¡ªde Espa?a, deber¨ªan atreverse a decirlo as¨ª¡ª, pero tambi¨¦n obliga a los partidos constitucionalistas a demostrar que tambi¨¦n tienen una idea del Estado de las autonom¨ªas capaz de lidiar con ese problema que emerge a cada tanto y es capaz de ponerlo todo patas arriba. S¨¢nchez ha demostrado que tiene talento para mirar de frente al poder y salir con casi todas las plumas de laberintos intrincados. Ahora tiene que cont¨¢rselo a la gente en un discurso de investidura fundamental para que sepamos de una vez qu¨¦ demonios quiere hacer con todo ese poder. Y ese es otro talento: una naci¨®n es una narraci¨®n.
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