El asesinato de Carrero Blanco: ni lleno de enigmas ni tan trascendental
Varios expertos coinciden en que el magnicidio, perpetrado por ETA hace 50 a?os, no esconde teor¨ªas conspirativas
Hace 50 a?os, el 20 de diciembre, a las 9.36, a la altura del 104 de la madrile?a calle Claudio Coello, una explosi¨®n golpe¨® de lleno al Dodge-Dart que transportaba al presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, y lo estamp¨® en la terraza de una residencia jesuita. Carrero, su ch¨®fer, Jos¨¦ Luis P¨¦rez, y su escolta, Juan Antonio Bueno, fallecieron. Los etarras Jos¨¦ Miguel Be?ar¨¢n, Argala, y Jes¨²s Zugarramurdi, Kiskur, subidos a una escalera, camuflados como electricistas, se coordinaron para apretar el bot¨®n que activ¨® la dinamita depositada en un t¨²nel al paso del veh¨ªculo del presidente. Argala y Kiskur corrieron hasta la esquina con la calle Lagasca, donde esperaba Javier Larreategi, Atxulo, al volante de un veh¨ªculo que les llev¨® a su refugio en la calle Hogar 68 de Alcorc¨®n, en la periferia madrile?a, donde permanecieron escondidos un mes hasta su huida a Francia.
Cincuenta a?os despu¨¦s, ante aquel espectacular resultado del atentado terrorista, sigue habiendo teor¨ªas conspirativas que la historiograf¨ªa acad¨¦mica y el an¨¢lisis de las fuentes documentales rechazan. Con la perspectiva del tiempo, sin embargo, los historiadores se plantean m¨¢s interrogantes: ?la desaparici¨®n de Carrero afect¨® al futuro de Espa?a? ?En qu¨¦ medida influy¨® en la pol¨ªtica vasca? ?Condicion¨® a la oposici¨®n antifranquista? ?Cu¨¢l es la memoria del denominado delf¨ªn del franquismo? Y llegan a una conclusi¨®n: el asesinato de Carrero no supuso ni el fin del franquismo ni el comienzo de la Transici¨®n.
El atentado contra el presidente fue el resultado de una suma de coincidencias, cuenta ?ngel Amigo, militante de los primeros a?os setenta, y pr¨®ximo a algunos de los l¨ªderes supervivientes de la banda terrorista de aquel tiempo como I?aki M¨²gica Arregi, Ezkerra, y Juan Miguel Goiburu, Goi-herri. ¡°ETA, tras la represi¨®n culminada con el proceso de Burgos de 1970, hab¨ªa renacido al incorporar a centenares de militantes de las juventudes peneuvistas. En enero de 1973 secuestr¨® al empresario Felipe Huarte y logr¨® 50 millones de pesetas. Rob¨® en un polvor¨ªn en Hernani 3.075 kilogramos de dinamita. Meses antes, Eva Forest, principal colaboradora de ETA en Madrid, disidente del PCE, inform¨® a Argala sobre las rutinas diarias del ministro-subsecretario de la Presidencia, Carrero. ETA, cuando comprob¨® su veracidad, pens¨® en secuestrarlo con la pretensi¨®n de provocar un golpe de efecto para canjearlo por sus m¨¢s de 150 presos, su obsesi¨®n entonces¡±. Forest hab¨ªa conocido a Argala por mediaci¨®n del padre Llanos y el jesuita vasco I?aki O¡¯Shea.
¡°Los planes de ETA ¡ªrecuerda Amigo¡ª cambiaron cuando, en junio, Franco nombr¨® presidente del Gobierno a Carrero y reforzaron su escolta. Pero no sus rutinas. ETA descart¨® el secuestro por su riesgo y decidi¨® matarlo. Ten¨ªa dinero y dinamita para hacerlo y una militancia revolucionaria con el entusiasmo del todo es posible de 1968. Ten¨ªa un ingeniero de minas y militantes que sab¨ªan manejar explosivos. Excav¨® un t¨²nel debajo de la calzada por la que pasar¨ªa el coche de Carrero. El objetivo pasaba a ser la provocaci¨®n de un golpe al r¨¦gimen de impacto internacional cuyas consecuencias desconoc¨ªamos¡±, recuerda Amigo.
ETA tard¨® un mes en excavar el t¨²nel, tras alquilar un s¨®tano en la calle Claudio Coello, y coloc¨® 70 kilos de dinamita. ¡°Prepararon el atentado una treintena de militantes, pero lo ejecutaron tres. La visita del secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger a Madrid fue determinante en la fijaci¨®n de la fecha, dada la cercan¨ªa de la Embajada estadounidense al lugar del atentado. Se hizo el d¨ªa que march¨®¡±, se?ala Amigo.
Nunca fueron detenidos los ejecutores del magnicidio, aunque Argala fue asesinado por un grupo parapolicial cinco a?os despu¨¦s. En 1974 fue detenida Forest, y en 1975, los l¨ªderes etarras Ezkerra, Goiherri y Wilson. La causa judicial abarc¨® 3.009 folios. Pero no hubo juicio por la amnist¨ªa de 1977. En mayo, el presidente Su¨¢rez orden¨® archivar la causa para que ETA asumiera la celebraci¨®n de las elecciones de junio, se?ala Gaizka Fern¨¢ndez, historiador e investigador del Memorial de V¨ªctimas del Terrorismo.
Fracaso policial
Fern¨¢ndez dice que ¡°la ausencia de juicio, el fracaso policial, la cercan¨ªa de la Embajada norteamericana, el nivel t¨¦cnico del atentado, el explosivo utilizado y sus consecuencias pol¨ªticas han originado m¨²ltiples especulaciones, que atribuyen a la CIA o a servicios espa?oles la autor¨ªa intelectual del crimen¡±. El historiador es tajante: ¡°La teor¨ªa de la conspiraci¨®n ha sido desmentida por la historiograf¨ªa acad¨¦mica y el an¨¢lisis de sus fuentes documentales¡±.
Antonio Rivera, catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la UPV y autor de 20 de diciembre de 1973 asegura: ¡°Aunque el atentado plantea situaciones incre¨ªbles, los libros que se nutren de la conspiraci¨®n no la demuestran. La desclasificaci¨®n de m¨¢s de un mill¨®n de documentos de la CIA no aporta nada a esa sospecha. O la desmiente como las grabaciones en el Despacho Oval de Nixon o los cables de Kissinger, difundidos por WikiLeaks. El relato est¨¢ fundamentalmente acabado¡±.
Fern¨¢ndez y Rivera ¡ªque han estudiado a fondo el sumario, las pruebas documentales y los textos publicados¡ª coinciden en la negligencia policial por desconocimiento. Recuerdan una declaraci¨®n del entonces director de Seguridad, Eduardo Blanco: ¡°Nos equivocamos. Entonces era casi folkl¨®rico pensar que ETA atentar¨ªa en Madrid y contra el presidente del Gobierno¡±. Lo mismo opinaba el coronel San Martin, jefe de los servicios secretos. ¡°Los conflictos estudiantiles y obreros, la Iglesia y el PCE eran las preocupaciones del r¨¦gimen a fines de 1973, seg¨²n los informes del Seced [servicios secretos espa?oles]¡±, se?ala Fern¨¢ndez. ¡°ETA nunca hab¨ªa actuado en Madrid. La polic¨ªa no identific¨® a los autores del atentado hasta llegar de Bilbao el responsable antiterrorista del Pa¨ªs Vasco, Luis Pinillos, con el ¨¢lbum de fotos de los etarras fichados que la portera de Claudio Coello identific¨®¡±, a?ade.
La tesis conspirativa encuentra una de sus bases principales en el libro Operaci¨®n Ogro, redactado por Forest tras conversar con los protagonistas del atentado. Amigo asegura que Forest le confes¨® que fue ella quien inform¨® a Argala de las rutinas de Carrero y que su libro est¨¢ plagado de pistas falsas para despistar a la polic¨ªa. ¡°Cualquier madrile?o podr¨ªa haber facilitado a ETA aquella informaci¨®n. Los h¨¢bitos de Carrero no eran un secreto. Incluso su domicilio aparec¨ªa en la gu¨ªa telef¨®nica¡±, se?ala Fern¨¢ndez.
¡°La polic¨ªa, tras analizar el explosivo utilizado, concluy¨® que pertenec¨ªa al robado en Hernani por ETA. Tambi¨¦n aparec¨ªan marcados en un plano que la polic¨ªa encontr¨® a ETA la Embajada norteamericana y el Colegio de Hu¨¦rfanos de la Guardia Civil, igualados en importancia, lo que desbarata la conspiraci¨®n. Ni en las diligencias policiales ni en la documentaci¨®n del Seced se advierten sospechas de que ETA hubiese contado con la ayuda de agentes exteriores¡±, sigue Fern¨¢ndez. Rivera asegura: ¡°No ten¨ªa sentido que la CIA quisiera eliminar a Carrero, art¨ªfice de los acuerdos de 1953, cuando EE UU quer¨ªa estabilidad en Espa?a y su asesinato provocar¨ªa incertidumbre¡±.
El coronel ?ngel Ugarte, entonces responsable del espionaje en el Pa¨ªs Vasco, poco antes de fallecer declar¨® a EL PA?S: ¡°El atentado lo ejecut¨® ETA con log¨ªstica del grupo de Eva Forest. Fue la gu¨ªa de ETA en Madrid, muy bien relacionada en la capital. Hoy ser¨ªa impensable algo similar. Polic¨ªa y Guardia Civil ten¨ªan gran desconocimiento sobre ETA. Es falso que desde arriba se dejara hacer el atentado. Nos cogi¨® desprevenidos a nosotros y al r¨¦gimen preocupado entonces porque Franco se mor¨ªa¡±.
Consecuencias
El magnicidio tuvo consecuencias en ETA. Rivera asegura: ¡°Ganaron quienes defend¨ªan que la violencia era el eje central y ha sido as¨ª en las sucesivas crisis entre militaristas y pol¨ªticos, casi hasta el fin del terrorismo¡±. Tambi¨¦n en Euskadi tuvo consecuencias a largo plazo. Seg¨²n Rivera, ¡°el magnicidio de Carrero, junto con el proceso de Burgos de 1970 y los fusilamientos de dos etarras [Jon Paredes, Txiki y ?ngel Otaegi] en 1975 conforman los hitos fundacionales de ETA que acumularon su legitimidad, la de la violencia, superando las barbaridades que protagoniz¨® y que afect¨® a la sociedad vasca durante d¨¦cadas¡±. Tras el atentado de Carrero, el prestigio de la violencia pol¨ªtica estimul¨® a grupos como el FRAP, GRAPO, Terra Lliure y Ex¨¦rcito Guerrilheiro do Povo Galego Ceive, desaparecidos en los ochenta. Tambi¨¦n empez¨® la ¡°guerra sucia¡± con grupos parapoliciales hasta mediados los ochenta. Su primer atentado fue en 1975. ¡°Sin embargo, el proceso de tr¨¢nsito de la dictadura a la democracia ocup¨® la centralidad y el terrorismo s¨®lo constituy¨® un influyente entorno que afect¨® m¨¢s a la sociedad vasca que a la del resto de Espa?a¡±, se?ala Rivera.
El atentado descoloc¨®, inicialmente, a la oposici¨®n democr¨¢tica, especialmente al PNV y al PCE, los m¨¢s influyentes en Euskadi y Espa?a, respectivamente, pues cuestionaba sus estrategias de cambio reformista. ¡°La oposici¨®n antifranquista tuvo que cargar con la dificultad de la violencia pol¨ªtica, pero no condicion¨® a medio y largo plazo su pragmatismo reformista. Se impuso frente a la v¨ªa violenta¡±. ETA, trat¨® de capitalizar el atentado con la publicaci¨®n de cuatro comunicados reivindicativos, con una rueda de prensa en Francia y en pocas semanas public¨® el libro Operaci¨®n Ogro que redact¨® Forest con pseud¨®nimo.
ETA ha cre¨ªdo siempre que no capitaliz¨® el atentado. ¡°ETA prolog¨® hasta 12 ediciones de Operaci¨®n Ogro d¨®nde adaptaba la explicaci¨®n del atentado a las circunstancias pol¨ªticas. Pertur, dirigente de ETA-pm, concluy¨® que hab¨ªa favorecido m¨¢s al antifranquismo espa?ol que a ETA y cre¨® un partido para capitalizarlo, Euskadiko Ezkerra. En la edici¨®n de 1995, Antx¨®n Etxebeste, l¨ªder de ETA-m, que monopoliz¨® la sigla en 1982 al disolverse ETA-pm, se?al¨® que los espa?oles se beneficiaron con la democracia que posibilit¨® el atentado, pero no los vascos que segu¨ªan con sus demandas insatisfechas¡±, afirma Rivera.
El comisario de Investigaci¨®n Criminal Lorenzo de Benito descubri¨® a las 11.30 en un lateral del cr¨¢ter provocado por la explosi¨®n los cables y el t¨²nel que confirmaban el atentado. El presidente en funciones, Torcuato Fern¨¢ndez Miranda, inform¨® a Franco a las 12.00, pero no se hizo oficial hasta las nueve de la noche. ETA lo confirm¨® a las 23.00 por Radio Par¨ªs. Fern¨¢ndez-Miranda pidi¨® calma ¡ªno declar¨® el estado de excepci¨®n¡ª porque pretend¨ªan esconder el fallo de seguridad e insistir en que las instituciones funcionaban con normalidad. Sin embargo, el entonces director general de la Guardia Civil, Carlos Iniesta Cano, al que tambi¨¦n sorprendi¨® el atentado, envi¨® un t¨¦lex a sus unidades solicitando ¡°medidas contundentes¡±. Era el primer choque entre ¡°moderados y ultras¡± tras la muerte de Carrero. Habr¨ªa muchos m¨¢s.
La debilidad del r¨¦gimen aflor¨®, tambi¨¦n, en su tensi¨®n con la Iglesia. Varios ministros quisieron evitar que el cardenal de Madrid, Enrique Taranc¨®n, oficiara la misa, pero Franco no les dej¨®. ¡°El Vaticano no conden¨® el atentado. El ministro L¨®pez Rod¨® pas¨® esos d¨ªas persiguiendo al Nuncio del Vaticano, monse?or Dadaglio, para que Roma condenara expresamente el atentado. No lo consigui¨® y tuvo que conformarse con un telegrama de condolencia. La Iglesia vasca legitim¨® el atentado. Lo que revel¨® la profunda crisis del r¨¦gimen al haber sido uno de sus pilares¡±, se?ala Rivera.
El historiador dibuja el papel de Carrero: ¡°Era el alfiler del abanico de familias del r¨¦gimen. Al fallecer emergieron sus diferentes propuestas ca¨®ticamente. Los Gobiernos de Arias Navarro que le sucedieron fueron la continuidad del franquismo, un tiempo muerto, hasta que en el verano de 1976, fallecido Franco, le sucedi¨® Adolfo Su¨¢rez. Arias fue m¨¢s d¨¦bil que la conjunci¨®n de intereses que empujaba a Espa?a al cambio. Presionaban la calle, la prensa y la oposici¨®n democr¨¢tica, pero tambi¨¦n los intereses econ¨®micos locales, las canciller¨ªas europeas y los reformistas franquistas. Arias no pudo parar la historia. Tampoco lo habr¨ªa hecho Carrero¡±.
El asesinato de Carrero no marca el inicio de la Transici¨®n. ¡°Era un reaccionario, incapaz de entender los cambios sociales, militar obediente que no se hubiera resistido ante un monarca dispuesto a sostener la continuidad de su trono, apoyado en intereses internos y externos y en una democracia medianamente cre¨ªble. Acabar¨ªa apart¨¢ndose o desalojado como Arias. Por eso el magnicidio de Carrero ni es el final del franquismo ni el inicio del tr¨¢nsito a la democracia. Como resultado, un acontecimiento de enorme relevancia se convierte en carente de trascendencia hasta acabar en innecesario para explicar el proceso hist¨®rico general y su resultado¡±, se?ala Rivera.
El cad¨¢ver de Carrero fue inc¨®modo, concluye Rivera. Su memoria est¨¢ limitada a una placa en el lugar del atentado, colocada al a?o siguiente, y un monumento en su pueblo natal, Santo?a (Cantabria). ¡°Tres a?os despu¨¦s de su fallecimiento empez¨® la Transici¨®n. A nadie interesaba su memoria. S¨®lo a los ultras, pese a ser del Opus. Hoy, la pregunta de qu¨¦ hacer con su memoria sigue sin respuesta desde una perspectiva democr¨¢tica porque pesa m¨¢s su condici¨®n de soporte b¨¢sico de la dictadura que de v¨ªctima del terrorismo¡±, termina el historiador.
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